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Las cenizas del Pantanal: un paraíso de ecoturismo reducido a escombros en la reserva brasileña

Al verse impotente mientras el fuego calcinaba la vegetación alrededor de su posada ecoturística en el Pantanal brasileño, Domingas Ribeiro se sentó al pie de un árbol y lloró: «Parecía que las lágrimas me salían directo del alma», recuerda.

Esta empresaria y guía naturalista de 46 años arrienda desde 2019 una posada en el kilómetro 40 de la ruta Transpantaneira, una recta de tierra batida que conecta las localidades de Poconé y Porto Jofre, en la región norte del Pantanal (centro de Brasil).

A mediados de agosto, el fuego consumió, en cuestión de dos días, el 90% de las 905 hectáreas de la posada Pantanal Lodge, también conocida por su antiguo nombre, Rio Clarinho. «Fue un momento de caos. Se quemaron hasta los postes de electricidad, se cayeron muchos árboles que bloquearon el camino a la posada, fue muy complicado», relata, mostrando la parte trasera del establecimiento.

Donde antes había un paisaje verde, repleto de árboles y arbustos, ahora prácticamente solo se ven cenizas y ramas chamuscadas. El escenario se extiende hasta donde la mirada alcanza. El riachuelo que separa el terreno de la posada se encuentra seco. Un yacaré muerto yace sobre la tierra craquelada.

ANIMALES, SIN COMIDA NI AGUA

«Es muy triste pensar en cómo era antes y como está ahora. Estábamos en contacto permanente con la naturaleza, veíamos los animales cerca y ahora solo vemos cenizas», lamenta Domingas, vestida con borceguíes para evitar mordidas de serpientes y una camiseta leve, con estampa de jaguar, para soportar el calor agobiante. Los guacamayos que frecuentaban el lugar ahora pasan de largo: las palmeras acurí, cuyas castañas les servían de alimento, fueron arrasadas. Si bien encontraron algunos animales muertos (venados, tortugas, iguanas, serpientes, yacarés), el principal problema es que la mayoría huyó por el incendio y algunos están regresando desesperados por comida y agua. Este drama se repite a lo largo de la Transpantaneira, donde brigadas de voluntarios depositan alimentos para intentar salvar la fauna silvestre en este bioma, el mayor humedal tropical del planeta, que tiene una porción también en Bolivia y Paraguay.

De acuerdo con los datos satelitales del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), entre enero y agosto más del 12% del Pantanal brasileño fue consumido por los incendios, surgidos en general de quemadas que se salieron de control potenciados por la peor sequía que se vive en casi medio siglo.

Cuando percibió la proporción del incendio, Domingas, nacida y criada en el Pantanal, supo que nunca había enfrentado algo semejante. Combatió las llamas junto a un equipo de bomberos y otros voluntarios, pero los vientos eran tan fuertes que no hubo más remedio que esperar a que todo ardiera y proteger apenas la estructura de la posada.

«Intentamos salvar lo que pudimos, pero no había nada que hacer», continúa. La gran cantidad de humo inhalado le provocó una inflamación en los pulmones que la obligó a guardar reposo y tomar antibióticos durante 10 días. Un mes después, todavía pierde el aliento al concluir frases largas y recuerda perfectamente el sonido del fuego devorándolo todo. «No dormimos durante varios días, teníamos en nuestra cabeza la imagen y el sonido del fuego, de los árboles derrumbándose y cualquier sonido nos ponía en alerta», rememora.

Drama. Domingas Ribeiro, empresaria y guía naturalista. Foto: AFP

A pesar de la tragedia, y de que el fuego terminó de sepultar la temporada turística que el coronavirus ya había complicado.

Domingas sonríe a menudo y encara el futuro con optimismo. Junto a su socio, el japonés Nobutaka Yukawa, se turnan para cuidar la posada durante la semana y distribuir entre los animales el alimento que reciben gracias a una campaña solidaria.

«Para el turismo será complicado trabajar este año. La vegetación se quemó por completo, nuestros senderos fueron afectados, no tenemos nada para mostrarles a los turistas, salvo las cenizas», admite. Pero confía en que, con la ayuda de las lluvias previstas a partir del próximo mes, la vegetación se recupere y los animales vuelvan paulatinamente.

«Dependemos 100% de la naturaleza, de los animales que vienen aquí y que los turistas pueden ver. Mi mejor forma de contribuir es ayudándolos a sobrevivir hasta que la naturaleza se restablezca».

El Pantanal «está lleno de sorpresas», afirma. «Esperamos que el próximo año vuelva a ser maravilloso».que sea el último de este tipo…».

Una campaña ayuda a los animales que vuelven a la zona. Foto: AFP

Tres visiones sobre el presente y futuro de este paraíso en riesgo

Entre enero y agosto de 2020, incendios que se salieron de control devastaron más de 12% del Pantanal, el mayor humedal tropical del planeta, situado al sur de la Amazonía. ¿Cómo prevenir nuevos desastres?

1. Para Joao Gaiva, agrónomo y ganadero del estado de Mato Grosso, los incendios ocurren porque «enyesaron al hombre pantanero: no le dejan limpiar los campos, con la idea de que quitar al hombre de aquí es la solución». «Quitándonos de aquí, el pasto no va a parar de crecer y si no hay animales para pastarlo, lo consumirá el fuego», sostiene.

«El hombre pantanero es el guardián del Pantanal. Siempre vivió y produjo aquí, él es la gran solución. Podemos producir animales con un sello de origen sustentable», dice Gaiva, que defiende dos proyectos polémicos por sus impactos ambientales: la instalación de una hidrovía en el río Paraguay-Paraná y el asfaltado de la ruta Transpantanera para reducir los costos de transporte en esta área de difícil acceso. «Esto no es ningún drama», comenta en relación a los incendios.

«Ocurrió para mostrarnos que el camino correcto es la presencia del hombre».

2. Leonardo Gomes es director de relaciones institucionales del Instituto SOS Pantanal, una ONG que promueve el diálogo y diversos proyectos dentro del bioma. «El manejo del fuego en el Pantanal es algo cultural. El hombre pantanero aprendió a usar el fuego para renovar el suelo o para iniciar un nuevo plantío para su ganado. Precisamos entender cómo hacer ese manejo correctamente».    

«Debemos asesorar a los productores, no se trata de señalarlos o culparlos», añade Gomes, quien no cree que flexibilizar las reglas ambientales sea la solución y propone discutir comunitariamente el manejo del fuego. Destaca la necesidad de actuar contra los incendios ilegales. «El bioma Pantanal está tan bien conservado porque estos actores locales aprendieron a convivir. En un momento de radicalismo como el que vivimos, tenemos que sentarnos a debatir», preconiza. «No se trata de limitar la producción, sino de estimular actividades económicas que respeten el medio ambiente».

3. Catia Nunes da Cunha, investigadora del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnologia en Áreas Húmedas, concuerda en que no es posible culpar a un grupo específico por los incendios, pero afirma que tampoco se los puede atribuir solo a causas naturales.

Al actual ciclo de sequía extrema se suman factores humanos. Para esta ecóloga, la clave está en el equilibrio: «No se trata de quitar al hombre ni de favorecerlo modificando el sistema (natural); hay que trabajar en armonía» y respetar los límites del ambiente, sentencia. «Debemos tener una gestión sensata, no se puede aumentar la productividad de la pesca y la ganadería sin límites».

«Solamente sentándonos a una misma mesa, escuchándonos entre todos, lograremos que la conservación y la economía estén en el mismo nivel de interés y preocupación. Ahí sí estaremos hablando el mismo lenguaje», culmina.