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La Obertura: Adiós a los días de rock ‘a flor de piel’

Programa de televisión, tienda de discos, café y centro cultural. La Obertura, el emprendimiento creado por Patricia Flores y Sergio Calero, ha tenido muchas formas en más de 30 años. Pero en todos sus ciclos se ha mantenido fiel a su esencia: el rock. Hoy La Obertura enfrenta un nuevo cambio de ciclo: el cierre definitivo del café y centro cultural ubicado en el pasaje Medinacelli (Sopocachi). Es un espacio dedicado al arte y la música que detiene sus actividades debido a las muchas crisis que se fueron acumulando con los años y que la pandemia terminó de liquidar.

“Fue un clásico desde que nació”, recuerda a La Obertura un fanático que comenta un video publicado hace cinco años en YouTube. En él podemos ver tres minutos con 28 segundos del programa La obertura del siglo XX, creado y producido por Sergio Calero y Patricia Flores en el que sería el primer ciclo de “un viaje con el rock siempre a flor de piel”.

Con música y sus decoraciones, el centro cultural era un refugio de arte y rock para sus muchos y fieles seguidores. Foto: La Obertura

Esos mismos fanáticos que comentan el video recuerdan con cariño a La Obertura cuando se volvió un café, a principios de la primera década de los años 2000, en un local ubicado en la 6 de Agosto esquina Aspiazu, que Flores rememora como pequeño pero bastante acogedor.

Ella lo recuerda bien. Venían de matarse produciendo el programa en Telesistema Boliviano, habían podido exhibir su exitoso producto en la Cinemateca Boliviana, cuando la manejaba Pedro Susz, y por un tiempo continuaron con la pasión por la música manejando una tienda especializada de discos, a la que también nombraron La Obertura, dedicada a traer todo aquello que enloquecía a los coleccionistas del rock. El salto a ser un café era lo último que, tanto a ella como a Calero, se les habría ocurrido.

Foto: La Obertura

Pero entonces la llegada del CD y la proliferación de la piratería los obligó a iniciar un nuevo ciclo. Inspirados por su amigo Alfonso Lora, Flores y Calero dieron el salto y abrieron el inolvidable cafecito de la Aspiazu, decorándolo con todos los afiches, tapas de discos y, especialmente, música que habían coleccionado desde que eran muy jóvenes.

Ya tenían seguidores de todas las edades, pero ahí fue que los consolidaron y hasta consiguieron más. Gente de los setentas, de los ochentas y de los noventas llevaban a sus hijos para enseñarles las paredes del café y así mostrarles  lo que para ellos había sido ser rockero en Bolivia.

Foto: La Obertura

“Era una vitrola al gusto del cliente donde venían a escuchar lo que querían escuchar. Sí, la columna vertebral ha sido el rock, pero al indagar en su historia descubrimos otros ritmos. Todas esas vertientes que dieron su origen al rock en sus diferentes contextos”, recuerda Flores.

“Nuestra labor siempre ha sido contextualizar la música. Los constantes cambios estuvieron motivados por el deseo de seguir compartiendo la música, darle valor al rock”, agrega Calero. El pequeño local de la Aspiazu era considerado un pequeño museo de la historia del rock y en el siguiente ciclo de La Obertura se dedicaron a explorar más a fondo esa faceta.

Foto: La Obertura

Fue así que en 2015 se mudaron al pasaje Medinacelli. Con un lugar más amplio, pudieron darle rienda suelta a sus pasiones. “Café, galería de arte, conversatorios, exposiciones, talleres, lecturas, todos revolucionando alrededor del arte, del rock y los movimientos juveniles de distintas épocas”, narra Flores.

Con la esperanza de días mejores, en cinco años subvencionaron todo tipo de eventos artísticos y culturales, conscientes de que con los ingresos apenas lograban cubrir los costos básicos del nuevo espacio cultural. Entre alquileres, impuestos, dobles aguinaldos y pandemia, no solo dejaron de percibir las ganancias mínimas que consiguieron en la Aspiazu, sino que empezaron a acumular déficit.

“Llega un momento en la vida en que uno no puede hacer las cosas por amor al arte. Ya no tienes la energía, ni los márgenes de irresponsabilidad que a veces se necesitan para decir ‘le meto nomás’”, se lamenta Flores. Aquel déficit, sumado a pérdidas personales y familiares muy duras para ambos, trajo el inevitable cierre oficial de un ciclo. Ellos, agradecidos con sus seguidores, se ven forzados a decir adiós al centro cultural.

En las puertas de un posible rebrote del COVID-19, guardando en un baúl cosas envejecidas por el sol y por los años, Flores y Calero añaden un luto más a sus penurias. Dolidos, han decidido darse una pausa para cerrar bien este ciclo, seguros de que cuando llegue el momento, se les ocurrirá cómo volver a empezar.

“La Obertura somos Patricia y yo. La Obertura va a seguir. Este es un rubro que termina como terminó la disquera alguna vez. Si ahora viene un circo, le vamos a meter circo”, dice Calero.