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El bosque y la miel

Quién diría. En medio del bosque chiquitano las abejas generan cambios sociales, económicos y ambientales insospechados. Medio centenar de familias se volcó a la actividad apícola y esto es ya mucho más que un emprendimiento productivo: con la inclusión de la miel en la alimentación complementaria escolar, productores locales dinamizan sus economías; los niños mejoran su nutrición con el consumo del alimento; mientras que, con sus prácticas, los apicultores contribuyen a la conservación del bosque.

Las familias indígenas y campesinas se aglutinaron en la Asociación de Apicultores de San Ignacio de Velasco (Aprove), con 86 socios que trabajan desde 2003 distribuidos en 18 comunidades, y 200 colmenas productoras en el municipio del departamento de Santa Cruz.

Aprove nació como un emprendimiento de familias en busca de mejorar sus economías; con el tiempo, la experiencia le permitió desarrollar un modelo de trabajo replicable y escalable que llamó la atención del Gobierno Autónomo Municipal de San Ignacio de Velasco, que ahora promueve la actividad apícola en todo el territorio.

El municipio se ubica a 476 kilómetros al sureste de la ciudad de Santa Cruz y forma parte de los pueblos misionales de la Chiquitanía boliviana. Finalmente, la iniciativa creció con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) a través de su Mecanismo de Bosques y Fincas (FFF, por su sigla en inglés).

Vista aérea de los panales de abejas.

Proceso de empaquetado del producto final.

Empaque de la miel para el desayuno escolar.

Producción. Uno de los panales del apiario.

Lo que comenzó como un emprendimiento productivo, hoy es una actividad que involucra a las familias de Aprove en la búsqueda de mejorar sus ingresos, cuidar del bosque y proyectarse como un modelo de asociación para el país.

Marena Romannazzi, presidenta de la asociación, dice que la apicultura ha integrado a toda la familia en torno al aprovechamiento de la miel. “Se movilizan todos, la mamá, el papá y los hijos, que aprenden y ayudan en la actividad. Cuando se acercan a la asociación primero realizamos un diagnóstico, y si existen las condiciones iniciamos un proceso de capacitación en nuestro apiario-escuela, desde el armado de la caja hasta el manejo del apiario”.

Esto dio a las familias la esperanza de mejorar sus ingresos. Incluso más que eso. Ernesto Amador, coordinador técnico de Aprove, es un convencido de que si uno quiere ser rico hay que dedicarse a la miel.

“Una colmena bien manejada produce 200 dólares, es cuestión de voluntad y trabajo”, explica. “Inicialmente las familias son algo desconfiadas, hasta que aprenden el manejo y empiezan a generar sus recursos. Siempre les pregunto: ¿Cuánto quieren ganar? Entonces les hago el cálculo de cuántas colmenas deben manejar. La solución a sus problemas financieros está en trabajar bien sus apiarios”.

Los incendios en la Chiquitanía, iniciados a mediados de 2019, afectaron millones de hectáreas de bosque y gran parte de la recuperación del ecosistema está en los polinizadores, según Romannazzi. “Las abejas son las grandes aliadas para que los bosques se recuperen, es por eso que nuestra actividad no solo tiene impactos económicos, sino que ahora también seremos beneficiarios de los impactos ambientales”, asegura.

Pero la asociación tiene su propio aporte al medio ambiente: ha generado una carpintería con el fin de recuperar la denominada “madera de descarte” o madera que queda abandonada tras el manejo forestal de la zona. Con ella se arman las cajas o colmenas, lo que es un impulso adicional porque los asociados aprenden algo de carpintería y no solo a armar sus propios apiarios.

“Este tipo de acciones ponen en práctica el amor por nuestros bosques; somos unos convencidos de su cuidado y de la generación de valor agregado a nuestras acciones”, dice Amador.

En 14 años de trabajo, la organización se consolidó y ha logrado la inclusión de la miel en la alimentación complementaria escolar del municipio, lo que ha permitido que productores locales dinamicen sus economías y que la comunidad escolar mejore su nutrición con el consumo de un alimento local de alto valor nutritivo.

En el camino, se ha creado una carpintería artesanal para el armado de cajas y se implementó un apiario-escuela para fortalecer las habilidades de sus socios, con un impacto en la eficiencia del manejo del bosque y una mejora en las capacidades técnicas de sus socios.

Más allá de estos logros esperados, hay otros que nadie esperaba. Y uno es el sentido que la producción de miel le dio a la familia Dorvigni, que tiene un niño con discapacidad física —no puede hablar— y una deficiencia en su desarrollo intelectual, según Elena Guasase, su madre.

Los Dorvigni, que también tienen a una niña, llegaron a Aprove por recomendación de una fundación que trabaja con personas con discapacidad. “Al inicio me daba miedo la idea de trabajar con abejas, me invadía la preocupación de que me piquen a mí o a mi hijo”.

Sin embargo, el miedo fue pasando, “mi hijo se quedaba concentrado y observando las abejas, fue una conexión natural, empezó a ayudar a su mamá y ahora cuando dibuja en su cuaderno ha incluido a las abejas en la foto familiar”, agrega Waldimir, el padre.

“Antes solo vivíamos del chaco para la subsistencia, pero ahora con la miel podemos pensar en ahorrar y brindar un mejor futuro a mi hija y a mi hijo, además de brindarles la oportunidad de aprendizaje y una actividad futura”, concluye la madre.

Fotos: Fao Bolivia