Friday 4 Oct 2024 | Actualizado a 23:36 PM

Días de trauma (Segunda parte)

En esta entrega culmina el texto del escritor Rodrigo Urquiola con el que documenta la experiencia real de la atención de una emergencia

/ 2 de enero de 2022 / 17:46

Un hospital es un mundo muy diferente que, a momentos, no deja de ser el país en el que vives, pero en miniatura. Para quien no lo conoce es todo un caos. Hay personas correteando por aquí y por allá. Hay tantos doctores, residentes o enfermeros que no puedes saber a qué se dedican específicamente. Uno se cansa solo de verlos, imagínate cuán agotados estarán ellos. Le preguntas algo a alguien, pero suelen ignorarte. Es como haberse extraviado en el limbo, no sabes qué va a pasar contigo. Estás adentro, pero, en parte, no lo estás.

He llegado a entender que es mucha responsabilidad y por eso no te ven si no les corresponde. Una compañera de estudios que es enfermera me contó, alguna vez, que cada quien tiene una obligación específica que cumplir, que, si hubiera un caso de negligencia, todo se investigaría. Esa es la razón, quizás, de que cuando preguntes algo se pasen de largo, como si no te vieran.

Hace unos años, Jorge tuvo un accidente de bicicleta en el velódromo de Alto Irpavi. Iba a tanta velocidad que, cuando cayó, el casco se partió y él sufrió una fractura de cráneo. Estuvo dos meses en Neurocirugía. Recuerdo que, en algún momento, una auxiliar le preguntó sobre la ausencia de un paciente que lo acompañaba en la habitación. Jorge, acostado allí, imagino que todavía muy adolorido, le contestó que se había muerto. Ella anotó la respuesta en su informe. Más tarde, escuchamos cómo la licenciada le riñó: ¡Cómo le vas a preguntar a un paciente, él no es médico, además aquí todos están mal de la cabeza! Resulta que el otro paciente no había muerto, lo habían trasladado a terapia intensiva. Después la anécdota nos pareció graciosa, pero es la prueba de que una pequeña y aparentemente inofensiva respuesta puede generar mucha confusión.

En la sala de espera de Emergencias, en algún momento, me dijeron: Esta es su placa. Yo vi bien la radiografía que me alcanzaron y era un pie, no un brazo. No sé qué lío hubo, pero las mías no aparecían por ninguna parte. Había visto que la señorita de la Recepción no era muy ordenada, había muchos papeles sobre su mesa. Si yo hubiera estado sola o muy confundida por mi propio dolor, hubiera dicho que sí, que aquella radiografía de un pie era mi placa. Luego me di cuenta de que me habían dado también la receta de otro paciente. Imagina que le dieras, por accidente, a un alérgico, medicamentos que no puede tolerar. ¡El problema que habría!

¿Dónde estará su radiografía?, me preguntó una residente. Yo contesté lo único que podía responder: No sé, pero sé que me sacaron dos. Se habían confundido con la placa de una señora que había llegado de El Alto. Sé que cada residente está bajo la supervisión de un médico especialista y que deben preparar informes para presentar todo lo que se ha hecho ese día. Ella buscó una solución rápida, me preguntó si tenía fotografías de mi brazo. ¿Qué?, le dije, sorprendida. Me lo repitió: ¿No te sacaste fotos el momento en que te fracturaste? Recordé que en ese momento estaba muriendo de dolor, impactada por ver mi brazo chueco, por la cara de susto de mis hijos y nietos, todos la estábamos pasando mal, ¡¿cómo se me ocurriría sacarme una selfie?! Le respondí con educación: No tengo una foto. Ella insistió: Ayudaría mucho si tuviera una, es que no hay sus placas. Intenté comprenderla por su inexperiencia y porque su responsabilidad era tener en orden todo y me quedé en silencio. Luego me dijeron que tenía que retornar a Rayos X para sacarme las radiografías de nuevo. No sé si es correcto que sea así, porque yo ya estaba enyesada. Por lo menos, esta vez, me dieron una silla de ruedas para llegar hasta allá.

Mientras todo esto sucedía, Rodrigo tenía que hacer sellar algunos papeles en Vigencia de Derechos. Había un señor bastante apático detrás de la ventanilla. Cuando le preguntaba algo, ese señor solo se limitaba a golpear el vidrio con un bolígrafo y señalar las indicaciones colgadas allí, ni siquiera escuchaba lo que se le decía. Pidió varios documentos y ni siquiera se fijó en ellos, pues de haber sido así no le habría puesto un sello a esa receta que venía con otro nombre. Mi hijo estaba nervioso y me contó que tuvo que controlarse mucho para no responder mal ante esa actitud prepotente. Es que los familiares también tienen miedo de que, ante cualquier reclamo, el destino de su ser querido accidentado pueda ser peor. Esos funcionarios tienen que entender que lo que para ellos es un día común para quien se lastima no lo es. Solo una vez en la vida te pasa esto, quiera Dios. Mientras esperábamos en el pasillo, Jorge se puso a leer las notas echadas al buzón de reclamos. Lo menos que le dicen a alguien de Vigencia es: Bruja. Es la impotencia de las personas que llegan hasta aquí y son maltratadas.

Cuando volví de Rayos X me ofrecieron una camilla que estaba delante de otra, una que sí tenía número. No es agradable pasar la noche en una sala de Emergencias. El trajín dura toda la noche. Todo el tiempo están yendo y viniendo, agarrando papeles. Viene la enfermera encargada de ponerte el analgésico, lo hace y se va. Algunos pacientes no dejan de quejarse. Otros van al baño. O simplemente caminan. Es desesperante. Las horas pasan muy lento. Hay personas mayores que se hacen sus necesidades encima. Otros lloran o gritan. Es imposible dormir.

Había un señor mayor con demencia senil. Lo cuidaba una señora adulta. No quería quedarse quieto. Ella lo hacía ir y venir. Se enojó y empezó a gritar porque creía que todos nosotros éramos invasores de su casa. Otra señora, también mayor, ancianita, no dejaba de gritar. Por lo que comentaban los enfermeros o residentes, le habían clavado un cuchillo. Creo que sus propios familiares lo han hecho por la herencia, comentaban. Tal vez suceden cosas así todo el tiempo. Un par de policías vinieron también. Buscaban a alguien que, al parecer, se les había escapado. Se aproximaron a todos los pacientes varones para averiguar su identidad. Otra señora se cansó de esperar y se fue: Prefiero que me duela en mi casa a que me duela aquí, dijo.

Todos me preguntaban cómo me había hecho la fractura. ¿Cómo te has caído? ¿Qué ha pasado? Y yo tenía que repetirles mi historia cada vez que me la pedían. Quizás buscaban percatarse de que yo no fuera víctima de violencia intrafamiliar o algo así.

La mañana del lunes me cambiaron de lugar a una camilla con numeración. Te trasladan a medida que tu turno se aproxima. Hacia el mediodía vino el doctor encargado de tomar las muestras para hacer las pruebas de Covid. El hisopado es horrible. Son tres cotonetes súper largos los que te meten. Dos en ambas fosas nasales, sentí que me llegaban a acariciar el cráneo. Y el otro en la boca. Solo te dicen: Respire, respire. Después de eso, todos nos quedamos estornudando.

Quizás porque ya era lunes advertí que había mayor control. Ya no había tanto desorden como el domingo. Ya no dejaban estar a varios familiares con cada paciente, solo a uno. Incluso los papeles que había visto tan desordenados la noche anterior estaban alineados.

Vino el asistente del doctor Fanola y pidió ver nuestros documentos. Nos dimos cuenta de que nos habíamos olvidado de hacer el trámite para la baja médica. Cuando trabajas en una empresa que te ha asegurado tienes que hacer esas cosas. Sé que el seguro paga también los días que uno no va a trabajar, es para eso que los trabajadores aportamos. Yo pensaba: Mi jefa es una persona de gran corazón, nunca va a dudar de que le esté mintiendo con algo tan serio, y dije: Podemos hacerlo con calma. Pero el doctor se negó: No, todo tiene que estar en orden cuando suba. También le llamó la atención que me hayan sacado la radiografía con yeso y un residente tuvo que explicarle la situación.

Volvió esa residente que me había pedido la selfie de cuando me fracturé, seguro encargada de ver por qué no había la baja médica. Aquí falta la firma del doctor Núñez, dijo y por toda solución propuso: Podemos hacerle firmar el jueves y saldrá con esa fecha. Se fue. Entonces llegó la jefa de enfermeras, también se dio cuenta de que faltaba la baja, pero fue más práctica: Aquí está, háganla sellar en Vigencia, ordenó, sin detenerse en el detalle de la firma.

Estaba más relajada gracias a los analgésicos y con algo más de fuerzas porque por fin, ese lunes en la mañana, había podido comer algo, un desayuno que era una compota acompañada de té y galletas de agua que para mí fueron como la última Coca Cola en el desierto. El día del accidente no tenía cabeza ni para pensar en alimentarme. Era tan intenso el dolor.

Fui a Vigencia. En la ventanilla estaba una señora, delgada, churca, ni me he fijado en su nombre. Ella vio mis papeles. Solo tienes la papeleta de febrero, me dijo, te lo sello, pero tienes que traer de marzo. Le pedí a Rodrigo que fuera a pedirla a mi trabajo. En la tarde vino mi otro hijo, Ariel, y a él le encargué que se aproximara a Vigencia para ver si, aprovechando el cambio de turno, había mejor suerte. Pero fue peor. Le dijeron que la fecha estaba mal. Yo misma tuve que levantarme e ir a averiguar qué pasaba, porque en la mañana no me habían dicho nada de eso. Era otra señorita, una más joven quien ahora estaba en esa ventanilla. Me gritó: No te lo puedo sellar porque mirá la fecha, ingreso 2 de mayo. Yo leí, ni siquiera se notaba bien la fecha porque la enfermera ya la había hecho firmar con el doctor, y respondí: Sí, ese día ingresé. Y ella: ¿Pero ahorita en qué fecha estamos? Noté que estaba a punto de tomar su té. Ahí adentro hay un cuarto chiquito con puerta corrediza y había un joven, quizás su novio, quizás un colega, quizás su hermano, esperándola. En realidad, creo que solo deseaba tomar su té tranquila. ¿Qué le costaba decirme lo mismo que me habían dicho en la mañana? ¿O cuál es la hermenéutica? ¿Las reglas las hace el humor de quien esté en ventanilla? En la noche llegaron Rodrigo, con la papeleta de marzo, y Jorge, a visitarme. Esta vez mandé a Jorge. Le pedí que dijera: Aquí está lo que me ha pedido, nada más. Él fue y le selló sin más obstáculos. Sin hacerle ninguna observación sobre la fecha ni nada. Y era la misma señorita a la que yo le había interrumpido el té. ¿Qué pasa si eres una persona sola? ¿Qué haces?

El martes en la mañana trajeron un papel, eran los resultados de la prueba de Covid. Cama 16 Negativo, leí, y me alegré. Vi que había muchos dudosos. Eran como 50 pacientes, más o menos. A los 2 que salieron positivos los llevaron a una sala particular. Los dudosos estaban aislados. Luego de dos noches en la sala de espera de Emergencias, sin poder dormir, es un alivio saber que dormirás, por fin, en piso.

Ya arriba, también fui testigo de sucesos tristes. Escuché una conversación entre hermanos: Así nomás va a ser ahora, hasta que la mamá se vaya, ni modo, hay que cuidarla nomás, ya no va a mejorar. También había una abuelita que no dejaba de llorar y que solo hablaba en aymara. Gritaba: Mamita, papito, dónde estoy, abusivos son. Un enfermero y una enfermera intentaban explicarle, en el idioma que comprendía, lo que estaba haciendo ahí. Le daban consuelo. La habían amarrado a la cama porque ella quería salir de ahí y se había caído. Luego supe que se había roto las caderas. Mi brazo ya no me dolía tanto, pero la pena de lo que sucedía alrededor me hacía llorar.

El miércoles en la mañana vino un joven. Yo estaba en la sala de ambulatorios y a él, como le habían sacado los clavos, le correspondía estar ahí. Justo se encontró con una doctora joven, rubia, flaca, una amiga suya, que no era parte de los residentes. Ella le hablaba de las operaciones que debía realizar. Se refería a los pacientes como cosas, no como personas. Quizás yo estaba muy susceptible y lo veía así. Yo también me he fracturado mi hueso, decía, pero todo está bien, hasta que sea vieja y la osteoporosis haga su trabajo. Luego se quejó de un paciente: Me han dicho que vaya a operar a Oruro, el doctor me está mandando por un señor, pero yo no quiero ir, prefiero ir a la parrillada. Se refería al origen social de ese paciente de manera muy despectiva, como si dijera que ni siquiera era alguien importante.

En eso llegó la hermana del joven, también quejándose: Te he estado buscando por todo el hospital y nadie me dice nada, la he pasado horrible. Le preguntó a su amiga, la doctora, qué es lo que debía hacer y le faltaba algún sello. Le dijo: Dime que es lo único que tengo que hacer porque ya no quiero saber de esta gente. Pasaba por ahí cerca una de las enfermeras más amables que conocí, Lidia, y aquella doctora la llamó: Jefa, ¿nos explicas qué tiene que hacer mi amiga? Lidia les explicó cuáles eran los pasos que debían seguir y luego la doctora le pidió algún favor personal que tuvo que hacer en ese instante en desmedro de sus obligaciones profesionales. Yo, dentro de mí, pensaba: Ojalá no sea ella la que me opere. Rogaba: Por favor.

Recordé que, cuando era joven, conocí a un médico que tuvo que cambiarse incluso el apellido indígena que llevaba porque no era respetado por sus colegas. Eran otros tiempos, pensaba. Después de esta experiencia me atrevo a pensar que los tiempos son los mismos, que solo se han disfrazado de un manto de amabilidad fingida, casi sarcástica.

Ese miércoles, luego de firmar los papeles de autorización para la operación, por fin pude dormir bien. El jueves en la tarde me llevaron al quirófano. Me operó el doctor Morales. Me pusieron anestesia regional en algún nervio, en el brazo, los anestesiólogos saben encontrar. Quizás fue efecto de la anestesia, pero me recuerdo cantando la canción que pusieron para operar, una que escuchan mis hijos menores, Believer. Vi a mi alrededor a la doctora rubia, al doctor Morales, a tres residentes, al anestesiólogo y a las enfermeras. Me taparon la cara con una sábana y solo eran sombras moviéndose alrededor mío. No estaba inconsciente del todo. Sentía que mi brazo continuaba en la posición en la que llevaba la férula. Era como si, después de la anestesia, tuviera tres brazos. Doctor, siento mi brazo aquí, decía yo. Y me contestaban indiferentes: Sí, sí, qué raro. También recuerdo otras cosas que decían en la operación: Clavos número 14. Falta uno. ¿No tienes un 13? Pero ese es de niños. No hay problema, aquí tengo un 16. Después vi cómo suturaban mi brazo. Era como si no me perteneciera. Sentí que desinfectaban las heridas. Como tener un tercer brazo incapaz de sentir nada. La cirugía empezó a las 14.00 y recién acabó a las 18.30.

A las 19.00 estaba otra vez en piso. Supe que tenía dos incisiones de 15 centímetros cada una, con 13 puntos por lado. Cuando fue pasando el efecto de la anestesia, me dolió mucho más que cuando me fracturé. Toda aquella noche me la pasé quejándome. Las enfermeras me adelantaron los analgésicos. No podía hacer otra cosa que llorar. No quería gritar.

Al día siguiente vino un residente y me preguntó si me dolía mucho. Yo respondí que sí. ¿Le ha hecho gritar el dolor?, preguntó. Y yo: No, pero no pude dejar de llorar. Entonces no le duele mucho, me dijo, si fuera incontrolable estaría gritando. En una escala del 1 al 10, ¿cuánto le duele?, preguntó luego. 8, dije, por decir cualquier cosa, aunque con gusto le hubiera dicho 20. Luego vino otro doctor y ordenó que me pusieran tramadol. Eso me tranquilizó. Descanse, trate de dormir, me recomendó. El viernes ya pude dormir mejor y el sábado ya tenía mi alta.

Había una pesadilla que no me dejaba en paz desde aquel domingo en el que había ingresado al hospital. En los breves instantes que podía atrapar un poco de sueño, mi caída se repetía y, con esa imagen, el miedo y el dolor. Despertaba aferrándome desesperada a los barrotes de la cama o de las sábanas. No se preocupe, me dijo alguien, siempre es así. Pero la pesadilla volvía y ese maldito resbalón no se terminaba nunca. Solo cuando volví a casa, aquel sábado por la tarde, luego de una semana en el hospital, esa pesadilla dejó de atormentarme.

FOTOS: ARCHIVO LA RAZÓN

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‘Fanático’, lo último de Lali Espósito, cruza rock, política y fama

Con su más reciente videoclip, la afamada cantante bonaerense se sumerge en su polémico intercambio con el presidente argentino, Javier Milei.

lali Espósito cruza rock, política y fama

/ 28 de septiembre de 2024 / 22:09

Lali Espósito ha vuelto a hacer ruido en la escena musical con el estreno de su nueva canción «Fanático», en la que adopta un giro hacia sonidos más rockeros, una clara desviación de su estilo pop habitual. Lo que ha captado la atención no solo es la dirección musical, sino también la letra cargada de referencias que muchos interpretan como una respuesta directa a las polémicas que ha protagonizado en los últimos meses, especialmente con el presidente argentino, Javier Milei.

Desde los primeros acordes de guitarras distorsionadas, «Fanático» establece un tono irreverente y provocador. La letra no tarda en entrar en el terreno de la polémica. «Te encanta hacer como que no tenés idea quién soy, y sé que tenés un póster mío en tu habitación», canta Lali en los primeros versos, haciendo alusión a las controversias con Milei. Esta frase resuena de manera particular, considerando el cruce público entre ambos, donde el presidente aseguró no conocer a la artista, a pesar de haberla mencionado en varias entrevistas.

Referencias

El video musical, codirigido por Lali y su hermano Lautaro Espósito, es una pieza visual cargada de simbolismos. En él, Lali se presenta en un glamoroso outfit que recuerda a Stevie Nicks, mientras realiza un casting de actores y actrices que la imitan. Entre los personajes que desfilan, destaca un hombre de mediana edad, con patillas prominentes, una chaqueta de cuero negro y una camisa azul, cuya apariencia y gestos evocan inevitablemente a Milei. Aunque la cantante no menciona al presidente directamente, el mensaje es claro: «él ya se la sabe de memoria, eso se llama obsesión», canta Lali, sugiriendo que las constantes críticas del mandatario hacia ella no son más que una forma de fijación.

El estribillo se sumerge en una ambigüedad juguetona que mezcla el sarcasmo con una reflexión sobre los desafíos de la fama. «Es mi fanático, me vuelve loca. Todas las noches me sueña y se toca», dice la letra. Aquí, Lali no solo hace una referencia a la obsesión de los seguidores y críticos, sino también a la dualidad que trae la popularidad: admiración y persecución. “Fanático” da pie a interpretaciones sobre los efectos del escrutinio público, especialmente cuando se trata de figuras públicas que desafían el status quo, como lo ha hecho Lali en el panorama político argentino.

Polémica

La relación tensa entre Lali Espósito y Javier Milei no es nueva. Desde antes de las elecciones, la cantante no ha ocultado su postura crítica hacia el presidente, lo que desencadenó una serie de respuestas por parte del libertario. En una entrevista en febrero, Milei aseveró que «ella empezó, si te gusta el durazno bancate la pelusa», criticando abiertamente a la artista por su activismo político. Más tarde, el presidente arremetió de nuevo, diciendo que Lali era parte de un «mecanismo de propaganda» financiado por ciertos sectores.

Este cruce generó un debate en la industria cultural, con varios artistas saliendo en defensa de Espósito. Ricardo Mollo, líder de Divididos, comentó que «el único ‘poder’ que tienen los artistas es poder alegrar a quienes disfrutan de ese arte».

Fama

El videoclip de «Fanático» ofrece un comentario astuto sobre el costo de la fama. En una de las escenas, Lali aparece sosteniendo un periódico con su rostro en la portada, bajo el titular «Escándalo», mientras se queda dormida frente a un actor que parodia a Milei. Es una imagen potente que refleja el cansancio de ser objeto de controversias constantes, pero al mismo tiempo se apropia de ellas con ironía. La promoción de la canción en Buenos Aires, con un cartel publicitario en Palermo que luego fue «vandalizado», añade otra capa de interpretación: Lali misma parece estar controlando la narrativa de su imagen pública.

Con «Fanático», Lali Espósito no solo demuestra su versatilidad artística, sino que también reafirma su postura como una figura influyente dentro y fuera de la música. Aunque el lanzamiento de su sexto álbum aún no tiene fecha confirmada, queda claro que su música seguirá siendo una plataforma para expresar su visión crítica sobre el estado de la cultura y la política en el país rioplatense.

Lejos de quedarse en lo superficial, la cantante ha sabido utilizar su arte para provocar reflexiones profundas sobre el rol de los artistas en la sociedad y la política. Y aunque su enfrentamiento con Javier Milei parece no tener fin, lo cierto es que Lali no ha hecho más que crecer en popularidad.

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‘Las cosas, como antes’, arte contemporáneo inspirado en la Amazonía

El Centro Cultural de España en La Paz hospedará la muestra de fotografías, pintura, instalaciones, video, performances y poesía curada por Galo Coca, Ara Goudsmit y José Orsag.

/ 28 de septiembre de 2024 / 22:02

Del 3 de octubre al 15 de noviembre de 2024, el Centro Cultural de España en La Paz acogerá “Las cosas, como antes”, una exposición colectiva de arte contemporáneo que explora la representación de la Amazonía boliviana en el imaginario nacional. Con un enfoque multidisciplinario que incluye instalaciones, fotografía, video, pintura, performance y poesía, la muestra invita a repensar la relación histórica y contemporánea con este vasto territorio.

Bajo la curaduría de Galo Coca, Ara Goudsmit y José Orsag, “Las cosas, como antes” se sumerge en los complejos vínculos entre la colonización, la explotación de recursos y las narrativas de modernidad que han marcado la historia de la Amazonía. A través de las obras presentadas, los artistas buscan cuestionar las herencias violentas de estos pactos históricos, y plantear nuevos lenguajes y perspectivas desde los cuales comprender y habitar este espacio.El grito debería ser aturdidor, radical, para comunicar el dolor de escuchar, día a día, lo que acontece en la Amazonía. Este es un intento de hacer ese grito. No hablamos por los territorios. Exploramos las formas en las que nos han enseñado a ver la Amazonía como bolivianxs. Nos adentramos en los modos que reproducen la mirada conquistadora que no deja de ver en los bosques amazónicos un futuro de extracción y acumulación. 

¿De qué ‘antes’ hablamos en “Las cosas, como antes”? Nuestros lenguajes traen la noción del pasado para expresar que lo que se hace hoy con la Amazonía no es nuevo, sino el resultado de un antes que sigue presente. 

Los pactos actuales de destrucción de la Amazonía son pactos con un pasado vivo. Sus síntomas aparecen en textos, imágenes, libros, propagandas, mapas y discursos que relatan las formas de desprecio proyectado hacia territorios. Estos modos de hacer mundo prometen un futuro mejor, un futuro cuya columna vertebral es la destrucción disfrazada de modernidad. 

Esta realidad crea suelos áridos donde son fabricados los olvidos de saberes, memorias, afectos, medicinas, alimentos, de otras formas de ser humanos, de otras formas de habitar la Tierra. El ejercicio es hacer una indagación colectiva para mirar porqué es tan difícil encontrar a las Amazonías desde sus propios términos. Aquí, el pasado nos acecha preguntándonos por qué vale la pena mirar escudos que vanaglorian la extracción sin límites o mapas de geografías rebautizadas; nos acecha preguntándonos por la soberbia que reitera imaginarios exóticos sobre la naturaleza y la gente; nos acecha preguntándonos por los sueños que significan estrategias de dominación. 

Pero los cuerpos y las prácticas aquí elaboradas intentan impugnar la normalidad con la que se emiten y divulgan estos lenguajes violentos. Las preocupaciones y sensibilidades de las obras se adentran en la búsqueda de crear conversaciones y otros lenguajes en medio de mundos arruinados. 

En el gesto creador, hay hilos que bordan la vitalidad entre imágenes de violencia. Por fuera de los datos y números sobre la minería aurífera, en las fotografías de ríos desechos están escritos e inscritos los testimonios de mujeres que viven y trabajan en los enclaves extractivos. También probamos modos de contemplar el duelo que nos vincula con seres quemados por el fuego y con seres-árboles vistos sólo como recurso y extracción. Y el cuerpo propio es lugar de memorias, un sitio de diálogo entre territorios. 

Las prácticas del bordado, las preguntas, la escritura de memorias, los contra mapas, las imágenes satelitales como lugar de cercanía y crítica, el rescate de seres vegetales que iban a ser tirados a la basura, pensar con quienes están entre los incendios, el acto de poner el cuerpo y la voz como primera geografía, son gestos que hacen brotar conversaciones y posibles caminos de cuidados.

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Sobre el nombre de la exposición
¿De qué antes hablamos? Tantas cosas pueden evocar la palabra antes, esa palabra que trae la noción de pasado, pero aquí tiene un tono particular: lo que se hace hoy con la Amazonía, antes también estaba siendo deseado y pensado. Por ejemplo, la deforestación, aunque haya iniciado con fuerza en los últimos 30 años, ya hace varios siglos se discutían estrategias de colonización en “territorios inexplorados, territorios salvajes”, para continuar con la dominación del hombre frente a la “naturaleza”. Entonces, tratamos de decir que el problema de maltrato y violencia que se vive en la selva amazónica boliviana no es un problema nuevo, es una herencia, y a esa herencia queremos cuestionar. Los pactos actuales de destrucción de la Amazonía (porque son pactos y acuerdos), son pactos con el pasado, con visiones de generaciones pasadas.

Artistas invitadxs

Belén Abella, Rodrigo Alarcón, Santiago Contreras, Chontano, Jessica Freudenthal, Sara Lewis, Alejandra Menacho, Ever Roca, Manuel Seoane, Juan Manuel Tapia, Cooperativa Visual y Wara Vargas.

Acciones y actividades durante la exposición:

Apertura e inauguración

Acciones de Jessica Freudenthal, Nohely Guzmán y Rodrigo Alarcón

Jueves 3 de octubre. 19:00

ACCIÓN DE EMPUTE – PRECIO DEL FUTURO de Con Rodrigo Alarcón

Viernes 4 de octubre, 17:00

Exploración satelital del Amazonas de Santiago Contreras 

Sábado 19 de octubre, 09:30

La ficción como estrategia de memorias amazónicascon Ara Goudsmit

Viernes 25 de octubre. 19:00

Ctrl+e+Supr de la Cooperativa Visual

Jueves 7 de noviembre, 19:00

Cierre de la exposición: Sesión de escucha música de tierras bajas de los años 1960s y 1970s. Recuperación, difusión y debate con Juan Manuel Tapia.

15 de noviembre, 19:00

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Poesía boliviana: arte, historia y trascendencia

Una conversación sobre el arte de tejer versos en Bolivia, su evolución y situación, con el destacado poeta Gary Daher.

Poesía Boliviana: arte, historia y trascendencia

/ 28 de septiembre de 2024 / 21:52

Gary Daher es una de las voces más reconocidas de la poesía boliviana contemporánea. Ingeniero de profesión y con una maestría en Estudios Avanzados en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de Barcelona, su trayectoria literaria es vasta y diversa. A lo largo de su carrera, ha publicado catorce libros de poesía, tres novelas y un ensayo sobre la poesía boliviana, además de traducir a poetas clásicos, destacándose como un autor prolífico y multifacético en el ámbito literario. Además, Daher ha sido partícipe de importantes proyectos colectivos y publicaciones que han marcado la historia de la literatura en Bolivia.

Su papel en el panorama cultural no se limita únicamente a la creación literaria. Junto a destacados poetas como Ariel Pérez y Juan Carlos Ramiro Quiroga, formó el grupo literario conocido como el Club del Café o del Ajenjo, cuya obra y producción poética dejaron una huella significativa. Asimismo, ha ejercido como editor y curador, desempeñando un rol clave en la difusión de la poesía boliviana a través de proyectos como la revista El Ansia y el Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de los Anillos. Su compromiso con la literatura boliviana trasciende fronteras, logrando que su obra sea reconocida en diversas antologías y publicaciones internacionales.

En esta entrevista, Daher nos ofrece una mirada profunda y reflexiva sobre la evolución de la poesía boliviana desde el siglo XIX hasta la actualidad. A través de sus respuestas, explora los hitos históricos y las tendencias que han dado forma a la poética nacional, así como el impacto de la modernidad y la globalización en el quehacer literario del país. Además, nos comparte detalles sobre sus próximos proyectos literarios y su constante búsqueda de conocimiento y exploración en el campo de la poesía y la literatura universal.

¿Cómo ha evolucionado la poesía boliviana en los Siglos XIX y XX? ¿Qué hitos se puede identificar?

Ya desde los albores de la república y siguiendo el siglo XIX, la poesía boliviana nace con una intensa actividad poética, pues, contrario al criterio hasta hoy en día utilizado, tuvo en Bolivia un fuerte movimiento poético cuando, de acuerdo con la poeta Mónica Velázquez, que ha coordinado equipos de investigación dando como resultado dos libros sobre el periodo, se trabajaron asuntos como la presencia de la muerte, el ideal de patria, y claro cuando no los sentimientos y los amores, líneas del romanticismo.

Entre los poetas destacados de ese siglo inicial podemos nombrar a Ricardo Mujía, y María Josefa Mujía; sin embargo, el hito más destacado corresponde a la poeta Adela Zamudio que, adelantándose a su época puso la cuestión de género en relevancia a favor de la mujer, aunque su presencia abarca los dos siglos el XIX y el XX, acaso ya iluminada por el gran brillo que este brindó a la poesía boliviana

Baste empezar nombrando a Ricardo Jaimes Freyre, uno de los tres fundadores del modernismo junto con Rubén Darío y Leopoldo Lugones, del cual el mismo Jorge Luis Borges opinaba que había escrito un poema que sin decir nada lo dice todo, que es pura música, hablando del hermoso texto «Siempre», que abre Castalia Bárbara, libro publicado en 1899. Además del ensayo Leyes de la versificación castellana, de gran relevancia en toda la lengua. Por lo que este poeta y su obra son un hito fundamental de la poesía boliviana.

Jaimes Freire forma junto a Gregorio Reynolds y Franz Tamayo hacen la triada que da base al modernismo en Bolivia.

Durante este siglo hemos asistido en primer lugar a la escritura de Man Césped (Manuel Céspedes) adelantándose también a la poesía ecológica,

Posteriormente, la fuerte instancia de José Eduardo Guerra nos ingresa en el diálogo de la profundidad reflexiva. Mientras que Oscar Cerruto y Jaime Saenz se levantan como los dos pilares de la poesía boliviana, el primero como la culminación del modernismo, y Saenz como el provocador de una mirada mística construida a través del pensamiento del cuerpo y de la muerte, la ciudad, con el cristal que le da la ciudad de La Paz, y la vida corriente, desarrollando un trabajo espiritual propio en busca de conocimiento, y colocándose quizá como uno de nuestros poetas mayores, cuya obra aún es poco comprendida.

Por su parte, Hilda Mundy (Laura Villanueva) y Arturo Borda aparecen mostrando una línea vanguardista, donde Mundy cuestiona las posibilidades de verdad del sistema de la lengua, mientras Borda se desplaza en la multiplicidad de géneros con una mirada que recoge las anécdotas de la calle y las transforma en disquisiciones metafísicas, bajo permanentes reflexiones, que hacen un material profuso como si de un caldo de cultivo de la literatura boliviana se tratara.

Blanca Wiethüchter es a su vez un hito en la escritura realizada por mujeres en el siglo XX, donde acaso el mayor aporte, además de su intensa obra poética, haya sido el hecho de convocarnos para dibujar la literatura boliviana, tal como escribí en la dedicatoria que le hice en uno de mis libros de ensayos. Y recoger las palabras de Rodolfo Ortiz que nos dice que la “potencia creadora que contagia a sus lectores es lo primero que despunta; no un legado, sino un contagio de otro orden, que tiene que ver con ese rigor de la llama que hace posible leer y escribir sin ataduras”, dejándonos el trabajo Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia (2002).

En la temática del trópico boliviano, encontramos a Jorge Suárez y su poderoso Oda al Padre Yunga, además de otros poemarios con las formas rimadas siguiendo a los clásicos, especialmente el soneto, de gran calidad. Por su parte, Raúl Otero Reiche y Horacio Rivero Egüez han desarrollado una poética de gran valor que todavía deja la deuda de estudiarse. Sin olvidar, claro, la obra de Julio de la Vega Rodríguez.

Para cerrar el siglo XX, podemos decir que la poesía extraordinaria de Jesús Urzagasti, también de raíces filosóficas, y los poetas Fernando “Zeque” Rosso y Roberto Echazú han dejado una huella que creo imborrable.

¿Qué está pasando con la poesía boliviana en el Siglo XXI y cuál es el panorama actual?

La poesía del siglo XXI se abre con los cambios que la modernidad ha permitido, es decir, la posibilidad de que la poesía boliviana circule gracias a la tecnología, y permita que los poetas sean leídos y también invitados a los festivales internacionales. Esta poética que sigue, como en toda etapa de cambio, diferentes tendencias, se ve reflejada en una extraordinaria antología realizada por el italiano Emilio Coco que ha recopilado a 32 poetas bolivianos vigentes y los ha publicado de manera bilingüe.

Los poetas recogidos en esta antología son, en orden cronológico: Antonio Terán Cabero, Pedro Shimose, Eduardo Mitre, Matilde Casazola, Blanca Garnica, Norah Zapata-Prill, Nicomedes Suárez, Fernando Rosso, Álvaro Diez Astete, Humberto Quino, Juan Carlos Orihuela, Edwin Guzmán, Jorge Campero, Jaime Taborga, Gary Daher, Cé Mendizábal, Marcia Mogro, Homero Carvalho, María Soledad Quiroga, Juan Cristóbal Mac Lean, Eduardo Nogales, Patricia Gutiérrez, Vilma Tapia Anaya, Gustavo Cárdenas, Benjamín Chávez, Osear Gutiérrez Peña, Gabriel Chávez Casazola, Mónica Velásquez, Paura Rodríguez Leytón, Jessica Freudenthal, Guillermo Ruiz Plaza y Sergio Gareca.

A esta antología podemos sumar las voces de los poetas Juan Carlos Ramiro Quiroga y Sulma Montero, de notables trabajos.

El costumbrismo fue una corriente muy arraigada en el pasado. ¿Qué tanta influencia tiene esto, o no, en la poesía boliviana actual?

El costumbrismo trató de reflejar, en muchos casos con tendencia a la remarcación, el hablar popular que las variantes locales ejercitaban. Hoy en día, debido a la fuerte migración interna, producto de los tiempos, estas variantes se han suavizado. Sin embargo, dentro de las múltiples tendencias actuales, hay corrientes que recuperan el hablar popular actual para reproducir los modos y a través de ellos los sentires de la gente.

En tiempos de interconexión e intertextualidad, ¿qué tendencias de otras partes del mundo se vienen incorporando al panorama poético boliviano?

Actualmente, varios poetas bolivianos se han sumado a los movimientos poéticos que resaltan la poesía de la experiencia, y este movimiento se ha visto incrementado gracias a los talleres que estos poetas ejercitan. Sin embargo, también están otras líneas, tales como la línea de género, que también trae fuerte influencia especialmente en la poesía escrita por mujeres. En otras palabras, ya no estamos divorciados del mundo poético hispanoamericano.

¿Cuáles son los ánimos que actualmente caracterizan a la poesía boliviana, esto con relación a las miradas filosóficas que subyacen? ¿Qué tanto hay de existencialismo, hedonismo, nihilismo, iluminismo, etcétera?

Hay de todo un poco. Me parece que el panorama de las tendencias se irá aclarando a medida que pase la década, y los jóvenes poetas se interioricen más en sus lecturas que, gracias a esta universalización, está permitiendo que libros de las diferentes poéticas actuales y de otros siglos del mundo llegue a sus manos, tanto de manera física como virtual.

Aunque varios poetas han apostado por una ideología y un estilo que apela a la fragmentación, la diversidad, la paradoja, en lo que se podría llamar el posmodernismo. Las diferentes búsquedas están ligadas a las lecturas que les toca. Vale la pena mencionar que los poetas actuales son lectores que tratan de conocer y comprender a los grandes poetas del mundo, de manera que, en general, no parece haber demasiadas lecturas entre ellos, al menos no en el sentido de las conexiones o las influencias.

¿Por qué la poesía boliviana comienza a ser más reconocida y publicada alrededor del mundo hoy en día?

Las raíces de la poesía boliviana se nutren de la potencia poética del país, baste mirar su enrevesada historia, el sagrado lago Titicaca, el poderoso macizo andino con dos cordilleras, el altiplano que se nos aparece como el altar de América, los amables valles, y claro, la preciosísima selva oriental con sus ríos y la altísima biodiversidad que la ocupa. Sin mencionar la variadísima mitología, la arqueología ya descubierta y la por descubrir. Y donde se ha ido sumando la ahora ya profunda herencia de sus poetas mayores, reconocidos en el mundo entero. Baste decir que Olvido García Valdés reciente Premio Reyna Sofía en 2022, dio una conferencia en la Complutense de Madrid en 2020 sobre la obra de Jaime Saenz, a quien considera “estremecedor y rarísimo”, considerándolo “una de las figuras mayores de la poesía en español”.

Y esto es porque la poesía boliviana tiene una génesis enérgica, que produce imágenes y reflexiones en su gran mayoría diferentes a las que el público extranjero está esperando escuchar, las mismas que han sido propiciadas, en muchos casos, y de alguna manera, por las lecturas de los poetas clásicos bolivianos, de ahí el interés que provocan. Estos poemas son de excelente factura. De ahí que el interés por esta poesía ha ido creciendo.

¿En qué está trabajando actualmente Gary Daher, el poeta, y qué se viene hacia adelante para? 

Después de la pandemia no he publicado nada. Pero tengo tres libros de poesía concluidos, que verán la luz en cualquier momento. Además, desde hace siete años he estado trabajando un libro que ya he concluido y que se publicará en la editorial Letreo editores, que es de propiedad Benjamín Chávez y mi persona, el libro se llama Ezra Pound: Una luz entre Homero y Dante, con alrededor de 300 páginas, contiene un estudio de los siete primeros poemas de la obra The Cantos de Pound, así como la traducción de esos siete primeros cantares, además de casi 200 notas aclaratorias, y necesarias.

En proceso tengo hace tiempo una novela, y siempre poesía, varios emprendimientos que van en curso. Asimismo, la tesis de Maestría El Misterioso libro de Antonio Porchia, presentado ante la Universidad de Barcelona, la estoy trabajando para transformarla a manera de ensayos sobre este gran poeta argentino-italiano.

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Mano Propia

Pedro Susz comenta el más reciente film de Rodrigo Patiño, el mismo que representará a Bolivia en los Oscar.

/ 28 de septiembre de 2024 / 21:43

Los ajustes de cuentas considerados, a partir de un discutible sentido generalizador, como sinónimos de la justicia por mano propia y esta, a su vez, tenida cómo una manifestación punitiva comparable a la justicia comunitaria, pasando por alto las raíces culturales y las insuficiencias estatales, que mantienen viva tal procedimiento reparador de atropellos de diversa envergadura, han sido un asunto recurrente en la filmografía de Rodrigo (Gory) Patiño desde Muralla, su primer largometraje rodado en 2018 alimentando la esperanza de tener en puertas un director dotado de las facultades requeridas para sacar a la producción nacional de la pérdida de rumbo y del letargo creativo en el que entonces, salvo contadas excepciones, había caído.

La trata de personas, dantesca cuanto extendida actividad ilegal, con fines de explotación laboral, sexual o, directamente ligada a la venta de órganos era, en el fondo, el bizarro proceder explorado dramáticamente por Patiño en aquella primera inmersión al submundo, de cuya existencia todos tenemos superficial conocimiento merced a la espectacularizada manipulación informativa del grueso de los medios,  pero preferimos pasar por alto sumiéndonos en la fingida normalidad de la vida cotidiana, rehuimos la responsabilidad que nos cabe aferrándonos a la cuestionable opción de mirar hacia  otro lado y desentendiéndonos de los dramas que agobian a las víctimas de tales brutalidades  y sus familias. Fue tal asimismo el insumo dramático de la serie televisiva La entrega dirigida por Patiño también en 2018, suerte de spin off, ergo derivación de la temática abordada en su referida opera prima   

Obra

Pseudo, el segundo largo de Patiño, coescrito y codirigido con el español Luís Reneo, dos años después, aguo, en parte, las expectativas, debido a las fragilidades del guion y del armado narrativo, no obstante tratarse de una necesaria inmersión en otra lacerante faceta del mismo submundo compartido y explotado por quiénes incurren en prácticas al margen de la ley con la complicidad de las instituciones y funcionarios presuntamente responsables de la protección de la seguridad colectiva y del cumplimiento de las normas legales vigentes.

Una vez más Mano propia apunta a sacudir la apatía colectiva frente a rasgos ciertamente aberrantes del diario transcurrir de la vida en esa “otra” realidad que los medios convierten en espectáculo en su pugna por ganar audiencia ladeándose hacia la crónica roja como banalizado insumo preferente de sus triviales espacios dizque noticiosos.

A tal efecto traslada a la pantalla la crónica publicada por Rodrigo Navia bajo el título de “Tribus de la Inquisición” donde relata el brutal linchamiento de cinco jóvenes acaecido el 1 de junio de 2013 en una población del trópico cochabambino, o sea del Chapare, acusándolos de ser autores del supuesto robo de un camión cargado de mercaderías. Dicho relato obtuvo varios galardones internacionales, incluido el premio Rey de España. 

Historia

El propietario del vehículo intentó que los escasos efectivos policiales, un jefe y dos guardias, responsables de la seguridad del lugar, con el nombre ficticio de Villa Nogales, tomaran cartas en el asunto, junto a un fiscal igualmente asignado al pueblo. Pero al tropezar con las reticencias formales de los uniformados, recurre a contratar a un grupo de sicarios, quiénes son en verdad, por sus vínculos con el tráfico de drogas, quienes poseen el poder, en contraste con los policías, en pocas palabras, temerosos burócratas sin la menor posibilidad de ejercer efectivamente sus tareas y por ende cómplices, por pasividad, de los mercenarios.

Siendo que el robo fue ejecutado por un par de sujetos, aparentemente policías también, pero el propietario en cuestión no sabe cómo identificarlos, luego de ver a un grupo de muchachos pescando en el río no tuvo mejor idea que hacerlos responsables del aquel. Fueron entonces capturados por los asesinos rentados, llevados a la plaza principal del pueblo, golpeados sin misericordia, rociados con gasolina y prendidos fuego, pese a los desesperados, e infructuosos intentos de la madre de uno de los chicos y su hermano, para que los policías, los cuales se esconden detrás de las paredes de la comisaría, eviten el linchamiento. Propósito de igual manera fallido del fiscal, incluso cuando trata de activar la intervención de los aterrados pobladores que observan en silencio el criminal proceder.

Mano Propia

El colofón está centrado en el dolor que la familia de uno de los jóvenes continúa arrastrando tiempo después, por siempre en verdad, aparejado a la desencantada resignación con la inoperancia del Estado y sus instituciones a la hora de proteger a quiénes habitan lejos del centro del poder, aunque se sabe parecidos eventos continúan acaeciendo en ese centro mismo. 

Si este a primera vista excesivamente detallado resumen de la trama provoca la sensación de haber incurrido en el pecado de moda: el espoileo, algo más adelante explicaré los motivos de tan pormenorizada descripción, del todo distantes del propósito de inducir a los potenciales espectadores a la abstención. Al contrario: no obstante, los peros todos debieran echarle el ojo a Mano propia.

Pues bien, el relato de aquel suceso ha sido abordado por Patiño a través de la mirada y el sentir de tres de los protagonistas reales: Miguel, padre de dos de las víctimas, el cual, al arrancar la narración, con la pantalla en negro recibe en off un angustioso llamado de uno de ellos: “Nos han detenido en el camino”, y enseguida la comunicación se corta; Adrián hermano de quién llamó; y Mario Vega, el funcionario judicial, apegado a las reglas, pero ajeno a la posibilidad de hacerlas cumplir. Desde luego los nombres son ficticios a fin de no exponer a los verdaderos protagonistas, sobrevivientes del bárbaro ajusticiamiento a eventuales represalias.

Rodaje

La película, rodada durante un mes el 2023 en Palos Blancos en sud Yungas y Sapecho en Beni evidencia cuan atinada resulta la opción de Patiño al negarse a poner el acento en la recreación del episodio abordado sobre el momento del linchamiento mismo, expuesto en un par de brevísimas escenas, adicionalmente fotografiadas distorsionando las imágenes, más que suficientes para dejar expuesta la crueldad del hecho, sin necesidad de subrayados ni manoseos truculentos.

Igual de acertados son todos los otros insumos formales: la cámara en mano, optada cuando un trípode se averió, ayuda a la aproximación a los personajes y sus emociones. La faena de los protagonistas, sobre todo la de Freddy Chipana como Miguel y Alejandro Marañon en el rol de Mario es intachable, sin que el resto del elenco desoreje en absoluto. Y la banda sonora de Cergio Prudencio pone lo suyo evidenciando que su experiencia le faculta distinguir claramente que la música puede acompañar, rellenar o sumar a la construcción del tono de la historia puesta en imagen. Prudencio no renuncia a esa última eventualidad, sin aspirar tampoco a protagonismos prescindentes.

Balance

A pesar de lo anotado Mano propia dista de ser una obra de perfecto acabado a consecuencia de notorios tropiezos en el guion, escrito por el propio Patiño, que a su vez repercuten negativamente en la forma de entretejer las tres miradas sobre el hecho recreado, dando lugar a un confuso entrelazamiento de tiempos, hechos y vivencias, capaz de extraviar incluso a quién conoce la historia, ni se diga a quiénes la desconocen. Tal ha sido el motivo por el cual me detuve a describir en detalle la trama para así proporcionar a los potenciales espectadores las pistas suficientes para no caer en el señalado extravío.

Hay otros aspectos observables en Mano propia como las reiterativas tomas de manos mojadas por la lluvia, metaforizando el inepto proceder de las autoridades resumido en la recomendación de una de ellas a sus pares: “hazte el loco”. 

Crítica

Es, de igual manera muy cuestionable, la inclusión, en los primeros tramos del relato, de una breve secuencia en la cual un grupo de comunarios, después de sentenciar, en claro apego a los principios comunitarios precisamente: “nuestro problema es tu problema”, obligó a Mario, mucho antes de ser asignado como fiscal residente en el poblado, a fabricar 100 adobes, en castigo por una precipitada decisión. El modo de abordar tal secuencia refleja una sesgada visión propicia para llevar al espectador a equiparar la justicia comunitaria con lo que seguirá en la narración. Yerro endosable a un descaminado simplismo implícitamente adherido a la torcida valoración axiológica imperante desde los tiempos coloniales, fundado en la premisa de la exclusividad de la visión monocultural que atribuye a la cultura occidental la propiedad de todos los valores a ser, sin alternativa, adoptados en cualquier punto del planeta.

Que una parte de, o toda, la platea acabe moqueando o con la garganta anudada puede entrañar que lo visto dejó aflorar, el morbo subyacente en la sicología humana, máxime en estos tiempos cuando medios y redes sociales, se dijo, han hecho del sensacionalismo la clave para hacerse sitio en la comunicación mercantilizada. O, puede, asimismo, ser el síntoma de otra discutible instrumentación de ciertos temas: la de servir de válvula de escape a una impresión agobiante dando paso a jactarse íntimamente de una “solidaridad”, pasiva en verdad, que se da por hecha no bien la palabra fin asoma en la pantalla, cual si se hubiese apelado al típico desahogo del sentimiento de culpa mediante la confesión. Otra cosa muy distinta es llevar al espectador a preguntarse ¿y yo que pito toco en semejante asunto o panorama?    

Sensaciones

Es evidente. A lo largo de su filmografía, incluyendo desde luego este reciente eslabón, suerte de catálogo de los lastres de la justicia y las fuerzas del orden, expuesto por cierto con los matices necesarios para no aplanar de modo simplista los problemas, Patiño viene procurando hacerse de un estilo propio.  No obstante, que un realizador posea estilo propio, o persiga uno, no es per se, garantía alguna pues, en definitiva, estilo, salvo el manierista, no significa reincidir en una cierta suma de recursos, sino en dar con el modo de utilizar las herramientas narrativas más acordes a la armónica compatibilización entre el qué y el cómo. Y, en ese orden de cosas, los indudables aciertos formales antes anotados, sumando además el de haber encontrado, en buena medida, en Mano propia la respuesta pertinente al dilema de cómo sortear el manoseo del morbo apuntando a un distanciamiento activador de la reflexión del por qué suceden ciertos hechos, se hubiese beneficiado de un guion mejor articulado.

En síntesis, se mantiene vigente la conclusión que escribí al cerrar mi comentario del anterior trabajo de Patiño: “son esos yerros de tratamiento los que, a mi parecer, impiden a la película dar cuenta de una clara, progresiva, consolidación en la filmografía de un director desafiado a repensar ciertos aspectos de su labor, pues talento e imaginación ciertamente no le escasean”.

Ficha técnica

Título Original: Mano propia – Dirección:– Guion: Rodrigo (Gory) Patiño – Basado en: Rodrigo Navia “Tribus de Inquisición” (crónica) – Fotografía: Pablo Paniagua – Iluminación: Juan Pablo Urioste –  Montaje: Rodrigo (Gory) Patiño – Música: Cergio Prudencio – Arte: Marisol Calle – Efectos: Walter Acho – Director de Sonido: Federico Moreira – Sonido: Sergio Medina, Santiago Fernández, Alejandro Grillo, Agustín Irahola – Edición de Sonido: Cesar Mamani –  Maquillaje: Kantay Melgarejo- Foto Fija:Marcelo Iturriaga –  Asistencia de Dirección: Juan Pablo Richter- Producción Ejecutiva: Samuel Doria Medina, Leonel Fransezze – Producción: Claudia Gaensel – Asistencia de Producción: Pholak Ríos – Intérpretes: Freddy Chipana, Alejandro Marañón, Christian Castillo, Carlos Ureña, Bernardo Rosado, Mauricio Toledo, Victoria Suaznabar, Raimundo Ramos, Gonzalo Callejas, Raúl Beltrán, Ariel Vargas, Bernardo Arancibia, Pamela Sotelo, Edgar Chipana, Carlos Zarate, Manuel Vidaurre, Raymi Vidaurre, Edwin Mamani, Gabriel Pereira,  Cristhian Frías – BOLIVIA/2024

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No fabriquen balas

Gladys Cortez, viuda del celebrado cantautor boliviano Alfredo Domínguez, precisa las circunstancias en que fue escrita la canción "No fabriquen Balas".

/ 22 de septiembre de 2024 / 00:14

En la nota de la revista Escape, de La Razón, titulada «Revisita a la obra de Alfredo Domínguez», publicada el domingo, 7 de julio de 2024, me sorprendió que el autor de la nota, J. Augusto Yáñez Vargas, escribiera que la composición de Alfredo Domínguez, «No fabriquen balas» se refiriera a la masacre de San Juan de 1967 y que hubiera estado compuesta cuando el compositor vivía en Suiza.

Primeramente, viajamos a Suiza en septiembre de 1969 y segundo, «No fabriquen balas» fue compuesta en noviembre de 1979, durante los 18 días, después de la masacre de Todos Santos, en los cuales Bolivia estuvo incomunicada. No se podía llamar por teléfono. Cuando llegaron los periódicos a la biblioteca de la Fundación Patiño, Alfredo y yo vimos, en uno de los periódicos, una foto de media página con tanquetas entrando a la plaza Murillo y la nota debajo decía que los motorizados eran de fabricación suiza.

Alfredo la cantó en sus últimas presentaciones de ese año y principios del siguiente, pues falleció el 28 de enero de 1980.

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