Cerámica para imaginar nuevos futuros
Imagen: Vassil Anastasov
La artista Lourdes Montero trabaja en el taller que ha instalado en su casa
Imagen: Vassil Anastasov
‘Hipótesis sobre el futuro’ es el nombre de la exposición que exhibe la artista Lourdes Montero en la galería Crearte (San Miguel) hasta el 13 de diciembre
Cerámica para imaginar nuevos futuros. Hace 20 años, cada vez que termina un proceso de cocido en el horno, la ceramista Lourdes Montero se enfrenta con la misma angustia. “Puede que hayas invertido semanas en una pieza, pero es posible que cuando la metas al horno se rompa. Y no hay nada que puedas hacer al respecto. Este es un arte que te enseña a lidiar con la frustración y a ser humilde”, explica.
La cerámica es un arte vinculado con los orígenes, con lo elemental. La tierra y sus minerales, así como su humedad, constituyen la materia fundamental del oficio alfarero. Desde la prehistoria, los seres humanos de diferentes culturas fabricaron distintos elementos para contener los productos de la cosecha y el agua, que utilizaban cotidianamente y en variados ritos y celebraciones. Modelaban sus vasijas y las cocían al fuego, alimentado por el aire. Desde los primeros tiempos hasta hoy, las alfareras y los alfareros entregan su trabajo manual con la arcilla al calor. “Quien toma la decisión sobre si una pieza va a ser o no, es el fuego. A él no puedes esconderle nada, no puedes hacer trampa: si cometiste errores, el horno va a reventar la pieza. Mi acercamiento a la cerámica tiene que ver con ese desafío”, remarca la artista.
Cerámica para imaginar
Lourdes Montero cultivó su pasión por la cerámica desde la infancia. Su paso por el mítico taller de arte de la calle La Paz en Santa Cruz de la Sierra, guiada por la maestra Dorita Cuéllar, despertaron su curiosidad por el trabajo manual con la arcilla. El carácter lúdico de este espacio, primigenio en su trayectoria como ceramista, fue adquiriendo otras formas años más tarde, cuando Montero comenzó a formarse como artista de la cerámica mientras estudiaba en la universidad en La Paz. En esta ciudad aprendió y trabajó durante varios años en el taller de Cecilia Costa. Luego, durante su estancia doctoral en la ciudad de México, fue parte de dos talleres que delinearon con más precisión sus búsquedas artísticas. En el taller de cerámica de la Escuela de Oficios de México conoció a ceramistas de diferentes regiones del país, sus técnicas y materiales. Fue determinante su encuentro con Alberto Díaz de Cossío, el primer ceramista en México que trabajó la arcilla a alta temperatura. De vuelta en Bolivia y después de conocer las principales técnicas y materiales del arte cerámico, Lourdes Montero comenzó a trabajar con Mario Sarabia, especialista en la técnica del torno y la alta temperatura. Con su formación autodidacta en Bolivia y en México, y en 20 años de aprendizaje junto a Sarabia en su taller de Mallasa y también en el espacio propio que fue montando poco a poco en su casa, Montero volvió a los orígenes y se descubrió alfarera.
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LA GRÁFICA
Otro tiempo posible
El ruido de los autos en la avenida se sospecha, pero no se escucha. Desde el taller de Lourdes Montero en Koani se oyen el río y el viento, los pájaros y los perros. En este cuarto propio el sol entra de frente y el silencio se extiende de canto a canto. En un extremo, el torno detenido tiene una pieza en proceso. Al costado, un espejo devuelve la imagen del plato y de algunos modeladores de arcilla. Más allá cuelgan varios otros instrumentos: devastadores, punzones, esponjas. En la pared continua hay potes de feldespatos, bentonita, carbonato de calcio, arena y cuarzo. Todos los recipientes llevan inscritos nombres, procedencias de los materiales minerales y fechas. Más allá, en una estantería de varios niveles, se enfilan decenas de frascos de esmaltes industriales y artesanales. Hay un aire de laboratorio, de alquimia y de secreto.
Forma, técnica, color, química, temperatura. El proceso cerámico es lento y complejo. “Como ceramista, toda tu vida estás en busca de la arcilla perfecta. Pruebas y pruebas. Y es el secreto de cada alfarero de dónde obtiene su arcilla y cómo hace su pasta”, explica Montero. Para la artista, se trata de un oficio que, cuando persigue una búsqueda artística, alcanza mucha sofisticación y dificultad, requiere paciencia, práctica continua y recogimiento. Los procedimientos y sus materiales organizan otro tiempo, a contracorriente del frenético ritmo del mundo fuera del taller.
En marzo de 2020, con la pandemia del COVID-19, el ritmo del afuera cambió. “Nuestra vida ingresó a un periodo de suspensión, aislamiento social e incertidumbre nunca antes experimentado. La vida se detuvo”, explica Lourdes. El encierro no fue solo físico y la angustia entraba a las casas a través de las noticias: “Todo el tiempo te daban el mismo mensaje: el virus está acá, ya murió tu vecino, el próximo eres tú”. La artista cuenta que una conversación con la pintora Graciela Rodo Boulanger le mostró otro camino: “‘¿No te parece maravilloso este tiempo? Puedes pasar todo el día encerrada en el taller’, me dijo. Con ese impulso, descubrí que frente al torno no hay pánico, no hay miedo, solo silencio”. Así, Lourdes comenzó a dedicarle más tiempo a la cerámica y a pensar y trabajar en el concepto de su tercera exposición individual: Hipótesis sobre el futuro.
En esta muestra —que se puede visitar hasta el 13 de diciembre en la galería CreArte (calle Montenegro, edificio San Miguel Arcángel #727, San Miguel)—, la artista aborda las contradicciones y los horizontes de este tiempo global, atravesado de vulnerabilidad y muerte, pero también de impulso y cambios de perspectiva. En la nueva propuesta artística de Montero las sensibilidades contemporáneas de la pandemia se expresan a través de una pieza central en el conjunto de obras: la vasija. Ésta, germinal en el arte de la alfarería, es contenedora de una articulación entre la naturaleza y el ser humano, a través de la materia orgánica y sus transformaciones. “La íntima relación con la arcilla y la abstracción que genera el movimiento del material entre las manos al girar sobre la platina del torno, abrieron para Lourdes un espacio diferente, una oportunidad para la reflexión desde la que se generaron estas hipótesis sobre el futuro”, explica José Bedoya, curador de la exposición.
La obra Reinventar el futuro concentra la apuesta conceptual de la muestra. Conformada por 85 piezas cuadradas elaboradas con la técnica de vaciado en molde, a través de una figuración del río, esta obra resignifica los sentidos del contexto global luego del periodo más crítico de la pandemia del COVID-19, que seguimos atravesando. “Desde mi anterior exposición están presentes en mi obra el río y el agua como metáforas de la vida. El río es muy orgánico y abre caminos. A la vez, hoy enfrentamos un futuro muy laberíntico, hay muchas vías de salida para esta crisis global. Estamos viviendo lo que creíamos imposible: la radicalización del egoísmo, la guerra. Pero también hay otros caminos y mis hipótesis de futuro implican que la gente sea más solidaria y encuentre que puede vivir con más humildad”. La cerámica, como un arte del origen y lo elemental, nos enfrenta a la posibilidad de construir otro tiempo, desde las manos, la comunidad y la frugalidad.
Sanación y belleza
Al centro de la reflexión de Lourdes para su nueva exposición está la necesidad de separar el placer del consumo. “Vivimos en una dinámica tan acelerada, inmersos en la ansiedad del consumo. La excesiva productividad del mundo moderno se quebró con la pandemia y nos mostró que es posible experimentar placer sin exigirnos ser productivos todo el tiempo”. Es también por esta visión que Montero afirma que expone cuando tiene obra, “cuando tengo algo que decir”. Ciertamente, la tiranía de la oferta y el consumo también atraviesa al arte y éste, como sistema y mercado, siempre encuentra maneras de alimentar la sobreexcitación y el afán de novedad a los que continuamente nos vemos empujados.
En la actualidad, la cerámica, así como otras técnicas artesanales, son objeto de diferentes percepciones dentro y fuera del mundo del arte. Por ejemplo, hay una especie de boom de cursos de cerámica (incluso por redes sociales) que vincula la valorización de la práctica manual con la búsqueda de nuevas alternativas afectivas. “Trabajar con arcilla es casi hipnótico y envuelve procesos de sanación y liberación de la tensión a través de las manos”, cuenta Montero. En sintonía con estas prácticas en boga está también una mirada más empática con la cotidianidad. “La cerámica nunca olvida su función utilitaria de origen. En la actualidad hay un deseo de volver a producir cosas que nos sirvan cotidianamente. Una taza, un plato, una vasija de cerámica son objetos cotidianos que pueden ser sujetos de belleza”, explica la artista.
La nueva exposición de Lourdes Montero nos interpela desde la materialidad de la técnica, la abstracción de la forma y la sensibilidad con el mundo cotidiano, ampliando nuestras propias hipótesis del futuro, nuestros deseos y búsquedas hacia una vida más sostenible y solidaria.
Texto: Mary Carmen Molina Ergueta
Fotos: Vassil Anastasov