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Baila con la eternidad, Randolph

Randolph Ríos (para mí, Gandalf, como el mago) fue mi hermano desde que arribé a La Paz y estoy agradecido por todo lo que vivimos y por todas las enseñanzas que me dejó. Compartimos la pasión por la música, por los aliens, por la comida, por el silencio en compañía sincera. Gracias por darme el ejemplo del músico emprendedor que siempre fuiste, por tener un humor increíble, que siempre alegrabas cualquier reunión, viaje y ensayo, y por ser una persona que desde la sencillez hizo mucho, realmente eres un ejemplo para mí y para todos. Gracias por haberme estrechado tu gran amistad cuando nos conocimos en la Orquesta y en el Conservatorio, gracias por habernos alegrado con tanta intensidad en cada momento de la vida. Te quiero mi hermanito, gracias por ser mi hermano mayor desde que llegué a La Paz. Buen viaje, Papu. (Gustavo Orihuela)

FOTO: LUIS DANIEL ITURRALDE/GUSTAVO ORIHUELA

Randolph Ríos

La vida es como el agua, se escapa de las manos. Sin embargo siempre está, fluyendo y transformándose, en algún lugar…

Murió mi gran amigo Randolph Ríos, de semblante despreocupado y alegre, con esa caminata de pantalones chorreados llena de funk, con esas orejas enormes y curveadas que devoraban todo tipo de música, enfrascado en un smoking dirigiendo la Sinfónica, bailando salsa, disco y jazz con el baby bass, transformado en DJ de medianoche, alegrando los corazones de distintos públicos, en distintos lugares, a distintas horas, como una antorcha que alumbra las ganas de vivir.

Cuando se comparten las mismas pasiones no hay mucho que explicar, la conexión se hace de manera instantánea y más aun teniendo la bendición de trabajar juntos en un mismo proyecto musical exitoso.

Recuerdo los conciertos de Gustavo Orihuela Quartet. Recuerdo los conciertos abarrotados de gente y llenos de aplausos sinceros que compartimos juntos. Como ejemplo puedo citar el teatro Gran Mariscal de Sucre, el Teatro Municipal Albero Saavedra en La Paz, El Teatro Nuna en La Paz (donde hicimos además varias grabaciones audiovisuales), festivales de jazz en Ecuador, Paraguay, Chile y Perú, o el Club Bonafide en Nueva York (club del gran y reconocido bajista camerunés Richard Bona) donde la gente se paró a bailar con nosotros, entre muchos otros conciertos grandes y pequeños donde siempre la conexión y la profunda amistad del cuarteto se reflejaban en nuestra música y entrega en escenario.

Randolph era una persona muy discreta y multifacética, docente de contrabajo del Conservatorio Plurinacional de Música, contrabajista de la Orquesta Sinfónica Nacional.

Al mismo tiempo fungió como director invitado habiendo realizado una de las temporadas más exitosas de la sinfónica con sus conciertos de música para películas (Star Wars, Disney, Clásicos…). También era un DJ apasionado conocido como Moro Funk, quien hacía bailar a la gente en clubs como el Glam o Malegría.

Realmente Randolph vivió una vida intensa y enriqueció muchísimo distintas escenas de la música en Bolivia.

Baila con la eternidad, Randolph que siempre estaremos llenándonos de tu picardía, de tu genuina amistad, alumbrados por tu carcajada, por tu cálido abrazo musical.

Hasta pronto hermano del alma, la vida es como el agua, se escapa de las manos. Sin embargo siempre está, en algún lugar.