Ch’ukuta valiente
Imagen: El Papirri
Imagen: El Papirri
CH’ENKO TOTAL
Hace dos años me llamaron residentes paceños en Londres para hacer un concierto vía streaming por las fiestas de julio. Eran tiempos difíciles, de pandemia y golpe, canté un par de canciones, la salvadora Metafísica popular y La Paz, mi ciudad, una canción pop a la que no le dieron ni pelota. Salí vacío del ciberevento, decidiendo componer una canción para La Paz más fuerte, un huayño bailable y festivo. Había guardado las primeras ideas en una grabadora medio chinchosa, caprichosa, que a veces grababa y otras veces borraba lo grabado. Esa grabadorita de periodista Olympus resucitó hace un par de semanas gracias a mi amigo Astroboy, que se bajó un programa de rescate de audios, cosas mágicas del ciberespacio. El programa de marras rescató de la grabadora unos 300 audios que yo creía muertos, allí estaban los audios del proceso compositivo de todas las canciones de lo que iba a ser mi disco 60 A. En el medio aparecieron las ideas melódicas de la canción paceña y un audio mío con voz de brindis que decía: “los paceños cantamos un bello tango y un taquirari gozoso en las fiestas de julio, hagamos algo más nuestro, pues”. Decidí acabar esta idea que se consolidó en un huayño sicuri mestizo al estilo Música de Maestros, la letra fue brotando llena de lugares comunes. Saqué del texto la palabra “antiimperialista” para no restringir a los escuchas, pero sabiendo en mi decoro íntimo que la revolución del 16 de julio de 1809 fue una revolución antiimperialista de verdad, una toma del poder de los mestizos paceños que se sentían relegados por los gachupines y familias. Murillo tomó el poder, sacó a los españoles de los cargos de mando y puso un gabinete de ch’ukutas valientes: La Paz fue territorio libre del imperio español. Aquella heroica sublevación duró pocos meses, en enero asesinaban a la mayoría de los revolucionarios, pero la gesta fue el espaldarazo para los 15 años de guerrilla americana que se venían.
El asunto es que hace 15 días acabé el huayño, lo llamé a mi amigo Luis Soria, ingeniero de sonido de Soria Records de Cochabamba, un estudio profesional donde grabé la canción Ch’utis del mencionado disco. “Quiero salir de un bajón familiar tremendo, hermano, grabemos la guitarra y voz de esta nueva canción para sentir la música de nuevo”, le dije inseguro. Al día siguiente me fui al estudio a grabar esa base, Luis me dijo “es mi cariño, no me pagues”, inaugurando esta canción repleta de solidaridad y amistad. Mandé a mi amigo músico paceño Mauricio Segalez la toma base, Mauricio ch’alló su Mental Studio de la ciudad de El Alto con una sesión maratónica, pues se fueron sumando varios músicos y músicas. Grabaron en aquella sesión el cantautor David Portillo con su hermosa voz; Daniela Pabón, dulce voz femenina; luego se sumaron los tremendos sicus de Fernando y Kicho Jiménez y la guitarra eléctrica de Bilo Viscarra de Los Bolitas. La cantante y compositora Isadorian mandó la toma de su interesante voz desde su home studio de Obrajes, el virtuoso percusionista Iván Guzmán puso percusiones desde su home studio de Sopocachi, la violinista Liz Loayza aportó con su violín y voz también desde su estudio personal de Següencoma, Ariel Choque puso su charango intercultural desde su estudio de Villa Copacabana; así poco a poco se fue armando este ch’enko paceño que decidió llamarse Ch’ukuta Valiente. La cellista Roxana Tórrez, además esposa de Segalez, le dio un toque especial, el gran pianista y compositor Heber Peredo mandó, sobre el filo, una toma desde su estudio de Aranjuez.
En cuanto al nombre, el significado de ch’ukuta lo tenía en duda, solo recordaba que mi padre solía decir: “soy paceño, ch’ukuta y pico verde”. Le consulté a un amigo aymarólogo, que me contestó: “ch’ukuta, literalmente, cosido. Parece que se trataba de una vestimenta que el paceño originario cosía en sus tobillos. Se aplica tanto a hombre como a mujer”. Así de difuso el asunto. Hoy decido quedarme con la acción del verbo que remite a coser en el sentido de unir, pues eso es La Paz, un territorio que une y cose de manera generosa, a veces silenciosa, siempre integradora a todos los bolivianos y residentes en Bolivia. En cuanto a “pico verde”, leí un debate en redes entre dos señores: uno decía que se refiere al verde del pijcho de coca en la boca, en el pico del paceño. El otro decía: “no es así, se refiere a las primeras botellas de la cervecería boliviana, unas botellas verdes, le cascaremos unas verdes decíamos, bachilleres”. Hoy me quedo con el asunto del pijchar, pues soy —desde hace una década— un masticador de coca militante y puntual, un pico verde de verdad. Así, saliendo del bajón, llenando mi cabeza otra vez de música y versos, nació esta canción simple, “tal vez demasiado simple”, según ironizó mi sobrina la intelectual. Fue un hermoso pretexto para volver a la guitarra, a las grabaciones, al compartir música. Nadies cobró un peso, nadies financió el tema, todo fue solidario y colectivo. Eso sí, Segalez tuvo que cargar la parte más dura de editar y mezclar diferentes calidades de audio, además de tocar bajo y cantar. Yuspagara, Mau. Un gracias a Lalo Lanza de Taparaco Arte Video, que se une cosiendo este bello tejido de paceñidad con un video para las redes. Cuatro damas y ocho hombres, músic@s todes paceñes, le regalamos este 2022 a La Paz, nuestra ciudad, esta música con todo amor: Chuquiago Marka, Jallalla. ¡Que viva mi La Paz!
(*) El Papirri: personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta