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Atalaya, la reconquista de las terrazas

Desde hace dos años, Giscel Montoya —estudiante de Diseño Gráfico— comenzó a interesarse por la fotografía callejera. No obstante, “desde que ha empezado la cuarentena, he visto cortada mi inspiración porque tenemos que mantenernos encerrados todo el tiempo”. De repente, el paradigma del sujeto a quién fotografiar y dónde hacerlo cambió por completo. Ante esta situación, el colectivo Miko Art Gallery creó Atalaya, fotografía en tiempos del COVID-19, un proyecto que pretende documentar los espacios arquitectónicos que estaban olvidados hasta antes de la pandemia, es decir los balcones, las terrazas y los patios.

En su confinamiento, Salvador Saavedra —director de Fotografía de Miko Art Gallery— sentía la misma incomodidad que ha compartido Giscel. Entonces, en él surgieron dos incógnitas: ¿cómo generar imágenes respetando las reglas de la cuarentena? y ¿qué fotografiar para así conocer nuestro entorno?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que debido al confinamiento por la emergencia sanitaria por el coronavirus puede presentarse depresión e incluso suicidios. “El aislamiento es una medida que nos afecta a todos, pero no de la misma manera, pues en aquellas personas con factores de riesgo puede desencadenar en depresión o un bajo estado de ánimo”, explica la entidad.

Diversión. Padre e hijo se divierten con agua, aprovechando un día soleado, obra de Salvador Saavedra.

Desde lo más alto de su casa —donde se están los tanques para agua—, Salvador vio que estaba pasando algo interesante. “Las personas estaban volviendo a utilizar sus balcones, sus terrazas y patios. Le estaban dando una nueva significación, estaban volviendo a usarlas, porque esos espacios son los que más conectan con el exterior”. Es una forma de recuperar una libertad arrebatada por la pandemia.

En ese momento surgió el proyecto Atalaya —dirigido por Salvador Saavedra y Fabiana López—, en referencia a las fortificaciones utilizadas como torre de vigilancia durante los conflictos bélicos entre árabes y cristianos en zonas estratégicas de la península ibérica, durante el siglo XVI. “También se les llamaba atalayas a aquellas personas que subían a lugares altos para ver qué es lo que estaba pasando. Es como un lugar de reflexión o como un espacio para hacer avistamientos”, explica Salvador.

En su infancia, Giscel subía a la terraza de su casa para jugar con sus primos, pero desde que su pelota se iba a las casas vecinas, dejó de ir a ese espacio. “Si nos remitimos al programa arquitectónico de las viviendas, por lo menos dentro de la ciudad de La Paz, esos espacios —las terrazas y balcones— son los últimos que se diseñan. Generalmente, lo utilizamos como depósitos más que como lugares de estancia”, analiza Salvador.

De repente, como consecuencia de la cuarentena obligatoria, las familias reencontraron en lo alto de sus viviendas un lugar para reunirse. Lo que antes era solo un lugar para lavar y secar la ropa se transformó ahora en el sitio para comer, jugar o incluso para cortarse el cabello. “Durante estos días, las personas están saliendo a sus ventanas, balcones y terrazas. Esos ambientes los están adoptando y adaptando a su nuevo cotidiano”, sostiene Fabiana, una administradora de em­­­presas que también se dedica a la fotografía.

Riesgo. Una persona saca la mitad de su cuerpo para limpiar la ventana, en una imagen captada por Camila Ticona.

Tedio. Durante el Día del Niño, un menor de edad se apoya en la terraza, en una imagen tomada por Giscel Montoya.

Cotidianidad. Una familia instala un comedor en lo alto de su casa para la hora del té. La imagen tomada por Fabiana López.

Bloques. En la fotografía de Carlos Fiengo, dos personas miran desde su terraza, en medio de varias viviendas de ladrillo.

“Me he dado cuenta de que los patios y terrazas tienen vida. Ni siquiera conocía a mis vecinos y ahora ya sé quiénes habitan a mi alrededor”, comenta Giscel. En el caso de Fabiana, conoció a una vecina que al ver que tomaba fotos, regresaba a su terraza con juguetes o ponía música para bailar, estableciendo un vínculo de amistad que no necesitaba palabras.

“Si estuviéramos en días normales no tendría razón de ser, porque sería un acto netamente voyeurista y estarías invadiendo la intimidad de otra persona; sin embargo, son tiempos de cambio de paradigma. Además, está inmerso en un acervo histórico e investigativo”, aclara Salvador sobre este proyecto.

Entre el 8 y el 30 de abril llegaron más de 90 imágenes de las terrazas y patios provenientes de La Paz, Cochabamba, Oruro, El Alto e incluso de Leipzig (Alemania), de los que Miko Art Gallery escogió 30 piezas para mostrar cómo es que ha sido este reencuentro de las familias con las terrazas en tiempos del coronavirus.