Encuentros cercanos con el tigre
El jaguar celebra su día hoy. Es un llamamiento mundial para asegurar su protección y detener el tráfico ilegal. El jaguar, hasta los años 80, fue cazado por su piel para mercados de Europa y Estados Unidos. Ahora, sus colmillos tienen como nuevo destino China
Panthera onca, nombre científico; jaguar en castellano; inchiquíen tsimané; yagua en guaraní; caatai en ayoreo; imichursh o nuityimish en chiquitano; y tigre en el habla popular. El jaguar es el felino más grande de América, es emblema cultural y orgullo boliviano. Es símbolo de la Amazonía y se adapta a cualquier terreno. Incluso hay registros de tigres a 2.400 metros sobre el nivel del mar en el Parque Nacional Amboró.
Inconfundible por su robusto armazón, sus patas cortas y su cabeza grande, su cuerpo amarillo cubierto por rosetas y ocelos negros lo diferencian de su pariente cercano, el leopardo. El tigre es un animal solitario, ágil, fuerte y muy hábil para trepar y nadar. Para alimentarse, reproducirse y desplazarse, necesita grandes espacios geográficos, 200 kilómetros cuadrados. En la Amazonía, comen chanchos de tropa, taitetús, venados, tejones y especies medianas como armadillos, jochis, caimanes y otros. En el Chaco se alimentan también del chancho solitario que es el endémico de ese hábitat.
Los jaguares han perdido casi la mitad de su distribución geográfica original, aunque en los últimos 20 años están en proceso de recuperación. La fragmentación del territorio ha hecho que estos felinos sean cada vez más vulnerables, ya que no pueden cazar y aparearse en zonas más pequeñas. El hogar del jaguar en Bolivia abarca varios tipos de bosque en las tierras bajas, desde el bosque chaqueño al sur, hasta el bosque amazónico en el norte del país. En Bolivia, se estima la presencia de 12.845 jaguares.
La conservación de los jaguares ayuda a salvaguardar el equilibro de los ecosistemas de los bosques y sabanas tropicales de los que dependen otras innumerables especies. Como depredadores ágiles, ayudan a mantener saludables las poblaciones de las especies de las que se alimentan. También previenen de enfermedades al eliminar individuos enfermos.
El jaguar ha sido considerado una deidad principal en las culturas amazónicas. Hoy en día, es una especie símbolo de los esfuerzos de conservación y en el desarrollo del turismo en áreas protegidas.
Los jaguares se juntan solo para aparearse. Las hembras tienen usualmente menos de tres crías, totalmente dependientes de sus madres para su alimento y protección, hasta que se convierten en adultos. Cuando tienen entre dos y cuatro años son maduros reproductivamente y se dispersan para encontrar nuevos territorios. Su mayor amenaza son los traficantes de fauna silvestre que buscan especialmente sus colmillos, como hasta los años 80 eran sus cueros. Las personas más afortunadas del mundo han podido tener encuentros cercanos con el tigre. El resto nos tenemos que conformar con los gatos domésticos que es “casi” como observar a un jaguar. Estos son seis testimonios de estas mujeres y hombres privilegiados.
Jaguar: Tras los pasos del gran felino
Uno
Margoth es de las pocas mujeres guardaparques de Bolivia. Trabaja en la Reserva de la Biosfera y Tierra Comunitaria de Origen Pilón Lajas. Cuando estaba en la “prepromo”, alguien vino a su colegio a dar una charla sobre el área protegida. Margoth Pilco Siviora vio en las fotos que había mujeres y se juró entonces a sí misma que sería una de ellas. “Ese trabajo es para los varones, ustedes no sirven, hay que esperarlas siempre, hay que cargar sus mochilas, nos decían siempre los hombres. A las mujeres nos exigen más: a los hombres con libreta militar es suficiente, a nosotras nos preguntan si seremos capaces”, cuenta Margoth. Ninguna palabra de desaliento, ningún obstáculo pudo con ella. Cuando en 2007 casi 20 personas, la gran mayoría hombres, se postularon para ser guardaparque del Pilón Lajas, ella ganó la única plaza del concurso público.
Margoth siente que las mujeres cuidan mejor y tienen un contacto más auténtico con la naturaleza. Solo ellas pueden hablar con la madre tierra, de tú a tú. “A veces me pongo a conversar con los árboles y siento como si me escucharan, tengo un sentimiento grande de respeto por toda la selva”. Dos veces ha estado delante del tigre: “la primera vez fue a 70 metros, logré sacar dos fotos de un jaguar que estaba muy concentrado tratando de pescar. Cuando nos vio, pegó un salto y desapareció. La segunda vez fue en medio de un patrullaje por el río Quiquibey. Logramos ver los amarillitos del tigre en medio de los arbustos. Muchas veces he visto sus huellas, sus camadas, sus restos de comida”.
Margoth pasa 24 días en la floresta y seis días en casa junto a su pareja y sus dos hijos. Lo mejor de su vida es dormir en un lugar diferente cada noche, respirar aire puro, cuidar a los animales. Lo peor es tratar con los cazadores, con los pescadores, con los taladores. “Recibimos agresiones verbales y hasta físicas. Tratamos de concientizar a los comunarios que no maten al tigre para vender sus colmillos a los chinos. El jaguar es algo nuestro, es sagaz, ágil, fuerte y hermoso. Es el papá de todos los animales. Los comunarios han cazado ancestralmente al jaguar pues mata sus gallinas y hasta a sus perros. Ellos colgaban su piel en sus casas y colocaban los colmillos en el cuello de los niños y los ancianos pues protege del mal viento, de las enfermedades. Pero hace cuatro años que ingresaron ciudadanos chinos y ha crecido la presión para comprar y vender esos colmillos”, cuenta Margoth, una mujer fuerte y sabia que hace patrullajes diarios, especiales y exploratorios que pueden durar hasta dos semanas. Todo para cuidar al tigre.
Dos
La primera vez que Marcos estuvo delante de un jaguar fue inolvidable y marcó su vida para siempre. “Tenía 12 años y estaba pescando con mi hermano a orillas del río Beni, cerca a Riberalta, selva muy adentro junto a la barraca San Luis. De repente apareció un tigre y pudimos apreciar su fuerza y su majestuosidad. Fue algo fascinante pues nos dio miedo, temor y respeto”. El jefe de Protección del Parque Madidi zona B, Marcos Enrique Uzquiano, creció escuchando las historias que contaba el “taita” Roberto de San Buenaventura, un curandero que hacía las veces de médico de cabecera y hablaba en las noches del “tigre gente”, la leyenda de un hombre que se convierte en un jaguar para poder cazar y llevar comida a su familia.
Marcos soñaba de joven con conocer el secreto para convertirse en un “tigre gente”. Siguió las huellas de las hojas señaladas en la selva que el “taita” le había enseñado. Se convirtió en guardaparque del Madidi y ya lleva 15 años llevando el sustento a la casa y chocando con los traficantes de fauna silvestre, incluso a tiros, arriba de un motor fuera de borda. Las veces que ha tenido encuentros cercanos con el jaguar son ya innumerables. Las más recordadas son tras caminar un mes por la selva y acampar en medio del todo. Ha perdido el miedo y han nacido lindos recuerdos, espectaculares fotos, bromas con sus compañeros y una admiración extraña hacia este animal totémico pues Marcos se identifica con el jaguar, especie paraguas, clave para mantener el equilibrio en la selva. Marcos, sin saberlo, es ya un “tigre gente”.
Tres
Robert Wallace es el director del Programa del Gran Paisaje Madidi-Tambopata de la Wildlife Conservation Society (WCS), una organización mundial fundada en 1895 para la conservación de la vida silvestre y los paisajes naturales. El programa centra sus esfuerzos en la conservación de especies icónicas y amenazadas (cóndor, oso andino, jaguar, londra, borochi) y busca compatibilizar las necesidades de desarrollo humano con las necesidades de la vida silvestre.
Su primera vez ante un tigre fue memorable: “Encontramos una cría en la senda mientras realizábamos un conteo de fauna nocturno. El cachorro tenía mucha curiosidad hacia nosotros y nada de miedo, lo cual fue increíble. Estuvimos disfrutando todo el tiempo su presencia, pero al mismo tiempo nos preguntábamos: ¿dónde estará su mamá? Cuando el cachorro se fue, detectamos a la madre que había estado mirándonos todo el rato”.
La WCS trabaja en 12 países que tienen el privilegio de contar con jaguares. “La buena noticia es la creación de sistemas de áreas protegidas impresionantes en América Latina, el reconocimiento de territorios indígenas y el monitoreo y documentación de los tigres, por ejemplo en la región del Madidi. La mala noticia es la amenaza relativamente incipiente del tráfico de partes de jaguar, lo cual puede amenazar las poblaciones si no trabajamos juntos —organizaciones indígenas, comunidades, municipios y estancieros— para combatir este problema”, cuenta el jefe “Rob”.
Cuatro
José Luis ha tenido la oportunidad de ver varias veces al tigre. “Fueron momentos muy gratificantes, lo vi caminando a 15 metros, lo vi en la playa, en la senda, lo vi rugiendo, comiendo y cazando. La adrenalina es muy grande por el peligro y la emoción. Para nosotros que vivimos en la selva, el jaguar —que puede llegar a caminar 50 kilómetros diarios— es parte de nuestra cultura, es mito y leyenda y da sentido a nuestras vidas. Es sinónimo de grandeza pero también de templanza y paciencia. El tigre con su mirada fija lo dice todo. Por eso no entendemos a los traficantes que nos enfrentan con armas blancas y hasta de fuego”, cuenta José Luis Howard Ramírez, jefe de protección de la Zona A del Parque Madidi. Lo peor que vio en el monte fue un tigre sin patas ni cabeza, totalmente desollado. “Lastimosamente había sido víctima de un comunario tacana”.
Cinco
Guido ha tenido muchos encuentros con jaguares, pero el más increíble fue cuando, en una oportunidad se encontraba fotografiando aves en un salitral en el río Tuichi dentro del Parque Madidi. “Estaba muy concentrado en fotografiar aves, cuando de pronto escuché un mínimo ruido de hojarasca a mis espaldas, giré muy despacio para mirar y quedé sorprendido al ver echado a un jaguar a unos 10 metros, que me miraba y movía su cola de un lado al otro. Al darse cuenta de que lo vi, se paró, se dio la vuelta y se fue de lo más tranquilo. Fue tan rápido que solo logré fotografiar su cola”, cuenta entre risas Guido Ayala, el coordinador de investigador de la WCS en Bolivia.
También ha visto al tigre en tiempo de celo: “En el Madidi tenemos registros de la época de celo, entre julio y septiembre. En estos meses se escuchan rugidos y bramidos. La hembra ruge llamando al macho y éste contesta con fuertes bramidos. También en Santa Cruz, en la zona del bajo Paraguá, hay registros fotográficos de parejas en enero y febrero”.
Seis
Mariana ha visto muchas veces huellas de jaguar muy frescas. “Tal vez el tigre me estaba mirando mientras yo fotografiaba sus huellas, pero aún no he tenido la suerte de encontrarme con uno libre en su hogar. Estoy esperando ese momento con ansias”. Lo que sí ha tenido es “encuentros” con el enemigo público número uno del tigre: el traficante. El caso más escandaloso que recuerda fue en 2018 cuando se encontraron casi 200 colmillos y hasta piezas de marfil de elefante. También se acuerda que en 2015 encontraron en el aeropuerto de Pekín a una persona con más de 100 colmillos de jaguar provenientes de Bolivia.
Mariana Da Silva es jefa de investigación para combatir el tráfico de la WCS. “La xenofobia hacia la gente de origen o ascendencia china no ayuda, solo perjudica porque distrae y simplifica un tema muy complejo. En las cadenas de tráfico de animales silvestres hay gente de muchas nacionalidades, no solo una. Así como existen bolivianos involucrados en el tráfico de vida silvestre, hay conservacionistas chinos combatiendo este crimen”.
El tráfico involucra cadenas complejas desde la cacería del animal, acopio de sus partes, transporte, hasta la venta y consumo por los compradores finales. Una parte tiene consumo dentro del país y otra, probablemente mayor, es internacional, principalmente para mercados asiáticos. “Por esta complejidad, es imprescindible que el Estado y la sociedad civil colaboren para actuar en las distintas partes de la cadena de tráfico. Hay más compromiso y colaboración de instituciones como la Policía Forestal y de Medio Ambiente, las fiscalías, las autoridades nacionales y subnacionales a cargo de ese tema, y muchas otras además de la ciudadanía en general que ha mostrado su claro rechazo al tráfico de jaguar en las ciudades y en áreas rurales. Un ejemplo son las declaraciones contra el tráfico de vida silvestre que emitieron las organizaciones de las naciones indígenas del norte de La Paz, el Consejo Indígena del Pueblo Tacana (CIPTA) y el Consejo Regional T’smane Mosetenes (CRTM Pilón Lajas), además del Consejo de Turismo Sostenible del Destino Rurenabaque: Madidi-Pampas, y los emprendimientos turísticos comunitarios Mashaquipe y Chalalán”, dice Mariana.
Jaguares muertos, colmillos traficados
La expansión urbana y agrícola, la deforestación, los incendios y quemas no controlados amenazan su hogar. El tráfico de vida silvestre ocasiona la caza furtiva del jaguar para el comercio ilegal de sus partes corporales (dientes, garras, piel entre otras).
Desde 2014 se han registrado 36 casos verificables de tráfico de las partes corporales del jaguar en Bolivia y se han decomisado 786 colmillos en o desde Bolivia, que representan la muerte de al menos 197 jaguares. Estas cifras devastadoras demuestran la importancia de tomar acción sobre la conservación del jaguar. El comercio de jaguares está prohibido en todo el mundo y es un delito que implica pena de cárcel en Bolivia.
Otra de las amenazas a su conservación tiene relación con la práctica de la ganadería. Debido a la pérdida de sus presas naturales y de su hábitat para crear campos de pastoreo de ganado, los jaguares en ocasiones se ven obligados a alimentarse de animales domésticos. El resultado de este conflicto es la matanza ilegal de los jaguares.
Con motivo del Día del Jaguar se ha lanzado el concurso “Creando arte en el mes del jaguar” para promover que jóvenes y adolescentes bolivianos plasmen su creatividad, investiguen y conozcan más sobre esta especie icónica.