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Pasionistas, 300 años junto a San Pablo de la Cruz

El padre Pedro Fuentes, notablemente emocionado, paró abruptamente su homilía y los aplausos de los feligreses de la iglesia Sagrado Corazón de Jesús de Patacamaya resonaron intensamente. La felicidad que lo embargaba no le permitió hablar durante varios minutos, al recibir en la humilde parroquia una reliquia de San Pablo de la Cruz, quien fuera el fundador de la congregación de la Pasión de Jesucristo, cuyos miembros son conocidos en todo el mundo como “pasionistas”.

Arcos, hechos con aguayos y peluches, montados en el umbral de la puerta del templo y un camino de rosas en el piso de la entrada mostraban que la misa del lunes 21 de octubre no era un evento cualquiera: era una celebración singular. La eucaristía, oficiada por varias autoridades eclesiásticas nacionales e internacionales, fue una de las actividades organizadas para conmemorar los tres siglos de creación de esta hermandad, que trabaja desde hace más de 90 años en Bolivia.

En la ceremonia se presentó —además de la reliquia— un ícono conmemorativo con imágenes simbólicas relacionadas a  la Pasión de Cristo y a la misión que San Pablo de la Cruz encomendó a sus seguidores en el mundo.

El padre fundador de esta institución eclesiástica, que nació  en 1720, fue un devoto sacerdote italiano que desde muy joven abrazó la vida espiritual católica. “La fundación de una congregación religiosa es larga y es algo querido por Dios. Durante mucho tiempo, el fundador debe meditar para que se aclaren sus ideas y como él decía, ver si es el deseo de Dios o no. Hace 300 años, en 1720, se concretó la fundación de nuestra congregación en Italia”, explica el padre Pedro, superior de los pasionistas en Bolivia.

De forma inusual, las lecturas de la Biblia fueron pocas en esta celebración. En su lugar las intervenciones —que se intercalaban con cantos sacros en aymara y español— narraron la historia de esta organización religiosa en el país. Los protagonistas están retratados en los murales que cubren el interior de la iglesia. “Las paredes de este templo fueron pintadas por el artista chuquisaqueño Walter Barrón, que murió hace unos tres años”, cuenta el padre Pedro, a sus fieles. “Él convivió con nosotros durante siete meses para acabar los murales”. En los muros, entre ángeles e imágenes santas, están los retratos de sacerdotes que llegaron a la zona en 1949, vivieron allí, trabajaron y en algún caso murieron, mientras hacían diferentes misiones sociales en Bolivia.

“San Pablo nos dice a los pasionistas: ‘trabajen en los lugares más alejados, más pobres, aquellos a los que no quiere ir nadie’. Y eso es lo que hicimos en esta prelatura”, explicó. Los pasionistas arribaron al país en 1928 y se hicieron cargo de todas las parroquias de la zona Sur de La Paz. Con el tiempo, lo que era una pequeña capilla se convirtió, en la iglesia del Señor de la Exaltación (Av. Héctor Ormachea, casi 8 de Obrajes), desde la cual continuaron expandiendo sus obras benéficas.

En 1949, la orden fundó una nueva prelatura en la mina de Corocoro. Durante las décadas de 1940 y 1950, la región estaba en auge por la minería y había mucha población. Luego la minería bajó, se fue vaciando la zona y monseñor Agustín López de Lama decidió trasladar la sede. Eligieron Patacamaya porque queda en el centro de los distintos templos que dirige la congregación. Allí construyeron el primer colegio y la primera escuela de catequistas de Bolivia. El cardenal Toribio Ticona fue el primer sacerdote boliviano en trabajar allí y llegar a ser obispo de la misma.

“Trato de meterme en el pellejo de aquellos que llegaron primero. Imaginen el trabajo que tuvo que hacer el padre (Ubaldo Evaristo) Cibrián, el primer obispo de esta prelatura”, exclamó el actual obispo, el padre Percy Lorenzo Galván Flores en la misa. “Llegó a lomo de mula, donde ahora incluso en camioneta es difícil llegar. Muchos de los padres que trabajaron aquí, aprendieron a cantar e incluso a evangelizar en aymara para llevar a nuestros pueblos la palabra de Dios. Y luego, se hicieron parte de nuestras comunidades”.

En medio de la ceremonia, el padre Juan Ignacio Villar, quien  llegó a Bolivia desde Roma trayendo la reliquia, entró en la iglesia junto a los vestigios de San Pablo de la Cruz. Los cantos y las exclamaciones de fe, así como el olor y el color del incienso llenaron el ambiente. Luego de los testimonios y relatos, la comunión fue el momento cumbre, ya que todos los participantes, además de recibir la ostia, pudieron besar las reliquias de este personaje que según las doctrinas católicas está en el cielo, cerca de Dios. 

“Tenemos diferentes tipos de reliquias, aquellas que son una parte del cuerpo de un santo, un trozo de sus vestiduras o bien algo que él o ella tocó o fue suyo. Así, establecemos reliquias de primer, segundo y tercer nivel”, explicó Villar. “En esta ocasión, en la que celebramos 300 años de vida, una reliquia de primer nivel de San Pablo de la Cruz visitará las 400 comunidades, en más de 63 países, que conforman el universo pasionista”.

Con lágrimas en los ojos, los feligreses, se acercaron a la reliquia. Después sus gestos pasaron a la alegría y bañaron de flores a los sacerdotes visitantes, para luego pedirles fotos y mostrarles el cariño de la población local que siente por esta hermandad. El cardenal Toribio recordó también que esta orden le dio la oportunidad de ser uno de los primeros obispos locales, con raíces indígenas.

“Gracias al obispo Cibrián fui escogido para ser el primer sacerdote boliviano en trabajar en esta prelatura. Aquí llegué a ser Obispo y por razones que la mente no entiende, porque Dios es más grande, ahora tengo el trabajo de ser Cardenal. Por eso es una alegría inmensa para mí estar en presencia de una reliquia de los pasionistas. Los quiero mucho, son mis hermanos y agradezco todo lo que han hecho por mí”.