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La fotografía como un ‘ensamble musical’

D os fotógrafos, divididos por la distancia, pero trabajando sobre el mismo encuadre, en dos diferentes exposiciones, para crear una sola fotografía. Una imagen trabajada por dos o más personas, como si sacar fotos fuera algo parecido a pertenecer a un ensamble musical.

Esa es la idea que se maneja en el experimento que dirige el fotógrafo paceño Juan Manuel Montes junto a los fotógrafos Mateo Rojas y Henry Ponce; tras una investigación histórica para ver si algo así ya se había hecho en los casi 200 años que han pasado desde la invención de la fotografía. Y al parecer, estos ensambles fotográficos son una experiencia nueva.

Se resume así: un fotógrafo saca la foto de un paceño dándole la mano al aire y otro en Santa Cruz, usando el mismo encuadre en la misma cámara, equipada con rollo de fotos analógicas, rellenará la primera fotografía con la de un cruceño dándole la mano al aire. El resultado final será la foto de un apretón de manos que, sin ediciones, ha unido a dos personas más allá de las distancias.

—Un ensamble fotográfico funcionando como un ensamble musical, ¿cómo podría explicar eso?

—Un ensamble musical es la agrupación de varios músicos que una vez que se ponen de acuerdo acerca de qué tema van a interpretar, hay una sincronía entre ellos, hay reglas predefinidas para que cuando todos ellos realicen la ejecución en conjunto, salga una obra única: la pieza musical. En la fotografía eso no existe. Solamente hay un autor que entrega la obra y cuando uno ve una fotografía, no hay cuestionamiento de que un solo fotógrafo lo hizo. Entonces me puse a pensar si en la fotografía había una forma de — usando solamente el lenguaje de la fotografía— poder crear una obra única, pero hecha por varios autores.

En el ensamble musical cada integrante, especialmente en el jazz, tiene un propio estilo para tocar, pero todo aporta a la obra. De la misma forma (en el experimento) se respeta el estilo individual. Cada fotógrafo fotografía la temática en mente según su propio estilo, coordinando entre los integrantes del ensamble fotográfico sobre qué se hará, en qué partes del encuadre habrá espacio para que el otro integrante pueda rellenar con otra exposición y así se vuelve una composición previa entre todos.

Juan Manuel Montes es el director de este experimento visual y espera hacer historia

—¿Cómo es el proceso de realizar una foto colaborativa?

—Hay que tener una sincronía de ideas clara. Estas imágenes se cargan mucho de conceptos y tienen mucho simbolismo ya que son dos fotógrafos contraponiendo imágenes, es decir, contraponiendo ideas. Por eso creo que lo primero es que todos los integrantes tengan una visión única del mundo para que todas sus imágenes finales sean más poderosas.

Por eso un ensamble debería tener de tres a cuatro integrantes, porque mientras más haya, más pequeño es el espacio para imprimir luz, así que se hace inmanejable, a menos que haya un ensamble que sepa jugar con eso.

En lo práctico viene lo difícil porque este ejercicio pone realmente a prueba cuánto un fotógrafo sabe de la luz. Usualmente los fotógrafos tienden a tomar escenas que están bien iluminadas, pero para poder realizar este tipo de fotografía, es necesaria hacerlas con alto contraste. Esa es la parte más difícil de poner en práctica el ensamble. El segundo fotógrafo, el que rellena la primera fotografía, tiene que tener una destreza muy grande para evitar ensuciar la primera exposición.

Lo rico de esta idea es que usualmente las fotografías están condicionadas a donde está el fotógrafo. Yo no puedo hacer una foto de Sucre si no estoy en Sucre. Pero en el ensamble fotográfico, haciendo fotografía analógica, yo podría hacer una fotografía en La Paz, enviar la cámara a Santa Cruz y otro integrante hacer una exposición sobre el mismo encuadre. Al final parecería una sola obra fotográfica con dos locaciones y eso le da mucho poder a esta idea, pues se podrían crear fotografías de carácter nacional.

—¿Por qué se busca fotografías que tengan carácter nacional?

—En este momento que estamos en cierta fractura nacional, sería interesante poder aportar al mundo de la fotografía realizando imágenes que unan dos locaciones geográficas diferentes, representando la unión de los pueblos. Es importante porque cualquier cosa relacionada a la fotografía, a nivel institucional, es decir exposiciones, premios, subvenciones, están hechos para el autor fotógrafo. Si es que esta teoría del ensamble es posible, significa que incluso los concursos podrían mutar, creando categorías para varios autores. Y eso motivaría mucho a la idea de la complementariedad, que es una idea que el Estado (boliviano) está tratando de exportar al mundo y, bueno, nosotros lo estamos tratando de poner en términos prácticos en la fotografía.

LA GRÁFICA

Lo fotografiado pueden ser situaciones de calle, objetos varios, grandes y pequeños, que al combinarse crean algo más profundo

Después de que ambos fotógrafos trabajaron la imagen, esta puede resultar abstracta por sus formas y ornamentos

De lo abstracto, también pueden formarse conceptos por la simbología que cada foto tiene y cómo se juega la combinación de imágenes y visiones de los autores

—¿Qué hay más allá de la individualidad en la fotografía?

 —Primero hay que aclarar que no hay novedad en el resultado visual (de este experimento), pero por la forma de la ejecución y de entender la fotografía, te das cuenta de que (cada fotografía del experimento) es una foto que puede estar hecha con tantas variaciones. Por ejemplo, con Mateo (Rojas) estamos trabajando en hacer un retrato del Illimani, pero desde dos lugares diferentes, a la misma hora. Eso le da un peso teórico a la fotografía y, al final, conforma algo estético e interesante.

Ese tal vez es el por qué me ha motivado este experimento. Las formas de combinar y manejar el tiempo y el espacio geográfico ofrecen varias posibilidades. El efecto no es nada nuevo, pero sí la simbología. Son cosas que solo existen ahí, en la fotografía, sin que hayan sido manipuladas o cortadas. Ahora, al momento de hacer la fotografía tengo que tener en mente qué fotografía ha hecho mi compañero para que yo la pueda complementar. Aparte es difícil encontrar las situaciones lumínicas y contextuales ideales, porque puedes encontrar una buena iluminación, pero nada está pasando, entonces buscar es un esfuerzo que forma parte del arte de la fotografía ya que, realmente, podría agarrar dos imágenes y juntarlas, pero eso sería diseño gráfico o collage, pero no fotografía.

—¿Qué viene ahora en el desarrollo del experimento?

—Tenemos como 20 fotografías terminadas que nos han tomado bastante esfuerzo y nos han llevado a conclusiones estéticas. Este trabajo tiene mucho que ver con aportar a la teoría de la fotografía y eso es importante porque la fotografía tiene 200 años entre nosotros y muchas cosas ya se han dicho. El avance es cada vez más lento porque muchas cosas ya se han hecho. Si este experimento no se hizo antes, podría ser algo que resuene de forma interesante en la historia de este arte y la historia de Bolivia.

Una conclusión estética a la que creo haber llegado con mis compañeros es que es imprescindible conocer muy bien los recursos que solo con la cámara fotográfica se puede obtener. Cosas que ahora no se conocen tanto porque el Photoshop las puede hacer más fáciles, pero no reflejan la realidad. Entonces conocer el lenguaje y las posibilidades que ofrece la cámara, junto al trabajo complementario con otro autor, permite crear obras que, olímpicamente, tienen más significado. Es estético, porque siempre queda una impresión, pero también es simbólico porque esa imagen tenía muchas cosas que decir, más que solamente una fotografía.

Por eso creo que, si se tomara en serio esta idea, sería una forma muy interesante de enseñar fotografía. Porque en un ensamble te enteras qué es la luz y te enteras cómo compones, ya que el primer día que sales a fotografiar, en tu mente tienes que dividir el encuadre para que entre lo que haga tu compañero.

FOTOS: JUAN MANUEL MONTES, HENRY PONCE Y MATEO ROJAS