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La Higuera te sabe de memoria Comandante “Che” Guevara

El 9 de octubre de 2019, en la comunidad cruceña de La Higuera todo estaba vacío. En la plaza Comandante Ernesto Che Guevara no hubo discursos, ni música, nadie encendió velas, ni fumó tabaco y tampoco se ofrendaron flores a su alma. Por la mañana, un pequeño grupo de tres argentinas y un uruguayo prepararon unos mates, mientras que en la pequeña población transcurría un día más de trabajo.    

Sucedió que este año no hubo ningún acto oficial, pues las organizaciones de izquierda encargadas de conmemorar la muerte del Che Guevara no llegaron al lugar y la brigada de médicos cubanos se quedó en la ciudad de Vallegrande para participar en los actos de memoria realizados en el centro cultural que lleva el nombre del Comandante argentino, lugar donde se encontró una fosa común con los restos del Che y de seis de sus compañeros, en 1997.

Pero, aunque la comunidad de La Higuera no se encarga de organizar los actos de conmemoración por la muerte del Comandante Che Guevara, su imagen está pintada en casi todas las paredes de la población y los interiores de las casas tienen colgado su retrato. Además, en la nueva escuela hay una exposición con fotografías de las anteriores conmemoraciones del 9 de octubre y la antigua escuelita donde fue asesinado funciona como un museo que trata sobre su muerte.

Recuerdos de la guerrilla

Guadalupe Reinaga tenía dos años cuando asesinaron a este romántico revolucionario de simpática sonrisa. Ella aprendió la historia de la guerrilla para contarla a los visitantes, que siempre llegan a preguntar sobre su aventura boliviana. También recuerda una copla que aprendió en la escuela, cuando era niña, pero que ahora siente miedo de cantar porque se convirtió al evangelismo: “Allá en la quebrada de La Higuerita hay un cadáver, ¿de quién será?/ Será del Comandante Che Guevara que muy valiente vino a luchar”.

Las personas que lo conocieron, como Irma Rosado, recuerdan que le gustaba fumar Astoria en pipa de madera. Y que la última vez que lo vieron libre fue, justo al lado de La Higuera, en la comunidad Abra del Picacho, el 26 de septiembre de 1967, durante el festejo a la Virgen de la Merced, patrona de Santa Cruz. Allí, el Che se sentó alejado en una silla de madera, mientras los guerrilleros bebían chicha de maíz, bailaban y compraban varias golosinas para compartir con los niños y las niñas del lugar. Después, lo volvieron a ver preso y la profesora Julia Cortés logró ingresar a la escuelita para invitarle sopa de maní.

Entre las opiniones sobre los significados locales de la guerrilla, Franklin Solares explica: “Nosotros sabíamos jugar a la guerrilla, entre niños y niñas, el más alto era el Che Guevara. Jugábamos cuando la luna estaba llena y todo se veía clarito; era así, matar por matar, nomás. Y, así también es cómo se va entender un poco al guerrillero; lo que preguntas sobre ¿qué significó la guerrilla para nosotros?, creo que es un poco como ese juego, ¿no?, acá no se sabe sobre el comunismo, sino que parecía que los guerrilleros venían a matar por matar, nomás”. Y, quizá es por esto que no existe militancia guevarista en La Higuera.

Otra de las creencias, relatada por Marfa Reinaga, describe que las personas que traicionaron al Che o las personas que obraron mal con él tuvieron muertes trágicas y misteriosas; por ejemplo, Virgilia Cabrera, conocida como la enana, que vivía cerca a la quebrada del Yuro, tras recibir dinero de los guerrilleros Aniceto y Pablo, para no delatar su ubicación, se dirigió hacia las autoridades a realizar la denuncia: “Y, posteriormente, ella ha tenido una muerte bien fea, ha enfermado y tuvo una muerte dolorosa a causa del cáncer en la piel”. Lo mismo sucedió con Pedro Padilla, que fue a la casa del telegrafista para avisar que el Che estaba en la quebrada de San Antonio; luego de unos años murió quemado mientras se incendiaba su casa”. Lo interesante es que esta construcción de las memorias parece contradecirse con la interpretación de Solares, pues al castigar a los delatores de cierta manera se reivindica a los guerrilleros.

Museo Comunal La Higuera

La antigua escuelita de La Higuera, donde asesinaron a los guerrilleros Ernesto Che Guevara, Simón Cuba Willy y Juan Pablo Chang Chino, funciona como la sala de exposición que recibe el nombre de museo. Allí se exponen varios paneles con la historia de la guerrilla, la biografía del Comandante, un mapa que traza el camino que siguieron los guerrilleros, los nombres de todos los caídos, tanto guerrilleros como miembros de las Fuerzas Armadas, y el famoso poema del cubano Nicolás Guillén dedicado al Che.   

El salón de clases donde fueron asesinados transmite el valor de humildad que cultivo el Ejército de Liberación Nacional (ELN), pues esta aula mediana era toda la infraestructura escolar que tuvo La Higuera en 1967.

La museografía actual fue armada por un equipo argentino; tiene como exposición principal a la puerta original de la escuela, que se encuentra apoyada sobre la pared.

Encima está colgado un overol verde olivo, con manchas de pintura al óleo que imitan la sangre derramada por el Comandante. También, hay una silla de madera, supuestamente igual a la que utilizó el Comandante cuando estuvo preso.  

La visita al museo comunal cuesta diez bolivianos, por eso, no suele ser visitado por todas las personas que visitan La Higuera, ya que el tipo de turismo “mochilero” que visita la tierra donde murió el Che Guevara se caracteriza por viajar con pocos recursos económicos. Por eso mismo, también es común que acampen en la nueva escuela y no alquilen las habitaciones que la comunidad habilitó como alojamientos.

Monumentos al Comandante

Las conmemoraciones oficiales en La Higuera comenzaron a realizarse desde 1987, cuando se cumplieron 20 años del asesinato de los tres guerrilleros. Siempre estuvieron enfocadas en el recuerdo del Comandante Che Guevara, pues la mayoría de las personas ni siquiera recuerdan el nombre de los otros guerrilleros.

Mario Pérez, actual director de la Casa de la Cultura en Valle Grande, recuerda que, durante el periodo de dictaduras que sucedió al régimen barrientista, entre 1969 y 1982, se restringió la entrada a visitantes, pues los alcaldes del municipio siempre fueron “elegidos a dedo” y no simpatizaban con las ideologías de izquierda.    

Aun así, hubo grupos minúsculos que lograban ingresar y realizar pequeños actos. Pérez destaca la anécdota ocurrida durante la dictadura de Hugo Banzer Suárez, en 1978, cuando los izquierdistas universitarios trajeron un busto del Che Guevara que fue emplazado el 7 de octubre en la plaza principal de La Higuera. Esa misma noche ingresaron militares de la Escuela de Cóndores y lo destruyeron. Al día siguiente, se tuvo que improvisar un nuevo busto “que es muy feo”, pues tuvo que ser elaborado en media mañana, y es el que actualmente permanece en el centro de la plaza: “Lo han mantenido hasta ahora por la acción heroica que hicieron de reponerlo de nuevo, para que la presencia del Che no sea liquidada así”.

Diez años después, en 1987, los militantes guevaristas emplazaron, sobre una gran piedra, un gran busto que está acompañado por una cruz blanca y una pequeña capilla para poder encender velas. En La Higuera, las conmemoraciones a la muerte del Che Guevara se realizan cada década aniversario y es posible que la población no se apropió de ellas porque los guerrilleros son considerados muertos ajenos, es decir que nunca fueron parte de un proceso de duelo.