Los últimos combatientes del Chaco
Quedan con vida 7 excombatientes de la Guerra del Chacho que ahora enfrentan el confinamiento. ESCAPE pudo conversar con cinco de ellos
Son centenarios. Uno de ellos cumplió 106 años el 5 de junio, otro cumplirá la misma edad el 17 de julio, hubo otro que sobrevivió a un accidente trágico al volver del frente de batalla y otro tuvo que enterrar a su madre horas antes de partir a defender a la Patria. Así son algunas historias de los últimos siete sobrevivientes de la Guerra del Chaco (1932-1935) que quedan en Bolivia.
A 85 años del cese de hostilidades de la Guerra del Chaco, que se firmó el 14 de junio de 1935, quedan solamente un puñado de beneméritos de los más de 200.000 bolivianos que fueron movilizados los cuatro años del conflicto bélico, según datos oficiales del Servicio Nacional del Sistema de Reparto (Senasir).
Los últimos héroes del Chaco con vida son: José Pradel Loayza (17-07-1914) que vive en Sucre; Marcelino Guzmán Alarcón (05-06-1914), Miguel Siñaniz Vigabriel (29-09-1918), Emeterio Ernesto Talavera Choque (10-03-1918) y Samuel Chuquimia Murillo (15-08-1916) que viven en La Paz; Numa René Ávila Del Carpio (17-11-1915) que reside en Santa Cruz y Pedro Pocube Muller (29-06-1916) que vive en la comunidad de Chochís en Roboré, Santa Cruz.
En septiembre de 2017 aún vivían 33 soldados del Chaco. En junio de 2018 el número se redujo a 23 excombatientes, el 7 de junio de 2019 quedaban 12 beneméritos en todo el país y al 17 de junio de 2020 aún sobreviven siete. En los últimos tres años fallecieron 26 combatientes.
Tras pelear la última batalla, partieron a la eternidad, entre otros, Julio Iturralde Perales, que participó de la Defensa de Villamontes en 1935, una de las batallas icónicas de la conflagración bélica. Otro que falleció fue Carmelo Condori, que vivió sus últimos días en la comunidad de Muramaya, en Viacha. ESCAPE consiguió comunicarse con las familias de cinco de los siete sobrevivientes. En estas líneas reflejamos cómo afrontan la pandemia.
José y el primer gimnasio de Sucre.
Es el único sobreviviente de la Guerra del Chaco en el departamento de Chuquisaca. José Pradel Loayza vive en Sucre y el 17 de julio cumplirá 106 años. Hasta hace unos tres años, mantenía una rutina diaria, pero ahora por la edad y por un problema vascular, “está muy cansadito, vive de recuerdos de la finca de Río Chico (Betanzos) y ya no reconoce a nadie”, cuenta su hija, Tesoro Pradel, desde Sucre.
Nacido en Betanzos, Potosí, Pradel recordaba hasta hace unos años cómo tuvo que partir a la guerra con un gran dolor en el corazón, luego de enterrar a su madre. “Nos narraba que en el momento en el que se estaba alistando para ir a la guerra le avisaron que falleció su madre, mi abuelita Benigna, y él tuvo que volver a casa a enterrarla para luego partir al Chaco”, confía su hija. Pradel tuvo dos hijos de su primer matrimonio y tres con Mery Peñaranda, madre de Tesoro, Ramón y Sonia Mery.
Pradel relataba también, según su hija mayor, cómo los nuevos soldados debían asumir el ‘bautizo de fuego’. “Decía que acompañó a un soldado antiguo que tenía la orden de disparar si el nuevo soldado se escapaba. Así decía mi padre que era el bautizo en la guerra”.
Como la mayoría de los combatientes, Pradel nunca pudo entender cómo se firmó el cese de hostilidades con Paraguay cuando los soldados guaraníes “enarbolaban banderitas blancas y según él, les pedían algo de comida. Mi papá decía que si la guerra duraba unas horas más íbamos a ganarla”. El benemérito fue parte del Regimiento Santa Cruz 33 de Infantería, y participó en otras acciones militares.
Al volver de la guerra, Pradel retornó a Betanzos y de ahí se mudó a Sucre, donde abrió la Botica Mayo, una farmacia y en 1947 instaló el primer gimnasio de la capital que se llamaba “Por amor al deporte”. Incluso se dedicó a la carpintería. Ahora vive bajo el cuidado de sus hijos y nietos.
Miguel, un sobreviviente del tren.
Nacido en Chayanta, Potosí, Siñaniz partió aproximadamente a sus 16 años a la Guerra del Chaco, en la última etapa del conflicto. Quedan pocos recuerdos de su participación en la conflagración militar, pero su hija Emma recuerda cómo su padre contaba con tristeza el pasaje trágico al volver del frente de batalla.
“Cuando terminó la guerra en plena desmovilización cuando él y otros volvían del Chaco por tren, el tren se descarriló y muchos murieron en el accidente, pero él sobrevivió. Mi padre decía que fue rescatado entre muchos muertos”, narra su hija.
Al final de la guerra con los paraguayos, Siñaniz se fue a trabajar varios años a Chile, pero al final regresó por sus padres a Bolivia, para ser Jefe de Maestranza en la empresa minera Catavi.
Vivió en Potosí muchos años, hasta 1985, cuando se emitió el Decreto Supremo 21060 que echó a la calle a más de 30.000 mineros con la relocalización. Siñaniz fue uno de los afectados durante el gobierno de Víctor Paz Estenssoro.
Posteriormente llegó a La Paz para radicar en Ciudad Satélite, en la urbe alteña. En suelo paceño reafirmó su amor por el amarillo y negro, los colores del club de sus amores, The Strongest.
De mirada aguda, el chayanteño, que el 29 de septiembre cumplirá 102 años, aún sale a tomar sol al patio de su casa, pero también está cansado y habla muy poco.
Marcelino y su quiosco en San Pedro.
El viernes 5 de junio, en plena pandemia del coronavirus, Marcelino Guzmán Alarcón cumplió 106 años. El hombre de mil batallas, que hasta hace unos tres años aún vendía en un quiosco de San Pedro en La Paz, ahora descansa y camina poco, pero acompañado por sus nietos.
El 2018 celebró con una torta sus 104 años, según relata su hijo Tito. Para ese entonces tenía la salud quebrantada. “Por eso ya no sale a vender a su quiosco”, dijo en esa ocasión su hijo. Marcelino era muy conocido en San Pedro, donde por más de 60 años atendió un pequeño puesto detrás de la cárcel de ese barrio paceño.
“Mi papá ya tiene 106 años. Está más viejito, pero está bien nomás y con esto de la cuarentena no sale siempre”, refirió Tito el 15 de junio.
El benemérito participó en las acciones en Boyuibe y Camiri. “Mi padre dice que disparaba fusiles Vickers, los americanos”, recuerda su hijo.
En junio del año pasado, Guzmán fue tapa del periódico La Razón justo el día en el que cumplió 105 años.
Esa mañana, mientras era atendido por los médicos del hospital geriátrico de la Caja Nacional de Salud en la calle Corneta Mamani, una pequeña delegación del Estado Mayor llegó hasta el lugar para rendirle un pequeño homenaje.
Nacido en Huarina a orillas del lago Titicaca, desde donde se enlistó para ir a la Guerra del Chaco, Guzmán se hizo comerciante tras la Revolución de 1952 y llegó incluso a fundar un pequeño mercado en San Pedro, donde aún es recordado con mucho cariño.
Emeterio, héroe de Tinguipaya
Emeterio Ernesto Talavera Choque proviene de la familia Talavera, que durante la guerra envió al campo de batalla a cuatro de sus hijos —Felipe, Anselmo, Leoncio y Emeterio— para defender el territorio nacional. Anselmo no volvió del Chaco, murió en el campo de batalla.
Nacido en Tinguipaya, provincia Tomás Frías, del departamento de Potosí, Emeterio fue un morterista, que brilló en el Regimiento II y el Destacamento 221 de Caballería. “Matar o morir era nuestro lema en la guerra al ver cómo caían heridos y muertos nuestros compañeros”, dijo hace un par de años Talavera.
Después de haber cumplido 102 años el 10 de marzo, Emeterio está cada día más cansado. “Cada mañana sale un rato a tomar el sol, luego camina un poco, pero se aburre y vuelve casa. Eso sí, por las noches siempre escucha la radio Panamericana y luego se duerme”, relata su hijo Gróver. Debido a su avanzada edad, toma sus medicinas a la medianoche.
Hace años fallecieron sus otros dos hermanos, Leoncio y Felipe, y ahora es el único sobreviviente del Chaco que nació en Tinguipaya, un pueblo que siempre añoró volver a visitar. “Fui a la guerra a mis 17 años.
Todos caminamos desde Potosí hasta Sucre y desde allí hasta Padilla y de ahí al frente de batalla”, dijo en 2018.
Emeterio vive en la zona de Achachicala de La Paz, tiene problemas para escuchar y ver, sin embargo aún se mantiene fuerte aunque la pandemia del COVID-19, como a todos, también le afectó.
El pajonal, el llanto de sus compañeros, la escasez de agua y cómo es que tuvieron que alimentarse de frutos silvestres y hasta de víboras, fueron las experiencias que casi siempre les relataba a sus hijos y nietos. Ahora está bajo el cariñoso cuidado de su familia.
Numa, de la generación Tres Pasos al Frente.
El excombatiente nacido en Tarija ahora radica en el barrio El Trompillo de la ciudad de Santa Cruz, donde todos lo conocen como Numa, El coronel Numa o el general Numa.
Numa René Ávila Del Carpio cumplirá 105 años el 17 de noviembre. “Mi papá está en cama desde octubre del año pasado, tuvo un problema pulmonar que lo tiene muy delicado”, sostiene Roxana, su hija.
Según ella, su padre formó parte de la famosa generación de Tres Pasos al Frente, los muchachos a los que los superiores les preguntaron tres veces si estaban dispuestos a ir al frente de batalla para defender a la Patria. “Era el encargado del grupo de los Tres Pasos al Frente y cuando hablaba de la guerra, mi padre se emocionaba mucho”, añade desde Santa Cruz.
Roxana, que tiene otros tres hermanos, cuenta que Numa hasta antes de octubre de 2019 hacía una vida normal, pero que ese problema pulmonar le afectó mucho. En 2018, la Octava División del Ejército lo condecoró con la distinción Prócer de la Libertad.
“Hubo un momento en el que murieron 250 soldaditos que se habían incorporado recién en las acciones.
Así fue la guerra”, contó en aquella ocasión. “Todavía podemos respirar oiga”, añadió ese 2018 con una sonrisa el tarijeño que adoptó a Santa Cruz como su segunda tierra, según un video que guarda la familia.
Los otros dos sobrevivientes de la Guerra del Chaco son Samuel Chuquimia Murillo (15-08-1916), que vive en La Paz, y Pedro Pocube Muller (29-06-1916) que reside en la comunidad de Chochís en Roboré, Santa Cruz.
En el conflicto bélico contra los paraguayos, aproximadamente, unos 50.000 bolivianos murieron en las arenas del Chaco y cerca de 150.000 fallecieron en los años posteriores; sin embargo, un puñado de siete héroes de la Patria aún quedan como el crudo testimonio de aquella herida del siglo XX, por la que la Patria perdió territorio, pero no los campos petrolíferos que hasta el día de hoy sostienen la economía boliviana.
Fotos: Gentileza de las familias Guzmán, Pradel, Siñaniz, Ávila y talavera