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La Tere, infinita

Pollito fue un último personaje de María Teresa Dal Pero que impactó en los escenarios de La Paz. Lo vio morir inocente un público totalmente consternado en Rebelión en la granja, una versión de la compañía Octáfono, dirigida por Wara Cajías, basada en la célebre obra de George Orwell. Pollito, Pollito… el sobrenombre se quedó en el imaginario y mucha gente la llamaba así. Pero para quienes más la conocían y amaban era simplemente La Tere. Así como a Pollito, puede que la muerte física le haya llegado a La Tere el 2 de marzo en su natal Italia, pero en Bolivia, como siempre, su sonrisa pervive en los corazones.

Cumplió los 55 años de edad, y a pesar de que estuvo aquejada por el cáncer, no dejó de trabajar nunca: escribió tres obras más antes de partir. Nacida en Ferrara en 1966, estudió teatro en Bolognia. Llegó a Bolivia en 1992 para crear: formó parte del Teatro de Los Andes y de ahí asumió distintos proyectos. Trabajó con Diego Aramburo, Eduardo Calla, Wara Cajías y Percy Jiménez, entre otros, siempre con personajes inolvidables. Teresa podía ser un niño mágico en Momo o la diosa Hera en La Ilíada, podía ser una madre asesina en La Escala Humana o servir de espejo de su amiga Soledad Ardaya, en Bonitas.

Con compañeros de tablas, y bajo la batuta de Christian Mercado, formó parte de Reverso, un proyecto de rock teatral en el que su voz estallaba en escena, para beneplácito del público. También integró el grupo vocal Vozabierta junto a Piti Campos, Julia Peredo, Sibah y Mariana Requena. Escucharla siempre fue un privilegio. Generosa, compartía sus saberes con todos. El proyecto Wayruru, ganador de varios premios, fue una iniciativa de Shirley Torres, Yumi Tapia Higa y Dal Pero, en que a través de la danza contemporánea llegaron a capacitar a jóvenes de escasos recursos que estaban dispuestos a expresar su cotidianidad con arte.

El teatro era la vida de La Tere. En bambalinas de Shakespeare de Charcas, de Percy Jiménez, ella y Patricia García actuaban y reían en su propia obra, imaginaria, personal, mientras esperaban su turno. Es que la vida era el mejor escenario. Pero lo que todos recuerdan —como se puede leer en estas páginas— es que su corazón se expresaba con una sonrisa.

La gráfica

Foto: ANUAR ELÍAS, TEATRO DE LOS ANDES, VOZABIERTA

DESPEDIDA. De forma simultánea se armaron altares en Yotala (Sucre) y la Casa Mágica (La Paz) para un hasta luego a la amada compañera

POLIFACÉTICA. María Teresa Dal Pero se dedicó al arte: el teatro, la danza y el canto fueron parte de su vida. En este último apartado integró Reverso y Vozabierta

Foto: ANUAR ELÍAS, TEATRO DE LOS ANDES, VOZABIERTA

Foto: Archivo

María Teresa Dal Pero (La Tere)

Texto: Alice Guimaraes, Teatro de Los Andes

Llegué por primera vez al Teatro de Los Andes en 1997 para participar en un taller de 15 días. En esas épocas todavía no nos comunicábamos por mail, lo hacíamos por teléfono o fax. Cuando llamé solicitando participar del seminario me contestó una “María Teresa” y con ella fue el primer contacto con el grupo. Cuando llegué a la sede del Teatro en Yotala, también me recibió María Teresa, una chica rubiecita, menudita, simpática y sonriente. Pronto nos dimos cuenta de que, por esas coincidencias del mundo del teatro, teníamos amigos y, de un cierto modo, experiencias en común.

María Fernanda Coelho, una amiga brasilera y María Teresa Dal Pero fueron compañeras en uno de los seminarios de Iben Nagel Rasmussen en el Odin Teatret. En la época, Fernanda me comentó que era la primera vez que hacía el seminario, la mayoría de los otros actores ya lo habían hecho varias veces, era un grupo un poco cerrado y ella se sentía un poco incómoda. Por suerte hacía parte del grupo el brasilero Carlos Simioni (también mi amigo) y una tal María Teresa, italiana, muy simpática, divertida, amable y con quien Fernanda se ha sentido a gusto y, de una cierta forma, le ha “salvado la vida” en ese seminario. Bueno, aquí estaba la tal María Teresa. Yo participé en un seminario de Iben en Brasil, así que también teníamos una experiencia teatral en común.

Luego, en 1998, vine definitivamente a Bolivia, al Teatro de Los Andes. Y Teresa fue maestra, compañera, amiga. Era una actriz excepcional porque, más allá de su técnica o maestría en el oficio, tenía una estrella adentro, algo inefable, la capacidad de hacer más grande que ella misma el trabajo artístico que realizaba. El teatro y la música hacían parte de ella, de manera verdadera. Siempre ha buscado, experimentado y arriesgado en su vida artística, una vida con coherencia ética, con principios y calidad humana.

Con ella viví años intensos de aprendizaje, de hacer teatro en el sentido más profundo e intenso que se pueda concebir. La Ilíada fue una obra que marcó mi historia artística en un antes y después. Una obra única, en un momento particular del grupo y con un compromiso personal de cada uno de los que hicimos parte del Teatro de Los Andes en ese momento. La presencia de Teresa no se limitaba a su actuación en la obra, era también una guía, una investigadora e instigadora del trabajo excepcional que se ha realizado. Así que agradezco profundamente poder haber compartido, aprendido y disfrutado de su presencia. El Teatro de Los Andes está hecho de las huellas que dejaron todos que por aquí pasaron y las huellas que dejó Teresa son profundas y están como nunca presentes en lo que hoy en día somos.

Dejó oficialmente el Teatro de Los Andes en 2007, sin embargo ha estado siempre muy cercana a nosotros personal y artísticamente. En diciembre de 2010 y enero de 2011 fue con nosotros de gira a la India. Participamos de un montaje dirigido por el maestro Elías Cohen en un Festival en Kerala, luego compartimos una “gira turística” por el Rajasthan. Dormimos bajo las estrellas en el desierto de Thar luego de dos horas arriba de un camello. Experiencias artísticas y humanas compartidas, vivencias increíbles e irrepetibles, recuerdos eternos.

Comparto un pequeño poema que le ha dedicado Dario Torres, sencillo como La Tere, pero creo que la traduce en pocas palabras:

Un sol que baila en escena, agua dulce que brilla en los ojos

Mi pecho es caja de resonancia, de su voz que endulza los tiempos

A La Tere, una risa estridente, y toda la ternura para una mujer que baila en una cueva del lobo y que me regaló mis primeros ojos redondos al descubrir la escena, y que ahora son ojos que ríen, bailan, siempre agradecidos, por esa magia que invitaba a bailar con ella.

Mientras habitamos tu ausencia

Texto: soledad Ardaya y Vozabierta: Piti Campos, Sibah, Julia Peredo y Mariana Requena

— La capacidad de encontrar la disonancia en la cotidianidad y hacer de eso la mejor excusa para la risa plena.

— La escucha entregada al más mínimo relato. — La profunda honestidad de una voz de arrullo y de tormenta. — La obstinación, el empeño, la garra: la libertad.

— Un cuerpo que traza el espacio para narrarse visceralmente.

— Fiel a la idea de la actriz como traductora de su tiempo.

— Maestra desde el hacer juntos, el respeto y la contemplación.

— Pintora de sus días con los colores que resonaban en su alma.

— Respetuosa del tiempo del otro y de su propio tiempo.

— Entregada al asombro.

— Rockera de tutú.

— Provocadora de otras miradas para trascender lo obvio.

— Creadora de personajes entrañables que desnudaban nuestra humanidad.

— Generadora de un lenguaje propio que trascendía las fronteras.

— Buscadora de una espiritualidad honesta ajena a toda solemnidad.

— Amante de una tierra a la que abrazó.

—  Eso y lo inefable eres tú.

— Despiertas Teresa como todos los días, Juan, tu perro rojizo al lado tuyo, listo para correr contigo por las rieles de un tren abandonado. Corres para empaparte del viento, del sol y la mañana. Corres con tu cuerpo vivo, tu cuerpo que luego se convertirá en otros cuerpos. Respiras profundamente el aire ligero.

— Las mañanas las dedicas a poner el cuerpo, la voz para germinar la próxima creación con la que nos tocarás los sentidos.

— Los atardeceres te arropas para serenarte con algún libro que te cuente otra historia, que te dispare el pensamiento, un libro que suceda en ti.

— En las noches cantas con una voz de otros tiempos, con un cuerpo que baila para seguir despertando, amando, jugando. Te acuestas con ceremonia íntima sabiéndote lista para empezar el nuevo día con otras búsquedas y otras entregas.

—Un personaje tuyo nos dice al oído: “No siempre recibimos lo que queremos, pero podemos estar seguros de decidir lo que necesitamos”.