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‘Queda mucho Chaco por narrar

Una docena de soldados bolivianos de la Guerra del Chaco sobrevive aún. Han pasado 85 años del final de la contienda bélica que enfrentó absurdamente a dos pueblos hermanos, el boliviano y el paraguayo. La herida de la “guerra estúpida” (Augusto Céspedes dixit) sigue impregnada en el alma de todos y todas a través de los relatos de familia. La memoria pisa fuerte. El cine, el teatro, el cómic, la música y la literatura no dejan de volcar sus miradas —aunque sea a cuentagotas— sobre los fortines del Chaco Boreal. El cineasta orureño Diego Mondaca alista el estreno de su tercera película, Chaco. La pandemia retrasó su estreno en Bolivia previsto para marzo. Eso también nos quitó el maldito virus.

—¿Cuándo nace Chaco?

—Chaco nació como un murmullo. Con la memoria de un murmullo de bolero de caballería, ese sonido ronco y cansino que retumba en los barrios de La Paz, en centros mineros, en movilizaciones sociales. A mí me remite directamente al funeral de mi abuelo, quien fue un soldado en la guerra y probablemente experimentó lo que la película expone.

Mientras tapiaban la tumba sonaba un bolero de caballería, esa música que se usó en la guerra para despedir o recibir a los soldados, o a sus cuerpos. Desde ese recuerdo partió Chaco. Este sonido del bolero es algo que todos los bolivianos reconocemos, porque, de una u otra manera, lo tenemos incrustado en la memoria y en el cuerpo.

—¿Cómo has filmado el “infierno verde” y todos sus colores?

—El bosque del Chaco es muy cambiante, por zonas y estaciones del año. Contiene una belleza rara, nueva para mí y quizás única en el mundo. Al mismo tiempo tiene la carga del olvido y el silencio. Es como si el exterminio que significó la guerra aún pese en el aire del Chaco. El rodaje fue muy intenso, cargado de una ritualidad hermosa. Todos entendimos que estábamos haciendo una película sobre nuestros muertos, entonces cada escena se construía como un pequeño homenaje, un ritual ante esas almas que aún penan y deambulan por el Chaco. Eso para mí es inolvidable y muy conmovedor. Marcó el ritmo del trabajo todos los días, de cada escena y cada detalle. En general, tenemos aún un imaginario del Chaco y la guerra en colores de blanco y negro, o sepia. Esto es por el registro que se tiene y circula de la guerra. Sin embargo ahí existen colores maravillosos, diversos y muy extraños, nuevos. Debe ser uno de los lugares más hermosos que vi, por eso mismo nos fuimos acercando y registrando imágenes y sonidos con mucho respeto, sin engolosinarnos ni subestimando su potencia.

—¿Dónde hallaste a tu particular elenco para una película coral como Chaco?

—Me empeñé en buscar personalmente a cada uno de los actores, busqué principalmente en el teatro. Me interesa mucho el trabajo corporal que se hace desde ahí; esa conciencia del cuerpo y espacio que ejercitan, su intensidad expresiva. Todo el cuerpo, de cada uno de los actores, debía expresar esa descomposición psicológica que buscábamos. El cuerpo humano como presa de sí mismos, y del Chaco. Esto era muy importante para todos, tanto para los actores principales: Raymundo Ramos, Omar Calisaya, Jorge Arias, Mauricio Toledo y Fabián Arenillas, como para todos los extras y figurantes que los seleccionamos con la ayuda de Javier Cuéllar, el director de arte. Trabajamos con los soldados que estaban cumpliendo su servicio militar en Ibibobo. Grata fue nuestra sorpresa al constatar que la gran mayoría de ellos provenían de las zonas de las minas y del altiplano, lo mismo que sucedió hace más de 80 años. La historia siempre se repite.

El cruce de idiomas, sobre todo el aymara y quechua, son parte central de la propuesta estética de la película, de modo que esto era clave para el casting. Un 90% de nuestros actores habla aymara o quechua como lengua materna y así está en la película. También está reflejada esa perversa intención de anular el idioma del otro, de ejercer violencia, minimizándola o ridiculizándola. La violencia que se ejerce sobre el hombre también se ejerce sobre su idioma. 

—¿Por qué elegiste a un alemán que a todos nos hace recuerdo a Kundt como personaje central al frente de la tropa indígena?

—Kundt representa esa figura de “salvador” que reaparece constantemente en varios periodos de nuestra historia, como aquel caudillo que con su sola presencia resolverá nuestros problemas, conflictos y encaminara al “verdadero” progreso. Es también esa figura de poder, patronal, que se empeña en hacernos creer que lo sabe y domina todo, y trata de ocultar sus debilidades sacrificando a sus propios seguidores o afiliados. Es también ese foráneo al que buscamos inútilmente para imitar o parecernos, creyendo que es mejor que nosotros y nos reducimos ante él/ella renunciando o negando lo que somos y anulando nuestras posibilidades propias de salir adelante.

—Las artes plásticas, la música, la literatura y el periodismo a través de la crónica se ocuparon y ocupan de la guerra. ¿Por qué el teatro y el cine llegaron tarde y a cuentagotas?

—Es muy buena pregunta. No entiendo por qué el cine y el teatro demoraron tanto en atender un tema tan importante y determinante. Quizás sea por lo complejo de la guerra, por el dolor que significa. No lo sé. Lo que no ha podido hacer el cine lo ha hecho la literatura y la música, que tienen la posibilidad de ser más incisivas, y por eso llegan primero, con más precisión y profundidad. Construir imágenes a partir de esa desolación y muerte que dejó la guerra requiere tiempo y reflexión, además de una voluntad colectiva y políticas de Estado que las fomenten e incentiven. Pese a nuestro país abigarrado y asfixiado, la literatura siempre ha sabido reaccionar rápido y con claridad, no solamente en torno a la Guerra del Chaco, sino a lo largo de la historia de Bolivia.

—¿Quedan aún vetas por explotar?

—Sobre la Guerra del Chaco y sus alrededores todavía hay mucho que recuperar y explorar. Muchas historias y miradas que narrar. Es para festejar, por ejemplo, que el Teatro de Los Andes se pose sobre esta memoria. El Chaco es un territorio habitado por comunidades de las que podemos aprender mucho. Lo importante es no instrumentalizarlas ni avasallar sus espacios con maniqueísmos ni romanticismos que sabemos, o al menos debiéramos saberlo, entorpecen y crean mayores distancias o desencuentros. Hay mucha y nueva producción literaria desde el Chaco, ellas y ellos narrando sus historias y reflejando su complejo mundo, un mundo distinto, y que siempre estuvo ahí.

—Tus dos primeras películas (La Chirolay Ciudadela) fueron documentales. ¿Cómo ha sido esta primera experiencia en la ficción?

—Ha sido muy exigente y a la vez gratificante como mis trabajos previos. Chaco me posibilitó experimentar narrativas y formas desde otro lugar, con otro tiempo y ritmo. Exigencias nuevas que fueron muy retadoras. Remontarme al pasado para intentar entender o develar un presente fue un reto enorme, pero lo sentí muy necesario y urgente. En mis tres películas hay, al menos en un par de instantes, en los que se diluyen completamente esas líneas o criterios de documental o ficción. Todo es una ilusión. Lo que fui aprendiendo y experimentando con La Chirolay Ciudadela lo intenté aplicar a Chaco, algunas cosas funcionaron y otras no tanto. Pero surgieron otras nuevas, renovadas, y que evolucionaron maravillosamente, como, por ejemplo, el trabajo sonoro que comenzamos a experimentar y jugar desde La Chirola, que avanzó en Ciudadelay que ahora, en Chaco, consigue un resultado envolvente e inquietante del que estamos muy felices. La película fue concebida desde el sonido, y pudimos ser fieles a esas emociones iniciales, hasta el final. Chacoes una película elaborada con mucha meticulosidad, hay muchos detalles y “cositas” pequeñas que se entretejen, creando un gran mosaico con distintos tonos y niveles.

—Chaco está teniendo un periplo feliz por certámenes internacionales desde su debut en Rotterdam. ¿Es necesario este “aval” de los festivales antes de estrenar en Bolivia?

—Estoy muy agradecido que el trabajo que desarrollamos con mis compañeros y compañeras  continúe teniendo buena recepción de un público diverso, y que lo ha ido apreciando y explorando desde distintas disciplinas. Por otro lado, no creo que los festivales pretendan o puedan establecerse como la ‘última palabra’, para eso están los públicos; pero sí considero que los festivales de cine son espacios importantes donde nuestro trabajo se exhibe por primera vez, se discute ante la crítica especializada y colegas de todo el mundo. Son espacios de validación y para compartir, para ver aquello que se considera importante y nuevo.

—El tráiler de la película es un gran plano general fijo, teatral y casi silencioso. Podría ser una secuencia de Sanjinés, Malick o Herzog. A ratos, Chaco podría ser vista como un viejo western del abuelo John Ford y su “patrulla perdida”. ¿De qué otras referencias has bebido?

—Mis referentes fílmicos no han variado esencialmente, y por ahí sigue rondado el trabajo de Sanjinés y el Grupo Ukamau, Glauber Rocha, Werner Herzog y varios otros. Pero sobre todo es la literatura la que sigue siendo mi referente y asidero más potente. Desde allí he podido imaginar y acercarme a la posibilidad de una imagen para el Chaco, lo que es muy complejo dadas las escasas referencias de imágenes (fotografías o imágenes en movimiento) y sonidos que se tienen tanto del período de la guerra como del espacio mismo, además sin perder de vista que las fotografías que circulan sobre la guerra fueron realizadas por el Ejército y oficiales de ese entonces, una élite criollo mestiza, con su mirada sesgada hacia el indígena, que en los años treinta aún seguía siendo pongo o esclavo. Esa élite que retrató la guerra más trataba de narrar una aventura épica y patriótica, o lo pintoresco que les resultaba ver a un indígena aymara vestido de militar, que aportar un testimonio de lo que verdaderamente sucedía. 

Por suerte ese no fue el caso de la pintura, que sí se acercó mucho más y narró el horror de la guerra, el abandono y padecimiento de los soldados, como también evidenció las diferencias de clase y privilegios en el Ejército. Ahí están los ejemplos de Cecilio Guzmán de Rojas o Raúl G. Prada, entre otros.

Puedes ver el trailer de «Chaco» en esta dirección:  https://www.youtube.com/watch?v=H10O4onSZOA

De Hollywood a ‘Boquerón’

La Guerra del Chaco todavía no ha terminado y Hollywood ya tiene la película. No es una broma. En abril de 1935, dos meses antes de la firma de la paz, la Universal Pictures estrena Storm Over the Andesdel director Christy Cabanne, un antiguo asistente de dirección del legendario D.W. Griffith. La película es presentada bajo la leyenda: The terrific drama of love and Chaco War in the clouds. Tiene dos versiones, una en inglés protagonizada por la estrella Jack Holt en el papel de un piloto boliviano y otra en castellano titulada Alas sobre el Chaco, con los españoles José Crespo y Antonio Moreno junto a la mexicana Lupita Tovar. Nada más arrancar la contienda, en diciembre de 1932, se estrena en Buenos Aires En el infierno del Chacodel argentino Roque Funes —operador del Ejército paraguayo. Es un gran éxito durante el conflicto en los cines de Asunción.

En 1936 (el 29 de septiembre, martes) se estrena en La Paz en el Cine París La Guerra del Chacodel cochabambino Luis Bazoberry García. Es un fracaso total.

Nadie quiere ver la derrota en pantalla grande. La película pasa también sin pena ni gloria por el Princesa, el Mignon y el Teatro Municipal. En 1962 se reestrena con el título de El infierno verdeen el Cine Tesla. El mediometraje tiene imágenes de batallas en movimiento propias de un documental de guerra y fotos fijas (Bazoberry fue fotógrafo profesional y trabajó en la Aviación como aerofogrametrista).

La película fue sonorizada en Barcelona y montada por el editor catalán Joan Pallejá con plata del propio Bazoberry. Se recuperó gracias a su hijo odontólogo que donó la cinta a Cinemateca Boliviana y se reestrenó con una copia restaurada en 2015 en la propia Cinemateca donde estuvo un mes en cartelera. También se exhibió en Cochabamba, Santa Cruz, Oruro, Potosí y Trinidad.

Temática. El afiche de la película de Luis Bazoberry, de 1936, que pasó sin pena ni gloria

Más cintas sobre la guerra

Otras películas sobre la guerra son:  Hacia la gloria (1932) de Mario Camacho, Raúl Durán, José Jiménez y Arturo Borda; La Guerra del Chaco(1932) del paraguayo Agustín Carron Quell; La Campaña del Chaco(1933) de Juan Peñaranda Minchín; En la tierra del Guarán(1934) de la productora argentina Lumiton Cinematográfica; Guerra en el infierno verde (1935, producción alemana de la UFA); Hijo de hombre del argentino Lucas Demare y con el español Paco Rabal de protagonista (1961 con guion de Roa Bastos, también llamada Choferes del Chaco); Khunuskwi, recuerdos del porvenir(1990), de Silvia Rivera Cusicanqui; La última batalla(1992), de Rodrigo Ayala Bluske; Cachorros de león (1997) del paraguayo Manuel Cuenca;  Réquiem por un soldado (2002, ficción) de la paraguaya Galia Giménez; Hamaca paraguaya(2006) de su compatriota Paz Encina; Iyambaé en la Guerra del Chaco(2006) de Jürgen Riester; Desde el fondo (2008) de Adriana Montenegro; Boquerón(2015) de Tonchy Antezana; La redención(2017) del paraguayo Hérib Godoy sobre la batalla de Nanawa y Fuertes(2019), de Óscar Salazar y Franco Traverso. Actualmente el cineasta Joaquín Serrano prepara para 2022 el primer largometraje paraguayo de animación, Alas de gloria, sobre el primer combate aéreo de la guerra.

Una de las escenas de la cinta de Mondaca