Utama: un viaje dentro de un país, una región y dentro de nosotros… Recuerdo que hace años tuve el placer de ver una película que sin mucho esfuerzo se convirtió en una de las que se vuelven de visita recurrente, de recomendación constante y presencia permanente.

Ni uno menos (1999), del director chino Zhang Yimou, presenta la historia de una niña de 13 años que queda a cargo de una pequeña escuela rural debido al viaje de urgencia del profesor que la lleva adelante.

Ante la constante migración de familias a las ciudades en busca de modos de subsistencia, el profesor le promete hacerle un pago por los servicios si a su retorno no hay ni un alumno menos.

Este planteamiento crea el conflicto de la trama del filme que en su simplicidad nos acerca a las vicisitudes de la vida en el campo chino.

Al término de la película me ponía a pensar, entre lágrimas, que esta historia podía contarse de igual manera en nuestro país, que la distancia física de nuestras naciones estaba unida por la experiencia humana de la búsqueda de una vida mejor.

¿Y por qué rememorar está película cuando deberíamos estar entrando de lleno a hablar de Utama?

Quizá porque no había sentido algo así desde ese visionado.

La ópera prima de Alejandro Loayza Grisi como director, en compañía de su hermano Santiago y su padre Marcos, nos transporta a una historia que está vestida de una humanidad tal que sobrepasa los límites del cuadro cinematográfico.

Y se aloja en lo más profundo de nosotros como seres humanos.

Un planteamiento sencillo como este, en el que una pareja de la tercera edad debe enfrentar la sequía de su región y tratar de sobrevivir a la misma, puede ser el pretexto para un viaje transgeneracional.

Para observar la vida en condiciones tan agrestes, pero no desde una visión sociológica o antropológica que convierta este argumento en algo casi distante; todo lo contrario.

Nos permite entrar en un mundo tan íntimo donde cada mirada cuenta, donde cada contacto es un acto de heroísmo, donde un abrazo puede quebrarnos muy dentro.

La belleza visual de Utama no es un mero adorno: cada plano nos regala no solo un deleite estético, sino ese universo tan grande y tan pequeño al mismo tiempo.

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Utama

Utama: un viaje

La película nos obsequia una experiencia que va más allá del disfrute visual sin caer en clichés o en situaciones que nos manipulen buscando la lágrima fácil.

Nos hacen sentir con su imagen y sonido cada bocanada de aire que es tan precioso para la vida.

La película es una declaración de amor al oficio de contar una historia sin estereotipos y que, además, pueda trascender la frontera de la nacionalidad mostrando humanidad pura.

El material del que están hechas las historias que trascienden el tiempo, aquellas que se vuelven un legado.

No es casual la ola de reconocimientos que ha tenido el filme, ya que no creo que solo se reconozca su factura técnica o de puesta en escena.

Magistrales actuaciones de los protagonistas y hasta de las llamitas, que tan hermosos extras resultaron ser, sino por ofrecernos una experiencia real en un momento en el que lo artificial manda en las pantallas.

Demás está decir que Utama estará por siempre ahí, al lado de Ni uno menos, además de en mi corazón, que es donde un relato de esta magnitud debe habitar.

A los Loayza solo queda darles las gracias por este regalo, es la película que nos merecemos.

Y a quienes lean estas palabras no solo recomendarles ver la película, sino asegurarse de llevar ‘kleenex’, porque les va a hacer falta.