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Rodrigo Mattos: ‘En Bolivia existe mucho talento’

El primer estreno de cine boliviano en 2021 fue una película de terror. No es casualidad. El género siempre fue utilizado para exorcizar demonios y calmar a los espectadores de las formas más inquietantes posibles. El cineasta Rodrigo Mattos —nacido en Chicago de familia cochabambina— ha retornado a Bolivia para apostar todas sus fichas al cine comercial. Sombras malditas—rodada en la Hacienda Canelas del Valle Alto— es su estreno como productor y actor. La película —en su versión doblada en Perú— lleva más de 7.000 entradas vendidas y su estreno online está previsto para finales de febrero, incluida la copia en versión original. The Shades cuenta la llegada de tres jóvenes científicos de Estados Unidos a una vieja mansión en cuyos alrededores se viven extrañas muertes por un virus desconocido que ataca a la fauna y la flora del lugar. La presencia inquietante de una monja, un virus y una bruja van a asustar a todos.

— Cuéntanos un poco de tu infancia, adolescencia y de tus primeros pasos artísticos y cinematográficos.

— Me crie en Miami y en los años 90 mi madre y yo nos mudamos a Bolivia. Pasé mis últimos años de colegio en Cochabamba y al graduarme me fui a estudiar a Estados Unidos con becas. El haber tomado la decisión de volver a EEUU a estudiar fue la mejor. No volví a Bolivia durante 14 años y no tenía pensado hacerlo, pero por circunstancias de la vida volví para filmar la película. Siempre me gustó el arte en todas sus manifestaciones. Tomé clases de pintura, cerámica, drama, comedia del arte, diseño de interiores, etc.

—  Entre idas y venidas, ¿cómo se formó tu bolivianeidad a caballo entre dos países?

— Mi madre es artista de naturaleza, estudió piano y arte en París, Francia, y en Chicago. Como madre soltera, ella hizo todo lo posible y sacrificó muchos gustos propios por darme la mejor educación. Me hizo pasar clases de todo y no me obligó, ya que me gustaba y siempre fui activo. Mi madre y yo viajábamos con frecuencia a Bolivia de vacaciones. Y siempre hemos mantenido contacto con familiares y amigos bolivianos.

— ¿Por qué tomaste la decisión de rodar tu primer largometraje en Bolivia con un equipo mixto de estadounidenses y bolivianos?

—La película la desarrollé en Los Ángeles, California, con Jeffrey Sun como director. Un día proponiendo ideas y pensando dónde rodar recordé que tenía un familiar en Bolivia con una hacienda maravillosa. Le pregunté si me la prestaba y me la prestó. Además, los costos de filmación en Bolivia son más bajos que en Estados Unidos. Allá es necesario también cumplir con muchos requisitos y permisos. Además conseguir una hacienda auténtica y tradicional en EEUU es casi imposible.

—¿Cómo fue la química entre el team de EEUU y el equipo técnico y actoral boliviano, donde se destacan profesionales en la actuación como Alejandra Lanza, Andrea Camponovo y “Troy” Lizárraga o Luis Bolívar, Natalia Ferrufino, Iván Layme, Yvette Paz Soldán o Karla Soria Galvarro en los créditos técnicos?

 —Todos se llevaron muy bien, la relación fue muy profesional. Los actores bolivianos fueron muy profesionales. Lanza y Camponovo son extremadamente talentosas. Tengo otra película en desarrollo y quisiera trabajar con ellas y explotar su talento al máximo. Son muy naturales. Todos se entendieron sin problemas. Entre mis planes está volver a trabajar con el mismo equipo boliviano en mi próxima película. Hubo tensión con una actriz norteamericana, pero por suerte muere en la película.

— ¿Qué puedes aportar al desarrollo del cine en Bolivia más allá de una factura técnica impecable que caracteriza a Sombras malditas?

—Trabajé en varias producciones en Estados Unidos, pero The Shades es mi primera película por mérito propio. En Bolivia tenemos la mano de obra necesaria y capacitada y tenemos mucho talento para producir cine, miniseries, novelas, documentales, multimedia, campañas publicitarias, etc. Lo que nos hace falta es que el Ministerio de Culturas nos venda en el exterior como un país que puede exportar servicios audiovisuales de primera.

—Eres el productor de la película, colaboraste en el guion, trabajaste de cerca con el director de origen estadounidense/coreano (Jeff Sun) y actúas en uno de los papeles principales. ¿Quién mucho abarca poco aprieta?

—Es verdad, soy el productor de la película y uno de los actores principales. También produje, colaboré en desarrollar el guion y conseguí los fondos para producir la película. Cuando llegó el momento de rodar, tuve que desligarme de muchas decisiones como productor para poder enfocarme en la actuación. Fue bastante difícil. Yo quería cambiar algunas escenas y diálogos pero tenía que dejar que el director y el cinematógrafo sigan con el guion de la película. La próxima vez insistiré en realizar ajustes porque luego vino el arrepentimiento: “Si hubiese filmado así o asá, ¿cuál hubiera sido el resultado?”

— El “currículum vitae” tuyo que se puede leer en una de las bases de datos cinematográficos más grande del mundo (imdb.com) es deslumbrante: políglota, viajero, con productora propia (Antagonist Pictures)… Me llama la atención que tu ringtone de celular sea del Chavo del Ocho.

—Hablo inglés, castellano y portugués. Estudié chino mandarín durante un año pero ya me olvidé, es una lengua muy difícil que nunca se termina de conocer. Aprendí lo básico cuando estaba trabajando en Hong Kong. Tengo una empresa de producción de medios desde 2008 llamada dinamitadigital.com. Tengo muchos planes en diversas actividades y uno de los principales es continuar haciendo cine. Terminaré los proyectos en los que estoy involucrado actualmente y continuaré con mis planes de producir más películas.

Sombras malditas fue filmada en 2015 y la postproducción se extendió por año y medio, ¿Por qué pasó tanto tiempo para el estreno en salas de cine?

—La película se filmó hace cinco años y luego del rodaje, el director, el cinematógrafo y yo teníamos otros proyectos muy aparte, no pudimos coincidir en nada. Fue bastante complicado porque yo estaba en Miami y la película se estaba editando en Los Ángeles, doblando en Perú, etc. Como en cualquier trabajo tuvimos desgastes. Al final, tuvimos que conseguir otro editor. No es fácil producir una película. Al ser mi primer filme, pienso que lo hice relativamente bien. También sentí vergüenza ajena, porque soy muy crítico en lo que realizo. Nada es perfecto ante mis ojos y eso me hizo retrasar el estreno. Afortunadamente este capítulo ya está cerrado.

— ¿Cuáles son tus referencias en cuanto a cine boliviano y latinoamericano?

—Es un hecho que en Bolivia y Latinoamérica se han producido grandes películas, pues existe mucho talento. Hay muchas películas bolivianas que son excelentes y que no tienen nada que envidiar a las producciones extranjeras.

— ¿Crees que al cine boliviano le falta desarrolla a cabalidad el cine de género, especialmente el de terror, que es visto a veces como menor por su categoría popular?

— Al cine en Bolivia le falta mucho por desarrollar. Tenemos la mano de obra y el talento. Pienso que las instancias estatales deberían impulsar más esta actividad.

— El cine de terror ha sido usado en Hollywood y en otros países en épocas oscuras para exorcizar demonios particulares de las sociedades. En tu película se habla de epidemias y virus —antes de la llegada del COVID-19—, ¿puede leerse el filme como una “ayuda” para vencer miedos y demonios?

—La verdad es que no había pensado en eso, simplemente realizamos una película comercial. Creo que estamos inundados con basura en la televisión, en las redes sociales, etc. Así que no me interesa complicarle más la vida a la gente con una película. Yo pienso que la gente va al cine a entretenerse y ese era mi único interés.

— ¿Cómo fue el rodaje en la Hacienda Canelas, una casa con mucha historia y que se convierte en la película en un protagonista más, algo por otra parte muy típico del cine de terror?

—La hacienda es de unos familiares y ellos son a todo dar. Pasé mi infancia en Bolivia con ellos y tengo mis mejores recuerdos. La casona es tradicional y fue construida en el siglo XIX. Tiene capilla, lechería, cementerio, etc. Posee muebles europeos de antaño y la mayoría de las cosas fueron importadas de Europa, desde los azulejos hasta las tinas. No necesité hacerle modificaciones, ya estaba lista para filmar. Es majestuosa y a la vez tenebrosa.

— ¿Consideras que la película es boliviana o estadounidense? La cartelera está repleta de películas de terror, ¿por qué no se hizo una mejor campaña publicitaria para acentuar el hecho que Sombras malditas es un filme boliviano rodado en Cochabamba para hacer la diferencia con otros productos similares 100 por ciento gringos?

—Es una película norteamericana filmada y coproducida en Bolivia. Hemos hecho bastante publicidad días antes del estreno. En cuanto al marketing necesario, lamentablemente la pandemia nos limita en muchos aspectos como hacer premieres en distintas ciudades, conceder entrevistas a radios y canales de televisión. A pesar de estos obstáculos, hasta ahora hemos tenido un alcance de un millón de personas en redes, más de 400.000 reproducciones del tráiler y llevamos en tres semanas siete mil entradas vendidas. A finales de febrero, estrenaremos en formato online.

Un rosario de terror clásico

ACTUACIÓN. Uno de los roles principales está a cargo de la boliviana Alejandra Lanza

Bolivia, 1999. Un cadáver es retirado de una vieja mansión republicana en el Valle Alto de Cochabamba. La Policía encuentra otra persona dentro. Han desaparecido un niño y una niña. Es la “Residencia Benatti” junto al río Paraná y un pequeño pueblo llamado Belén. Unos años después, dos profesores de Estados Unidos llegan junto con la sobrina de una de ellas para investigar la muerte misteriosa de cientos de animales y plantas alrededor de la vetusta hacienda.

Así arranca Sombras malditas, un clásico filme de terror con todos los lugares comunes del género: monja que bendice y reza, puertas que se abren y se cierran, espejos y crucifijos, sonidos extraños y muñecas de antaño, sillas que se mueven y cuadros que se caen, la escena infaltable de la ducha, presencias diabólicas y exorcismos junto al infaltable y salvador libro de los conjuros y hechizos.

El penoso doblaje, la desigualdad del reparto y unos diálogos poco convincentes traban una película que sin embargo se da modos para enganchar al espectador a pesar de su previsibilidad. Incluso tiene momentos de humor que sacan una que otra risa. No deja de ser sintomático que los dos únicos personajes bolivianos sean una monja (una “Ale” Lanza hierática, exagerada como mandan los cánones en el rol de la hermana Ignacia) y un policía (un “Troy” Lizárraga siempre convincente), amén de la madre muerta (una camaleónica Andrea Camponovo). La película ganará, seguramente, en su versión original en inglés, formato que podrá disfrutarse en un mes con el estreno online.

La apuesta por un cine comercial posible con respetables estándares de calidad es sin duda el mayor acierto de esta película de Rodrigo Mattos, actor y productor de la misma, que incluso deja en su última escena la chance para una segunda parte donde se pueda explotar otros lugares habituales del género: la tensión sexual y el humor visual.

REPARTO. El actor boliviano ‘Troy’ Lizárraga junto al cartel de la película de terror en la que participa