Juan Diego Escobar: ‘El cine como arte debe ayudar a sanar, no a entretener’
Imagen: Yanemarai
Juan Diego Escobar
Imagen: Yanemarai
El director colombiano presenta en los cines de Bolivia su premiada ópera prima ‘Luz, la flor del mal’
Luz, la flor del mal es la ópera prima del director colombiano Juan Diego Escobar Alzate (1987, Manizales, Colombia). El filme tuvo su premier mundial en la Sección Oficial en Competencia en Sitges — Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya, el evento más importante del mundo para el cine fantástico y de terror. Desde ahí recorrió más de 60 festivales alrededor del mundo y ganó 24 premios internacionales, además de una masiva distribución internacional.
La película de Juan Diego bebe de varias vertientes, estéticas y narrativas, no sólo del género de terror, sino también del western y el suspenso, pero con un toque latino que le da a la película una identidad propia. Ese toque viene a través del melodrama, el ingrediente clave en la propuesta. A esta se suman los riesgos formales que asume el director, logrando crear un universo onírico y perturbador único que, junto a su magistral fotografía y a la interpretación de sus personajes, sumerge al espectador en una experiencia cinematográfica que vale la pena experimentar.
Luz, la flor del mal se estrenó en las salas de Bolivia el 12 de mayo. El director compartió no sólo los pormenores de la propuesta, sino de su trayectoria, pues es un director que ya brilla con luz propia.
ESCENAS DE LA PELÍCULA 'LUZ, LA FLOR DEL MAL'
—¿Quién es Juan Diego Escobar?
—Soy un apasionado del cine de género y del terror desde que tengo muy corta edad, soy un fiel amante de consumir y saber todo lo posible sobre éste. Colecciono DVD y Blu-ray de todas partes del mundo con respecto a estos géneros que amo. También, aparte de ser guionista, director, colorista y montajista, soy jefe de adquisiciones de una plataforma francesa de cine de género llamada Freaks On. Así que como se puede apreciar, soy y respiro el género y me encanta todo lo que tenga que ver con la alquimia, poesía, filosofía, metafísica y demás.
—¿Cuál es su formación en cine?
—Me gradué de Comunicación Audiovisual en Colombia y posteriormente hice una maestría MFA en dirección de cine y televisión en Estados Unidos, de la que me gradué con honores Cum Laude.
—¿Cómo surgió el interés por el cine?
—Soy de una pequeña ciudad colombiana llamada Manizales, en donde todo es conservador y las profesiones son las más comunes de todas, la gente busca seguir con los sueños de sus padres y nunca con los suyos cuando deben decidir qué estudiar. Yo veía mucho cine a muy corta edad, siempre apasionado por los spaghetti western y el terror y cuando me gradúo del colegio me digo: ¿qué quiero estudiar?. Sabía que no quería ejercer las profesiones normales de mis padres y así fue como me dije: lo único que he hecho en mi vida es ver cine, ahora intentaré hacerlo y me arrojé al abismo de la creación.
—¿Cuáles son sus referencias cinematográficas como director y que han terminado por influir en su trabajo?
—Mis directores favoritos son Alejandro Jodorowsky, Dario Argento y Terrence Malick, todos muy distintos entre sí. Diría que mi cine es una mezcla de estos, pero también tiene un tono muy único y poético que he encontrado solamente en la poesía, que es una de mis grandes pasiones. Mi cine bebe mucho del tono nostálgico de Sylvia Plath.
—Luz, la flor del mal es su primer largometraje, ¿cómo nació esta historia?
—Me interesaba contar una historia poética, difícil de digerir, que cuestionara y a la vez desafiara al espectador para que fuera un miembro activo más de la cinta al verla. No me gusta el cine que toma al espectador por bruto, por el contrario, me gusta cuestionarlo más allá de entretenerlo. El cine como arte debe ayudar a sanar y no a entretener. Particularmente no creo en Dios, pero sí en el Dios según Spinoza, que es un Dios que está en todas partes, en una sonrisa, una cascada, en absolutamente todo, y se manifiesta a través de la naturaleza. Y este es el caso. Luz es una película que es un tributo a la naturaleza y que nace a través de una toma de ayahuasca que hice en el Putumayo y es mi forma de decirle gracias a la tierra y a la naturaleza, que muestra mi repudio hacia la religión como práctica al igual que hacia el machismo y exalta la divinidad de la mujer y su feminidad.
—Su filme juega, fuera del terror y el suspenso, con el melodrama, lo que le da un toque bastante latinoamericano, considerando nuestra tradición como continente en el uso de este género.
—Me gusta jugar con los géneros, los conozco muy bien. Luz no es una película de terror pura, en realidad diría que es una mezcla de todo un poco y de géneros que normalmente no se mezclan, como el melodrama, el western, la fantasía y el terror. Es bueno que menciones lo de melodrama porque así es, quería hacer una película única en su clase, que bebiera de clásicos como La familia Ingalls, Heidi y The Sound of Music, melodramática pero con una influencia oscura y cuyo paisaje fuera retratado como una pintura y como protagonista, así como se lo hacía en el ya extinto Heimat film.
—¿Cómo fue la recepción de la película en el mundo? ¿Cómo fue el estreno y en qué festivales estuvo?
—A la película no le pudo haber ido mejor, para ser una obra independiente de genero. Traspasó barreras y se convirtió en una película de culto no solo dentro de América Latina, sino en el mundo entero, lo cual es muy difícil de lograr y algo que pocas películas latinas han conseguido. Tuvo más de 46 selecciones en festivales y cosechó 24 premios internacionales. Se estrenó en competencia oficial y principal de Sitges, que es el festival más importante de cine de género del mundo, y fue adquirida por varias de las mejores distribuidoras de cine de esta clase en el mundo como son Shudder, Raven Banner y Dark Sky Films, entre otros.
— ¿Cómo fue la recepción de la película en su país?
—Fue un éxito alrededor del mundo, distribuida en más de 15 territorios a nivel mundial, llenando salas en el extranjero y con sold out total en Blu-ray y DVD en diferentes regiones del mundo. Sin embargo, en Colombia pasó desapercibida, fue un fracaso total. Salimos con un distribuidor muy pequeño y en medio de la pandemia nos tocó estrenar solo en autocines selectos, por lo que la película no tuvo la potencia que tuvo en el extranjero. Supongo que aplica el dicho “nadie es profeta en su tierra”.
—¿Cómo es producir y distribuir cine de terror latino en América Latina?
—Es muy complejo. Si producir cine independiente en nuestro continente es complicado, imagínate un cine transgresor cuando precisamente no existe una industria que lo apoye. Es mucho más difícil conseguir financiadores pese a que está bien demostrado, y que los números no mienten, que a la gente le gusta esta clase de cine, no solo acá, sino en todo el mundo. El cine de género cada vez más va tomando el protagonismo que se diluyó de sus manos em los años 80.
—¿Qué expectativas tienes sobre el lanzamiento comercial de Luz, la Flor del mal en Bolivia?
—La cinta fue todo un éxito en el extranjero, que llegue a un país como Bolivia me llena de emoción. Es una película diferente que pretende cuestionar y sanar tantas heridas sobre el machismo y la religión inconmesurada que se vive en América Latina. Esperemos poder tener una buena recepción con una película tan bella como compleja como esta, que requiere un espectador activo y no pasivo, no buscamos únicamente entretener, sino cuestionar.
—¿Cuáles son sus nuevos proyectos?
—Tengo dos proyectos en el tintero, ambas coproducciones argentino-colombianas y ambas pertenecientes al cine de género. Una es El arcoíris negro una historia de folk horror que bebe mucho de Apocalypto y la otra Líbranos del mal, un thriller de terror con tintes de folk horror que habla sobre la pedofilia en una comunidad alejada de todo.