Para quienes no pudieron leer la novela Lluvia de piedra, de Rodrigo Urquiola, en ésta se presenta por vez primera una región que, a la usanza de Santa María o Luvina, presenta las características de una región salida de la imaginación del autor, es decir, un pueblo mítico.

Por lo menos esa es la idea que dicha novela nos da por una especie de característica de abstracción, propia de las estrategias del realismo mágico. Sin embargo, Santa Fe físicamente existe, es un barrio en la periferia del Sur, a un costado de Chasquipampa.

En Ayer el fuego (Editorial Libros de la Montaña, 2022),  el nuevo libro de cuentos del autor,  Santa Fe se presenta más física, más real y a los protagonistas con una presencia menos fantasmagórica, más lacerante en su categoría de ciudadanos de segunda clase, en su condición de subalternidad y como víctimas de la llamada gente de primera clase.

El autor exhibe una sociedad injusta donde predomina la arbitrariedad impuesta por el que tiene más, deviniendo los relatos en una estructura de problemática social en la que los protagonistas adquieren un estatus de explotados.

No por ello el libro asume radicalmente estas tendencias. Son un telón de fondo para presentar una barriada con sus problemas, pero también con algunas prácticas culturales que la individualizan en la evolución de sus actantes, propietarios de un pensamiento práctico que los aleja de la simpleza del social realismo.

Ayer el fuego

Cabe mencionar algunos de ellos como el alter ego del propio autor que biográficamente aparece en todos los relatos o también a esos excéntricos como el “Huérfano salvaje” o el “Correcaminos”, que matizan la cotidianidad de dicha comunidad en la que la mujer se visibiliza en la presencia de la abuela, casi una matriarca que con su sabiduría de vida impregna los sentidos del narrador-protagonista.

También quisiera puntualizar en la presencia de la madre que utiliza la región solo como barrio dormitorio, ya que su trabajo no le permite una mayor presencia en el hogar.

A decir de Guy Debort: “Las sociedades en las que dominan las condiciones de producción se presentan como una acumulación de espectáculos”.

Es precisamente un espectáculo el que nos muestra el autor, un espectáculo hiriente cuya intención es apartarnos de esa mirada engañada, de esa falsa conciencia, para penetrar en la comprensión del abuso de un mundo que huye de una práctica social para generar una diversidad de fenómenos aparentes, de apariencias organizadas que tendrían que ser reconocidas como una verdad general.

Santa Fe, en suma, es presentada como una radiografía o un fresco que nos muestra parte del material con el que está hecho esta ciudad y que obedece a una precariedad que intentamos desconocer, pero que a la postre su presencia no puede ser ignorada.

FOTOS: JUAN QUISBERT