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Las adopciones desde la mirada de niños y niñas

Cuando un visitante llega a un centro de acogida de niños se escucha: “¿tú serás mi mamá?”, “¿me vas a llevar?”, o se comenta en los corredores “tengo nuevos papás” o “a mí no me van a adoptar porque cumplí nueve años”. Son niños y niñas que a su corta edad también hablan con términos jurídicos sobre la adopción. Ellos irradian esperanza al imaginar una nueva oportunidad de vida, pero también sienten el temor de un segundo abandono. En Bolivia hay 5.678 niños que viven en 180 centros de acogida; no todos serán adoptados —algunos por su edad (el 71% tiene entre 7 y 18 años), otros por su situación jurídica— y pocos retornarán con su familia ampliada.

“Por mi cuenta supe que era adoptado”, menciona Mario Crippa, un técnico industrial que organiza colectas a favor de los centros de acogida. Los años permitieron que Mario mirara el pasado con mayor reflexión. 

“El primer recuerdo que tengo es a mis tres años; estaba sentado en un avión y frente a mí había un televisor, una pantalla grande que me impresionó”, relata Crippa. Ese avión que recuerda era aquel que lo llevaba a Italia a encontrarse con su nueva familia y su nueva vida.

Los padres adoptivos de Mario nunca le escondieron su situación; lo llevaban cada fin de año a una fiesta que era organizada por familias adoptivas. En ese lugar se reunía con otros niños adoptados y conversaban sobre sus experiencias de vivir en otro país, aunque en su caso no había recuerdos del Hogar Virgen de Fátima en La Paz para compartir.

Los últimos datos de los centros de acogida muestran que en 2018 hubo 109 egresos. De estas adopciones, el 85% fueron nacionales, mientras que las adopciones internacionales llegaron a 15%. 

“Más grande empecé a ver libros con fotos de Sudamérica, había fotos de Perú y Bolivia, y pensé ‘tengo que ir’, era algo que tenía en el corazón. Cuando cumplí 25 años llegué por primera vez al país donde nací. Mi papá me acompañó”, dice Crippa.

“A veces me pregunto sobre mis padres biológicos. Yo puedo pensar muchas cosas; que la pobreza los obligó a abandonarme, o que consumían drogas o alcohol, no sé la verdad, pero estoy tranquilo porque pienso que al final han tomado una buena decisión y Dios me dio otra oportunidad”, relata Crippa, quien hace unos meses decidió vivir en Tarija, y dentro de sus objetivos está abrir una ONG a favor de los niños. Mientras su madre y hermanas se quedaron en Milán.

Actualmente en el país predominan los niños que llegan a los centros de acogida por abandono y negligencia; seguidos por maltrato físico y psicológico. Y hay un grupo reducido de niños que tienen como causal la “protección de la situación económica deficitaria”, algo que es contrario a lo establecido en el Código Niña, Niño y Adolescente, según describe el Estudio sobre el Estado de Situación de Niñas, Niños y Adolescentes en Acogimiento Institucional, elaborado por el Ministerio de Justicia (2021).

Cochabamba, Chuquisaca, Santa Cruz y Tarija tienen las mayores proporciones de niños, niñas y adolescentes (NNA) privados de cuidados parentales en relación al promedio nacional. Y desde 2009 hay una reducción importante en el número de niños que son acogidos por los centros. Ese año eran 10.728 niños, hoy 5.678.

Para que los niños y adolescentes puedan ser adoptados deben tener uno de estos dos documentos: Filiación Judicial (que restituye el derecho a la identidad del niño en casos de abandono) o la Extinción de la Autoridad Materna y/o Paterna (en este documento los progenitores pierden de manera definitiva sus derechos y obligaciones con relación a sus hijos, por haber vulnerado sus derechos).

“Muchas veces los procesos de Extinción de Autoridad Materna y/o Paterna demoran más por la búsqueda de la familia ampliada, que es prioridad para las defensorías. Hubo casos donde un familiar solicitó una visita al niño y después ya no volvió. Esto paraliza el proceso de adopción”, explica Leyla Tapia, abogada del Hogar Carlos de Villegas.

Este centro de acogida recibe a recién nacidos y a niños hasta los seis años. Trabajan para que todos sean adoptados “porque tienen derecho a una familia”, y también para evitar los traspasos a otros centros para niños más grandes. Este traspaso resulta “otro abandono”, otra pérdida más para el niño.

“Antes de la pandemia, en el Hogar teníamos habilitado el torno, un cilindro donde podían dejar anónimamente a los niños. Con este torno llega alrededor de un niño por mes, incluso a veces nos llegaban tres por mes”, relata Tapia. Este cierre, por motivos de bioseguridad, no frenó la llegada de nuevos bebés al centro de acogida, los padres biológicos empezaron a dejar a sus hijos en la puerta del Hogar.

“Hablar de mi adopción es normal porque mis padres me contaron desde que era niño mi historia. Tengo un álbum de fotos con todo el proceso de adopción, fotos de cuando estaba en el Hogar Carlos de Villegas y cuando llegaron mis padres a Bolivia”, relata Emile Claudio Schotvanger, de 34 años de edad y graduado en Relaciones Internacionales.

“Yo fui encontrado cuando era bebé en la calle por una buena persona que me llevó al Hogar. Ahí viví un año y cinco meses antes de ser adoptado por mis padres holandeses”, expone Emile, quien visita el país cada cuatro años aproximadamente para empaparse de la cultura boliviana.

A sus 17 años, Emile llegó a Bolivia para ser voluntario en el Hogar. Durante seis meses apoyó con clases de inglés y matemáticas. “La hermana Caridad —exdirectora del Hogar Villegas— me conoció cuando era bebé, y cuando nos reencontramos luego de 15 años me dijo ‘hola Claudio’ y fue especial porque era mi nombre de acá”, relata Emile. Hoy su relación con Bolivia va más allá del centro que lo acogió cuando era recién nacido, tiene amigos a quienes visitar. 

A seis meses de las modificaciones al Código Niña, Niño y Adolescente (Ley 548) para agilizar las adopciones, la Asociación de Familias Adoptivas y los centros de acogida detectan problemas en el Registro Único de Adopción Nacional e Internacional-Ruani, una base de datos única de niños que cuentan con sentencia ejecutoriada de filiación o extinción.

“Tenemos entendido que hay muchas carpetas de solicitantes, pero el Ruani no visibiliza a los niños, por tanto en estos meses no hubo adopciones”, asegura Inés Villegas, presidenta de la Asociación de Familias Adoptivas. El otro problema detectado son los retrasos que genera el cambio de funcionarios que trabajan en adopciones. “El trámite de adopción en realidad tendría que durar tres meses, y dura tres meses en algunos casos, pero para la asignación familiar se espera mucho tiempo”, menciona Villegas.

En el país, las familias monoparentales también pueden adoptar, deben cumplir con todos los requisitos, excepto el certificado de matrimonio. “El momento en que les decimos a los niños que van a tener papás, ellos se ponen ansiosos, felices. Y no les importa si solo es mamá o si es solo papá”, agrega Tapia.

“Y durante este tiempo hemos visto que ya no hay un pensamiento cerrado sobre la edad de los niños. Hubo adopciones de niños de cinco años que antes eran rechazados, aunque en general prefieren bebés”, explica Tapia.

Si se desea adoptar a un niño, el primer paso es ir al Sedeges con una carta sencilla donde se pida ser tomado en cuenta para el taller de padres adoptivos. Así habrá más niños como Mario y Emile que tendrán una nueva oportunidad de vida.

FOTOS: FREEPIK E INTERNET