‘CACHO’ SORIA, un secreto profundo
El gran guionista de nuestro cine verá pronto su obra completa editada, incluidos sus cuentos ocultos y sus cuatro novelas breves inéditas. Hablamos con su recopilador, el poeta Álvaro Díez Astete
El poeta, novelista y antropólogo Álvaro Díez Astete tiene un proyecto/sueño desde hace años: recuperar la figura e importancia de Óscar Cacho Soria para la literatura y el cine boliviano. Una institución pública cultural editará en breve las obras completas del gran guionista de nuestra cinematografía, del responsable de guiones como Ukamau y Yawar Mallku de Sanjinés; Chuquiago de Eguino; y Mi socio de Agazzi. No obstante, sus cuentos y sus novelas breves siguen siendo hasta hoy obras desconocidas. De gran sentido del humor —inteligente y crítico—, Soria Gamarra nunca se interesó en promover sus trabajos literarios. Fue un “escritor recoleto”, como dice Díez Astete. El silencio sobre su obra responde a un silencio sobre sí mismo, “estaba más cerca del pudor y la decencia que de la timidez”. La literatura de Soria es como él: comprometida, disciplinada, cauta y sobria. “No tenía un aire demoniaco creador como el de Saenz, pero su ángel interior era furioso a la hora de enfrentar las injusticias”, añade Álvaro. Leyendo los relatos del Cachoentendemos mejor a Bolivia, lo bueno y lo malo; entendemos a sus gentes y a sus “despreciables malandrines”, como dijo alguna vez el “secreto profundo” de nuestras letras.
—Conociste a Cacho Soria en 1969 a través de los amigos de Jaime Saenz, ¿qué recuerdos tienes de aquella primera vez?
—No, conocí al Cacho como parte de los amigos de Saenz, aunque éste me hablaba de él, sino en 1971, en la UMSA, donde yo era dirigente universitario y en esa época con Extensión Social organizamos una visita a las minas para proyectar las películas Ukamau y Yawar Mallku en Siglo XX y Llallagua. Fue en ese viaje que se inició y selló mi amistad con el formidable Cacho Soria.
—Tras su muerte en 1988 (por un tumor cerebral) editó junto a Antonio Eguino su libro/antología Sepan de este andar, ¿por qué no se pudo antes recopilar toda su obra completa más allá de las dificultades económicas?
—Óscar era un escritor recoleto, “secreto profundo” le decíamos con Pepe Ballón; no se interesaba en promover su obra, quién sabe por qué; él era reservado en todas las cosas de su vida, sin llegar a extremos por supuesto; al mismo tiempo he visto al recopilar sus cuentos y tres novelas cortas (una de ellas publicada en 1957, Contado y Soñado) que no era nada ordenado con sus papeles, al menos no como alguien que los destina para una publicación. En su mayoría me los entregaron en forma dispersa en una caja, aunque todos los originales copiados a máquina de modo prolijo y con pocas correcciones, tal vez pensando calladamente en una futura edición. En el prefacio de su antología Sepan de este andar doy más referencias al respecto.
—¿Está en los planes publicar las cuatro novelas breves inéditas de Soria La señorita Beatriz, El viento en las cortinas, Tatamayu y Los días Martes y reeditar la novela corta publicada en 1957 Contado y Soñado?
—Sin mayores detalles te diré que estoy preparando un trabajo para recuperar la figura e importancia del Cacho para la literatura y el cine, publicando sus cuentos completos y tres novelas cortas, más un estudio crítico mío, todo acompañado de un conjunto de entrevistas valiosas de la gente próxima que trabajó con él.
—¿Crees que la proyección esencial de Cacho como hombre de cine opacó sus logros/trabajos literarios?
—No creo eso, o al menos lo plantearía de otro modo: que su pasión por el trabajo cinematográfico se puso por delante, aunque ambas actividades caminaban juntas.
—¿Es necesario un estudio profundo de la academia/crítica para valorar sus cuentos y novelas?
—No es necesario ningún estudio académico profundo para valorar sus obras, pues ellas hablan con claridad por sí solas. Nunca las han puesto bajo la lupa tal vez porque la ceguera ha sido mayor que lo que una lupa pueda corregir.
—¿Cómo afrontaba Cacho la recopilación de historias a la manera de un cronista de los de antes?
—Sí, la imagen es buena, porque el Cacho me dijo una vez que escribía así como un pintor realista pintaba un retrato o un paisaje, registrando todo lo posible para el sentido que debía tener su obra, pero en el plano de los sentimientos e ideas, no de las formas o coloridos. Además lo dejó escrito y lo pongo en el prefacio señalado.
—¿Qué rol jugaba el humor en sus textos? Incluso en los más comprometidos textos éste se cuela por la ventana. ¿Cómo era su sentido del humor?
—Tú ya has visto, al leer sus cuentos siempre te encuentras con una y muchas situaciones humorísticas, que nacen de los contrastes de la vida cotidiana, sin convertirse en chiste alguno. El Cacho tenía un gran sentido del humor, inteligente y crítico muchas veces.
—¿Alguna vez te contó sus recuerdos como cadete en la Guerra del Chaco?
—No, y lamento mucho no habérselo preguntado, lo mismo pasa según sé con los pocos que quedan que lo conocieron.
—Dijo Carlos Mesa en su libro La aventura del cine boliviano (1985) que la obra de Soria era silenciosa y estaba poco reconocida, ¿cómo explicas este vacío/ausencia?
—No sé lo que dijo Mesa en ese sentido, pero por ahí va el punto. Yo pienso que el repudio que Óscar sentía por los autobombos y las apariciones públicas se traducía en un constante silencio sobre sí mismo, que estaba más cerca del pudor y la decencia que de la timidez.
—A pesar de estos silencios y desconocimientos sobre su obra, en la Cinemateca Boliviana la sala 2 se llama “Óscar Soria” e incluso tiene una estrella en su “paseo de la fama”.
—Creo que la principal razón es la trascendencia de su calidad humana indisoluble de su solvencia creadora, que involucró positivamente a todos quienes lo conocieron y que formaban parte del mundo del cine, en su época gloriosa de formación que se hizo contra viento y marea y balas.
—¿Cómo estás afrontando la tarea de recopilación siendo su obra tan dispersa y fragmentada por su vida itinerante?
—Con resignación, por lo que se haya perdido definitivamente y con alegría por lo alcanzado.
—Se ha calificado la escritura y estilo de Óscar Soria Gamarra como riguroso. Lo conociste y trataste y ahora eres su gran lector. ¿Cómo calificas al Cacho narrador?
—Por lo que vi de él, era una persona muy disciplinada, cauta y sobria. No tenía un aire demoniaco creador como el de Saenz, pero su ángel interior era furioso a la hora de enfrentar las injusticias, sea a través del cine, sus cuentos o en la vida misma.
—Don Pepe Ballón, en el prólogo del citado libro Sentir ese andar, lo califica como “rebelde insobornable, revolucionario de verdad e hijo predilecto del pueblo”, ¿cómo fue su vida comprometida?
—El compromiso del Cacho con su pueblo ilustra lo que Jaime Saenz dijo de la poesía y el poeta: “vida y obra son una misma cosa”. No escatimaba esfuerzos y padecimientos en la lucha social que se concentraba en su obra cinematográfica, lo que significaba prolongados periodos de penurias económicas en todo sentido.
—¿Ha envejecido bien su literatura autocalificada por el mismo como “pintura social”, ora dulce y cruda, ora acre y risueña?
—Su literatura no envejece en tanto los problemas de los que trata —la miseria y pobreza campesina y urbana del pueblo indígena— aún siguen vigentes.
—En tu proceso de recopilación e investigación, ¿crees que hay todavía obra oculta o inédita de Cacho por descubrir?
—Creo que no queda nada de Óscar Soria Gamarra como obra escrita por descubrir, a juzgar porque todos sus parientes cercanos ya han muerto y no queda nadie para responder a esa pregunta.
—¿Cuál es tu cuento/relato preferido?
—Aquí me agarraste más resfriado aún de lo que estoy: es que tengo varios cuentos en los que puedo pensar y mejor leerlos todos cuando logremos sacarlos. Pero no hago el quite y el primero que se me ocurre decir es Muertos.
—Escribió todo tipo de géneros desde cuentos a novelas breves, pasando por guiones y artículos periodísticos, ¿se atrevió con la poesía al estar rodeado siempre de poetas?
—No escribió nunca poesía, me lo dijo explícitamente que no era su medio de expresión, aunque la apreciaba mucho, en particular de autores de su generación como Julio de la Vega, Luis Luksic, Jaime Saenz, Guillermo Viscarra Fabre, etc. Aparte de cuento y novela corta (la llamada “nívola” de Miguel de Unamuno) y los guiones de las películas, no escribió en otros géneros.
—Hemos hablado ya de la antología publicada en 1991, tres años después de su muerte, ¿cómo hicieron junto a Antonio Eguino para seleccionar los cuentos de Sepan de este andar?
—No hubo una selección. Cuando Antonio Eguino, como oficial mayor de Cultura, me invitó a realizar el trabajo de edición de los cuentos acepté gustoso y me puse en campaña. Entregué para su edición 35 cuentos inéditos y dos recogidos de periódicos, más los cuentos del libro publicado en 1966 Mis caminos, mis cielos, mi gente que sumaban en total 59 cuentos: este libro no fue integrado en el conjunto antológico, posiblemente por razones de presupuesto (la publicación se hizo en la UMSA donde ya se había impreso en 1966 el libro señalado). Ahora se quiere reparar esta falta.
—No nos vamos a ir sin hablar un poco de tu obra. En el último número de la revista La Mariposa Mundial se anuncia la publicación de un nuevo libro tuyo llamado Un paseo aforístico. Alégranos el día con buenas nuevas.
— Un paseo aforístico podría salir en agosto, espero. Un libro de antropología filosófica espera su turno, al igual que otro de poesía. Bolivia es el paraíso de los inéditos.
A pesar de las masacres
Óscar Soria Gamarra (*)
“Largo y penoso andar el de mi pueblo. Su gente más sufrida (el campesino que mira y pide al cielo, y se agacha sobre la tierra; el ferrocarrilero que vence los distancias; el fabril que transforma los materias en cosas útiles para los otros; el caminero que obre rutas y tiende puentes, el constructor que construye casas en las que no ha de vivir; el garzón de hotel que ofrece mil viandas y no se sirve ninguna; el minero que horado la noche de la roca; el empleado que pasa toda su vida detrás de un escritorio…) la humilde gente de mi pueblo, digo, de tiempo en tiempo se cansa de andar mal pagada, mal vestido y hambriento, de no tener escuelas, de que sus hijos se le mueran, de ser engañado, de vivir poco y mal… y un día se rebela.
Amenaza, lanza gritos, hace huelgas, se echa a las calles. Y, entonces, lo matan, o quedan sus manos en muñones y sus piernas trozadas o torcidos; o se humilla y se vende; o le viene un deseo inmenso de estarse inmóvil y callado, y se hace mendigo o vago, y queda en los caminos o en las calles, muriéndose a poquitos, para siempre fuera del sistema económico y del sistema del amor.
Pero, o pesar de sus muertos, de sus lisiados, de sus heridos, de sus enfermos y de sus desviados; a pesar de la propaganda, de la calumnia, de la dádiva y de las masacres y la sangre, mi pueblo se renueva siempre. Y se levanta, y crece, y avanza. Es un difícil e interminable caminar. A veces, tropieza; otras cae y hasta retrocede. Puede ser que se desaliente, se atemorice y calle, y haya hasta quien se envilezca. Será para rehacerse, levantarse y andar, una vez más. ¡Andar, andar, para siempre!
*Este texto está incluido “a manera de prólogo” en el libro ‘Sepan de este andar-Antología de cuentos’ de Soria Gamarra, UMSA, 1991.
Fotos: Archivo La Razón, Biblioteca del Bicentenario de Bolivia y Eabolivia.Com