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La locomotora Illimani, un viaje hasta Guaqui

Las locomotoras —además de ser protagonistas de la modernidad en el siglo XIX y principios del XX— inspiraron a varios artistas. Claude Monet pintó 12 lienzos de la Estación de Saint-Lazare en Francia, su serie ferroviaria más conocida en el mundo, o J.M.W Turner que dejó la obra titulada Lluvia, vapor y velocidad. El gran ferrocarril del oeste. Y no fueron solo pinturas, estas máquinas de combustión a vapor o carbón despertaron la creatividad de cineastas, productores de televisión, aun cuando las primeras máquinas dejaron de operar.

Verlas es recordar, imaginar a nuestros padres o abuelos sentados en los antiguos vagones, y la sensación es más cercana cuando los ferrocarriles que se observan son aquellos que viajaban de Guaqui a La Paz, como la Illimani, la máquina de color negro Nº 6. Esa locomotora que está en el actual Museo de las Culturas del Lago y que tal vez fue utilizada por algún familiar.

“Esa llevaba pasajeros desde la ciudad de El Alto hasta el puerto de Guaqui, y se conectaba con los barcos que viajaban a Perú por el lago Titicaca. La máquina Nº 6 es del año 1919 y pesa 70 toneladas”, comenta Lucio Vargas, responsable de la sala 4, dedicada exclusivamente a las locomotoras en Guaqui, municipio paceño a orillas del lago Titicaca, a 96 kilómetros de la ciudad de La Paz. Este espacio reabrió sus puertas luego de estar cerrado un año por la pandemia, y nos remonta a ese imaginario social de modernidad que llegaba montado sobre rieles.

“Atrás está la máquina más grande, la Santa Fe. Es del año 1942 y pesa 180 toneladas. Es una locomotora muy linda, yo la he manejado. También está la locomotora No. 5, es la Hualaycha”, dice Vargas. El ferrocarril Guaqui-La Paz inició sus operaciones a principios de 1903, y fue creado como parte de una política de acercamiento hacia Perú, específicamente al puerto de Mollendo. La línea tenía una distancia de 97 kilómetros.

Los ferrocarriles fueron fundamentales para exportar minerales en grandes cantidades, pero también sirvieron para importar maquinarias, alimentos y combustibles, entre otros insumos. Conectaron a Bolivia con el Pacífico, y luego con el Atlántico, y se establecieron como la primera red de transporte masivo de pasajeros.

Lucio Vargas comenzó a trabajar en el ferrocarril La Paz-Guaqui cuando cumplió 18 años. “Era 1968 cuando ingresé a la empresa, fui contratado por la Peruvian Corporation. Al inicio me encargaba de la limpieza de la máquina y, trabajando mucho, llegué a la jefatura. Conozco todo sobre estas máquinas que no descansaron por años, solo hacíamos cambio de personal; maquinista y fogoneros”. 

En el gobierno del general José Manuel Pando se organizó la tercera compañía de ferrocarriles bolivianos con el Ferrocarril Guaqui-La Paz, ligado al Ferrocarril del sur de Perú y al puerto de Mollendo.

MEMORIA. Diversos espacios del Museo 

“Todo lo que ve es material inglés”, exclama Vargas. El ferrocarril Guaqui-La Paz nació como propiedad del Estado boliviano y fue adjudicado para su administración a Peruvian Corporation, una empresa con capital británico. Según el informe del Director General de Obras Públicas del año 1906, los ingresos de las líneas del ferrocarril debían ser de 60% para Peruvian Corporation y 40% para el Estado. Luego de algunos años, la empresa extranjera se consolidó como la única dueña de la línea.

“La Peruvian Corporation trajo estas locomotoras, tranvías, equipos y las máquinas amarillas que están en la Estación Central del Teleférico como recuerdo”, menciona Vargas.

El viaje que realizaba el ferrocarril Guaqui-La Paz iniciaba en la estación de Challapampa en dirección a la estación de la ciudad de El Alto y de allí a la población de Viacha, luego se dirigía al Puerto Mayor de Guaqui, pasando por la estación de la población de Tiwanaku.

El Puerto Mayor de Guaqui era un punto estratégico por la facilidad que los pasajeros y la carga tenían para trasladarse en barcos y cruzar el lago Titicaca hasta Puno, en Perú, donde tomaban trenes del ferrocarril del sur de Perú para Arequipa y Mollendo, en la costa del Pacífico.

El Museo de las Locomotoras está ubicado en la antigua maestranza, a metros del Puerto Mayor de Guaqui. En el lugar se pueden apreciar los equipos que se utilizaban para la revisión y el rectificado de las ruedas de los ferrocarriles. Desde la orilla del lago Titicaca se ve el galpón que protege las máquinas.

Según algunos autores, Peruvian Corporation registraba más gastos que ganancias, lo que apuntaba a una mala administración que la llevó a la quiebra, con el cierre de la línea del ferrocarril Guaqui-La Paz y el traspaso a otra empresa. “En 1974, Peruvian Corporation pasó la línea del ferrocarril y a todo el personal a la Empresa Nacional de Ferrocarriles del Estado (ENFE)”, menciona Vargas.

Los rieles guían al Museo de las Locomotoras, donde también descansan partes del Sajama, la locomotora Nº 8 y la Huayna Potosí. Algunas de las máquinas se encuentran restauradas.

“En 1995 paró todo, dejó de funcionar el ferrocarril y era triste ver cómo los compañeros se quedaban sin trabajo”, recuerda Vargas. El proceso de capitalización había dejado al departamento de La Paz sin el servicio de ferrocarril.

Las locomotoras son protagonistas del recorrido turístico que se puede realizar por el municipio de Guaqui, y forman parte del Museo de las Culturas del Lago que tiene, incluida la sala de máquinas, cuatro espacios amplios de exhibición. Se trata de un museo que sorprende al visitante, quien no imagina que dentro de los antiguos galpones —que eran utilizados como la estación del ferrocarril— hay exposiciones muy bien mantenidas.  

En la sala 1 se puede conocer más sobre las distintas culturas que se desarrollaron en torno al Qhapaq Ñan o Sistema vial Andino que vinculaba a las culturas de los Andes, que incluye Viacha, Desaguadero, Tiwanaku y Guaqui.

También se muestra piezas clásicas del periodo formativo —etapa en la que las sociedades locales empiezan a domesticar a los animales y a cultivar— talladas por artesanos, dando detalles sobre cómo vivían y cómo eran sus asentamientos.

“La sala 2 está dedicada a la vida contemporánea y vida cotidiana de la población del lago; en la sala 3 se muestra las fiestas y ceremonias que se desarrollaban y desarrollan en el municipio, y en la sala 4 están las locomotoras”, menciona Edwin Valda, alcalde del municipio de Guaqui.

En la sala 3, dedicada a las ceremonias, hay máscaras de la diablada que datan del año 1800 y caretas de kusillos.

“Guaqui tiene un gran potencial turístico que estamos reactivando luego de la pandemia. Además del museo, se puede visitar la iglesia Apóstol Santiago, de la época colonial. También está el buque multipropósito de la Fuerza Naval que está al servicio de toda la población y en el cual se puede navegar por el lago Titicaca que tiene una diversidad de flora y fauna”, agrega Valda.

El Museo de las Locomotoras y de las Culturas del Lago está abierto los jueves, sábados, domingos y feriados, y el precio de la entrada es de 10 bolivianos para adultos y 5 bolivianos para estudiantes. Es un lugar extraordinario para recordar el invento que modificó las cadenas de producción, y evocar recuerdos.

FOTOS: FRANCO URQUIDI Y CLAUDIA FERNÁNDEZ