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Comunidad croata: “La sangre es más espesa que el agua”

Dobrodošli”. Vestida con un traje tradicional del norte croata, Patricia Ávila Kuljis da la bienvenida en el idioma de sus abuelos. Es que —según la Central State Office for Croats Abroad (Oficina Central Estatal para Croatas en el Extranjero)— en Bolivia hay aproximadamente 5.000 personas que tienen lazos de sangre con el país europeo. Patricia es una de ellas.

Como parte del Festival Internacional de Integración de las Culturas (Ficult), en septiembre se presentaron danzas nacionales y extranjeras en La Paz, Oruro y El Alto. Con un poco de nervios —porque fueron uno de los primeros grupos en pasar por la avenida Camacho, en la sede de gobierno—, descendientes croatas desfilaron acompañados por un baile típico, algunos vestidos con poleras de su selección de fútbol y otros con ropa tradicional.

Además de las faldas y blusas de paño —que les daban un toque sobrio—, ellas vestían chales y delantales negros con bordados multicolores. Los varones, por su parte, llevaban una camisa blanca, pantalón, chaleco y sombrero negros, además de una faja con los colores de su bandera.

La oficina estatal informa que los primeros croatas llegaron a Bolivia a finales del siglo XIX. Se indica que Ivan Ivanović —quien llegó de la isla de Brač— fue el pionero de esta inmigración. De acuerdo con Patricia, los primeros croatas se congregaron en la ciudad de Oruro como Sociedad de Socorros Mutuos, “porque en ese tiempo se ayudaban a los inmigrantes que provenían del Imperio austrohúngaro”.

Si bien su presencia en el país ha sobrepasado el siglo, la comunidad en La Paz se organizó recién en 2017. Ello, se explica, por las guerras que hubo en Europa Oriental.

Patricia comenta con algo de tristeza que la historia del pueblo croata fue difícil, pues fue dominado desde el Imperio Romano. Después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) se formó el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. En 1929, el rey Alejandro I clausuró el Parlamento y cambió el nombre del Estado por el Reino de Yugoslavia, que desapareció en 1941, con la invasión de tropas de Alemania, Italia, Bulgaria, Hungría y Rumania.

Después de una guerra interna, Josip Broz —más conocido como Tito— gestó una Yugoslavia socialista, con la participación de seis repúblicas: Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia.

La crisis económica y la muerte de Tito (1980) causaron una relación ríspida entre las naciones antes unidas, lo que terminó en otra guerra fratricida. Al final, Croacia declaró su independencia en 1991.

Tal vez como un recordatorio de ese pasado, un descendiente croata, vestido como guerrero medieval y sentado en una motocicleta, lideraba a la comunidad en la avenida Camacho. No son muchos pero la alegría es grande. La mayoría desfilaba con la peculiar camiseta de la selección croata, una polera ajedrezada albirroja. “Es que el Mundial de Francia 1998 ha servido para que un país tan chiquito, olvidado y sufrido se haga conocer”, explica Patricia.

Para dar realce a su paso, la colectividad llevó una bandera croata de cuatro metros de largo, lo que generó el aplauso de los espectadores que asistieron al Ficult 2019.

“Hay croatas que han aportado mucho al desarrollo de Bolivia y con estas actividades queremos demostrar que los croatas, antes conocidos como yugoslavos, no solo dejaron hijos y nietos, sino también generaron empleos e industrias”, afirma Radomir Vladislavic Leytón, vicepresidente de la Comunidad Croata en La Paz. Por esa razón, para hacer conocer el aporte de sus predecesores, organizan exposiciones gastronómicas, presentan películas de aquel país, explican la importancia del inventor croata Nicola Tesla en la historia y, también, demuestran sus tradiciones en actividades culturales.

Después de tantas guerras, de haber formado parte de Yugoslavia, se generó un vacío cultural entre croatas, serbios y montenegrinos, coinciden Patricia y Radomir. La colectividad en La Paz quiere reconocer y recuperar sus tradiciones, desde su idioma. Por ello Patricia saluda con un dobrodošli (bienvenido).

“Todos somos bolivianos, descendientes croatas en primer, segundo y tercer grado. Lo que nos une es ese hilo de sangre, por eso queremos recuperar nuestra cultura y nuestras costumbres”, dice Radomir, quien apela a un proverbio croata para expresar sus lazos: “Krv nije voda” (“La sangre es más espesa que el agua”), que reivindica la importancia de la familia, para ayudarse aunque haya habido desencuentros en el pasado, porque su relación con Croacia es muy fuerte y lo demostraron una tarde de domingo en las calles de La Paz.