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Una boliviana en Taiwán

El sonido de la lluvia constante, ese olor tan particular a comida que solo sentí aquí y que hasta ahora no descubrí qué es exactamente, ese que a veces se mezcla con el del incienso alrededor de los templos. Los zapatos afuera de las casas y los paraguas en la puerta de las tiendas y restaurantes, el zumbido de las motos por las cuatro esquinas en cualquier lugar y a cualquier hora.

Taiwán es un pequeño estado insular que está ubicado frente a las costas de la China Continental que prácticamente lo tiene todo para vivir cómodamente durante mucho tiempo. El contraste entre su vibrante modernidad y su arquitectura tradicional rodeada por naturaleza y paisajes deslumbrantes muchas veces me han dejado con la boca abierta. He caminado sus calles sin aceras, viajado de norte a sur en bus, tren normal, tren bala, metro y auto. Después de un poco más de un año lo digo sin titubear: Taiwán me enamoró.

Antes de llegar no sabía muchas cosas sobre esta isla, sobre su gente o sobre sus tradiciones porque preferí descubrir todo ello con experiencias propias, sin ninguna carga de prejuicios externos y así fue desde la primera noche que puse los pies en Taiwán, porque tuve una de esas experiencias que te la pasas contando a todo el mundo por mucho tiempo.

Dejar olvidada la mochila

La regla número uno de cualquier viajero o viajera es jamás perder el pasaporte y tu dinero. Todo eso, más muchas otras cosas de valor, las tenía en mi mochila, la que dejé bien acomodada arriba de mi asiento en el THSR (Taiwan High Speed Rail), el famoso tren bala. Estaba tan bien acomodada que se quedó ahí incluso después de que yo me bajé del tren. Había olvidado mi mochila en mi primera noche en un país nuevo. Por suerte estaba en Taiwán y pude recuperarla al día siguiente con absolutamente todas mis cosas. No creo que existan palabras suficientes para expresar cómo me sentí en ese momento, parecía una utopía.

Ese fue el primer episodio de muchos más en los que me sentiría segura en Taiwán. Al haber nacido y haberme criado en Bolivia, tengo ese chip en la cabeza de tener que estar alerta todo el tiempo, de cuidar mis cosas con excesiva precaución, de no caminar sola en la noche y de no ir a ciertas áreas de la ciudad por ser peligrosas. Viviendo en esta isla asiática todos esos miedos se esfumaron, ya que podía regresar a mi casa a cualquier hora de la noche por cualquier calle que escoja con la plena seguridad de que nada me pasaría. Hay cosas que el dinero no puede comprar y esa sensación de estar segura en las calles es una de ellas.

Escuché muchas historias de amigos que se olvidaron sus billeteras en restaurantes o Seven Eleven (cadena multinacional de tiendas) y las recuperaron sin ningún problema. Los taiwaneses llevan en su educación la mentalidad de que si algo no te pertenece no lo tocas, uno por respeto y otro por seguridad.

El país más amigable del mundo

Cuando mi profesora de mandarín me recomendó que ante cualquier problema que tuviera siempre acuda a alguna de las tiendas de las cadenas internacionales Seven Eleven o a un Family Mart, me pareció que era un poco exagerada.

— ¿En serio? ¿Cualquier problema?

— Sí. Incluso si te pierdes, si necesitas llamar un taxi, dejar tu basura para reciclar o simplemente charlar con alguien. En pocos días viviendo aquí comprobé que podía preguntar lo que sea a cualquier taiwanés en la calle y siempre obtendría respuestas amables, incluso con el obstáculo del idioma, ellos tratan de hablar en inglés y lo que no sepan lo dicen con señas. Si buscaba una dirección, muchas veces me acompañaban al lugar a riesgo de atrasarse en sus actividades diarias.
Ya sea en tiendas, restaurantes o bares, la amabilidad de los taiwaneses está presente. En el año y medio que llevo viviendo en la isla he hecho grandes amigos que me han ayudado en cada pequeña o gran cosa en la que necesitara ayuda y eso lo llevo guardado en el corazón.

歡迎 (Huānyíng) “Bienvenida”, 謝謝 (Xièxiè) “Gracias” y 對不起 (Duìbùqǐ) “Discúlpame”; son palabras que escuchas todo el tiempo y también son las primeras que aprendemos al estudiar chino. Lo fascinante de la cultura asiática es el respeto al prójimo, a su espacio y a sus sentimientos. Estos ciudadanos tienen miedo de hacer sentir mal a la otra persona, es por eso que jamás te contradirán, aunque estén en desacuerdo; jamás te dirán: “No, no puedo”, sino que utilizarán otras palabras para expresar lo que quieren decir sin la brusca honestidad que tenemos los latinos. Los extranjeros le llamamos a esta clase de educación “Disfrazar la verdad”.

Tengo que confesar que muchas veces esto me chocaba porque esperaba respuestas más directas, pero luego de un tiempo me acostumbré y asimilé que era otro rasgo de los asiáticos.

Los sabores insospechados

En este aspecto tengo sentimientos encontrados. He leído acerca de cómo la cocina taiwanesa está calificada como una de las mejores y más variadas del mundo, pero en todo el tiempo que llevo viviendo en Hsinchu, la ciudad industrial de Taiwán, he odiado con toda el alma la comida.

Hay muchos factores a considerar respecto a esto. El primero, soy vegetariana y en principio pensé que tal vez no le ponían el mismo empeño a las preparaciones sin carne como a las que sí la tienen, hasta que vi a mi amiga finlandesa Inkeri llevar consigo todo el tiempo especias y sal en su bolsa, cuando le pregunté el porqué, aunque sabía muy bien la respuesta, me dijo:

—Es que por más que lo intento la comida no tiene sabor. Luego me di cuenta de que muchos de los lugares con comida exclusivamente vegetariana son budistas y que por religión ellos no comen ajo, cebolla y ningún condimento fuerte. Con esto en mente tuve que comenzar a cocinar mi propia comida sabiendo muy a conciencia que mi talento no radicaba precisamente en ello.

El segundo factor es que absolutamente todo está salteado en aceite, incluso las verduras, es raro encontrar ensaladas crudas y crujientes a las que estamos acostumbrados en el mundo occidental, y si hubiese tenido que comer este tipo de comida todos los días, no hace falta decir que habría muerto de un infarto.

Es muy probable que esta percepción sobre la comida taiwanesa me hubiese marcado irremediablemente al punto de que ahora estaría escribiendo sobre mi odio mortal hacia ella. Por suerte para mí, he podido visitar varias ciudades de la isla donde lo que probé hizo que cambiara mi opinión para siempre y debo decir que la comida taiwanesa es ¡deliciosa! Mi plato favorito es un rollo de verduras envuelto en piel de tofu frita y rebozado en panko (pan rallado japonés), lo comí en Chung Tai Chan, un monasterio ubicado en Nantou, Puli —el centro mismo de Taiwán— y como mi amiga Louise me prometió, fue el mejor restaurante vegetariano al que haya ido. Sin embargo, esta búsqueda de los manjares de los que todos hablaban, no terminó allí, mientras más viajaba y probaba las distintas opciones taiwanesas más entendía que el problema siempre estuvo en Hsinchu y no en el resto del país.

El té en la vida diaria

Ya sea que no tenga sabor o que sea maravillosa, la comida taiwanesa en su mayoría es grasosa, entonces ¿por qué los taiwaneses no son obesos? La respuesta no es un secreto bien guardado y de hecho la descubres en pocos días de vivir en el Asia: el té verde es la solución a todos los problemas, al menos en mi opinión.

Los taiwaneses toman té todo el tiempo, no solo el verde sino cualquiera de las muchas variedades disponibles en el Asia, uno de los más populares es el 烏龍茶 (té oolong), una variedad de té verde, el de jazmín, el matcha (té verde de hoja entera), el negro, entre otros muchos. Sin duda, la marca registrada de Taiwán es el 珍珠奶茶 (té con leche y perlas de mandioca o bubble tea), el cual se inventó en la ciudad taiwanesa de Taichung y que ahora se puede encontrar en todo el mundo, incluso en Bolivia.

La experiencia de comprar té es tan variada como deliciosa y para nosotros los extranjeros es un reto lleno de vocabulario nuevo y necesario. Existen tiendas donde puedes comprar el té en hojas y decidir cuál quieres mientras el dueño te sirve distintas variedades para que las pruebes contándote la historia de cada una.

También están las casas del té donde ofrecen diferentes ceremonias tradicionales para el momento del consumo, las cuales son una experiencia en que hacen uso de todos tus sentidos y llegan a ser hasta espirituales; por último están las “tea shops”, tiendas de té donde puedes comprarlo como en un lugar de comida rápida, y es allí donde se encuentra el famoso té con perlas o bubble tea. Se lo puede pedir caliente o frío, escoger el nivel del hielo deseado, el tamaño de las perlas, así como el del vaso, los niveles de azúcar, etc.

Con miedo a casi todo

A veces los extranjeros lo decimos en chiste, pero es una realidad que los mismos taiwaneses aceptan: les tienen miedo a muchas cosas. Por ejemplo le temen a estar solteros, a quedarse solos o no tener amigos; tal vez es por esto que siempre buscan agradar a los demás. Temen también un inminente ataque de la China Continental, por ello se realizan simulacros de defensa en todo el país cada cierto tiempo.

Les asusta la pobreza, la enfermedad y sobre todo la muerte (死亡); es por eso que existe la creencia de que el número 4 (四) es de mala suerte, ya que suena igual a la palabra muerte. Es muy común ver que los ascensores tengan otro símbolo en vez del 4, se evita nominar las casas con este número al final, etc. También tienen pánico a algo que en mi opinión es universal: a quedarse sin batería en el celular. Por esta razón se pueden encontrar puntos para cargarlo en muchos lugares, aunque no son realmente necesarios porque la mayoría tiene un banco de energía portátil para evitar quedarse sin el tan necesitado teléfono.

Ya sea por una razón u otra, Taiwán es un país muy conveniente para quedarse a vivir una buena temporada, incluso muchos bolivianos han echado raíces aquí. En mi caso soy muy feliz en este hermoso país, que no solo me ha regalado experiencias increíbles sino también atardeceres de ensueño.

Cecilia Saavedra (IG: @ceciliasaavedra, instagram: ceciliasaachz)