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Eusebio Choque, el artista emblemático ‘de las espaldas’

Desde que empezó a pintar tuvo un objetivo: “Que primero conozcan las obras y luego al artista”, y eso sucedió. Cada vez que solicita un espacio para exponer sus cuadros, lo identifican rápidamente. “Es usted el de las espaldas”, le dicen refiriéndose a las pinturas de fondo oscuro y tejidos andinos de colores llamativos en personas sin rostros que se convirtieron en su característica, en su ajayu artístico que lo llevó, por ejemplo a inicios de diciembre, al Museo de Arte Internacional Sunshine en BeijingChina, donde expuso junto a Rina Mamani y Leo Calisaya, o muestras por Nueva York y Ecuador. Eusebio Choque Quispe es el artista que tiene una “mirada a lo nuestro”, el hombre “de las espaldas”, y quien encontró un impulso pandémico en los barbijos pintados a mano.

Los viajes para Eusebio (La Paz, 1962) comenzaron antes de convertirse en uno de los artistas bolivianos emblemáticos del arte contemporáneo. “Con mi papá siempre viajamos en camión a las provincias, íbamos a vender zapatos nuevos. Mi papá era zapatero y su mercado era en el área rural, y lo acompañaba porque yo era el hermano mayor o tal vez el preferido”, recuerda Choque.

Esos viajes por trabajo con papá habían trazado la línea artística más importante de Choque, aunque la descubriría varios años después. “Yo no necesito penetrar en el área rural, yo pertenezco al área rural, puedo saborear su riqueza. Y en esos viajes vi a mi gente y así nació la idea de poder retratarlos, pero lo que más me llamaba la atención eran sus vestimentas, sus tejidos. Con eso busqué un horizonte”.

Antes de llegar a la pintura, Eusebio Choque, cerca de cumplir 60 años, pensó en ser camionero, luego —y gracias a su habilidad con las matemáticas— ingresó a la Facultad de Ingeniería. Mientras estudiaba en la universidad, la crisis económica de 1982 obligó a su familia, compuesta por siete hermanos, padre zapatero y madre fabril, a separarse. “La hiperinflación de la UDP nos carcomió, nos marcó como familia y tuvimos que dispersarnos para de alguna forma sobrevivir”.

En esa búsqueda por la vida, llegó a una iglesia salesiana que ofrecía cursos gratuitos de sastrería, contabilidad, y donde escuchó la frase de una monja que cambió su rumbo. “Dibujas bien, lo que tienes dentro tuyo es arte. Eso deberías estudiar”.

Algunas de las piezas pictóricas 

Foto: Claudia Fernández

Foto: Claudia Fernández

Foto: Claudia Fernández

Foto: Claudia Fernández

Fue así que Choque, motivado, ingresó a la Academia de Bellas Artes en la ciudad de La Paz en 1984. “En las mañanas dictaba clases de matemáticas a los niños que iban a la iglesia y que no podían ir a la escuela, o para aquellos que necesitaban cursos de apoyo. Me pagaban por dictar clases, entonces me dio la opción de estudiar en la tarde y con el dinero me pagaba mis estudios”.

Cuando termina la especialidad en Escultura y el curso de Pintura Mural con el maestro Ponciano Cárdenas, enfrenta otra nueva y complicada etapa, que sus obras sean conocidas. “En la galerías no me daban espacio porque recién estaba empezando y por mi temática. Cuando me gradué de la Academia las monjitas me despidieron, me dijeron ‘ya tienes un arma, ahora dedícate a lo que has estudiado’, y comencé realizando murales en las iglesias sobre María Auxiliadora, Don Bosco; en fin, realizaba diferentes cuadros”.

Eusebio pasaba horas en su taller pintando bodegones con contrastes entre sombras y colores, trazó figuras hasta encontrarse con la “supremacía de su obra, los tejidos”, como Choque describe a su estilo. Esos tejidos que en el mundo andino son un lenguaje que distingue regiones, épocas, imaginarios, símbolos.

Toda esa fuerza busca reflejar en cada lienzo y artículo que vende en la galería Sumaya en la calle Linares, en La Paz. “Busqué distintos materiales para trabajar; el óleo me parecía muy pesado, tenía que sobreponer el color y la sombra, y se me ensuciaba. Luego trabaje con lápices de color, con bolígrafos, y preguntando llegue a los pasteles”, dice Choque. 

“Cuando hice la primera exposición de tejidos; de las 40 obras, 30 fueron vendidas y eso me motivó más. Entonces empecé a viajar más a Potosí, Cochabamba y Oruro para reencontrarme con la riqueza de los tejidos”.

En 2020, Eusebio descubrió junto a sus cómplices: sus cuatro hijos y Rosario Callisaya, su esposa y encargada de la tienda, un nuevo impulso para continuar en la pandemia, empezaron a diseñar y pintar barbijos. “Son pequeñas obras de arte que se llevan en el rostro y que enviamos a Europa para que se conozca la temática andina”.

Los barbijos pintados a mano mantienen la esencia de Choque y los detalles en la variedad de tejidos y sombreros que hay en Bolivia, desde chullus coloridos hasta borsalinos, pasando por las polleras y chaquetas.

“El horizonte está abierto, no sé si es por el constante trabajo que realicé, pero siento que fui un aporte a la sociedad para desempolvar nuestra cultura”, finaliza Choque.

FOTOS: CLAUDIA FERNÁNDEZ