Más de 1.500 mujeres indígenas lideran o protagonizan emprendimientos productivos vinculados a la agrobiodiversidad boliviana. Con sentido crítico y responsable sobre los recursos naturales, ellas contribuyen a la preservación y conservación de especies nativas de alto valor nutricional para Bolivia y el mundo. Son ellas las que hacen la diferencia al tener un rol central en el cuidado del hogar y en la producción de alimentos.

Verónica Flores es una indígena guaraní de la comunidad de Cañadillas, en la región del Chaco, departamento de Chuquisaca. “Como pueblo guaraní es importante proteger nuestros recursos, nuestro bosque. Aquí tenemos al nogal que ahora consumen nuestros niños porque da energía y es muy bueno”, dice refiriéndose a la nuez del nogal, alimento de alto contenido de omega 3 y minerales.

El fruto es consumido por los habitantes de la región porque ayuda principalmente a prevenir enfermedades cardiovasculares, coadyuva en la formación de tejido óseo y regula la función de sistema nervioso.

Este es uno de los alimentos que inspiró el emprendimiento Amandiya, una pequeña planta de transformación de frutos, entre ellos el nogal, mistol y algarrobo, con los que se prepara un multivitamínico proteico que se comercializa como producto artesanal en el municipio de Monteagudo, el mercado que queda más cerca de Cañadillas.

Las mujeres, además, iniciaron la producción de mermelada de guayabilla que se comercializa en el mercado de Monteagudo. Y son ellas quienes cuidan los viveros de frutos silvestres, con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) y del Instituto Superior Tecnológico Monteagudo.

El potencial de los recursos naturales en Bolivia y el compromiso del Estado respecto a las dinámicas de los sistemas alimentarios es explícito; sin embargo, enfrenta una serie de desafíos para promover su sostenibilidad. Estos desafíos se podrían abordar de forma holística al crear espacios de diálogo y articulaciones pertinentes para los actores de los sistemas alimentarios de forma colectiva. En este sentido, una  evaluación de los sistemas alimentarios, con el apoyo de la Unión Europea, ha sido realizada en 2021.

Bolivia es un país donde las mujeres son mayoría; del total de la población, ellas conforman el 50,7% del total de la población.

El país tiene 2,5 millones de personas ligadas a unidades productivas agrícolas. En ese contexto, el 85,7% de las mujeres rurales trabajan en la agricultura y la pecuaria, cumpliendo un rol esencial en la poscosecha, la transformación y la comercialización de los alimentos.

Las mujeres están activamente involucradas en la forestaría y en la producción de ganado menor. Contribuyen al ingreso del hogar a través de la agricultura doméstica y la transformación artesanal. Además, tiene un rol central en el cuidado del hogar, la alimentación sana de la familia y en la producción de alimentos.

Productora de cacao en Cochabamba

Hoy, las mujeres que trabajan con productos de la agrobiodiversidad se han convertido en el nexo entre los sistemas alimentarios del pasado y los del presente. Y el futuro que quieren darle tiene una consigna: sostenibilidad.

“Nosotros (la comunidad) reconocemos el valor de los frutos y nadie chaquea como tampoco nadie usa agroquímicos y glifosato, hemos empezado a valorar las semillas propias del lugar y no usamos semillas transgénicas por ser organismos genéticamente modificados; cuidamos nuestro medio de subsistencia”, dice Verónica Flores.

A poco más de 10 kilómetros de Monteagudo está el Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) El Palmar. Allí crece una extraordinaria palmera conocida como janchicoco, un vocablo quechua que significa “coco molido” y que da nombre a un alimento de alto valor nutritivo que solo crece en Bolivia.

Dentro del territorio el rol de las mujeres es esencial para el resguardo del patrimonio alimentario. Sabina Zurita, habitante de El Palmar, cuenta que desde pequeña molía el janchicoco para preparar empanadas con ají rojo y cebolla picada. “Ahora enseño a mis hijos sus preparaciones. Ellos son varones y me ayudan picando cebolla, moliendo la semilla, lavando y moliendo los cocos de janchicoco. Cuando no estoy, ellos pueden preparar cualquier plato o un refresco”.

El potencial del janchicoco en la gastronomía es rico, ya que a partir de él se puede preparar nogada (un guiso con pollo) y ají de papa con janchicoco y refrescos, explica Zurita, quien cuenta que las mujeres han formado un grupo de gastronomía para rescatar sus tradiciones.

Por sus características únicas —de acuerdo con resultados de laboratorio, la semilla tiene altos valores proteínicos y ácidos oleicos, como el omega 3—, el janchicoco es considerada una especie priorizada para garantizar la seguridad alimentaria con soberanía en el país.

Las empanadas de janchicoco

Casos de éxito

La igualdad de género es un mandato y una transversal fundamental para alcanzar la Seguridad Alimentaria y Nutricional, señala la FAO, a través de la mejora de los niveles de nutrición, la optimización de la productividad agrícola y el manejo de los recursos naturales. Esta organización considera que una de las condiciones para alcanzar estos objetivos es apoyar a las mujeres en los diferentes papeles que desempeñan en la agricultura y el desarrollo rural; razón por la cual incluye el enfoque de igualdad de género en todos sus programas y proyectos.

Así se logró la participación del 51% de mujeres en un proyecto apoyado por el Global Environment Facility (GEF) para la recuperación de la agrobiodiversidad, que beneficia a más de 1.400 familias de 35 municipios a nivel nacional. Y el 52% de participación femenina en el proyecto Más Algodón Bolivia, con un enfoque de fortalecimiento de sus capacidades y equipamiento de sus emprendimientos.

Esta información es fruto de estudios que ofrecen información relevante para promover la inclusión de las mujeres, como el Estudio Multidimensional de la Pobreza de hogares indígenas chiquitanos, con enfoque de género: “Reduciendo los riesgos y aumentando la resiliencia de los medios de vida”; La contribución de las mujeres en el Decenio de la Agricultura familiar (Bartolina Sisa); y el Modelo de intervención territorial en Seguridad Alimentaria con enfoque de género; además de inventarios de género bianuales.

El trabajo en el Chaco boliviano es sostenible gracias a las mujeres

Los próximos pasos

En los últimos años se ha trabajado en el empoderamiento de asociaciones productivas de mujeres en las cinco macrorregiones donde la FAO actúa. Por ejemplo, fortaleció organizaciones de mujeres productoras y de cadenas de valor vinculadas a la producción de miel, frutos del bosque, meliponicultura, algodón de color, cañahua, quinua y castaña.

Además se apoyan acciones para potenciar la producción del alimento bajo sistemas agroalimentarios tradicionales y mejorar la nutrición de las familias, lo que implica, también, mejorar las condiciones de producción, transformación y comercialización de alimentos.

Por ejemplo están los Puntos Móviles Saludables implementados en el departamento de Pando para que la población acceda a alimentos sanos, adquieran hábitos saludables de alimentación, sobre la base de productos propios de la región.

Esta iniciativa está encabezada por las asociaciones de mujeres emprendedoras Sos Pando y Mujeres Amazónicas, quienes atravesaron por un proceso de fortalecimiento y capacitación en la preparación de recetas con frutos de la Amazonía. Mediante talleres, las emprendedoras conocieron el valor nutricional de los alimentos, su correcta combinación e idearon recetas innovadoras que ahora ponen al alcance de la población en el mismo formato de los puestos callejeros de comida.

Como resultado de la evaluación del sistema alimentario, se han identificado algunas áreas de inversión clave para mejorar aún más los sistemas alimentarios locales en pleno reconocimiento del papel central que desempeñan las mujeres para garantizar la seguridad alimentaria y la nutrición para todos, al tiempo que se preserva el medio ambiente. Ya que el papel de las mujeres bolivianas en la agricultura es fundamental, a pesar de que su contribución está ampliamente subestimada por ser consideradas trabajadoras familiares no remuneradas.

Por esto es que los programas nacionales y locales deben llevarse a cabo y desarrollarse, para que las mujeres del campo, quienes labran la tierra y crean seguridad alimentaria para el país entero, puedan mejorar su economía y calidad de vida. Porque al preservar la gran agrodiversidad de alimentos de Bolivia, ellas son el verdadero nexo entre los sistemas alimentarios del pasado y del futuro.

FOTOS: RAÚL PÉREZ, SAREZKA TAPIA Y FAO