Bolivia en ‘La Mostra’ de Venecia
¿Para qué sirven los festivales de cine? Mary Carmen Molina repasa la presencia de Bolivia en Venecia, que recibirá a ‘El gran movimiento’
FESTIVALES DE CINE
17 de julio de 1969, matutino Hoy de La Paz. “Aproximadamente 500 personas, entre universitarios y público que se dio cita en el teatro 16 de Julio para ver la película nacional Yawar Mallku, bloquearon El Prado por espacio de 20 minutos, a las 21.30 de ayer, al haber sido suspendida la función. Los universitarios indicaban que no es justo que se censure una película que presenta la realidad del país”. El segundo largometraje de Jorge Sanjinés y el Grupo Ukamau destapaba el caso de esterilizaciones inconsultas realizadas por el Cuerpo de Paz norteamericano en el altiplano boliviano. Pocos meses más tarde, en septiembre de 1969, la denuncia que hacía Yawar Mallku fue conocida por el mundo en el estreno de la cinta en el Festival de Cine de Venecia. La película de Sanjinés se constituyó —como señala la investigadora de cine Isabel Seguí— en uno de los pocos casos en la historia en que un film logra hacer una denuncia con consecuencias políticas tangibles: “Tras demostrarse en dos comisiones de investigación (del Congreso y la Universidad) que la denuncia realizada en la película […] era cierta, el gobierno del general Juan José Torres expulsó [en 1971] a este organismo del país” (tesis de máster, 2013).
Yawar Mallku ganó el Timón de Oro en el Festival de Venecia y a este reconocimiento internacional le siguieron otros, como la selección del film en la lista de la Unesco de las 100 películas más importantes de la historia del cine (1995). Esta película es la que abrió de manera más efectiva la circulación de la cinematografía del Grupo Ukamau en el sistema internacional de visibilidad del cine: los festivales. En un país como Bolivia, cuya producción cultural se constituye casi completamente aislada del ritmo y las prácticas de los circuitos internacionales de exhibición y consumo, los festivales de cine se perciben como espacios un tanto difusos en cuanto a su funcionamiento y utilidad. El alcance histórico nacional e internacional de la obra del Grupo Ukamau es prueba del poder que tienen los festivales, incluso en latitudes al parecer tan periféricas como la nuestra. En entrevista con LA RAZÓN, el crítico y programador argentino Roger Koza afirma que “los festivales constituyen un sistema de visibilidad diverso, el cual vindica (e ignora) carreras, abre caminos para las películas por fuera del circuito de los festivales, impone discretamente poéticas y políticas, y expande la noción de qué se puede entender por cine en el tiempo en que transitamos”.
En este sistema, el Festival de Venecia no es solo el certamen más longevo, sino una de las plataformas más prestigiosas para sentar y expandir el cine que importa internacionalmente a mediano y largo plazo. Yawar Mallku de Jorge Sanjinés no es la primera ni la más reciente película boliviana que se estrenó en la gran sala de la muestra italiana. Del archivo histórico de este festival y de la memoria del cine boliviano se rescata una muy acotada lista de piezas cinematográficas nacionales participantes: tres cortometrajes y cuatro largometrajes, presentados en el festival entre 1953 y 1995. A la lista se suma, este septiembre, una nueva cinta: El gran movimiento, segundo largometraje del director paceño Kiro Russo.
LA MEMORIA
Las primeras películas bolivianas que se exhibieron en el Festival de Cine de Venecia fueron tres cortometrajes documentales producidos por el Instituto Cinematográfico Boliviano, creado en 1953, durante el primer gobierno de Víctor Paz Estenssoro. De acuerdo con los archivos del festival, en 1953 y 1954 se presentaron en la Muestra internacional del documental y el cortometraje que el certamen acogía La leyenda de la Kantutay Aggio, ciudad blanca, ambas piezas dirigidas por Waldo Cerruto, cabeza del ICB. En 1954 también se exhibió Pequeños grandes volantes, una producción para la que el Instituto organizó una gran carrera nacional de cochecitos sin motor, con la participación de pequeños y pequeñas al volante que llegaron de todo el país, según un reportaje publicado en la revista de cine del ICB, Wara Wara (único número, 1954). 15 años después de la presentación de estos tres cortometrajes, Yawar Mallku fue el primer largometraje boliviano estrenado en Venecia. En 1974, el Grupo Ukamau presentó otra de sus emblemáticas películas, El coraje del pueblo (1971); y, más cerca de nuestros días, en 1984, estrenó Las banderas del amanecer, documental dirigido por Sanjinés y Beatriz Palacios. Un poco más de una década después, en 1995, la realizadora boliviana Mela Márquez llevó a Bolivia nuevamente a “La Mostra” de Venecia, con su opera prima Sayariy.
Formada en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma, Márquez llegó al Festival de Venecia con un film sobre el ritual del tinku en las comunidades quechuas Umagila y Fichichua, del norte de Potosí. “Ese año el festival era dirigido por Gillo Pontecorvo, el director de una película tan emblemática como La batalla de Argelia. En julio se hicieron los visionados de preselección. Mi productor Gianluca Arcopinto y yo estuvimos en la sala junto a él, quien nos dijo ese momento que quería la película en el festival”. Sayariy ganó el Premio Kodak a la mejor opera prima, en una sección hoy inexistente en Venecia, dedicada a primeras películas. Luego, el film de Márquez estuvo en 36 festivales. Para la directora, “el cine es una ventana”, y los festivales y premios son la forma de visibilización de las películas en el mundo. En general, “las producciones bolivianas no se oyen en ninguna parte”, por lo que considera que una nueva presentación en el Festival de Venecia es fundamental porque demuestra que “en Bolivia hay talento”.
EL PRESENTE
Filmada íntegramente en Super 16 mm en La Paz, entre abril y noviembre de 2019, El gran movimiento de Kiro Russo es la nueva película boliviana que se estrenará en el Festival de Venecia 2021. “Es como ir a las Olimpiadas o al Mundial. Creo que es importantísimo porque sienta la presencia de Bolivia y del cine latinoamericano en el mundo. El estreno en Venecia es una alegría muy grande para mí como director, porque confirma todas las cosas que he planteado en la película, mi estilo, cuestiones formales, estéticas, temáticas.
” Desde su formación en la Universidad del Cine de Buenos Aires, los festivales constituyen para Russo las alas del cine. “Gracias a ellos he aprendido muy profundamente cómo es la distribución, la relación con agentes de venta o con productoras internacionales. Pero también los festivales han sido mi gran formación cinéfila”, explica el director. Su primera película, Viejo calavera (2016), fue seleccionada en 80 festivales y obtuvo 23 premios, datos que prueban la ventana que significan los certámenes internacionales para el cine boliviano. “Los festivales de cine son la estructura creada para clasificar, evaluar y distribuir el cine. Es el medio y la forma de existencia de las películas. Hasta hoy los principales festivales son los que dictan lo que se va a ver cada año”.
Russo tiene muchas expectativas sobre el estreno de su film en Venecia. Para el programador de festivales Roger Koza, el director paceño “ha hecho una obra maestra; su segundo largometraje es una de las películas del año. Una película como la de Russo es la que justifica la existencia de festivales”.