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En el confesionario de LA COSTILLA DE ADÁN

Si bien hay un confesionario dentro de este pub —sí, uno de esos que existen en las iglesias católicas—, Roberto comienza a hablar de su vida delante de la barra, ahí donde pasa la mayor parte del tiempo cuando abre La Costilla de Adán, uno de los locales que forman parte del circuito turístico de La Paz Maravillosa por sus objetos antiguos, por sus deliciosas empanadas y tamales tupiceños, por sus licores y, ante todo, por el encanto del anfitrión.

Dice que no está listo para que le saquen fotos. No obstante, accede a hacerlo porque sabe que se tratará de una charla más distendida, en la que cuenta la razón por la que dejó de ser uno de los peluqueros más requeridos de la ciudad, por qué comenzó a reunir miles de objetos antiguos y sobre las dificultades que ha pasado como consecuencia del COVID-19.

“Sabes, no tenía vida. Era estar alrededor de una silla seis días a la semana, desde las ocho de la mañana hasta la una de la mañana. Es que tenía bastante gente”, comienza. Vestido con un pantalón y chaleco beige, una chompa verde y un sombrero de copa negro —que se volvió una característica suya—, Roberto Cazorla Bernal (mejor conocido como Robert) se apoya en la barra para revelar que hace más de 25 años trabajaba como peluquero en el Shopping V Centenario, en el inicio de la avenida 6 de Agosto, en La Paz.

En aquel tiempo comenzó también a reunir objetos antiguos, muchos de ellos como heredad de la familia de su madre. Los traía de Tupiza, su tierra natal. “Botaban todo lo que no les servía, entonces comencé a guardar algunas cosas”, dice.

Pequeños caballos de porcelana, madera, plástico; blancos, de negro azabache; en pleno galope, de caminar tranquilo, dentro de un mostrador o en el techo a manera de un péndulo.

De aquellos primeros tiempos de  acumulación de tesoros todavía guarda una sombrerera, un molinillo de pimienta y una lata de café que pertenecía a su abuela. También reunió vehículos de juguete pequeños, todos distintos, que dan como para quedarse a contemplar cada uno de sus detalles por varios minutos.

En el momento en que sus amigos se dieron cuenta de su exquisita colección de objetos recomendaron a Robert que abriera un pub o restaurante que, a la vez, fuera museo. “No quería porque pensé que se iban a perder las cosas, iba a haber mucha gente y porque todo se deteriora”, confiesa. Empero, cambió de idea y decidió abrir su casa y completar sus colecciones. Inició una búsqueda en anticuarios y en la Feria 16 de Julio, donde halló verdaderas reliquias, que ahora están guardadas en su casa-repositorio de Sopocachi.

Tazas de metal y de porcelana, con grabados, con sellos de marcas de cerveza, con figuras mitológicas, con figuras de dólares, con escudos, con escenas de tabernas antiguas, en alto relieve…

En medio de ese panorama —con una amplia cantidad de antigüedades y con las ganas de emprender nuevos desafíos— tras 20 años de trabajar en la peluquería, Robert se sintió cansado, más aún por la presión constante de sus clientes.

Por ello, un día soltó las tijeras y el peine para alejarse de aquellos sillones de peluquería del Shopping V Centenario, adonde no regresó nunca más. En su lugar, Robert abrió su vivienda en Sopocachi y después mudó su pintoresca morada hasta la calle Armaza Nº 2974, detrás de la discoteca Forum, en Sopocachi.

La casa está como oculta. Mejor dicho, reservada para los amigos de La Costilla de Adán. Después de escuchar el timbre de la puerta de madera, al poco tiempo sale Robert, quien saluda como si el nuevo visitante fuera un amigo de siempre.

La primera pregunta que surge al ingresar es por qué tiene ese nombre. La respuesta surge al pasar por el jardín de la casa, donde, entre muchas plantas, está el cerimán, o costilla de Adán, una especie de planta trepadora de la familia Araceae.

PROPIETARIO. Roberto Cazorla es el dueño de este singular lugar que atrae a visitantes del país y del exterior. De su pasado como estilista queda una silla de peluquería. Foto: Bruno Pérez Aguilar

Al atravesar la siguiente puerta cuesta un poco acostumbrarse a la oscuridad y a las luces tenues, pero los ojos se abren de repente al notar que desde el inicio hay misteriosos objetos antiguos.

“La gente que llega por primera vez se queda sorprendida y quiere que cuente la historia que te estoy relatando. Imagínate que tengo que repetir como loro lo mismo”, ríe Roberto, apoyado aún en la barra, antes de entrar a la cocina para sacar una de sus famosas empanadas tupiceñas.

Una plancha de carbón, una caja registradora de mediados del siglo pasado, un teléfono de disco, otro teléfono que funcionaba con monedas, uno con botones y una pequeña pantalla, sobre un escritorio de madera antiguo.

“Hay colecciones que no se ven porque están en el depósito, como radios, micrófonos antiguos, floreros de cristal de Murano, lamparería, faroles antiguos, platillos, cucharas de plata”, enumera. El motivo para guardarlos es que no hay espacio en los ambientes. Entre los mostradores de diversos objetos también hay carteles que, probablemente, son únicos, como uno de cerveza Paceña y otro de Induvar, una empresa de zapatos de goma popular en las décadas de los años 70 y 80.

Gracias a una compleja instalación de lámparas, que se hallan incluso dentro de los aparadores, se pueden ver muñecas. Foto: Bruno Pérez Aguilar

Tinas viejas convertidas en mesas, techos de donde cuelgan triciclos, bicicletas, aviones en miniatura, faroles a querosén, alguna bruja de tela, mariposas de plástico, cochecitos para bebé… La mirada se centra en la parte superior del lugar durante buen tiempo, hasta terminar de enumerar todo lo que hay en este espacio.

Seguro se ha preguntado cuántos objetos hay en total. Robert responde que son aproximadamente 20.000 antigüedades, guardadas en dos pisos de su vivienda.

También shops de cerveza. Foto: Bruno Pérez Aguilar

Atraídos por el pub-repositorio, varios artistas bolivianos hicieron de este lugar su refugio, y así también se convirtió en un lugar turístico. Así, La Costilla de Adán fue visitada por el cantante argentino Pedro Aznar, los integrantes de la agrupación mexicana Café Tacuba y por James Kottak, exbaterista del grupo Scorpions y actual miembro de Kingdom Come.

La cuarentena total —declarada por el Gobierno el 21 de marzo de 2020 para evitar la propagación del COVID-19— ocasionó que varios negocios cerraran de manera temporal y otros de manera permanente.

Y caballitos de juguete. Foto: Bruno Pérez Aguilar

La Costilla de Adán fue uno de los afectados, pues durante estos meses dejó de atender, con el riesgo de no abrir otra vez.  “La casa es mía, así es que no tengo que cerrarla, porque es parte de libros, de videos y de la promoción de La Paz Maravillosa”, sostiene Robert.

El pub-repositorio volvió a atender hace un tiempo, con todas las medidas de bioseguridad y mediante reservas, con el fin de preservar la salud de sus visitantes, quienes se sentarán en uno de los sillones antiguos para mirar a todos lados y descubrir cuántos objetos ha reunido Robert, en un espacio que parece haber detenido el tiempo de sus antigüedades.

Empanadas y tamales de Tupiza

Uno de los atractivos de La Costilla de Adán son las empanadas y tamales de Tupiza, que tienen un aroma y sabor únicos. Con el fin de garantizar la bioseguridad  de sus visitantes, La Costilla de Adán atiende previa reserva. Para ello se debe llamar al teléfono 72074518. El pub-repositorio se encuentra en la calle Armaza Nº 2974, a media cuadra de la plaza Adela Zamudio y detrás de la discoteca Forum, en Sopocachi.