Icono del sitio La Razón

Certificación, una apuesta por el turismo

Lo primero que se hace cuando se decide viajar es soñar despierto con la locación, con el mejor hotel, con las fotos e historias que al volver serán una forma amigable de presumir un escape de la rutina para conocer otras tierras. Después hay que ponerse realistas. Cuánto costará, qué debería empacar, cuántos días puedo ir y, por supuesto, investigar el destino deseado. Cuál es el mejor hotel, qué opciones pueden hacer sentir al viajero más seguro en tierras foráneas.

Sin embargo, a todas estas interrogantes hoy se suma una que resulta muy importante: ¿se trata de un lugar seguro para evitar el contagio de coronavirus?

“El COVID-19 ha cambiado el mundo”, afirma Darío Lora, gerente comercial del Hotel Luna Salada en el salar de Uyuni, un establecimiento que en marzo de 2020 tuvo que parar sus actividades hasta finales de ese mismo año, cuando volvió a operar, pero solo con turistas nacionales.

Antes del coronavirus, el municipio de Uyuni estaba lleno el año redondo de europeos, estadounidenses y asiáticos que se congregaban en las diferentes temporadas, generando recursos para los hoteles, las empresas operadoras de turismo y los comerciantes del lugar.

“Ahora ves a Uyuni un poco vacío y sin mucho movimiento”, declara Lora. Este administrador de empresas de 35 años reconoce que el turista nacional ayuda a mitigar la crisis, pero los ingresos que éstos generan no se pueden comparar con las épocas en que Uyuni, ubicado en el departamento de Potosí, recibía tres vuelos diarios de cada aerolínea.

No solo ya ni hay vuelos: muchos restaurantes han cerrado, algunos hoteles están en situación crítica y guías de turismo han tenido que cambiar de rubro.

Algo parecido sucedía en el municipio de Toro Toro, ubicado en la provincia Charcas, en el extremo norte del departamento de Potosí, a 140 km de la ciudad de Cochabamba. Toro Toro es un pueblo que vive de su actividad turística por su alto efecto multiplicador en la economía, que involucra a muchos sectores. Así lo explica Gonzalo Mérida Coímbra, coordinador en el municipio del Centro de Investigación y Servicios en Turismo (Cistur) de la Universidad Católica Boliviana (UCB) “San Pablo”, quienes realizan investigaciones en este destino.

Mérida lo deja claro. En 2019, el beneficio promedio del turismo a la economía local era de alrededor de Bs 26.800. En 2020 eso se redujo a 5.200, debido a la cuarentena rígida, primero, y al miedo al contagio del turista internacional, después.

Pero, entonces, los torotoreños se organizaron e hicieron algo que les permitió dar un salto importante a la reactivación: fueron certificados a nivel internacional como el primer destino bioseguro y sostenible de Bolivia.    

LA GRÁFICA

DETALLES. El grato y lujoso ambiente de Luna Salada no basta para atraer turistas, solo una certificación internacional logra vencer susceptibilidades

TURISMO. Municipios como Toro Toro dependen del efecto multiplicador que tiene el turismo en la economía local y fueron muy golpeados por el COVID-19

La certificación internacional para el turismo en relación a las medidas de bioseguridad es una relativamente nueva exigencia del turismo internacional.

Actualmente, cuando los turistas de Alemania, Japón y otros países comienzan a soñar con viajar, una de las primeras cosas que observan es si el hotel o destino al que quieren llegar cumple con la normativa de gestión de riesgo en bioseguridad.

Es decir, si es que hay algo que certifica que tienen y cumplen con rigurosos protocolos internacionales de bioseguridad. En Bolivia, la encargada de esta certificación es International Dynamic Advisors (Intedya), especializada en gestión de riesgos y cumplimiento normativo en varios rubros, incluyendo el turismo.

Linett Salinas Cossio es directora asociada internacional en Intedya Bolivia. Su organización realiza auditorías para otorgar estas certificaciones, pero también ayuda en la formación de las empresas para mejorar el modo en que trabajan para poder otorgar estas garantías a los clientes internacionales.

“Cuando Luna de Sal estaba en proceso de certificarse, ya tenía demandas de cadenas internacionales como Marriot International o agencias de turismo grandes que piden formularios y ese tipo de requisitos, pues el estándar internacional es exigente”, asevera Salinas.

El proceso de certificación toma 12 meses en que se realizan de tres a cinco auditorías —una de ellas debe ser sorpresa—, en las cuales los evaluados tendrán que demostrar que sus programas y protocolos de bioseguridad están a la altura de las exigencias nacionales e internacionales. 

“Te capacitan desde cómo recibes al huésped hasta el check out, todo el proceso. Se debe tener mucho cuidado en cómo mantener las distintas áreas, cómo desinfectar, cuál es el correcto uso de los desinfectantes”, enlista Lora en Uyuni.

Los precios de la certificación dependen del tamaño de la operación y oscilan entre $us 500 y 5.000, con $us 2.000 a 3.000 como costo promedio para operaciones como Luna Salada, cuyos precios, sin contar paquetes y promociones, pueden estar entre Bs 400 y Bs 1.000, incluyendo hospedaje, tours e incluso transporte.

“Vale cada centavo esta carta de representación en el exterior”, asegura Lora. El certificado debe ser renovado cada año, lo cual significa una inversión importante, pero el gerente comercial de Luna Salada sabe que esto dará resultados en 2022.

Más complejo es el caso de Toro Toro. Mientras que un hotel depende de su gerencia para tomar la decisión de certificarse, en el municipio se tuvo que coordinar entre 10 instituciones, en una industria turística que involucra a más de 250 personas y que beneficia indirectamente a alrededor de 2.250 familias.

“Sea un mercado, un centro de comercio, un hotel, este sitio cuenta con las medidas de bioseguridad necesarias para recibir visitantes, pues hubo un muy resaltable enfoque de trabajo por la unión, la interacción y la decisión de todas las instituciones de integrarse en este proceso”, analiza Mérida de Cistur, entidad que lleva 12 años trabajando con Toro Toro como centro de investigación académica.

“No ha sido fácil acostumbrarse con el barbijo y todo eso, pero uno quiere cuidar tanto su salud como la de las personas que nos visitan. Obtener la certificación es un gran logro que se ha obtenido gracias a cada uno de nosotros”, acota Casilda Choque, miembro de la oficina de guías, certificada por Intedya.

Más allá de todo eso, Salinas  tiene la urgencia de hacerle entender a las empresas bolivianas que el cliente internacional es susceptible y se desanima cuando no encuentra estas certificaciones oficiales. “Sí, es un poco difícil pagar el monto, pero tú sabes que el mundo está cambiando. El coronavirus se va a poder controlar, pero igual vamos a vivir un poco más con esto y Dios quiera que no sea bastante tiempo. Pero mientras tanto, esta inversión nos dará frutos a la larga”, asevera Lora, con la fe puesta en que las actividades del Hotel Luna Salada van a reactivarse. Le hace eco Mérida, quien rescata que todo este proceso de certificación también generó importantes acercamientos comunitarios que crearon nuevos liderazgos en Toro Toro y hasta ayudó a despolitizar el entendimiento del COVID-19 en el municipio.

Mientras Salinas establece acuerdos con entidades como la Cámara Hotelera de La Paz para que se logren certificaciones con precios que resulten más accesibles para todos, espera que casos exitosos como el de Toro Toro inspiren a otros  a contactarse con Intedya, escribiendo al infolapaz@intedya.com, o llamando al 76530044. “El objetivo es 2022”, apunta Lora, quizás soñando con turistas de todo el mundo que ya estén planificando en pasar unas vacaciones en Bolivia.

FOTOS: HOTEL LUNA SALADA, LA RAZÓN