Nisttahuz, el poeta librero
Imagen: Ricardo Bajo
El poeta Jaime Nisttahuz
Imagen: Ricardo Bajo
Jaime Nisttahuz ha publicado hace tres años su último poemario y espera para la Feria del Libro de agosto ver editada su nueva novela
Jaime Nisttahuz no concibe la literatura (ni la vida) sin humor. Y cree que el humor bien entendido comienza por uno mismo. Por eso charlar con él es un verdadero lujo/placer. Han pasado 19 años y regreso a su casa de Villa Pabón, debajo del mirador de Killi Killi. Los cuadros colgados en la pared son los mismos. Los libros colonizando cada cuarto, también. Solo ha cambiado una cosa: el retrato que le pintara Pedro Shimose en 1971 tiene humedades por una filtración de agua no detectada. El resto sigue ahí, inclaudicable: obras de Silvia Peñaloza y Édgar Chino Arandia. El minino es el nuevo inquilino, se llama Lukie (por Luke Skywalker de La guerra de las galaxias).
Nisttahuz cumplirá 80 años el próximo agosto. Es la envidia de sus pares poetas/pintores pues sigue “chupando”. Un problema reciente de próstata, los consejos de Julio César —su único hijo, médico de profesión en Cochabamba, experto imagenólogo— y las riñas de su compañera de vida, Rosario Serrate, no han podido impedir que de vez en cuando tome un traguito, si la ocasión lo amerita. Tengo suerte, mi visita lo amerita. Nisttahuz, poeta, cuentista, antiguo crítico de cine y librero, saca una botella guardada para la ocasión: es un rico ron guatemalteco, un Zacapa, solera Gran Reserva, mezcla de rones.
“El otro día me contaron que un escritor alteño quería hacerme un homenaje porque pensaba que había muerto. Siempre tuve la fantasía de perderme en algún rincón de Bolivia y expandir luego el chisme de mi muerte”, cuenta Nisttahuz tras el primer sorbo. El poeta librero está esperando, sin embargo, que la Editorial 3600 cumpla su palabra y publique su último libro, No todos los zapatos huelen mal, una novela de 300 páginas. Quiere repetir el conjuro: hace 19 años cuando estuve en su casa por última vez el escritor se quejaba de que Plural Editores no quería sacar su poemario (Recodo en el aire), mención de honor del Premio Nacional de Poesía, porque el escritor había remitido la obra con otro nombre al concurso.
El último libro de Nisttahuz fue lanzado en 2019 y pasó desapercibido, una no-novedad, un clásico para este escritor acostumbrado al bajo perfil. Diferente es cantar con una sobrina encima es un poemario de la Editorial D’ la Piut (de la carrera de Diseño Gráfico y Artes Plásticas de la Universidad Mayor de San Andrés, UMSA). Son 57 poemas con una cita que presenta todo: “El anarquismo no es una ideología, es una actitud”. Nisttahuz se autodefine políticamente así: “Soy anarco socialista cristiano, creo en el Cristo de los católicos y creo en la libertad del hombre para amar a su prójimo sin obligación y ayudarlo hasta donde uno pueda”.
(“Estabas fatigado, padre / estabas dormido, hijo / miraba una piedra / tenía el rostro de un amigo / mi libertad estaba con él / también nuestras preguntas y acusaciones al llanto. / Hay calles detenidas en las ciudades de nuestra memoria”, del poema Hablando de amigos, poemario Palabras con agujeros, 1983).
El poeta librero no falla cada mañana en el puesto número seis de la Asociación Nacional de Expositores del Libro, “Antonio Paredes Candia” del pasaje Marina Núñez del Prado, en pleno centro paceño. Llega temprano antes de las nueve de la mañana y se va antes de la tres de la tarde. Lo hace en compañía de Charo (solo él la llama Rosario), con la que lleva casado casi 50 años (el próximo 30 de diciembre la pareja celebrará sus Bodas de Oro). “Entró a trabajar en la oficina donde yo estaba en la Caja Ferroviaria y me atrapó, ella dice que no, yo digo que sí”. Por aquel entonces, la Caja tenía una revista llamada El Ferroviario. En esa publicación debutó en 1965 con un cuento sobre un lorito pendejo y unos patos alevosos. ¿O era sobre una bailarina culona? Nisttahuz, que había abandonado varias carreras (Derecho, Auditoría, Filosofía…), se dio cuenta de que la literatura era lo suyo. “Comencé a comprar libros de relatos, de Washington Irving, de O. Henry. El verdadero escritor nato comienza escribiendo, vaciando lo suyo, como decía Cioran. Los que dicen que hay que leer harto primero acaban escribiendo cosas librescas, sus libros huelen a otros libros. Tu obra tiene que oler a vida, como decía Kakfa”.
Por su quiosco de libros originales (y piratas, que son los que más se venden) ha pasado medio mundo, incluso señores de dignas profesiones que se volvieron escritores. “Hace 20 años, don Antonio Paredes Candia nos convocó a Manuel Vargas, Humberto Quino Márquez y a mí. Y así se armó el pasaje de libros. Nos dio un puesto que primero atendió Nico, el sobrino de Quino y luego mi esposa y yo. “Viene la llok’allada de la carrera, se compra algún libro y recibe una lección gratis de literatura. Los viejos escritores también dejan sus libros, si son muy buenos, no los vendo, los nacionalizo”. Sus mejores joyas fueron la primera edición, publicada en Santiago de Chile en 1936, de Chaco del sucrense Luis Toro Ramallo (“se la hice leer a Wilmer Urrelo y luego se hizo famosa, hasta la Biblioteca del Bicentenario la publicó de nuevo”); y un libro difícil de encontrar por estos lares, un libro que desmitifica/destroza a Borges (Borges: esplendor y derrota en Tusquets, 1996, de María Esther Vázquez).
(“El mundo empequeñece / en tu ausencia / y las noches son más largas / y los días se marchitan / sin tus manos enlazadas en mis manos. / Faltan tus caricias / ni las respuestas me sosiegan / junto a ti me siento un dios / a la distancia / un mendigo”, del poema Postdata (para Rosario), del libro Diferente es cantar con una sobrina encima).
Nisttahuz nace un 16 de agosto (de 1942) en La Paz. Ese día es San Roque. “Como mi viejo —don César Moisés— que fue dirigente sindical de los trabajadores ferroviarios sabía que me iban a joder por nacer en el día del perro, agarró y me inscribió un día después, 17 de agosto, Día de la Bandera”. Del padre, el hijo heredó una Colt que en los días aciagos de las dictaduras le sirvió para esperar tranquilo. Su hermano Zenón (tiene otro llamado Carlos) le ayudó a esconderse durante la dictadura de García Meza a inicios de los años 80. “Aquella vez le di todos mis libros, especialmente los marxistas y los rojos a un amigo. Cuando le pedí que me los devolviera, me dijo que se los habían robado aunque yo sé que los vendió”. Nisttahuz ha dedicado varios poemas a los “afanadores de libros”. Su madre Sandalia Parrilla (le decían “Sandy”) era descendiente de las cochabambinas hermanas Parrilla, heroínas de la independencia ante los españoles. “Era chiquitita y revolucionaria”.
Cuando la revista del trabajo se le quedó corta para publicar sus textos, Jaime se puso un reto: ver sus cuentos y poemas en el prestigioso suplemento Presencia Literaria. “Con Gastón Suárez, que tenía una fábula llamada Mallko, mandamos nuestros relatos a través del secretario de monseñor Quirós. Ahí le conocí a Pedro Shimose, que era el dibujante del suplemento, luego días después nos vimos en Los Amigos del Libro cuando la librería estaba en la Comercio. ‘¿Sigues escribiendo?’, me preguntó el beniano. ‘Irremediablemente, es como una enfermedad’, le respondí. Me invitó a almorzar y desde ese día hasta hoy somos amigos. Hablamos por teléfono. Cuando le dije el título de mi último poemario, el de la sobrina, no le gustó. Bien zonzo se ha puesto en España, lo han formalizado”, cuenta riéndose y mostrando su único diente de pirata.
(“Con el globo de la frente parece que buscara un apoyo que no resulte precario. / De tanto husmear el lado opuesto de lo que veo, tengo los ojos tiznados y miopes, que no remedio ni bebiéndole el jugo a la vida. / Sospecho que con el gancho de la nariz ni siquiera voy a cavarme la sepultura. / Una sombra de bigote puede mostrarme algo hosco. / Mi risa hace tiempo se encuentra desgajada y el descontento que sobresale en mi boca no es más que la insatisfacción de lo que todavía no he ardido ni quemado”, del poema Autorretrato del libro La humedad es una sombra y otros poemas, 1992)
A finales de los 70, Nisttahuz se junta con René Bascopé Aspiazu y Manuel Vargas para fundar una revista mítica, Trasluz, cuyo subtítulo decía así: “Relato-Testimonio-Poesía-Apuntes-Libros”. Édgar Arandia y Silvia Peñaloza colaboraban con ilustraciones. En febrero de 1976, la revista recibe un anónimo con amenazas de muerte: “Sabemos que todos ustedes tienen filiación extremista y comunista, su publicación enfrenta abiertamente a los intereses de la patria. La poesía y literatura que esgrimen es un arma del imperialismo comunista. Luis Espinal caerá pronto por su depravada labor en prensa. Si no vuelven al carril justo y verdadero, sentirán con dolor y arrepentimiento haber hecho caso a consignas foráneas y extremistas. Por el bien de ustedes, no persistan”. Nisttahuz persiste hasta el día de hoy, lo propio el Chino y Manuel Vargas. De René Bascopé hablaremos otro día. “Tengo un cuento llamado Sandunga sobre su triste final, está en mi libro Inquilinos del insomnio que publicó Gente Común en 2008”.
La charla se desvía hacia los escritores muertos (nota mental: realmente este ron de Guatemala nos conduce a lo peor). “Saenz era un cagón, Viscarra fue mejor. Saenz murió mientras celebrábamos mi cumpleaños en mi casa, tomando con Quino, Moro Gumucio y otros. Ya no quise ir a su velorio ni salir picando de la casa. No era santo de mi devoción. Su famosa frase ‘en el fondo del fondo’ es una cojudez, es la frase de un borracho. Andaba con el saco de un aparapita pero lo había hervido cien veces para quitarle las pulgas. Se subía al micro y dejaba caer una calavera para montar escándalo. Era pura pose. Lo han mitificado, su prosa es mediocre y aburrida, solo se salva su poesía”.
(“Destellos y campanadas nos aturden / calmosos los viejos / acelerados los jóvenes / acarreamos secretos y cobardías / remedio pasajero es la risa / caminamos engañados / repartes tus cenizas al viento / escribes tu epitafio / en el aire / para dejar tu nombre en una calle /en una plaza / para que el polvo / cubra tu vanidad”, poema Fama del libro Diferente es cantar con una sobrina encima, 2019).
La poesía de Nisttahuz es aforística, visceral, escatológica; una (meta)poesía que habla de poemas, de palabras, de letras que quieren contar y bailar (“Si no bailas en tu pensamiento, ¿para qué bailas?”); una obra poética que se vuelve con el paso de los años más ascética, más minimalista, que se depura/reduce. “Es la flojera que tengo”, apostilla el poeta. Es una poesía donde no puede faltar el humor porque el humor es liberador. “Para poder respirar en este planeta tan emputante y bello, hay que agarrarse de la ironía y el sarcasmo, si no te puedes reír de ti mismo es que eres un cojudo. El Monse Quirós decía que se nace o no se nace con humor”.
Nisttahuz ha partido narices y se la han partido, ha bebido con malandrines en boliches “t’hapas” de mala vida (los famosos “cementerios de elefante” que retrató en uno de sus relatos del cual luego Arandia hizo una serie pictórica). Ha desorganizado su vida, no ha mezquindado farras y cree que el ron es “sexy” (“¿sabías que el vodka no te deja tufo? Es el santo remedio para los borrachos que se esconden para chupar”). Hace años escribía cuentos de los extraños sueños que tenía. Ahora bebe con amigos en la casa más que en los bares bohemios que ya fueron. Y a cada rato se escapa al baño por la próstata de mierda.
FOTOS: RICARDO BAJO