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La hacienda del Mariscal de Zepita: la Glorieta de Santa Cruz, reminiscencia de un gran esplendor

El esplendor que tuvo en tiempos coloniales se desmorona por el olvido en el que se halla la hacienda del expresidente Andrés Santa Cruz, próxima a venirse abajo, ubicada en Tahuapalca, al sur de La Paz.

Entre las paredes de adobe macizo lavadas por las lluvias que ingresan a la estructura patrimonial, por la falta de cubierta en el techo, se esconden objetos históricos de gran valor, como una capilla con piezas religiosas de la época, la cama de madera en la que habría dormido el prócer y paredes interiores con empapelados pintados a mano.

A tres horas de viaje desde La Paz, en el municipio de Palca, se encuentra una familia que cultiva apio, cilantro, yerbabuena, menta, acelgas y yerbamora, entre otras plantas comestibles, en la extensión de más o menos una hectárea donde se ubica esta propiedad. “En este lugar creció mi esposa y su familia. El padre de ella, quien ya murió, conocía muy bien toda la historia del Mariscal Santa Cruz y siempre les abrimos las puertas a todos los que quieren visitar esta casa llamada la Glorieta, pese a que está por caerse”, señala el comunario Belisario Beltrán.

Entre sus muros se guarda la historia del gobernante, quien fue presidente de la Junta de Gobierno del Perú (1827), el sexto presidente de Bolivia (1829-1839) y Protector de la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839).

Andrés Santa Cruz Calavmana era mestizo y nació el 5 de diciembre de 1792 en La Paz, en las calles Comercio y Socabaya, como se ve en su fe de Bautismo guardada por su descendientes.  Fue hijo de Joseph Santa Cruz y Villavicencio, un criollo con título de noble, y de Juana Basilia Calavmana, heredera de una rica familia que poseía el cacicazgo de Huarina en cercanías al lago Titicaca.

El mandatario fue declarado en su partida de bautismo como español, nacionalidad utilizada en las colonias para referirse a personas étnicamente blancas, aunque sus rasgos mestizos fueron objeto de constantes ataques discriminatorios por parte de sus enemigos políticos, quienes lo llamaban “el indio” o “el cholo Santa Cruz”, más aún cuando comenzó su prolífica carrera militar que lo llevó a vencer grandes batallas y ser nombrado Mariscal de Zepita. La obra biográfica El Cóndor Indio da cuenta de ello, en sus más de 300 páginas escritas por el intelectual Alfonso Crespo Rodas en 1944.

La gran capacidad para la estrategia militar lo llevó a que ser nombrado Gran Mariscal de Zepita, ya que esa batalla — conocida también como la Batalla de Chua Chua— fue un hecho de armas de la Guerra de Independencia de Perú ocurrido el 25 de agosto de 1823 en la llanura ubicada al norte de Zepita, a orillas del lago Titicaca. En ella se enfrentaron el Ejército Real del Perú —bajo las órdenes del general peninsular Jerónimo Valdés— y el ejército insurgente, al mando del general paceño Andrés Santa Cruz.

La pasión del Mariscal por lo castrense aún se puede apreciar en Tahuapalca en los restos de caballerizas y un mirador, desde donde custodiaba sus dominios.

“Hay cosas impresionantes aquí, como santos que eran del Mariscal. Además hay unos muebles que usaba y una piscina pequeña que tiene vista al río Palca”, revela Beltrán, mientras abre un alto portón de madera. Detrás de el está la capilla con una imagen de la Virgen del Carmen, litografías con imágenes de un Sagrado Corazón de Jesús, una Virgen María, santos y querubines repujados en maderas.

“Quisiéramos que todo esto esté bien conservado porque, antes de la pandemia, venían varios turistas y decían que era una pena que esté olvidado este lugar. Nosotros lo cuidamos, pero hay cosas que no podemos hacer porque no tenemos el dinero para poner bien. Quisiéramos que tenga techo la casa. Nos han dicho que el Ministerio de Culturas debería ayudar para que no se caiga”, explicó el comunario.

Fotogalería

Mariscal de Zepita

Ubicador

Pilares de piedra

uno de los soportes de la cama del personaje histórico

Una pileta circular de tiempos coloniales

Reliquias religiosas

Los interiores de la vivienda tienen paredes forradas con papel pintado a mano

Columnas de piedra al ingreso del lugar

La capilla y sus reliquias religiosas

ILUSTRE DESCENDENCIA

El bisnieto del mandatario tiene casi 90 años, vive en La Paz y lleva el mismo nombre que su ancestro. “Yo soy Andrés sexto”, aclara y recuerda que su bisabuela contaba cómo ella y su familia pasaban los inviernos en la Hacienda de La Glorieta por su clima benévolo durante esas épocas y mucho menos frío que de la hoyada. 

Sin embargo, llegó un fatídico día en 1845 y las conspiraciones políticas expulsaron no solo de Bolivia, sino del continente al mandatario que soñaba con la Confederación Perú-Boliviana como una sola nación por sus similitudes. El mariscal de Zepita se exilió en Francia.

“Durante ese tiempo él perdió todo, les expropiaron sus propiedades y haciendas. Fue un tiempo muy duro ya que él no estaba aquí. Mi abuelo, quien creció en Francia, vino y se encargó de recuperar algunos objetos como cuadros, muebles o vajilla que habían sido saqueados y vendidos de las propiedades. Todo lo demás se perdió”, cuenta.

En aquella época esas piezas eran traídas desde Europa como un símbolo de poder económico y modernidad. Aún en La Glorieta se conservan algunas de ellas, aunque lucen desgastadas por el tiempo como una cama cuja de la época, en la que dormía el personaje histórico.

El valle resguarda además la exhacienda del expresidente José de Ballivián, mariscal de Ingavi y contemporáneo de Santa Cruz, la cual, como documentó Escape en su edición del 31de julio de 2020, también se cae a pedazos, pese a ser un espacio patrimonial de gran valor histórico.

La diputada Fernanda San Martín presentó, hace unos años, un proyecto para revitalizar y rescatar el patrimonio histórico de lo que denomine el Valle de los Mariscales. “Desde 2012, antes de ser diputada intentamos con mi esposo Sergio Bretel realizar la preservación del patrimonio con gestiones ante las autoridades pero fueron infructuosas”, dijo a este medio en aquel entonces.

En la actualidad, Andrés sexto atesora una fotografía de su ancestro tomada seis meses antes de su deceso en Francia en 1865. “En Francia mi bisabuelo era cercano a Napoleón tercero, quien le pedía consejos. Murió allá, lejos del país que amaba y por el que luchó. Cien años después su cuerpo fue repatriado y ahora está en la Catedral Metropolitana. Napoleón tercero lo hizo embalsamar, ya que era un procedimiento muy caro, y por ello se conserva íntegro”, relató el descendiente.

La foto en blanco y negro muestra al héroe de 1,85 metros enfundado en un traje militar. No cuesta nada imaginarlo cabalgar por Tahuapalca y desarrollar su cotidianidad en la Hacienda de La Glorieta, testigo de su valor, hazañas y de la reminiscencia de su gran esplendor.