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Loncon: Se entendió que todas las luchas iban por el mismo camino: la ‘dignidad’

La presidenta de la Convención Constitucional de Chile, la mapuche Elisa Loncon, habla de los retos y el aporte indígena para la nueva Constitución

/ 15 de agosto de 2021 / 18:47

Elisa Loncon es una mujer mapuche de 58 años y una destacada académica. Estudió Pedagogía en Temuco, Chile, es magíster en Lingüística por la Universidad Autónoma Metropolitana, México; doctora en Humanidades por la Universidad de Leiden, Holanda; doctora en Literatura por la Universidad Católica, Chile; Postítulo del Instituto de Estudios Sociales de La Haya; Postítulo de la Universidad de Regina, Canadá, y actualmente es la presidenta de la Convención Constitucional (CC) en Chile. Para hablar acerca del origen de esta inédita Convención en el vecino país, su implementación y retos, dialogamos con esta mujer que hace historia.

—A más de un mes de instalada la CC (4 de julio), ¿cómo valora su funcionamiento y en qué se ha avanzado?

—El trabajo ha sido intenso, hemos tenido logros y estamos en un proceso donde está naciendo una nueva Constitución, un nacimiento amado por el pueblo, pero también no deseado por quienes han estado en la política de las decisiones de la élite —el poder económico, el poder político—, por quienes han gerenciado el proceso político chileno para beneficio de unos pocos y de las transnacionales, no para el del pueblo.

En un mes de trabajo partimos por instalar el proceso constituyente como un poder originario, porque éste es un órgano autónomo y sobre esta presidenta no hay nadie. Estamos trabajando frente a un poder constituido como es el Estado de Chile y el Gobierno, el que no ha sido el más colaborador con el proceso y los sueños que tienen los distintos pueblos del país. No obstante, aquí hay aprendizaje de historias, de procesos y experiencias alternas en las que nos hemos apoyado para instalar la Convención: esos son los servicios públicos de la Cámara de Diputados, del Senado, academias, universidades, gremios, igual de servicios públicos como el Colegio Médico, con múltiples apoyos de experiencias, más la convicción de la mayoría de los constituyentes.

Además de la instalación, le hemos dado una institucionalidad a partir de con venios que estamos firmando: con Transparencia, con Comunicación, con universidades, para el Protocolo COVID —porque nos toca trabajar en un momento de una crisis sanitaria y no podemos exponernos al sufrimiento que causaría este virus—, entre otros.

Hemos instalado ocho comisiones que están trabajando para alimentar el reglamento que nos hemos propuesto terminar a fines de agosto o comienzos de septiembre. Después vamos a poder hacer el trabajo territorial, participativo, con organizaciones, con cabildos, con pueblo, con instancias de la sociedad civil, para así entrar a la etapa de ver los contenidos para la nueva Constitución.

En la parte de la no colaboración, en Chile venimos con el anhelo de cambiar la Constitución, que nace de un estallido social el 18 de octubre de 2019 y finalmente concluyó en unas votaciones a través de un plebiscito para optar por una nueva Constitución, con un 80% de aprobación y un 20% de rechazo a esta iniciativa. Ese 20% se ha instalado en la CC, es decir, las personas que votaron por el rechazo, posteriormente entraron para ser electos constituyentes y están instalados en minoría, aunque hay que decir que todos somos minorías acá, no hay supramayorías. Pero esa minoría ha mantenido su postura de rechazo a iniciativas que son importantes para el trabajo de la Convención.

Aquí quisiera explicar un poco por qué todos no somos mayoritarios. Un tema importante es la paridad, ahí somos 50% de hombres y 50% de mujeres, componente significativo que tiene la escritura de esta Convención, la que se ha profundizado más allá ya que se entiende la paridad no solamente como una cuestión binaria de relación hombre-mujer, sino como una paridad mujer-mujer que está instalada en la sociedad, en la cultura chilena y en culturas originarias donde las mujeres, abuelas, nietas, madre e hija resuelven los problemas, y ha sido la historia que tiene el movimiento feminista de igual forma. Empero, los sectores políticos tradicionales no son mayoritarios, la derecha no es mayoritaria y lo que se podría llamar izquierda tampoco lo es, lo que es centro no es mayoritario, los pueblos originarios tenemos 17 escaños y no somos mayoritarios, las diversidades sexuales no son mayoritarias, por lo que en la Convención estamos obligados a conversar y buscar cohesión, a instalar conversaciones para compartir puntos comunes y llegar a una votación mayoritaria.

Hasta el momento nos hemos dado un sistema que otorga derecho a todos los convencionales para expresar su votación, sus planteamientos, sus puntos de vistas, para que todos participemos en igualdad de derechos, incluyendo la toma de palabra, que la logramos articular y organizar con paridad, con plurinacionalidad, con regiones, con diversidad de identidades sexuales, incorporando igualmente a los representantes de los partidos políticos. Eso implica tener una forma transversal de ejercer el pleno, una manera horizontal de hacer el gobierno de la Constitución. La verdad es que estas formas, como el gobierno horizontal, son herencia de las naciones originarias, donde tomamos decisiones por consenso. Por eso es que les digo que me ha tocado activar los valores, los conocimientos, las experiencias de las naciones originarias, que están nutriendo sustantivamente una manera distinta de ser demócratas, de incluir a las diferencias, a las minorías.

DEBATE. La primera sesión de la Convención Constituyente, con Loncón dirigiendo en la testera

—¿Cómo vislumbra el trabajo de redacción de la Constitución? ¿Cuál va a ser la metodología, la participación de regiones y los canales de comunicación entre el pueblo y las y los constituyentes?

—Tenemos una comisión que trabaja el tema de la descentralización; otra atendiendo la participación y consulta indígena. Ellas van a alimentar el reglamento que nos permita hacer una participación democrática, inclusiva y vinculante. Para nosotros la Constitución no se puede redactar entre los 155 convencionales. Hay una sociedad activa importante, incluso hay un plebiscito de salida en que la ciudadanía tiene que votar por esa Constitución, si la aprueba o no. Por eso, para que tenga buen puerto, la ciudadanía y nosotros hemos considerado que es importante la participación, eje que va a nutrir y dar contenidos y significado a la Constitución.

Paralelo a eso estamos haciendo convenios con las universidades, los haremos con los municipios, para que nos faciliten los espacios y la articulación con los territorios. La CC tiene un tiempo muy corto, pero al mismo tiempo tiene muy poco presupuesto para poder trabajar y llegar al último rincón, de modo que estamos sumando apoyos de entidades estatales y organizativas que ya están en el territorio, para que sean las comunidades y organizaciones, con su gente, las que nos reciban en los distintos lugares. La idea es que no solo tengamos sesiones acá en Santiago, sino también en regiones, para dejar clara la demanda instalada en Chile de la descentralización.

El gobierno centralizado que hemos tenido ha llevado a empobrecer las regiones. No hay foco de desarrollo regional porque todo se lleva a Santiago, y ésta termina siendo la gran urbe superpoblada donde la gente llega por trabajo, mientras las regiones están siendo abandonadas. Y eso duele porque este país es rico, porque tiene muchos bienes naturales que están en las regiones y que la gente está dispuesta a valorar, a darle un sentido, para el futuro de la región y sus comunidades.

HISTÓRICO. La académica indígena expone la bandera mapuche, el 4 de julio, cuando fue elegida presidenta de la Convención

—¿Entendemos que usted diseñó la bandera Mapuche? ¿Cómo se convirtió en símbolo de la lucha antisistema en el Chile actual?

—El tema de la bandera, la idea, el origen, surge por la emergencia indígena de la lucha por los 500 años de resistencia indígena y popular, en la década del 90 del pasado siglo. Antes de eso ya venía una reflexión de las organizaciones sociales mapuche sobre el derecho a la autonomía, la capacidad de tomar decisiones, la autodeterminación; esto nos llevó a buscar un sistema de organización propio, que es la manera ancestral de cómo nosotros estamos organizados, liderados por autoridades originarias: personas sabias de diferentes ámbitos —sabios de la medicina, del discurso oral, de la dirigencia, mensajeros—. Nosotros tenemos esa autoridad originaria en nuestras comunidades y fue la autoridad comunitaria la que resistió los tres siglos de conquista que instalaron en el tiempo de la Corona española.

Con aquella autoridad originaria mantuvimos esa lucha permanente y se hicieron los tratados con el gobierno de Chile, solo que después éste vulneró esos tratados y ocupó el Wallmapu—nuestro territorio— y nos empobreció, perdimos la lengua y atacaron nuestra identidad, porque los pueblos originarios hemos sido catalogados casi como personas sin alma, como personas atrasadas y opuestas al desarrollo, lo que mermó la identidad y el valor de ser indígena, de ser mapuche. Pero, para 1992, con esa emergencia indígena, instalamos la organización tradicional como nuestra propia organización. Nosotros teníamos movimiento autonomista y con éste fue que decidimos exteriorizar nuestra identidad de mapuche con una bandera, asumiendo que todos tenían una bandera y nosotros andábamos detrás de la chilena, que era justamente la que nunca había considerado nuestros derechos.

—En términos prácticos, ¿cómo fue esa labor de creación simbólica que nos menciona?

—Asumimos hacer la bandera, como dije, en 1992. Participé en ese proceso trabajando la memoria oral, formando mensajeros —los werkén—, a quienes nos tocó capacitar para que salieran a recoger esa memoria oral. La bandera se construyó con la memoria oral, de la recuperación y defensa de las tierras, la memoria oral sobre el trabajo de la mujer, la medicina, el conocimiento de la filosofía. Y se fueron relatando historias que se convirtieron en colores; hubo 300 propuestas de bandera que se convirtieron después en una por identidad territorial y luego hubo una fusión de la que salió la bandera mapuche: Wenüfoye.

Con el estallido social, lo que ocurrió es que la democracia pactada, la de los acuerdos de los que participaron partidos de izquierda, derecha y centro, se alejó tanto de la demanda de los pueblos que perdió legitimidad y representatividad. Entonces el pueblo de Chile, que por autodeterminación decidió salir a decir “basta”, retomó la bandera mapuche porque es de resistencia, aunque ahí además hubo una lectura de legitimidad de la historia de defensa de lucha que tiene del pueblo mapuche con la historia de defensa que tiene el pueblo de Chile, de las mujeres del movimiento social; se entendió que todas las luchas iban por el mismo camino, al que se llamó: “dignidad”.

—¿Por qué el tema de la plurinacionalidad es clave?

—A causa del contexto descrito es que estamos instalando la demanda de la plurinacionalidad, que significa el reconocimiento de las naciones preexistentes, y sobre todo de sus derechos. Que se garantice el ejercicio de sus derechos es la tarea que tenemos que instalar en la Constitución, porque no sería bonito tener un texto que hable de los derechos pero que no dé garantía de éstos. Por eso hay que hacer un trabajo muy fuerte con la sociedad chilena, con los sectores políticos que están en la Convención, para tener el voto de esa garantía de plurinacionalidad.

La garantía de plurinacionalidad además tiene un componente de fondo que tiene relación con el valor que los pueblos le damos a la convivencia social y a la naturaleza, que aquí se llama Kume Mongen (Buen Vivir) y reconoce el respeto a la existencia de los seres que somos parte de la naturaleza: hombres, mujeres, ríos, agua, cerro, todos tenemos derechos. Esto implica instalar la interculturalidad en la Constitución, para que Chile asuma la demanda de que hoy día somos plurinacional, pero además de que si no defiende en conjunto a la Madre Tierra no está garantizando los derechos de las regiones que luchan por el agua, por tener tierras sanas y  libres de toda la contaminación de químicos que producen las grandes empresas productoras  que están afectando incluso la vida de las gentes de las comunidades.

Por esa razón el Kume Mongen se suma a la relación de interculturalidad que queremos instalar en la CC, de manera que las naciones originarias estaríamos haciendo un aporte sustantivo para la convivencia y el futuro de este país plurinacional y en lo específico para las naciones originarias con el derecho de proyectar nuestra vida, nuestra visión de mundo, filosofía, nuestro vínculo con la Madre Tierra. Eso implica a la vez activar y darle función social en todos los niveles a los cursos de nuestra lengua originaria: hay que entender que hoy, por ejemplo, el 10% de la población mapuche habla el mapudungún; sin embargo, cuando nosotros hablamos el mapudungún en la Constituyente se genera un efecto multiplicador del valor del idioma, porque al niño que está escuchando y tiene la posibilidad de ver la televisión y ver que estamos con otro idioma, le surge la necesidad de aprender y conocer esa lengua.

En síntesis, la Convención Constitucional, junto con ser un espacio de negociación para trabajar la nueva Constitución, se transforma así en un espacio pedagógico que da nuevas señales y temas que se instalan para un nuevo Chile, por eso es que pedimos colaboración, colaboración y más colaboración de los sectores que trabajan, profesores, universidades, investigadores, personas que están trabajando los temas que vemos en la Convención.

A grandes rasgos, eso es cómo nos encontramos, cómo trabajamos y cuáles son nuestros avances. Han habido situaciones no muy agradables para mí como presidenta, mujer e indígena, porque he tenido que encontrarme con el racismo, el cual pensé que ya no existía.

FOTOS: EQUIPO DE ELISA LONCON Y AFP

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Violeta admirable

/ 6 de febrero de 2023 / 01:46

El antipoeta Nicanor Parra describe en un bellísimo poema dramático lleno de dolor tanto como de admiración y amor a su hermana, la increíble artista multidimensional, Viola Chilensis como él mismo la designa, como si se tratara de una especie única e irrepetible. De hecho, así ha sido no solo para su país de origen sino para la historia de la humanidad. No habrá otra “Dulce vecina de la verde selva. Huésped eterno del abril florido”, no habrá otra Violeta Parra. La que recorría toda la comarca “Desenterrando cántaros de greda y liberando pájaros cautivos”.

Violeta nos entregó varias de las canciones más hermosas y agradecidas, las más bellas expresiones de su alma. Terminó con su vida de forma abrupta, disparándose en la sien derecha, una tarde estival en Santiago, exactamente a las 17.45. Un domingo, seguramente caluroso y apacible, como suelen ser los del verano en la capital chilena. Tenía solo 49 años de edad. Un 5 de febrero de 1967, Violeta se fue a los cielos, lo decidió ella con la determinación y arrojo que tuvo durante su vida. Así como por esas contradicciones y angustias que persiguen a las y los genios.

Uno de sus biógrafos, el periodista chileno Víctor Herreros, en su libro Después de vivir un siglo narra que “Muy temprano, tras desayunar, Violeta se encerró en su habitación. Ni Carmen Luisa ni Alberto se atrevieron a hablarle. Allí pasó la mañana. Cuentan que escuchó una y otra vez Río Manzanares”: Mi madre es la única estrella, que alumbra mi porvenir, y si se llega a morir, al cielo me voy con ella, reza parte de la letra.

Algo grande vinculó siempre a la Violeta con Venezuela, ella lleva el cuatro, instrumento nacido en el campo venezolano, a la cultura popular chilena; también incorporó el charango boliviano, y en su canto siempre identificó algún acorde vinculado a la cultura oriental venezolana. Con emoción descubrí que la última canción que escuchó la Viola mientras decidía morir, aquel fatídico día, era aquel canto homenaje al río Manzanares que atraviesa la ciudad de Cumaná, tierra del gran Mariscal de Ayacucho, ahí en su humilde morada previa a la muerte sonaban los acordes compuestos por el venezolano José Antonio López, y que sus hijos Ángel e Isabel reeditaron adaptando la letra.

Al lado de su cuerpo estaba la carta, manchada de sangre, dirigida a su hermano Nicanor Parra, el gran poeta que murió en 2018 con más de 100 años y la guardó por más de medio siglo, como le pidiera expresamente su hermana, hasta después de su muerte. Violeta escribió: “No tuve nada. Lo di todo. Quise dar, no encontré quien recibiera”. “Me cago en los discursos de despedida”. También explica la razón para quitarse la vida. Tal vez, intuyó que la mediocridad —que embarga muchas veces a los medios— expondría su decisión, como lo hicieron, por motivos de amor no correspondido. Por eso Violeta lo dejó bien claro: “Yo no me suicido por amor. Lo hago por el orgullo que rebalsa a los mediocres”.

Estuvimos junto al grupo Kala Marka, este enero, en el museo de la Fundación Violeta Parra, donde realizamos un conversatorio, “un Tinku”, por el reencuentro con la juventud santiaguina. Fueron tantas las emociones que nos embargaron junto con estos grandiosos músicos, conectarse con la memoria viva de la Violeta fue impresionante, llenarse de su energía y la de los jóvenes que asistieron. Fue ese nexo retomado, con el arte de Bolivia, la música, la creación que nos hizo sentir un solo pueblo. Violeta visitó La Paz en dos ocasiones en 1966, impulsó la Peña Nayra, la que fundó Pepe Ballón. Dicen que compuso ahí su canción Gracias a la vida, y que habría comprado el arma de procedencia brasileña. Son datos interesantes, pero no trascendentes. En esa Peña Nayra años después nacen los Kala Marka.

Violeta nos sigue impresionando con su capacidad creativa, su fuerza creadora se regenera con los años y el mundo entero lo recibe. Nos legó sabiduría en la letra de cada canción. En Gracias a la vida, “que me ha dado tanto”, esa brillante cuantificación de los sentidos, no de las cosas ni de bienes, porque no tuvo nada, al contrario, tan injustamente, como suele ser el destino de muchas y muchos grandes artistas, sufrió penurias económicas. Violeta no facturó a pesar de haber creado obras maravillosas. Su Nicanor, por quien ella escribe La carta decía en su extenso poema: “Tu dolor es un círculo infinito que no comienza ni termina nunca. Pero tú te sobrepones a todo. Viola admirable”.

Qué dirá el Santo Padre, Arauco tiene una pena, Los estudiantes, La carta, El guillatún, Volver a los 17, entre cientos de otras. Todas sus letras son claras, precisas, de una profundidad que tanta falta nos hace hoy. Violeta, nuestra eterna e inagotable Viola Chilensis.

Queda tanto por decir.

Cris González es directora de la revista www.correodelal ba.org y exembajadora de Venezuela en Bolivia.

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Kala Marka remeció el Teatro Gran Rex

La agrupación boliviana se presentó con lleno total el 19 de junio en el mítico escenario de Buenos Aires

El grupo folklórico Kala Marka y el ballet dirigido por Paola Miranda se presentaron en el Gran Rex de Buenos Aires

/ 4 de julio de 2022 / 14:17

Para el director, fundador, charanguista y voz de Kala Marka, Hugo Gutiérrez, fue siempre uno de los más grandes anhelos actuar en el mítico escenario del Gran Rex, un desafío que llevó a la agrupación boliviana al más alto nivel de éxito. “Llegamos un par de días antes y paseando por Corrientes, tuve algo de nervios. Ahí estaba nuestro afiche ¡La puerta forrada con los banner de Kala Marka! Todo anunciaba el concierto… estábamos ahí, frente a uno de los sueños de toda mi vida”, explicó el director.

Empezaba la tarde del domingo 19 de junio y miles de personas llegaban en grupos con banderas bolivianas y wiphalas hasta la avenida Corrientes, cerca del majestuoso Obelisco de la ciudad de Buenos Aires, a celebrar el Willkakuti 5530, convocado por Kala Marka en el Gran Rex, uno de los teatros más importantes de América del Sur, por cuyo escenario han desfilado figuras emblemáticas del arte mundial.

La prueba de sonido del grupo musical y de pista para el ballet se inició en un teatro vacío completamente, que en pocas horas llegó a su máxima capacidad.  En la avenida y en el hall del recinto retumbaban los bombos y sikuris que daban la bienvenida a Kala Marka y a su homenaje al Willkakuti 5530.

Junto a Rodolfo Choque, también fundador, quena y zampoñas; Benjo Chambi, el baterista estrella; Freddy Huanca, guitarra eléctrica; Didier Mamani, guitarrista; Edwin Mendoza, bajista; Fernando Gutiérrez, quena y zampoña; y José Abreu, percusionista cubano-boliviano, se lucieron como una de las mejores bandas folklóricas, de raíz aymara-andino-amazónica reconocida en toda la región.

Los temas emblemáticos de la agrupación fueron coreados de pie por los asistentes casi en la totalidad del concierto, que duró alrededor de tres horas; un espectáculo que mantuvo en vilo al público que iluminó de luces el recinto.

La apuesta del ballet Kala Marka, de la mano de su directora Paola Miranda, era llevarnos a un paseo por las danzas bolivianas interpretadas con maestría por 12 bailarines. En la primera presentación en un escenario de este nivel fuera de Bolivia, cada una de las estructuras coreográficas calzaba perfectamente en el escenario del Gran Rex y dibujaba a la Bolivia que ante el hecho creativo, ha generado un inmenso acervo cultural representativo de la América profunda, esa que estamos obligados a descubrir a través de sus expresiones artísticas. El despliegue de música, baile, coreografías y vestimentas de danzas como las del pujllay o el tinku, asombraron a los porteños que acudieron a la cita y esperan repetir el plato.

Sentimientos a flor de piel surgieron  en todas y cada una de las piezas que dan cuerpo a Kala Marka, artistas que zarandearon la sobriedad del inmenso teatro y transformaron la sutileza de sus líneas en una fiesta de luces impregnadas de plurinacionalidad. La despedida fue con el estreno de Saya para vivir, una fusión inspirada en la música y bailes afrobolivianos, con cuya letra rinden homenaje a todo Yungas: “Tienes la magia de tu tierra buena/sueño en ti despertar/besar tus manos y tu piel morena/warmisita, yungueñita, eres mi inspiración”.

Estremeció el apoteósico y emocionado grito “Gracias, Argentina”. En su regazo el Gran Rex envolvió durante una noche la fantasía de un sueño cumplido, que ya resuena histórica.  ¡Jallalla!

FOTOS: CRIS GONZÁLEZ

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