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La mística de la Jaén

El misticismo de la calle Jaén no se puede explicar sin la cruz verde que se encuentra en una esquina, las historias de fantasmas y duendes, las casas de estilo republicano con paredes de colores intensos y, obviamente, el Etnö Café Cultural, un espacio que combina cultura, historia, literatura y el empeño de una familia que comenzó con una sala de arte y que la convirtió en uno de los refugios nocturnos más populares de La Paz.

Sin ser muy concurrido, el paso de personas es incesante por esta vía empedrada, en su mayoría turistas que quieren conocer el lugar que alberga cinco museos.

Aquí es donde nació y creció Yumi Tapia, la propietaria del Etnö. “Antes la gente tenía miedo de pasar por esta vía por los fantasmas, por los duendes, por las historias que se tejieron en torno a la cruz; pero para mí era divertido estar en esta casa porque estaba llena de misterio”.

Como si el tiempo se hubiera detenido en la Jaén, los balcones con rejas metálicas o de madera, los faroles y los techos de teja son lo que más atraen. No obstante, una tea de metro y medio que cuelga en la pared y un cartel de madera seducen más.

Construida a finales del siglo XVIII, la vivienda con el número 722 pasó por varios dueños, hasta que fue comprada por Isolina Ledezma, quien vivió con su sobrino Jorge Tapia —padre de Yumi—, hombre de múltiples habilidades, que podía desenvolverse como economista, analista de sistemas o como miembro del Partido Comunista de Bolivia (PCB), quien se encargaba de hacer murales clandestinos en contra de la dictadura militar de los años 70. Así como Yumi nació en esa casa, también heredó las habilidades de su progenitor, ya que estudió Artes y, al poco tiempo, abrió una tienda de exposición, a la que llamó Etnö.

Hace 13 años, ese espacio se transformó en un café, con tres mesas, bancos de madera y una pequeña barra. “Etnö, que era la etiqueta de mis obras, es una referencia a las etnias urbanas, una modificación de lo étnico y etnográfico”, explica Yumi. Los primeros meses fueron los más difíciles, pues era difícil convencer a la gente que fuese a la calle de los fantasmas y los duendes. Por ello, la artista y su familia convocaron a sus amistades para que visitaran el nuevo local. En poco tiempo se corrió la voz de que había un espacio misterioso y tranquilo, donde había variadas presentaciones artísticas. Así, después de seis años, Yumi se dio cuenta del éxito que había logrado el Etnö, pues tuvo que habilitar otros ambientes ante la llegada de más público. “De haber sido algo bien chiquito se convirtió en una miniempresa. La gente nos buscaba porque nos habíamos convertido en un referente”. 

Mientras se escucha No woman no cry, de Bob Marley, surge la disyuntiva de pasar al ambiente de la izquierda, donde están las mesas de sal y caricaturas con personajes de tamaño natural, o a la derecha, un espacio más amplio, donde se llevan a cabo lecturas de poemas o novelas, proyección de documentales, debates o la presentación de artistas musicales. En lo que coinciden ambos espacios es que las velas en medio de cada mesa hacen que la oscuridad sea agradable.

Etnö Café Cultural se ha convertido en un referente cultural. Los lunes suele haber poesía, los martes están dedicados a la lectura del tarot, los miércoles están reservados para conferencias, lecturas, coloquios o la proyección de documentales; los jueves y sábados son para escuchar música suave, mientras que el viernes está reservado para la reunión de amigos.

El otro ámbito que diferencia al Etnö es su propuesta de licores artesanales, como los hechos de chuchuhuasi, coca, tamarindo, café y dulce de leche. Sobre esa base surgieron el Tour Boliviano, una combinación de cinco bebidas, y el Nosferatu, que contiene ajenjo, whisky y gin, y que se sirve en un cáliz de plata, acompañado por una hostia. Café orgánico yungueño tostado especialmente para el pub y pizza hecha con una receta italiana son las otras particularidades que, además de las actividades culturales, hicieron que, en marzo de este año, la Secretaría Municipal de Culturas de La Paz le otorgue el certificado de espacio cultural privado. “Para nosotros ha sido una noticia grata, después de dos años y medio de haberlo perseguido y 13 años de constante aporte a la cultura”.

“Aquí se conoce a mucha gente y a muchos turistas. Este local es conocido en todo el mundo, hasta en Rusia y Corea”, asegura María Teresa Higa, socia y madre de Yumi, quien para demostrar que el lugar es muy conocido muestra las dedicatorias en diversos idiomas y los billetes extranjeros que han dejado como recuerdo. “Ha pasado mucha gente —Yumi deja de hablar, su mirada parece retrotraer los recuerdos de 13 años y es inevitable que salgan algunas lágrimas—. Artistas de todos los ámbitos, música, danza, literatura, teatro, incluso de movimientos sociales”.

En las paredes, un dragón que protege la ciudad y aves que representan la libertad de Jorge después de haber fallecido; un Tour Boliviano servido en una mesa de madera; al fondo, alguna lectura o presentación artística. Así es el Etnö Café.