El 23 de agosto, en el Museo de San Francisco de La Paz, con una selección de 30 obras de arte, se inauguró una muestra póstuma dedicada a la obra de Manuel Nogales Álvarez (1973-2022), dibujante y artista plástico. La exposición, organizada por Imaginarium Aeternum (la Asociación Boliviana de Arte Fantástico) y Vivarium Industry (Simposio de Arte Fantástico & realismo imaginativo), se denomina Refugio en la oscuridad y fue antecedida por una charla sobre la obra del artista paceño.

Está dedicada a mostrar lo más profundo del corazón y cicatrices espirituales de Manuel Nogales. El dolor, oscuridad, horror, muerte y soledad han sido transmutadas en arte y, al mostrarnos como nunca su alma, nos abrió otro mundo.

Ahí están seres fantásticos tenebrosos y demoníacos; paisajes desolados y postapocalípticos; posthumanos y su eterna compañera: la Santa Muerte.

Utilizó la tristeza, cada lágrima, cada golpe, cada desilusión y con total sinceridad creó en silencio obras imperecederas de intrincada y oscura belleza. Porque cuando un artista expone su alma herida ante nuestros ojos, el arte cumple su cometido.

El arte fantástico boliviano ha perdido a uno de sus más grandes exponentes, pero deja un legado que desde ahora estará escrito en la historia.

Por casi 30 años, Manuel fue mi más entrañable amigo, mi hermano y confidente. Aquel que siempre estuvo ahí para apoyarme y comprenderme.

Con tu muerte, querido amigo Manuel, una parte mía también muere. Nos volveremos a ver en la eternidad.

(*) César Iván Sanjinés Saavedra es comunicador, cineasta, productor audiovisual y documentalista

LA GRÁFICA

El dibujo fue el fuerte de Manuel Nogales, cuyo retrato es con el que plasmó sus ideas

El inframundo sensible

La ilustración de un mundo fantástico: ¿es una opción para habitar un mundo propio? ¿O una huida del mundo ancho y ajeno? Toda respuesta supone una elección, una declaración personal de la concepción del mundo, de la vida y aquí estamos ante Manuel Nogales, un hombre de arte, de oficio, que nos deja este testimonio, pensamiento y reflexión.

Opta por el mundo fantástico donde gobierna una mayor libertad expresiva, no está sujeto a reproducir, pero traslada a este su mundo al desnudo masculino y femenino, opta por la pareja del paraíso, desnuda y dolorosa; una, la vida, como condena. Y, entonces, teje en la dualidad del amor y la muerte y se presenta la Awicha Illimani como ancla de roca perpetua y, entonces, todo es tiempo, presente. El mundo que habitan estos seres es un inframundo, es el valle de Chuquiago, Laikakota, laguna de brujos y diablos, demonios y arcángeles, amores y desamores y la muerte, la perpetua huesuda que no nos abandona. Y uno de sus simbolos más presentes de este valle de lágrimas, tumba de tiranos cuna de liberadores, son las Ñatitas-calacas, las que nos guían desde el alaxpacha al akapacha, del mundo de abajo al mundo de arriba, y a descender como chukutas, transitamos los dos mundos, como en casa, nos dicen y les decimos.

Y Manuel Nogales nos ilustra con un atrapapesadillas, pero de ardiente pasión y dolor, nos recuerda nuestra condición de conquistados y seducidos por hembras fatales, diablos encantadores, muertes solemnes y al hombre, este triste hombre que busca inclinado sobre la arena el sentido de amar y ser amado.

Este testimonio merece sobrevivir los avatares de una temprana desaparición, no quiso perderse en la ceniza del olvido y quiere mirarnos a los ojos una vez más.

(*) Armando Urioste es escritor

Anatomía y profundidad

Manuel Nogales nos dejó una obra impresionante. Las palabras se quedan cortas al momento de tratar de describir los espacios, las formas, la profundidad de lo que quería transmitir en cada uno de sus trabajos, en sus líneas, en sus figuras, en los ademanes de sus personajes, vivos a través de la tinta, de la carbonilla, de la acuarela o del material que haya pasado por sus manos a lo largo de su existencia artística; apreciar su oficio y no hacerle justicia es como recordar una experiencia emocionante, la primera de la infancia más absorbente, y no poder transcribirla en la madurez. ¿Cómo hacer para encender la vida a través de las palabras, como Manuel lo hacía de manera tan magistral, por medio de sus dibujos? Los resabios primordiales de Doré, los trazos tan estudiados de Da Vinci, las profundidades de los músculos y los ambientes de pesadilla que, si bien impresionaban, también transmitían hambre por apreciar la vida. Anatomía y profundidad mediante, cada trabajo de Manuel es parte del testimonio de que en Bolivia hay voluntad por el arte fantástico y de calidad, y de que lo fantástico no se pelea con el arte en general.

(*) Daniel Averanga es escritor

OBRAS: MANUEL NOGALES