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Museos: renacen los cuatro repositorios del complejo Jaén

Cien metros de empedrado añejo archivan una parte de la memoria histórica de los paceños. La pintoresca calle Jaén —nombrada así por Apolinar Jaén, uno de los hombres que comandó el grito revolucionario del 16 de julio de 1809 junto con Pedro Domingo Murillo— alberga cuatro espacios coloniales influyentes en el imaginario de la ciudad. La que en su momento fue una vía peatonal encerrada por pequeños balcones y dispuesta al comercio de venta y compra de camélidos en el siglo XVI, hoy es conocida por su ambiente cultural, sus bares y los cafés artísticos.

Distinguida también como Callejón Cruz Verde, esta calle detuvo su ritmo bohemio durante un tiempo. El 22 de marzo cerraba el país sus puertas. Las familias se guardaron, por unos meses, en sus casas mientras los museos ponían un candado a sus inmuebles esperando el día de la reapertura. El sector cultural, como tantos otros rubros, no quedó exento del golpe provocado por la pandemia.

Para ingresar a los museos se siguen estrictas normas de bioseguridad: desinfección con alcohol y distanciamiento social. Foto: La Razón

A varios meses del inicio del confinamiento, algunos de los museos de la ciudad retomaron sus actividades;  los otros, todavía cerrados, piensan ya en una agenda para cuando toque renacer del encierro. Entre ellos están el Museo Nacional de Arte (MNA) y el Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef) que esperan la orden de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FCBCB) para abrir.

El pintoresco pasaje del Casco Viejo convoca a los cuatro de sus museos que conforman el complejo Jaén, conectados unos con otros por estrechos pasillos o por el umbral de la calle colonial. Estos museos dependientes de la Secretaría de Culturas del municipio paceño han reabierto sus puertas el 21 de septiembre, exactamente seis meses después del inicio de la cuarentena. Desde ese día, y dejando impactado al personal, varias familias han visitado las instalaciones, ansiosos por volver a recorrer estos ambientes.

Sobre la avenida Sucre, frente a la plaza Riosinho, la forma de ingreso a los edificios coloniales ha cambiado. La desinfección con alcohol, el control de la mascarilla  y la toma de temperatura parecen haberse convertido en todo aquello que antecede a las actividades en estos tiempos.

Foto: La Razón

La riqueza de la tradición

El Museo Costumbrista Juan Vargas —el más grande de los cuatro y que ahora oficia de zaguán para sus compañeros— cuenta con dos plantas y varias salas que guardan obras referentes a las costumbres y tradiciones antiguas entre los siglos XVI y XX. El lugar fue restaurado y vuelto museo en 1978 por el entonces alcalde Juan Vargas, a quien se debe el nombre del inmueble.

Octubre Patrimonial es la muestra con la que este espacio reabre. La exhibición invita a mirar aquella La Paz de 1900, sus paisajes, mapas y señores. La intención, cuenta Mónica Cejas, responsable de este repositorio, es “homenajear a la ciudad y a sus ciudadanos recordando cómo éramos mucho antes de este encierro, mucho antes de tanto que hemos vivido”. El 20 de octubre se inaugurará completamente esta propuesta que incluye objetos del siglo pasado, como joyas con diseños citadinos y pinturas del Illimani desde diferentes perspectivas de la ciudad. 

Dentro de la muestra hay un atractivo particular que busca envolver al visitante: las imágenes pertenecientes al Archivo Cordero, el legado del fotógrafo nacido en Pucarani y que retrató las clases sociales paceñas. Don Julio Cordero (1879-1961) capturó los vaivenes de la ciudad y los paisajes que se fueron construyendo durante aquellos años. La muestra ofrece una mirada de la sociedad boliviana de la primera mitad del siglo XX, así como sus modos de vivir y costumbres.

En su primer ambiente, un carruaje antiguo perteneciente a Ismael Montes en 1904 y un traje típico chuta —vestimenta indígena utilizada en el carnaval de 1940— marcan el camino hacia las salas con temáticas permanentes. Éstas han sido reordenadas para la reapertura y contienen documentos sobre el colgamiento de Pedro Domingo Murillo en 1809, la ejecución de Túpac Katari en 1781, la organización de la Junta Tuitiva, el Carnaval y personajes de la época,  entre otros.

Esta casa blanca con diseño colonial, como dice su nombre, propone revivir las costumbres de antaño. La nueva muestra busca alejar al visitante del contexto actual para devolver la mirada a una La Paz que gestaba su crecimiento y expansión.

El Museo Costumbrista recoge las tradiciones de La Paz. Foto: La Razón

Memorias del mar

El Museo del Litoral Boliviano está dedicado a la Guerra del Pacífico de 1879. Para ingresar se pasa por el blanco patio del complejo y se suben unas gradas hasta llegar a una puerta de madera. La bioseguridad replanteó la forma de desplazarse entre los cuatro espacios, creando una conexión entre los museos y sus salas, con el fin de evitar cruces y aglomeraciones.

Un guía acompaña la visita, esta vez con dos tareas extras: el control de la distancia física entre visitantes y la vigilancia de los objetos para que no sean tocados.

Una ganancia para la arquitectura del complejo: hoy los observadores se detienen en cada pasillo mirando los pequeños tesoros: puertas, barandas y escaleras que parecían olvidadas ante las entradas principales y las grandes obras en exposición.

Este espacio, fundado en 1978 durante la gestión de Mario Mercado Vaca, contiene en sus salas permanentes referencias a Ignacia Zeballos, fundadora de la Cruz Roja Boliviana, por ser una de las primeras enfermeras del país en colaborar en la Guerra; Ladislao Cabrera, autoridad que lideró la defensa de Calama; y Eduardo Abaroa, héroe civil de la guerra. La mirada puede posarse, además, en los trajes, armas, estandartes y otros implementos usados en la Guerra, así como en mapas del territorio boliviano en el siglo XIX, documentación y tratados entre los gobiernos que fueron decisivos en esa época.

Desde su cierre, un día antes del truncado homenaje al Día del Mar, el museotuvo una sola aparición digital, en la Larga noche de museosllevada a cabo de forma virtual en mayo. A partir de entonces, el personal se dedicó a reordenar su material. El Museo del Litoral presentará en octubre como una promesa pendiente, asegura Dante Vera, encargado de este espacio, su homenaje al mar con exposiciones especiales sobre la Guerra.

Al bajar las escaleras se esconde la puerta trasera del Museo de Metales Preciosos, otro escenario provocador. El museo fue inaugurado en 1983 y alberga cuatro salas con piezas andinas en oro, plata, cobre, bronce y cerámicas que fueron usadas por autoridades o sacerdotes como símbolos de poder. Los objetos, en un inicio, eran coleccionados por el joyero alemán Fritz Buck, quien migró durante la Primera Guerra Mundial. Se estima que hoy existen cerca de 6.000 piezas arqueológicas, entre cerámicas, joyas y piedras.

Al abrir la añeja puerta, entre las paredes oscuras están algunas de las piedras tratadas durante estos meses.  Jaime Quispe, responsable del espacio, cuenta que en el confinamiento el personal se dedicó a la restauración, el cuidado y reordenamiento de las piezas. Este espacio no contará con una muestra significativa en esta reapertura, pues  el renovarse está en “ver con otros ojos las obras”, dice Quispe.

Una nueva desinfección termina con el paseo por los tres centros culturales, y se antepone a la visita del último predio.

El Museo de Metales Preciosos alberga cerca de 6.000 piezas arqueológicas. Foto: La Razón

Frente a los tres espacios recién recorridos está la Casa Murillo. Con el nuevo recorrido de los museos, esta casona es la última en visitarse, después de cruzar la angosta calle. La casa del héroe, construida a inicios del siglo XIX, fue restaurada en 1945 y desde entonces cuenta con varios ambientes. La Pinacoteca Colonial resguarda pinturas del siglo XVIII con temática religiosa; el Salón Iconográfico alberga cuadros de algunos mandatarios; el Salón de Conspiración y Archivo guarda los manuscritos de Murillo, la Proclama de la Junta Tuitiva y otros documentos que derivaron en el grito libertario; el Dormitorio del Protomártir mantiene los muebles tallados de la época; y la Sala Barroca contiene artesanías y esculturas nativas.

El museo se encuentra en pleno montaje de lo que será su nueva propuesta: Nacimientos Barrocos, una exhibición que mostrará objetos, cuadros y documentos del siglo XIX. La fecha de inauguración aún no está definida. Verónica Rodríguez, responsable de Casa Murillo, señala que este pequeño proyecto “planea crear un ambiente de época a partir del cual dialoguen documentos relacionados con Murillo, objetos de la ciudad y el grito libertario”.  La exhibición pretende, además de dar movimiento a las actividades del museo, ser “un espacio de distracción para las personas que ahora pueden volver a visitarnos”, asegura Rodríguez. 

Con el entusiasmo de renovarse después de la suspensión de actividades culturales, cada uno de estos espacios ha reacomodado sus ambientes para que las visitas puedan hacer sus recorridos sin temor y dentro de las normas sanitarias.

El complejo Jaén recibe de forma gratuita a adultos mayores, menores de edad y personas discapacitadas. Para los demás, el costo del recorrido es de Bs 8. Los horarios de atención son de 10.00 a 18.00. La invitación a visitar la historia está hecha.