El hogar de los grandes Chinchiri
Cochabamba tiene un nuevo espacio dedicado a las artes, con obras de por lo menos 60 artistas plásticos.

El sueño del artista Fernando Antezana Andrade se ha cumplido: las obras de arte de al menos 60 artistas reconocidos se exponen en su creación: el Museo Chinchiri, un lugar en Cochabamba —Piñami, Quillacollo (kilómetro 11 de la Av. Blanco Galindo, a seis cuadras al norte sobre la Av. Saavedra)— específicamente diseñado para albergar su taller y que más tarde se convirtió en un centro de exposiciones donde “solo están los grandes”.
“La idea principal es mostrar lo mejor del arte boliviano, están grandes artistas, grandes maestros del país”, explicó Antezana al recibir a ESCAPE en el nuevo espacio cultural, una obra que fue edificada en 12 años. El arquitecto y músico Alfredo Coca diseñó esta casa de tres plantas: en las dos primeras debía instalarse el taller de Antezana, quien durante la edificación pensó en los artistas y en la necesidad de tener un museo donde la gente pueda conocer lo mejor de las artes plásticas del país en sus diferentes técnicas, como la pintura al óleo, la acuarela, el dibujo, el grabado, la escultura y otros. Entonces la idea comenzó a mutar: se idearon salones de exposición que retrataran la creación boliviana por épocas, pero a medida que iban trabajando en la curaduría del nuevo repositorio, se vio que era más conveniente trabajar con el espacio mismo del inmueble y se colocaron los cuadros y esculturas de tal forma que se vieran mejor en conjunto, complementándose.
Una vez en el lugar, lo primero que llama la atención es la particular arquitectura del edificio, que pareciera un lugar encantado en medio del paisaje urbano. El frontis es curveado, de ladrillo visto y en la parte superior, la imagen de una mujer con los brazos abiertos recibe a propios y extraños. Los ventanales tienen pinturas: el principal muestra a un gallo entonando el canto mañanero. La vegetación se une a la estructura y detalles forjados en fierro y una serie de objetos reciclados acompañan el diseño.
En la planta baja, muebles hechos de troncos de madera sirven para el descanso y las escalinatas en espiral, que suben hasta el tercer nivel, llaman a conocer más. En el primer piso, los visitantes encontrarán muestras de los artistas Gíldaro Antezana, Lorgio Vaca, Ricardo Pérez Alcalá, Erasmo Zarzuela, Amadeo Castro, Raúl Lara, Fernando Prada, entre otros.
En la segunda planta se pueden hallar pinturas de Ever Castro, Juan Román, Fernando Casas, Lorgio Vaca y Fernando Antezana; esculturas de Carlos Guardia, Ramiro Villca y Guido Keller; además de grabados de Juan Hoffman, Renato Estrada, Óscar Torrico, entre otros. “Son obras inéditas, muchas de ellas las compré y al mes falleció el autor, son únicas. La idea siempre ha sido agrupar a los mejores artistas en un solo espacio”, comentó el pintor nacido en Cochabamba en 1976.
En las escalinatas —entre piso y piso— no faltan esculturas y otros detalles que acompañan a los pasamanos o que están colgados en algún espacio abierto. Los ambientes no solo están iluminados artificialmente, en el techo existen ventanales que permiten el ingreso de los rayos de sol, eso sí sin llegar directamente a ninguna de las obras de arte.
Como el esfuerzo de juntar todas estas obras ha sido monumental, la exposición se mantendrá a disposición del público durante todo el año. Después se renovará la muestra, aunque para ser parte de ésta —enfatiza el artista— se requiere que el autor tenga los suficientes méritos.
“Hay grandes maestros en esta muestra, porque lo merecen. Para ingresar, los jóvenes requieren ganar un mínimo de cinco premios nacionales”, detalló Antezana. La decisión se justifica pues se trata de un trayecto recorrido antes por estos grandes y es que “para estar al lado de un Pérez Alcalá, por ejemplo, un artista debe hacer méritos”. Por eso una comisión de curaduría se encarga de elegir las obras más adecuadas para la muestra, que se entregan al museo en préstamo.
Consolidar el proyecto costó mucho. Antezana pensó en iniciar su cruzada con cuadros de diversos artistas que él conserva, pero al compartir la idea con familiares, amigos y colegas, éstos entregaron lo mejor de sus colecciones. Todavía se buscan obras de grandes para su exposición en Chinchiri, como las creaciones de Marina Núñez del Prado, Gil Imaná, Alfredo La Placa, entre otros.
Por donde se mire se encontrará arte: detalles en piedra, madera, vegetación y hasta los sonidos que trasladan al visitante hasta lugares insospechados. El museo se denominó Chinchiri, del quechua, que significa “frío” en castellano. Según Antezana, es un homenaje al lugar donde nació el artista Gíldaro Antezana, en la provincia Ayopaya de Cochabamba.
¿Y el taller? Pues se quedó en un rincón de la edificación, al fondo, donde un árbol de palta regala sus frutos y alberga al artista, casi en la copa, cuando el cansancio lo atrapa. “Hay arte por todas partes”, dijo orgulloso, que ahora disfruta viendo años de trabajo y espera al público. La atención es de lunes a viernes, de 15.00 a 19.00. El costo de ingreso es de Bs 10 para nacionales y Bs 20 para extranjeros.