‘La memoria siempre ha sido frágil’
Heterodoxia es una nueva editorial de amor y garras. Se lanza ahora con la biografía de Antonio Araníbar Quiroga y tiene como fin colaborar en la memoria colectiva del país
Heterodoxia nació hace 10 años como un sello de la editorial El País de Santa Cruz. Publicó así cuatro libros/reelaboraciones actualizadas muy pocos difundidas del historiador Humberto Vázquez Viaña: la culminación de sus investigaciones Dogmas y herejías en la guerrilla del Che (2011); Cambas, collas y chiriguanos en la guerrilla del Che (2012); Del Churo a Teoponte: el traumático nacimiento del nuevo ELN (2012); y Mi campaña junto al Che, libro atribuido a Inti Peredo, es una falsificación (2012).
Diez años después, la editorial, a cargo ahora del gestor Ricardo Balcázar, retoma vuelo como un sello “clandestino y sentimental” y un objetivo: hacer escuchar las voces que por diversas razones han permanecido calladas o silenciadas, escribir la historia desde el lado perdedor, reconstruir la memoria historia colectiva de Bolivia. La “reentré” viene de la mano de la autobiografía de Antonio Araníbar Quiroga, La política, como opción de vida. Balcázar quiere poner su granito de arena: “Somos un grupo de personas diverso, de distintas edades, géneros y formaciones. El nombre de la editorial nos define. No nos individualizamos por lo mismo, porque nos interesa más que nada la editorial en sí misma y no cómo nos vemos dentro de la editorial. En unas cuantas palabras: somos unos enamorados de la vida, de la solidaridad, de la ternura y del amor al infinito”.
—¿Cómo nace Heterodoxia?
—Nace en un café de Santa Cruz. Fue un parto prematuro. Compartía tertulia con dos amigos muy queridos. Ambos con militancia, de verdad, en las luchas antidictatoriales de los 60-70 del siglo pasado, en América del Sur. Uno de ellos, participante activo de la guerrilla del “Che” en Bolivia y dedicado investigador de esa cruzada, comentó “en passant” una idea que tenía en desarrollo sobre la entrevista que sostuvo Mario Monje con Guevara en la famosa “casa de calamina”, ese no menos famoso 31 de diciembre de 1966. Su mirada sobre el hecho me interpeló, le aseguré que ya tenía quién edite su investigación y que se apresure a terminarla. Mario Monje siempre me pareció un político y dirigente boliviano injusta y cruelmente condenado al ostracismo por los excesos maniqueos de la época. Fruto de ese intercambio fue Dogmas y herejías de la Guerrilla del Che en Bolivia de Humberto Vázquez Viaña. Luego llegaron otros títulos, no son muchos, unos más clandestinos que otros.
—¿Por qué se autodenominan como una editora “clandestina, sentimental y marginal, por elección propia”?
—Hay un sinfín de razones. Unas más válidas que otras, sin que falten los guiños que siempre sazonan la vida. Por supuesto, los guiños no se explican porque si se lo hace pierden su esencia ¿no ve? Cualquier abundamiento en este caso constituye “guiñicidio”. La anécdota del parto prematuro define a plenitud la naturaleza de la tríada que caracteriza nuestra heterodoxia. El clandestinaje, per se, siempre es una opción. La mayor parte de las veces fuertemente asociado a la sobrevivencia. Decir más sería excesivo.
—Publicar y leer en Bolivia, ¿tiene algo de clandestino?
—En muchos casos, sí. La bella y heroica tradición planfletaria contra España, durante la Colonia; la prensa obrero-popular de la República; la pionera y lúcida obra de Carlos Montenegro; La Calle, Aquí y todos los órganos de prensa partidarios (incluyendo Antorcha, de la Falange Socialista Boliviana) son genuina expresión de “lo clandestino”, siempre en lucha contra el poder constituido. Obviamente, también existe, dominante, el elitismo. Constituye la contracara hegemónica de lo clandestino.
—¿Cómo podemos hacer para que los libros sean más visibles, más apetecibles, para que leamos más?
—Poner más pasión y menos mercantilismo en la gran aventura de construir espacios de entendimiento, solidaridad y tolerancia.
—¿Por qué darse a conocer mediáticamente con una autobiografía de un político de la vieja usanza como “Toño” Araníbar, fundador del MIR y del MBL? ¿Qué se vendrá después?
—Siempre hemos sido de bajo perfil y no hemos querido darnos a conocer mediáticamente. En esta ocasión, por el personaje y por la temática, queremos visibilizar esta biografía. Por otro lado, sin el menor ánimo de polemizar, creemos que Araníbar no es un político de la vieja usanza, sino todo lo contrario. Su libro es, justamente, una excelente prueba de ello. Sobre el futuro, tenemos en agenda varias reediciones de libros olvidados y necesarios. Asimismo, el desarrollo y estímulo de proyectos nuevos. Con relación a abarcar todo el espectro ideológico, queremos también probar diversos campos del saber y la cultura. La vida es mucho más que la política. Hasta los libros de cocina cuentan. No por nada nos declaramos heterodoxos.
—La biografía de Araníbar Quiroga inaugura la colección La otra historia: Biblioteca, ¿por qué es vital reconstruir la memoria colectiva?
—Es necesario unir retazos para tener un mejor todo. Es importante que los “vencedores” dejen de mirarse el ombligo y los “vencidos” asuman que tienen una historia para contar y que ese relato cuenta. La memoria histórica en Bolivia siempre ha sido frágil, reduccionista o inexistente, es así que los héroes o los villanos a veces van a contramano de los hechos reales.
—En estos tiempos de polarización, ¿cómo se puede transmitir esa su idea de que lo diverso enriquece, que la tolerancia es una virtud, que la cultura de paz es una meta a conseguir?
—Haciendo juego de espejos, siendo más empáticos, atreviéndonos a ponernos en los zapatos de aquellos que decimos odiar o despreciar. Si estimulamos una mirada de la realidad como es y no como queremos hacer creer que es para probar nuestro punto, la conclusión plausible y lógica debería ser tenemos que cambiar para mejorar. Si seguimos como perros y gatos estaremos cada vez peor: la energía se disipa y se derrocha sin beneficio para nadie. Es mentira eso de que los polos opuestos se atraen, la polarización solo genera distancia.
—¿Qué papel deberían jugar las culturas y los libros para construir una sociedad mejor?
—Un papel fundamental, para lo cual debería partirse de la necesidad de privilegiar la pluralidad, el respeto y el no adoctrinamiento como forjadores de libertad personal. En tiempos de la gloriosa COB (en su época de oro), Líber Forti era su asesor cultural y promovía obras del teatro universal en las minas, y por si acaso no era teatro protesta, era un lindo ejemplo de construcción cultural liberadora.
—¿Qué se puede hacer para que se hable más de libros, para que leamos más?
—Hay que promover eventos que estimulen la lectura. Hace algunos años hicimos un programa para niños de escuela que se llamaba Leer es divertido. Utilizamos payasitos para estimular la participación de los pequeños. Fue una linda experiencia. Hicimos también talleres de teatro, talleres de lectura y escritura, concursos, etc. Hay que seguir el ejemplo de Domingo Sarmiento en Argentina: amor y garras sin actitudes mendigantes.
Una biografía necesaria e incompleta
No es habitual en nuestro medio que los viejos políticos escriban libros y menos biografías. Antonio Araníbar Quiroga —“católico comprometido con su tiempo y su fe”— lo ha hecho, casi a sus 80 años, y eso ya es una buena noticia. El volumen abarca desde los primeros pasos de Toño en la Universidad de San Simón en Cochabamba en 1962 hasta su retiro de la militancia política en 2002 con un breve recuento de su paso por el gobierno de Carlos Mesa en 2004. Es una historia particular/política de la Bolivia de los últimos 60 años.
La política como opción de vida es un texto necesario para contar la historia del MIR, su primera división, la recuperación de la democracia tras las dictaduras, el papel de la figura “legendaria” del Che y la teología de la liberación hasta llegar a la “guerra del agua” en la Cochabamba natal del autor. También aporta datos poco conocidos sobre hechos cruciales históricos como el secuestro del presidente Siles Zuazo (30 de junio de 1984).
No es una biografía personal (los costos familiares y sociales que demandan la política quedan al margen). “Muchas veces las vicisitudes personales son más decisivas en el destino de los seres humanos que copiosos programas políticos, cautivantes ideologías o mensajes bíblicos”, dice el autor, sin hacer mucho énfasis más.
Tampoco se aborda el caso FOCAS por el cual fijó Araníbar su residencia primero en Ecuador y actualmente en Costa Rica. Si un lector buscara en estas memorias alguna luz sobre la “leyenda negra” y la “mala prensa” de su protagonista, quedará decepcionado. Su “austeridad quijotesca”, como la llama Fernando Calderón Gutiérrez en el prólogo, conforma una narración política/partidaria escrita en primera persona del singular y del plural caracterizada por revelaciones con cuentagotas (las más interesantes el oscuro rol jugado por Galindo y Nogales en el gobierno de Mesa). Quizás “una” de ellas se pueda resumir en esta frase que le dijo Jorge Ágreda a finales de los sesenta en Madrid: “Para hacer política en América Latina y en Bolivia, hay que tener tres requisitos esenciales: estar bien con la alta jerarquía de la Iglesia Católica, estar bien con el Alto Mando Militar y tener nexos con la Embajada Americana”. La otra sentencia del libro pudiera ser ésta: “No estábamos ya a la altura de la historia”, pronunciada alrededor de un sistema político acorralado por las guerras “del agua” y “del gas” a inicios de siglo.