En la mente canina: aprender el ‘idioma’ de los animales
Ciri es una perrita adoptada muy nerviosa. La educadora canina Cristina Hernaiz da pautas para comprenderla a ella y a otras mascotas
Ciri es una perrita rescatada mestiza, un cruce entre pastor alemán y quién sabe qué. Mientras hablo por teléfono, ladra desaforada. El pelaje de su cuello está erizado y sus ojos miran nerviosos a la puerta que da al pasillo. Afuera, el vecino debe estar llegando a su casa para almorzar.
Del otro lado de la línea está Cristina Hernaiz, educadora canina y veterinaria paceña de 39 años que hizo una especialidad en Etología en España. Ya de retorno en Bolivia, la experta ha brindado jornadas de socialización canina en el centro de educación, bienestar y vínculo con los animales Taawa, en las que las personas tuvieron la oportunidad de llevar a sus perros para que puedan interactuar con miembros de su especie.
Entender a Ciri, entender a los animales, en realidad. Con esa aspiración nació la etología, ciencia que estudia el comportamiento animal. Hernaiz aclara que no se trata solamente de comprender los patrones de conducta —qué es reflejo, qué es instinto—, sino de adentrarse en la capacidad cognitiva de los animales. Reconocerlos como seres profundos, psicológicos, incluso poseedores de su propia espiritualidad.
“¿Cómo?”, pregunto mirando a Ciri que parece poco interesada en la charla. Hernaiz destaca dos palabras clave: respeto y empatía. “Cuando nos vamos a relacionar con cualquier individuo (persona o animal) primero necesito comprender en qué situación está el otro”.
Para entender a un animal nervioso como Ciri, se debe hacer el esfuerzo de ponerse en su lugar para acercarse con respeto. “Nos han enseñado desde siempre que los animales están a nuestro servicio, que son ellos los que nos tienen que comprender a nosotros. Y la realidad es que ellos nos comprenden muy bien, pero somos nosotros los que no nos damos cuenta de qué mensajes les estamos dando constantemente. Ahí empiezan los problemas de comunicación”, dice la experta. Para entender a un animal, primero hay que conocer a la especie. En el caso de los perros, vienen de los lobos y estos han pasado por millones de años de evolución, donde apenas unos 15.000 de ellos los han pasado domesticados.
Por eso, hasta el perro más minúsculo tiene instinto predador. Necesita algo parecido al orden que se encuentra dentro de una manada. En resumen, horarios fijos, una función y costumbres.
La gráfica
¿Quién es el que malcría?
Los humanos por su parte los encierran en casa, se van a trabajar y, por cosas de la vida, son inconsecuentes con los horarios que previamente ellos mismos han establecido para sus compañeros de cuatro patas. Y es ahí donde comienzan todos los problemas de comunicación.
En resumen: restregar la cara de un perro donde se hizo pis, gritarle o amarrarlo no va a educarlo de ninguna forma. Parecerá obvio, pero es importante tenerlo muy claro: los perros no hablan nuestro idioma. Comprenden nuestro lenguaje corporal, sí, pero no nuestras palabras. “No va a razonar el motivo de tu enojo, solo entenderá tu furia y se someterá por miedo”, explica la etóloga.
Si bien la violencia no será útil para que un perro tenga buena conducta, también resulta malo el otro extremo: los mimos y cuidados excesivos, que también son maltrato. Por eso existen perros obesos que comen lo que quieren y están desarrollando una pancreatitis, u otros que padecen de calor bajo el sol, enfundados en una chompa que a su dueño le encanta.
“Mi perrito no es un peluche, es un ser vivo con necesidades diferentes a las mías. Al traerlo a casa he elegido tomar una responsabilidad que solo puede dar un adulto: darle y enseñarle estabilidad”, expone Hernaiz con un sutil dejo español que le ha quedado por los años de estudio.
Entonces, a Ciri hay que ganársela cuidándose de no ser invasivo, se tiene que crear el vínculo respetando sus tiempos. Si solo se la riñe, ella se guirá manteniendo el lazo afectivo, pero por el miedo desarrollará desconfianza.
“Ayer salí de fiesta y hoy no me quiero levantar. Entonces no saco a mi perro a la calle, pero mañana sí quiero que salga a hacer sus necesidades puntual… eso a ellos los confunde. Necesitan entender qué queremos exactamente porque ellos hacen lo mismo siempre. Pueden haber variaciones pequeñas, pero primero tienen que entender las cosas y para eso nosotros debemos ser claros”.
Han pasado unos días y Ciri se ha calmado un poco. Al principio parecía que el nerviosismo de la cachorra se debía a su pasado traumático antes de ser rescatada o al hecho de crecer en cuarentena. “A veces simplemente hay que buscar ayuda de un traductor. Ellos son muy claros, ellos no mienten ni hacen las cosas por venganza o para molestar, si hacen algo indebido es porque están comunicando algo y nosotros necesitamos entenderlo”.
Enseñanzas de los animales
Más allá de su título en la universidad de Córdoba (España), o del hecho de que lleva 15 años estudiando Etología, cuando Cristina Hernaiz habla de los animales, lo hace con intensidad y mucho cariño, para explicar mejor cada situación usa ejemplos cotidianos y reales que ha recolectado en su carrera.
“Los animales son maestros de vida. Creo que podríamos ser un mundo más feliz si los comprendiéramos a ellos. Si me esfuerzo en comunicarme mejor con mi perro, de alguna forma me entiendo mejor a mí mismo y a los humanos”, sentencia Hernaiz. Eso sí, no hay atajos ni trucos rápidos para “hablar” con los animales, es un trabajo que exige paciencia y tiempo.
Las cosas con Ciri van avanzando poco a poco. Lo curioso es que mientras menos nerviosa está ella, más tranquilo estoy yo. Hernaiz lo explica con mucha más claridad: “Los animales tienen algo que enseñarnos, aunque sea de nosotros mismos. Sería bueno que todos los humanos escuchemos a nuestros animales de una forma más profunda porque eso nos dará pautas para vivir más en armonía con el mundo”.