Icono del sitio La Razón

En los Vestidores del Tata

La sala del segundo piso del santuario del Señor Jesús del Gran Poder se diferencia de las demás porque es más colorida y tiene mucha más luz. Ahí, dos escaparates amplios resguardan 25 vestimentas del Tata —como es cariñosamente llamado—, con bordados y diseños que cuentan parte de la historia del Cristo más querido de La Paz.

Vestido con el hábito oscuro que caracteriza a los frailes agustinos, Marcelo Ramírez —rector del Santuario del Señor Jesús del Gran Poder— aprovecha la pausa entre una misa y otra para guiar el recorrido por el museo, que fue inaugurado en 2018 para la Larga Noche de los Museos.

El origen de la festividad se remonta a una pintura del siglo XVII, que tiene la imagen de Dios personificado en tres rostros —que representan al Padre, Hijo y Espíritu Santo—. Se cuenta que la obra peregrinó por varias zonas de La Paz a inicios del siglo XX, hasta que llegó a Chijini, donde vecinos que aseguraban que habían sido bendecidos le construyeron, en los años 30, un oratorio pequeño.

El espacio era precario, así es que los agustinos edificaron un templo en la calle Max Paredes para que la pintura fuera trasladada, pero ante la férrea oposición de la gente de Chijini se decidió que se mantuviese donde está en la actualidad.

Desde que en 1923 aparecieron los primeros grupos que bailaron en honor de Gran Poder y con el transcurrir de los años, la celebración se expandió de tal manera que en la actualidad hay 74 fraternidades folklóricas con más de 40.000 bailarines y 7.000 músicos, aproximadamente.

Esta festividad no se queda solamente en el desfile de comparsas y la música, sino que tiene que ver mucho con la devoción religiosa y el cuidado de la imagen (estatua de la divinidad). Para ello están los prestes mayores, quienes, además de participar en las principales actividades religiosas del santuario, tienen la responsabilidad de mantener en buen estado la efigie de brazos extendidos.

Fray Marcelo cuenta que los prestes mayores iniciaron en 1972 la costumbre de llevar una túnica, un manto y un cíngulo (cinta de seda, con una borla en cada extremo) para Jesús del Gran Poder, una costumbre que se mantiene hasta ahora.

Como consecuencia de la humedad y la presencia de polillas, las primeras vestimentas del Tata prácticamente han quedado inservibles. Por esa razón, los agustinos vieron por conveniente exponerlas, con el objetivo de que la población aprecie el arte que tiene cada una de ellas y que, también, sean preservadas.

Para llegar al repositorio es necesario atravesar el zaguán del templo ubicado en la calle Antonio Gallardo. Desde ahí es inevitable contemplar la pintura de Jesús del Gran Poder, que tiene los brazos extendidos, un vestido adornado con brillantes y que tiene a sus pies a San Agustín y Santo Tomás de Aquino. Esta obra artística está protegida por un retablo de madera tallado con varios motivos tiwanacotas. También llama la atención el costado izquierdo del templo, donde está la imagen de tamaño natural, a la que nunca le faltan flores multicolores y gente que se arrodilla para pedirle algún favor.

El museo se encuentra dos pisos arriba, en un ambiente largo e iluminado desde la parte central superior por focos fluorescentes. Ahí, el silencio es interrumpido por un video que cuenta la historia del Gran Poder y el significado que tiene no solo para los paceños, sino también para creyentes de otros departamentos y países.

En el inicio, el rector del templo advierte que las vestimentas de 1972 y de años posteriores se han deteriorado demasiado, por lo que no pueden ser expuestas. Por esa razón, la exposición se inicia con un atuendo elaborado en 1977, una túnica y un cíngulo blancos, además de un manto color marfil, bordados con hilo dorado, que forman ramas curvilíneas adornadas con perlas y flores de terciopelo de la época.

La vestimenta de 1978 —una túnica blanca y un manto de terciopelo guindo— también tiene bordados dorados y piedras preciosas, con un corazón cosido en el pecho, que representa a Jesús de la Santísima Trinidad. “Cada túnica y cada capa tienen sus propias características porque los prestes mandan a hacer la ropa de acuerdo con su inspiración, mientras que los artesanos responden a las peticiones”.

Con excepción de alguna vestimenta que ha sido adornada a máquina o que tiene bijutería sujeta con pegamento, todas las demás han sido bordadas a mano. En cuanto a la identidad de los artesanos que han elaborado la ropa, el fray afirma que los prestes prefieren mantenerlos en el anonimato, aunque se sabe que terminan el trabajo en al menos seis meses.

En el recorrido por el repositorio se nota cómo ha cambiado el tipo de bordado, los materiales y las formas de los adornos. También se observa que, desde 2010, los prestes mayores —en su gran mayoría miembros de morenada— hicieron elaborar el traje con los colores de sus fraternidades, como la Señorial Illimani —que tiene como distintivo el amarillo y blanco— o los Líderes Siempre Vacunos —que llevan los colores rojo, blanco y azul—. La visita por las 25 vestimentas puede tardar más si acaso se quiere apreciar los detalles y la historia que tiene cada una.

Además de una exposición itinerante de matracas, en medio del salón resalta el documento por el que el Congreso Nacional declara al templo del Señor Jesús del Gran Poder como patrimonio cultural y monumento nacional religioso de La Paz y de Bolivia, mientras que en una urna aparece la medalla de Honor al Mérito Cultural de la Cámara de Diputados y una estatuilla de piedra con los tres rostros de la Santísima Trinidad.

Para mantener el espacio en buenas condiciones, el visitante tiene que dar un aporte de Bs 5, aunque fray Marcelo informa que delegaciones de estudiantes ingresan gratis, con el fin de que conozcan más a la figura de la Fiesta Mayor de los Andes.

En el templo, el Tata está vestido con una túnica blanca sencilla, por la época de Pascua, y estará así hasta el jueves anterior a la preentrada o Promesa, cuando los prestes mayores le arropen con el traje bordado con hilos de oro.

Está a punto de comenzar otra misa, pero ello no impide que el sacerdote saque la vestimenta de este año, que tiene los escudos de Bolivia y La Paz, bordados en plata y oro, además del corazón de Jesús.

“Se cree que la gente que baila en devoción al Tata no tiene fe, pero la expresión de fe personal se ve todos los días. Entran afligidos y salen tranquilos. Es como una terapia que les llena de esperanza”. Lo mismo se siente en el museo.