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Una foto en el amanecer

La experiencia de visitar algún lugar de la Cordillera Real es siempre diferente porque el cielo nunca se ve igual, el tiempo cambia constantemente y la naturaleza muestra sorpresas que provocan desear conocer más de esta cadena montañosa del altiplano boliviano. Eso es lo que vivió el ingeniero industrial y fotógrafo aficionado Max Berbetty durante varios años y ahora muestra un poco de ello a través de una caminata hacia la laguna Canadá, una zona que, a pesar de encontrarse relativamente cerca de La Paz y El Alto, es poco conocida.

“Esa noche es para recordarla mucho tiempo, por el frío y porque nevó. Ese invierno fue fatal”. Max se dedica a la fotografía desde hace cinco años, cuando con una cámara Cyber-shot empezó a tomar fotos de las cúpulas de la iglesia de San Francisco, en la urbe paceña. De forma paralela comenzó a salir de la ciudad para conocer otros ámbitos. “Me gustan las caminatas, sacar fotografías y ver paisajes que nadie ve. Eso es lo bueno de poder entrar más allá”, comenta el cochabambino.

Campamento. La salida del sol detrás de los cerros, cerca de la laguna Canadá.

El lago Titicaca, Tupiza, Samaipata, Rurrenabaque y Mururata fueron algunos de los lugares que conoció en este tiempo, aprovechando los días libres que le da su trabajo, como aquel fin de semana en que decidió ir, junto con cuatro personas, a un lugar cercano: la laguna Canadá, un depósito natural de agua que está cerca del nevado Charquini y el Huayna Potosí.

A pesar de la temperatura invernal hay que reunirse temprano para llegar a la plaza Ballivián, primero, y luego seguir un camino al norte de El Alto, que lleva al Distrito 13, en tierras del distrito minero Milluni, que tiene como parada obligatoria el cementerio que recuerda la masacre de trabajadores mineros el 24 de mayo de 1965, durante el gobierno de René Barrientos Ortuño. “Las lápidas son como soldados que quedaron en pie, con vista al Huayna Potosí. Es un cementerio histórico y con mucha carga de energía”, dice Max, al momento de lamentar que existen algunos guías de turismo y turistas que destruyen estas estructuras que desde lejos se parecen a casas de dos ciudadelas emplazadas sobre pequeñas lomas.

Historia. Una lápida del cementerio de Milluni, donde se muestra la fecha de la masacre contra los trabajadores mineros de esa región alteña.

Después de recorrer un trecho corto se llega a la tranca de Milluni y luego a un descampado, a los pies del nevado Charquini, donde se suele practicar deportes extremos como esquí y snowboard. Pero no, ese no es el camino, sino una ruta que lleva por un acueducto que de a poco se hace más angosto, hasta convertirse en un canal que bordea el precipicio y por donde se tiene que pasar de forma obligatoria para llegar al objetivo.

Un cable de metal y la concentración son la principal ayuda para caminar sobre el acueducto, que tiene como símbolo de precaución unos pedazos de metal: son los restos de una bicicleta o una moto que cayó hace tiempo al barranco junto con su conductor. Uno de los integrantes del grupo de Max sufre claustrofobia, algo que le impediría completar su objetivo si no fuera por la determinación de continuar la aventura. A la laguna se suele llegar en casi tres horas, pero en esta ocasión emplearon cinco, para garantizar la seguridad de todos los caminantes.

Momento. El Huayna Potosí retratado temprano en la mañana, cuando aún hay partes congeladas en el agua.

A pesar del sol intenso y el cansancio, aún hay fuerzas para avanzar porque falta poco para llegar al destino. Se tiene que pasar por un sendero, un empinado y por innumerables piedras, donde hasta hace algún tiempo estaba cubierto de nieve.

Al final de la tarde, Max, Zaida Chirinos, Hernán Calderón y dos personas más arribaron al depósito de agua que se pinta de un verde esmeralda intenso, que, al no haber viento, se transforma en un espejo de los cerros circundantes.

“Interpreto que cuando no puedes subir a pesar de tu preparación es porque el apu (cerro) no quiere, y no es porque se oponga, sino porque no estás preparado todavía para tener esa experiencia, porque todo llega a su tiempo”, cavila Max sobre las fuerzas de la naturaleza.
De pronto, en la tarde, el cielo límpido se va llenando de nubes que, como una olla en ebullición, avanzaban rápido, al igual que el descenso de temperatura. Apenas alcanza el tiempo para armar las carpas y sacar unas cuantas fotografías.

Fotógrafo. Hernán Calderón se acomoda para utilizar la laguna como espejo natural en una toma.

Con la noche llega una nevada y un descenso mayor de la temperatura, por lo que los cinco viajeros deciden juntarse en una carpa para mantenerse calientes. A pesar de ello, Max no puede dormir, así es que sale y se encuentra con un panorama en el que parecía haberse detenido el tiempo, con un cielo rosado y con copos de nieve que muy lentamente van mojando la ropa. “Ese momento fue hermoso, todo era hermoso. El cielo era rosado, y nevaba y nevaba. Increíble”, recuerda.

Si bien las primeras horas del día siguiente eran gélidas, los fotógrafos abandonaron la comodidad de las carpas para caminar y buscar un lugar privilegiado para sacar imágenes del amanecer. Pan congelado y leche condensada son suficientes para sacar energías y obtener un retrato del nevado Huayna Potosí, que se encuentra al frente de la laguna.
“Así es la fotografía, a veces te regala buenas imágenes y a veces no. Pero siempre aprendes y siempre disfrutas de la naturaleza”. En este caso, el tiempo les regaló una laguna transparente y con escarcha, donde los reflejos eran intensos. Caminando un poco más encontraron una laguna más pequeña que el Canadá, un espejo perfecto para tener una perspectiva distinta del Huayna Potosí.

“De cada campamento puedes encontrar una historia. En esta ocasión fue una persona que venció el vértigo, un equipo que soportó el intenso frío y los cambios de tiempo”, recuerda de aquella ocasión, en invierno, que llegaron por primera vez a una laguna que se transforma en el reflejo de la Cordillera Real.