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Historia de un artesano del ajedrez

La vida de don Esteban Justiniano, oriundo de Caquiaviri, no fue diferente a la de varios artistas y artesanos en Bolivia y el mundo. Era un artista de la madera, era un emprendedor de pequeña empresa, era un padre de familia, era un ajedrecista apasionado. 

Él, como muchos, se hizo un experto en su área a través de pura voluntad, creatividad y destreza; él, como muchos, ponía toda su dedicación en realizar algo bello o memorable, pero con sus maderas; él, como muchos, se convirtió en alguien vulnerable desde el inicio de la pandemia. Él, como muchos, fue un artesano que falleció a causa del COVID-19.

Pero para sus tres hijos —Omar, Eduardo y Dante—, don Esteban aún es muchas cosas, excepto alguien más de un montón. Para ellos, su padre es alguien único, un verdadero ejemplo, una historia que merece ser contada.

Fallecido el 24 de enero del año que corre, Justiniano fue mejor conocido como el fundador y principal promotor de Tablebol, un taller artesanal de diseño y fabricación de juegos de ajedrez en madera, empresa con la que recorrió Bolivia tratando de popularizar este juego de mesa.

“Dedicación y paciencia con la madera”, así define Omar Justiniano a su padre. Uno de los pocos bolivianos —si no es el único— que dedicó su vida exclusivamente a la fabricación de trebejos y tableros. No sillas, ni mesas, solo tableros y piezas de ajedrez con un grado de meticulosidad y dedicación tal que parecería excesivo para alguien que después debía enfrentarse a todo lo que conlleva un emprendimiento de pequeña empresa.

“Había semanas que mi papá se quedaba de lunes a domingo trabajando. No salía ni a comer, ni a cobrar, y por eso él decía que iba a ser el único artesano de este deporte con ese grado de dedicación”, agrega Omar Justiniano.

El ajedrez, al menos en Bolivia, no es un deporte que reciba tanta atención como otros, peor aún en 1988 cuando Justiniano fundó Tablebol. El ajedrez siempre le había apasionado y al ver que sus hijos tenían mucho talento en el juego, esa fue su forma de estar más involucrado.

“Hoy en día pienso que esta era una apuesta por demás arriesgada ya que no existía un mercado seguro, ni siquiera dentro del ámbito de los jugadores de ajedrez. Además, que hasta ese momento mi papá no se había dedicado al torneado o tallado de trabajos en madera de forma artesanal”, relata Omar Justiniano.

Pero para don Esteban Justiniano no fue más que ponerle empeño a un oficio más. Nacido un 5 de septiembre de 1949, tuvo que migrar a la ciudad a sus siete años siendo huérfano para después trabajar en todo lo que pudo desde entonces.

“Él me decía que si quería saber cómo era su infancia, debía ver la película Chuquiago. Él se conceptuaba con el niño de esa película que es abandonado y puesto a su suerte”, cuenta su hijo. “Él disfrutaba caminar por la Busch y nos contaba que tuvo la oportunidad de construir todas las casas en esa avenida como ayudante de albañil. Se sorprendía de haber llegado a vivir en la calle Cuba, tan cerca de las casas que él había construido en esa etapa de su vida”, agrega.

Ávido lector y voraz trabajador, un 4 de octubre de 1976 se casó con Pastora Segales, con quien inició una familia de cinco que tenía que compartir un cuarto muy pequeño, el cual el artesano supo acomodar para que estuviera lleno de gratos recuerdos que todavía atesoran con amor sus hijos, ahora adultos.

LA GRÁFICA

TALLER. El trabajo de más de 30 años de un artesano se junta en el taller que Esteban Justiniano tenía en la calle Cuba de Miraflores, un barrio que ayudó a construir Foto: Álvaro Valero

Foto: Álvaro Valero

Foto: Álvaro Valero

Foto: Álvaro Valero

Foto: Álvaro Valero

Todo esto sucedió mientras su socio de Tablebol, el artesano Miguel Averanga, le enseñaba a fabricar los trebejos y tableros de ajedrez en madera. “El caballo siempre fue la pieza más complicada y mi papá se empecinó en ser él quien talle los caballos, la pieza más importante para los ajedrecistas consumados”.

“Los inicios fueron duros, ya que los ajedrecistas promedio, al no dedicarse a una profesión pagada, carecían de recursos y no se constituían en el mejor mercado para Tablebol. Sin embargo, esto representaba para mi papá un reto que decidió afrontar buscando nuevos mercados”.

Así fue como Tablebol llega a los lugares más recónditos de Bolivia. Puerto Suárez, Yacuiba, Charaña y Guayaramerín son solo algunos de los lugares donde militares y mineros se convirtieron en los mejores clientes del artesano que sabía que al volver a casa, le esperaba la labor de seguir creando tableros para volver a partir de viaje para venderlos.

“Durante su vida como artesano, no creo que sea exagerado decir que él ha difundido el deporte ciencia de mejor manera que el mejor profesor de ajedrez. Este deporte, considerado elitista, para él era todo lo contrario: para practicarlo uno simplemente necesita pensar”.

Al buscar mercados, Esteban llevó el ajedrez a niños, jóvenes y adultos que nunca se hubieran acercado a este deporte por lo lejos que se encontraban de las grandes ciudades. Él quería que los niños se acerquen y pregunten cómo se juega. “Entonces me pregunto, ¿quién llegó a este grado en cuanto a difusión del ajedrez como Esteban Justiniano?”, agrega Omar.

LEGADO. Los hijos y nietos de Esteban Justiniano buscan cómo continuar el legado que el fundador de Tablebol creó con su taller artesanal de ajedrez. Foto: ÁLVARO VALERO

El placer de jugar y pensar

Muchas personas recuerdan a quién les enseñó a jugar su primer ajedrez; por eso mismo, Esteban siempre será una leyenda entre sus hijos y nietos.

Asentado en Miraflores desde 2011, don Esteban Justiniano no sabía que aquellos serían sus años más dichosos, con sus hijos ya adultos, viviendo solo con su mujer en el barrio que ayudó a construir, haciéndose préstamos del banco —que pagaba con religiosidad— para seguir trabajando en su taller artesanal.

Pero en 2014 falleció su esposa, su compañera, “la única en la que podía confiar” y desde entonces se empezó a preguntar cuándo sería que volvería a estar con ella. En esos momentos sus tres hijos y sus seis nietos lo convocaban por turnos para que él pase temporadas en las diferentes casas familiares, pero el artesano siempre quería volver a su taller, donde había vivido con su esposa, para trabajar en sus tableros.

Así lo pilló la cuarentena. Encerrado en su taller, trabajando, preocupado de no poder salir para conseguir materiales, para vender juegos, para pagarle al banco.

“Imagino que se sentía como león enjaulado”, presume Omar Justiniano, quien también recuerda que ni bien pudo, sin avisar a nadie, don Esteban se lanzó a la calle para seguir trabajando, pues necesitaba pagar deudas. Hasta que se enfermó.

“Nos hemos movilizado rápido pidiendo ayuda por todos los medios. Logramos ingresarlo al Hospital Obrero, pero cuando sacaron las tomografías nos dijeron que ya tenía una lesión de antes. Era todo lo que había trabajado pasándole factura”, recuerda Omar con la voz quebrada.

Los últimos tres días fueron fulminantes. El grado de daño a su pulmón ya era del 80% y en ese tiempo no había una Unidad de Terapia Intensiva (UTI) libre. “Incluso había una disposición de que mayores de 50 años no podían ingresar a una UTI por mucho que la necesitaran”, cuenta Omar.

Pero don Esteban, recordando el calvario que había pasado su mujer en una UTI antes de fallecer, se alegró de poder ahorrarse esa tortura y se dedicó a hablar con sus hijos, con sus nietos, orientándolos para la vida, indicándoles qué hacer con su legado una vez haya muerto. “Soy un artesano que no va a aparecer nunca más y quiero que me recuerden así”, dijo don Esteban antes de fallecer en casa a los 71 años.

“El objetivo de mi papá no creo que haya sido ganar mucho dinero, sino lograr difundir el ajedrez y así llegó a varios lugares donde no hay ni siquiera televisión. Él quería que su nombre perdure a través de Tablebol”, resume Omar.

Hoy todavía quedan algunos juegos de don Esteban, los cuales sus hijos venden para poder pagar las últimas deudas del artesano. Mientras lo hacen, tratan de recordar las lecciones de tallado que les dio su padre cuando tenían 15 años para volver a practicar y tratar de mantener vivo el taller de Tablebol.

Para mayor referencia puede contactar al celular70111414o al correo electrónicojustiniano.omar@gmail.com