‘Seré la donante’
En Bolivia unas 5.300 personas tienen enfermedad renal crónica etapa 5. Uno de ellos era Tito, quien recibió un riñón de su hija Abigaíl
Son dos litros de agua diarios que bebe —nada fuera de lo común para una vida saludable—, cuida su cuerpo evitando levantar grandes pesos; la herida necesita algo de tiempo para cicatrizar. Se realizó un control médico a los seis meses de la operación donde confirmaron que “todo está muy bien”. Esos fueron los únicos cambios que tuvo que asumir luego de ingresar al quirófano, decisión que la resume como un acto de amor.
“Yo entré a la una de la tarde y salí más o menos a las cinco y media. Mi papá entró a las cinco y media y estuvo hasta pasada la medianoche”. Es Abigaíl, madre, hija, hermana, esposa, donante y mucho más. Hace siete meses fue operada, en una cirugía donde donó voluntariamente —sin presión, sin dinero de por medio, ni extorsión— uno de sus riñones. El receptor; su padre, el señor Tito.
Era 2016 cuando Tito Flores, técnico en computadoras y quillacolleño, desembarcó en Tarija, listo para comenzar otra etapa en un terreno que compró para construir su nueva casa, pero los planes cambiaron. Una insuficiencia renal lo llevó de regreso a su querida Cochabamba. El diagnóstico fue confirmado: tenía insuficiencia renal en etapa 5.
Y así comenzaron las hemodiálisis. “Cuatro horas, tres veces a la semana en una cama sin moverte, eso también hace que tu cuerpo se canse. Ahí veía algunos compañeros que gritaban, lloraban, que no podían resistir las cuatro horas de diálisis”, con un cuerpo debilitado, menos 21 kilos, la vida laboral de Tito se esfumó.
Los médicos informaron que sus riñones no iban a mejorar, y en medio de los controles y visitas a los hospitales entró en escena la palabra donación. “Nos dan la idea de que de una vez nos inscribamos para estar en la lista de donaciones para que mi papá pueda recibir un trasplante de un donante cadavérico. Hemos tenido paciencia ya que durante dos años mi papá continuó con las diálisis. Y mientras esperábamos, era muy doloroso verlo”, comenta Abigaíl.
El orden de la lista de espera está fijado por varios criterios: la compatibilidad con el potencial donante, grupo sanguíneo, edad del paciente, entre otros, y a la cual actualmente 150 pacientes quieren ingresar, y para eso necesitan cumplir con los protocolos o en algunos casos actualizarlos.
“No toda persona que muere puede ser donante. En realidad solo aquella persona que tiene muerte encefálica. Esa es una de las condiciones fijadas por ley, pues hay muertes diariamente, pero por diferentes causas. La particularidad en estos casos es que el personal de salud tiene que notificar al Ministerio de Salud cuando hay un donante cadavérico”, explica Soledad López, médica y encargada del área de Trasplante del Programa Nacional de Salud Renal. Además de cumplir esa condición, llega otra; que los familiares del fallecido, en medio del dolor, autoricen la donación. Acortar la diferencia entre el número de personas que necesitan un órgano y aquellas que sufren una muerte encefálica es una misión complicada.
“Sin donante no hay trasplante, entonces tenemos que trabajar por ambos lados para promover los trasplantes, pero ahora es importante la concientización de la población para la donación voluntaria”. Aquellos que desean ser donantes se pueden registrar en los Servicios Departamentales de Salud (Sedes) o en la página del Ministerio de Salud (Registro Renal).
Cuando hay un donante cadavérico es importante la confidencialidad, tanto del receptor como del donante, porque la divulgación de sus datos puede traer “consecuencias negativas”, por un lado con los familiares de los donantes ya que puede interferir en su “proceso de duelo y generar falsas ilusiones acerca de que su familiar fallecido está vivo en otra u otras personas y generar vínculos que puedan estar basados en la negación de la muerte”. Por otro lado, en relación con las personas trasplantadas puede afectar y perjudicar el proceso de adaptación a su órgano o tejido trasplantado y “generar sensaciones de culpa o de deuda hacia la familia del donante”, como recomienda la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
“En Bolivia tenemos aproximadamente 5.300 pacientes con enfermedad renal crónica etapa 5 que se encuentran en una terapia de sustitución renal por hemodiálisis, de los cuales 3.300 son pacientes del Sistema Universal de Salud (SUS). Esto se está realizando en hospitales públicos y privados de convenio”. El programa ofrece a los enfermos renales que no se encuentren afiliados a una institución de seguridad social de corto plazo o que no cuente con ningún otro tipo de seguro de salud, la posibilidad de acceder a un trasplante gratuito.
La donación también puede realizarse con un donante vivo, cumpliendo los requisitos: tener hasta un cuarto grado de consanguinidad con el receptor o cónyuge, buen estado de salud, compatibilidad, entre otros.
“Agarré a mi esposo y a mi hija y les dije: ‘Nos vamos de vacaciones a Tarija’ y allá les doy muy animada la noticia que seré yo la donante. Desde el principio tenía fe en que todo iba a salir bien y que sería positivo. Hablé con la visitadora social, la psicóloga, psiquiatras y después empezamos todo el protocolo que ha durado casi ocho meses. Gracias a Dios, paso a paso que dábamos todo era positivo, todo encajó”, recuerda Abigaíl.
Tito, al enterarse de la decisión de su hija, la rechazó. En ningún momento se le cruzó por la cabeza que algunos de sus hijos sean donantes y menos de él. “No quería porque es bastante joven, tiene una hija y un esposo”. Hasta que la información llegó; que no tendría consecuencias. Una ida y vuelta de amor, donde había más protagonistas: una familia que acompañó la decisión y despejó los miedos y dudas.
La historia diaria está llena de entregas de padres o madres hacia sus hijos, pero también hay ejemplos de grandes generosidades de los hijos hacia sus padres. La de Abigaíl es una de ellas.
El 28 de noviembre de 2021, Tito y Abigaíl ingresaron a quirófano.