Conciertos 2022
Imagen: El Papirri
Imagen: El Papirri
No sé si podré cumplirlos, pero los compromisos están en marcha. El escenario me llama aunque mi cuerpo está medio resentido, me siento débil, qué será. El 17 y 18 de marzo vuelvo al Teatro Nuna de La Paz, un espacio maravilloso con excelente sonido y luces. Comparto el escenario con el cantante y cantautor David Portillo, hermano musical con quien tenemos varias lunas de vuelo. “Para mí es inolvidable aquel tiempo cuando todavía estudiaba en colegio y me desvivía por la música boliviana. En esos años yo tenía un cancionero y lo llevaba a todos los conciertos que podía pagar juntando mis recreos. Así fue que pude apreciar tus canciones y verte tocar la guitarra por primera vez: 33 años atrás… Teatro al Aire Libre… Cielo abierto… y un equilibrista del aire tejiendo sonidos con el vapor de su alma. Esa vez, me acerqué a ti para conocerte en persona y también porque quería que autografíes mi cancionero. Todavía conservo tu dedicatoria con mucho cariño”, me dice David en una misiva emocionante.
Yo lo recuerdo siempre con su melena maravillosa, cargando una guitarra con estuche de aguayo, buscando su camino, su identidad. En la clase de armonía del taller de música de la UMSA que dictaba, allá por 1987, percibí su talento y musicalidad. Luego David integró el grupo Sobrevigencia, demostrando su tremenda solvencia como intérprete. Fue así que en el disco Cuentacantos de 1989 lo invité como apoyo vocal. “Un buen día, me invitaste a grabar contigo unas voces de apoyo en la canción que con el tiempo se volvió una de las más emblemáticas que interpretamos juntos: Sacudite. Después, la vida se encargó de nuestra buena amistad, así como de grabaciones y presentaciones musicales, por supuesto bebidas espirituosas y tertulias inolvidables… como buenos hermanos tampoco ha faltado alguna pelea; lo bueno es que ni me acuerdo por qué”, continúa escribiéndome el cantautor.
Prontamente llegó la versión de la canción Del amor, su bailecito para el disco Bien le cascaremos de 1994, una versión preciosa, emotiva, extrañamente con guitarra eléctrica y también llegó en el mismo disco la versión de Praxis, canción que me preguntó anteayer una señorita cajera de un banco si yo era el autor, le dije que sí, salió de la caja a darme un abrazo sentido, estaba realmente conmovida. Así son las canciones, se quedan en el corazón de la gente sin pedir permiso. En 2005 dejamos sellada en el alma de nuestro público la canción Polvos del olvido en el concierto “El Papirri en vivo” del Teatro Municipal de La Paz. En 2002, descubro a David como cantautor, una canción de su autoría, hermosa, vibrante, Vale un Potosí , me sigue trastornando, será un gusto tocarla juntos estas próximas noches. En 2018, Portillo me desafía, cantemos en los 39 años del Papirri la canción Nada es para siempre dedicada a los presos, esa canción yo no la podía cantar, me remitía a tiempos terribles pero moqueando moqueando la hicimos con David y su voz privilegiada. Luego nació en 2020, en plena pandemia, la morenada Mamita Cantila que da fuerza a mi último disco 60A. Nuestra historia tiene musculatura. Pa qués decir.
Ayer empezamos a ensayar con los músicos Vico Guzmán en batería, Segalez en bajo, Omar Callisaya en charangos y Kicho Jiménez en zampoñas. Suena bien el ensamble, el que está medio fallando soy yo que me agito en un dos por tres. El tiempo pasa, el tiempo pesa, el tiempo pisa, posa, phusi, pesk’a… dice una canción mía y así nomás es. Sin embargo, pondremos todas las ganas para seguir en el camino de la canción, el 8 de abril nos espera el Mesón del cantor, un lindo café concert cochabambino. En mayo 20 y 21 se viene El Papirri y los Bolitas en el Cine Teatro 6 de Agosto. En junio la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección del maestro Weimar Arancibia, desea hacer la reposición del Papirri Sinfónico. Uy cará. Eso sí que está jodido.
Este 2022 el escenario me llama de nuevo, ojalá que este virus cabrón nos deje trabajar sin dramas, somos un sector muy golpeado. Mientras, los invitamos a todos ustedes a estos conciertos, no sé, cómo será, pero estoy sintiendo de pronto el adiós a la escena. Hice cuentas, son 54 años en escenario desde que debuté en el Club de La Paz en julio de 1968, la guitarra era más grande que yo, tenía ocho añitos. Cada vez me cuestan más los ensayos y las entrevistas. Por ahora, creo que todavía podemos, por eso los esperamos con cierta premura… y ganas de dejar la vida en el campo de juego. ¡¡Ahura que podemos, ahura que tenemos, bien le cascaremos!!