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Bienvenidos al mundo de Vargas Llosa

Cuando la guía anuncia que el recorrido por la casa de Mario Vargas Llosa durará al menos una hora y media, la primera idea que viene a la mente es que es demasiado tiempo para observar libros y fotos. Sin embargo, la percepción cambia cuando un holograma del Premio Nobel de Literatura da la bienvenida al turista y termina: “Espero que mediante esta visita seamos amigos”.

Las calles de Arequipa (Perú) respiran cultura, historia, gastronomía y, sobre todo, tranquilidad. Está relativamente cerca de la ciudad de La Paz  —a nueve horas y media de viaje por carretera— y cuenta con varios atractivos, desde la Plaza de Armas o la Mansión del Fundador; una ocopa arequipeña o un queso helado de las picanterías del distrito de Yanahuara; o el Monasterio de la Recoleta o el Museo de Arte Virreinal; hasta el volcán Misti.

Uno de los atractivos menos conocidos es la Casa Museo Mario Vargas Llosa (ubicada en la avenida Parra Nº 101), que está a unas cinco cuadras de la Plaza de Armas, al final de una vía llena de casas coloniales. Se trata de una vivienda de estilo republicano, con paredes blancas y con balcones, ventanas y puertas de madera.

“Él nació en esta casa. Aunque vivió muy poco tiempo, aquí están sus recuerdos, muchas pertenencias suyas y de su familia”, dice Zelma Fernández, encargada de la administración del repositorio, quien recibe a los visitantes desde una oficina con fotos y libros del literato arequipeño.

La vivienda no parece distinta a las demás del centro histórico, con excepción de los muebles, cuadros y sillas antiguos, donde el turista debe esperar un par de minutos para que enciendan los equipos y pague su entrada —los extranjeros pagan 10 soles (casi 20 bolivianos), mientras que para los peruanos es la mitad—.

Solo basta cruzar una puerta de madera para transportarse a un mundo paralelo, donde la historia se hace película. A partir de ahí, todas las habitaciones son oscuras, aunque con luces tenues que dejan ver los objetos antiguos. La primera, por ejemplo, está ambientada en los años 30, donde emerge un holograma de Vargas Llosa, quien da la bienvenida a su casa museo.

Siguiendo una línea histórica, el ambiente del lado recrea el dormitorio donde Dora Llosa Ureta dio a luz a Jorge Mario Pedro Vargas Llosa el 28 de marzo de 1936. En el inicio, desde una radio antigua se informa sobre la erupción del volcán Ubinas. Después, el espejo de un ropero se convierte en una pantalla que muestra algunas fotografías de la época, al mismo tiempo que se escucha la voz del escritor: “En algún momento de mi vida fui totalmente feliz. Todos los años que viví en Cochabamba, en una casa bíblica de tres patios y muchísimas habitaciones, con mi madre, abuela, tíos, tías y primas”.

No se trata de una exposición de libros, sino de una recreaciones de cada etapa de la existencia del Premio Nobel. Por ello, las 16 habitaciones del repositorio tienen hologramas, fotografías y videos interactivos. Por ejemplo, el siguiente cuarto ha sido convertido en el vagón de un tren, que tiene pantallas de video en lugar de ventanas para contar la influencia de sus tíos Lucho y Olga en la literatura y sus inicios en el periodismo y la poesía. Lo mejor de este lugar es que encima de las mesas, protegidos por vidrios, descansan manuscritos originales de Vargas Llosa.

El recorrido continúa en una habitación llena de fotografías, que muestran su paso por el Colegio Militar Leoncio Prado y sus viajes a Francia y España, donde terminó de escribir la novela La ciudad y los perros. Dentro de una urna se puede ver un manuscrito original de la obra literaria, un ejemplar de la primera edición y una foto de Vargas Llosa como cadete, mientras que al fondo proyectan una parte de la película que se basó en la obra literaria.

La siguiente etapa está situada en la década de los 60, cuando se publicó La casa verde. Para ello, el cuarto se ha convertido en un burdel, con luces rojas y un escenario amplio, donde se proyecta un video que muestra cómo se quema el prostíbulo de la Mangachería, el barrio popular de Piura, donde se desarrolla la historia de la obra.

La vivienda se transforma de pronto en una calle de cafeterías de Madrid, una cabina de radio o un estudio que recuerda cuando Vargas Llosa candidateó a la presidencia del Perú. También se transforma en un bar europeo, en el que el holograma del escritor arequipeño aparece en una mesa grande para conversar con algunos personajes de su obra literaria.

En el recorrido, hay recortes de periódico, diplomas y reconocimientos provenientes de varios países e instituciones, como la declaración de Huésped Ilustre de la Cultura Boliviana, en noviembre de 1998, por parte de la República.

En la última habitación oscura reaparece el holograma de Mario Vargas Llosa para leer el discurso cuando recibió el Premio Nobel de Literatura 2010: “La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño, y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura…”.