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Releer a Saenz para festejarlo

La razón del aniversario del nacimiento de un escritor o de una escritora debería enmarcarse en la revisión de su obra. O sea, el aniversario debería ser un momento de relectura. Ahora que se están festejando los 100 años de nacimiento de Saenz es un momento interesante para volver a sus libros y a lo que se ha escrito sobre ellos.

Por ejemplo, se podría festejar este siglo con la revisión de toda su obra, entendiendo que desde El escalpelo hay un recorrido escritural que marca una escritura con nudos y relaciones. Por ejemplo, como lo marcan Elías Blanco Mamani y Marcelo Villena, entender que Felipe Delgadono es un libro escrito en un espacio de tiempo breve. Más bien, habría que marcar que fue escrito a lo largo de 20 años. Es decir, para estos 100 años de Saenz deberías poder entender que la obra de Saenz se hizo el tiempo, como un laburo de la escritura. Capaz este sería un buen momento para hacer charlar de una vez por todas su poesía con su narrativa. A tantos años de haber nacido Saenz, y a tantos años también de haber publicado, ahora, sin las ataduras del mito (pero sin poder desenredarnos del todo), sin la pose de quien abjura de lo popular o centro de importancia del escritor paceño, ahora tal vez podemos ir ensayando otras entradas de lectura. Y, también, hacerlas charlar con las lecturas críticas “clásicas”; justo está saliendo un libro de Luis H. Antezana, Hacer y cuidar. Lecturas de Jaime Saenz(La mariposa mundial), que reúne sus artículos sobre la obra de Saenz. Y no olvidar lo que han escrito, entre varios y varias, Blanca Wiethüchter, Marcelo Villena, Álvaro Diez Astete, Elizabeth Monasterios y más.

La importancia de Saenz en la literatura boliviana debería ser revisada en estos festejos centenarios. No para anularla o vencerla, sino para hablar de ella como lo que es, uno de los picos de la literatura latinoamericana del siglo XX. Un buen festejo habría sido reeditar sus libros (inconseguibles por mucho del siglo XXI), pero de eso ya se ocupó Plural Editores. Este es un gran homenaje desde el cariño que se adelantó a estos agasajos.

Y habría que hacer charlar este aniversario con otros más, como el de los 40 años de Felipe Delgado para el que la Carrera de Literatura de la UMSA editó un libro con ensayos sobre esta novela par la colección Los libros del Zorro Antonio. Ahí hay lecturas cuidadosas y rigurosas, que es, en realidad, la forma de honrar a un libro, ya sea desde la academia o desde el amor de la lectura.

El archivo de Saenz guarda sus manuscritos y dibujos

Se me ocurre, además, revisar el corpus publicado por Saenz y elegir el libro preferido de cada quien. Y volver a éste. En mi caso, será La piedra imán. Libro divertido, chistoso y paradójico que compara el hablar huevadas con la búsqueda mística, un ir en pos de un objeto mágico que nunca se logra. En este libro póstumo se pueden encontrar características importantes de la obra de Saenz como el humor y la alquimia, la escritura como una obra que modela el mundo desde el lenguaje.

A estas alturas del partido, ¿qué pasa con la imagen del aparapita? ¿Qué pasa con esa ciudad que Saenz veía mutar para mal o para acabarse en Imágenes Paceñas? ¿Qué es pues El escalpelo? ¿Cómo se recorre esta distancia? ¿Qué pasa con el Tetragrámatony Las tinieblas? ¿Cómo se lee el centro de La noche? ¿Qué hay en el ingreso a Lisboa en Los papeles de Narciso Lima-Achá? ¿Qué implica el juego de los autorretratos? ¿Por qué se ha perdido Felipe? ¿Por qué les gusta tanto a Jaime y a Ismael hablar huevadas? ¿Cómo se llenan y se vacían los cuartos? ¿Qué queda después de eso? ¿Por qué en Tocnolencias no hay comas? ¿Por qué tardó tanto en salir Tocnolencias?

Un homenaje, si lo vale, o, más bien, el festejo de una vida o de una obra implicaría preguntas, dudas, posturas. Es un momento acertado para generar nuevas miradas, para dudar, para caer en la paradoja. Capaz lo único que se pueda hacer para festejar es pensar en sus libros y en su escritura.

Queda, tal vez, imaginar a sus personajes, a los que han vivido y se han muerto, a sus amigos, a esos personajes que habitaban una ciudad de laberintos. Y tal vez al leerlo olvidaremos los estigmas con los que se ha apresado su obra: la noche, el alcohol, etc. Hay eso, pero hay más. Casi a todo autor que ha sido embutido en el canon y que ha sido erigido como faro se lo ha tratado de fijar. La literatura es justo lo otro, el ir en pos (tan saenzeano), el territorio pantanoso de la lectura, el paso del tiempo. Queda la obra paradójica marcada en el papel y nos queda, por suerte, la posibilidad de leerlo y releerlo.

Fotos: Archivo de Jaime Saenz