Torrente de imágenes
A través de técnicas antiguas y modernas del arte visual, alumnos de Chicani y Palcoma redescubren su entorno.
Te puedo mostrar cómo son los cerros, cómo son las carpas, hay lechuga, apio, perejil, rábano, acelga”. David vive en Chicani, tiene nueve años y muchas cosas que contar. Palcoma es parecido: “Hay ríos y cerros y muchos animales, vaca, toro, llama, chivo; ahí al frente con su wawita, pescaditos, gallinita, perrito, gatito. El agua a veces se seca. Ya no hay agua, poco a poco se seca, han cortado y ahora está mejorando”, dice. Emily tiene seis y añade que en su comunidad no ha escuchado a nadie hablar del agua, “solita nomás he aprendido”. El mundo de estos niños, como de todos en la zona de la cuenca de Hampaturi, es la naturaleza.
El río une a las comunidades de Palcoma y Chicani, y el agua que corre por esta zona llega hasta la ciudad de La Paz, este hoyo cercado de cerros y cruzado por ríos que anda caminos largos, que comienzan más allá de la urbe, rodeados de animales, carpas de cultivo de verduras, niños, niñas y jóvenes atentos a su devenir, con mucho que contar y mostrar.
En mayo y junio de este año lo hicieron. Tomaron cámaras, aprendieron a registrar su entorno a través de técnicas fotográficas, escucharon y grabaron el sonido del río y de la acequia; recopilaron historias para hacer un cortometraje. “¿Cómo le enseñas a alguien a observar detenidamente, a prestar atención a detalles que tal vez pasan desapercibidos cotidianamente?”. Ésta fue la pregunta que tuvo en la cabeza Miguel Hilari, realizador audiovisual, durante todo el proceso de talleres de cianotipia, estenopeica, video y sonido que llevó adelante junto con un equipo en las unidades educativas de Palcoma y Chicani hace algunos meses. “Pienso que los niños son los más prestos a desarrollar esta observación. Ellos pueden entusiasmarse con el uso de técnicas para registrar su entorno y establecer nuevas relaciones en él y con él, pensarlo de otra manera, reflexionar”. En comunidades que viven en la paradoja de estar junto a tres gigantescas represas que recolectan agua potable para La Paz, pero que no gozan del recurso que de ellas emanan, el registro del paisaje es una herramienta para pensar la comunidad y comenzar a construir una voz para narrar su cotidianidad y sus problemas, su historia y su actualidad.
Revelar y enfocar
“He traído mi lata, con esto voy a hacer mi propia cámara. De dónde se consiguen esas aguas”. Andy (10) estaba decidido, ya sabía qué quería fotografiar, solo le hacían falta algunos insumos. Miguel Hilari conoció a este niño en la escuela de Chicani el año pasado, en un taller de fotografía estenopeica que dio junto a María Domínguez e Ivone Sheen, realizadoras audiovisuales. El director del colegio, Ángel Clavel, mostró gran interés en que los talleres crezcan y se amplíen. De esta manera, este año Miguel escribió el proyecto Torrente, que resultó ganador del Fondo Cultural de la Embajada Suiza en Bolivia. En los talleres en primaria y secundaria de las escuelas de Palcoma y Chicani de La Paz, Miguel, junto a Marco Arnez, sociólogo y realizador audiovisual, retomaron la experiencia de enseñar esta antigua técnica fotográfica, cuyos procesos manuales pueden ser realizados de manera casera y con pocos materiales.
“U. E. Mcal. Antonio José de Sucre, Chicani” se lee en la imagen estenopeica que un grupo de estudiantes se sacó frente a su colegio. Retratos, fotografías del paisaje natural y del colegio, el caudal del río y el agua bañando las piedras. Todas, imágenes que los niños y niñas prepararon, escogiendo los lugares, emplazando la cámara, descubriendo el proceso de revelado y, con ello, redescubriendo su comunidad. “Hay una especie de magia cuando ves el papel siendo revelado y aparecen ahí las marcas. Para los niños fue muy estimulante todo esto, porque hace cinco minutos ellos mismos habían sacado la foto”.
Para hacer imágenes en cianotipia, otra técnica predecesora de la fotografía que desarrolló el taller, los niños y niñas recorrieron las orillas del río, recogiendo plantas y flores para su impresión en papel a través del revelado con citrato de amonio, hierro y ferricianuro de potasio. Algunos chicos se concentraron en la composición de los elementos sobre la hoja de papel, utilizando varias flores o ramas. Otros decidieron elegir una sola planta, pequeña o delgada, y colocarla al centro de toda la superficie. “La composición con varios elementos era bonita por los colores, pero la huella, luego del revelado con los químicos, funcionó mejor con los que utilizaron solo un elemento. Ahí entendimos que lo que hacíamos con el taller era ayudarles a concentrarse y enfocarse en algo pequeño y concreto, y que ese modo de ver trascendía las técnicas y podría imprimirse a diferentes niveles en la mirada de los niños”, explican Marco y Miguel.
Modos de escuchar
Cuando escuchamos a lo lejos el sonido que hace un ave, el ruido de un arenero, el agua correr por la acequia, ¿es posible no dibujar la imagen de la fuente de estos sonidos? Como experiencia interior, aparentemente esto no es posible, comenta Miguel Llanque, compositor que dirigió los talleres de sonido con los estudiantes de Chicani y Palcoma. “Como fenómeno físico sí. Es posible registrar solo el sonido de una cosa, o solo su imagen. Pero cuando ves la imagen del río, sin su sonido, algo de éste trasciende en tu memoria. Y viceversa. Es algo natural”, reflexiona Miguel.
De manera intercalada con los talleres de cianotipia y estenopeica en las primarias de las escuelas de estas comunidades, Miguel llevó adelante talleres de sonido, en torno al concepto de memoria sonora. En una primera etapa del proceso, los niños y niñas describieron con palabras el sonido del río. Luego de este ejercicio hicieron una descripción sonora, una imitación vocal, individual y coral de los sonidos de este elemento natural. La segunda descripción resultaba más fiel que la primera y ambas contrastaron con la experiencia de salir del aula e ir a escuchar y registrar el sonido del río, en Palcoma, y de la acequia, en Chicani.
Sujetando los audífonos con ambas manos, de pie sobre las rocas que dibujan el cauce del río, Martín (8) escuchaba algo nuevo. ¿Cómo suena el río por adentro? Enfilados detrás de él, los que esperaban su turno también escuchaban. ¿Cómo suena el agua fuera de sí misma? Para escuchar el río por adentro se utilizaron hidrófonos caseros, fabricados con tubos de policloruro de vinilo (PVC), a los que se adhieren sensores piezoeléctricos, cuyos dos polos, conectados a la polaridad de un conector de audio, perciben las vibraciones de sonido, que en este caso viaja a través de una superficie. Esta herramienta y experiencia enriquecieron la escucha de los niños, quienes luego de la excursión volvieron al aula, escucharon las grabaciones e hicieron una segunda imitación vocal. Al día siguiente, recogiendo los sonidos de las grabaciones y la experiencia de escucha del entorno del río y la acequia, los estudiantes hicieron una improvisación dirigida.
“Es como un dibujo, porque la reproducción del sonido nunca va a ser fiel al registro, y no tiene por qué serlo, es otro objeto. Es muy enriquecedor escuchar cómo, a través de este proceso, los niños y niñas articularon diferentes elementos del río y el agua, escucharon cosas profundas del sonido, no tan fáciles de diferenciar”, comenta Miguel.
Para Marcelo Guzmán, realizador audiovisual y cofacilitador de los talleres, la técnica de grabación de sonido impacta más a los estudiantes. “Se asombran con técnicas fotográficas del siglo XIX, incluso sabiendo que se relacionan constantemente con la imagen a través de celulares, internet o la televisión. Pero creo que el taller de memoria sonora les impacta mucho, pues escuchan el río y el agua —que están todo el tiempo alrededor de sus actividades— de forma distinta a la que están acostumbrados”. “La noción de ver algo en profundidad es muy útil para los niños y niñas. Ahora saben por experiencia propia que hay más en un objeto de lo que se puede percibir a simple vista. Hay más cosas ahí, en el río, y se puede acceder a ellas”, complementa Miguel. Estos nuevos sonidos hoy trascienden y habitan la memoria de estos niños y niñas en sus comunidades, en las que el río y el agua articulan su vivencia.
Primera persona
Dicen que esto pasó en la Colonia: “Un monje estaba acompañado de unas monjas. Estaban yendo a evangelizar por la zona y llegaron a Chicani. Los monjes predicaban, pero las personas salieron de sus casas renegando, diciendo: ‘Nosotros no creemos en sus falsas promesas ni en su fe’. Entonces, los monjes decidieron ir a la comunidad de Hampaturi, pero les agarró la noche y buscaron un lugar para acampar. No se esperaban que les habían embrujado cuando predicaban. Cerca de la medianoche, los monjes se convirtieron en piedras. Cuenta la comunidad que cuando vas al lugar donde estaban evangelizando todavía se escuchan sus voces”.
Con el objetivo de filmar un corto, los estudiantes de secundaria de Chicani recopilaron leyendas orales de la comunidad. La historia de los monjes petrificados fue escogida por los estudiantes, que hicieron el guion de forma colectiva, actuaron y colaboraron en roles de producción. Escoger la historia fue difícil, cuenta Miguel Hilari, porque los chicos sabían mucho. Pero, a la vez, se acercaban a una memoria colectiva más grande que ellos. “Creo que cuando observas y filmas algo te acercas con curiosidad y con la consciencia de que no estás entendiendo algo del todo. Cuando filmo trato de acercarme así a las cosas, con la curiosidad abierta”.
Y en primera persona. “Es importante que los jóvenes del área rural sepan que es fundamental tomar la palabra desde nosotros mismos, sin intermediarios. Y son herramientas útiles la radio, las plataformas virtuales, el cine y la fotografía para decir lo que uno piensa y siente. También con un espíritu crítico sobre la comunidad, sin idealizar”, explica Yolanda Mamani, comunicadora y feminista que compartió con los estudiantes su experiencia como radialista y youtuber. “Les transmití mi experiencia desde la honestidad que se merecen, para que cuando tengan que emigrar estén preparados. Como mujer emigrante del campo no les quiero vender lo lindo que es estar en la ciudad, sino decirles que conozcan otras ciudades, porque así descubrirán otras formas de vida, abrirán los ojos para ser lo que ellos quieren ser”.
El cortometraje de la historia de los monjes, así como las fotografías estenopeicas, las impresiones en cianotipia y los resultados de los talleres de sonido y video se mostrarán en los colegios de Chicani y Palcoma, y en la Cinemateca Boliviana de La Paz, el 13 de septiembre. Ese día también se proyectará un documental sobre todo el proceso del proyecto Torrente.