CHAU CHAU 2022
Llegó la final un histórico 18 de diciembre de 2022. Llegó un gran Lionel Messi, el papalionel, con el mejor regalo del año.
ch’enko total
Desde la pandemia que no tenía agenda. Yo era un hombre de agenda, obedeciendo las instrucciones del Padre Mateo Garau, mi mentor espiritual, maestro jesuita de mi colegio, el San Calixto. Claro que en la época del Mateo y del colegio no existía la agenda electrónica, o sea, el celular. El asunto es que volví a la agenda de papel, en la que dibujas citas, ensayos, reuniones. Y todo por culpa del Mundial de Qatar. Quería ver todos los partidos posibles, darme el gusto hoy que soy un jubilado medio jubilado, digamos. Fue así que el domingo 20 de noviembre el planeta cambió, Ecuador nos dio la primera alegría al ganarle a Qatar. “El mundial será en Qatar”, me dijo un amigo hace dos años. “¿Mundial de qué?”, pregunté. “¿Mundial de carrera de camellos? ¿De golf?” “No, Papirri, de fútbol”, dijo con una mueca de burrito. Bueno, la cuestión es que en una primera etapa vi los partidos desde las 6 AM. El martes 22 de noviembre —está anotado en mi agenda— Argentina perdía con Arabia a las 6 AM. Medio dormido, puteaba suavito contra Scaloni. Por el sentido común futbolero (s.c.f.), el técnico de la selección argentina debía ser alguien con experiencia, alguien que haya dirigido grandes clubs, un Cholo Simeone, un Alfaro. El s.c.f. decía que Scaloni no funcionaba muy bien como técnico, sin embargo, en 2021 había logrado que Argentina sea campeón de América en el Maracaná (sic), con golazo del Fideo Di María, tapándonos la boca. Lo gritamos todos los del s.c.f. Hace dos meses tomé unos tragos con mi compadre que me dijo: “Quiero que salga Messi campeón del mundo”. “O sea, Argentina”, le dije… “No, Messi”, me contestó este mi compadre que siempre fue antigaucho. Hasta los antigauchos querían que Messi salga campeón. Otro asunto fuera del s.c.f.
El asunto es que el Mundial me hacía anotar resultados en la agenda. Pasó noviembre con un raudal de goles y sorpresas, exagerado vi a las 6 AM Senegal-Holanda, vi cómo Japón derrotaba a Alemania un 23 de noviembre a las 09.00, me escondí en un cafecito para ver cómo Marruecos salía puntero del Grupo F, eliminando nada menos que a Bélgica. Pude ver aquel Argentina- México del 26 de noviembre a las 15.00. Y allí lo vi a Messi, otra vez renacido, vi una Argentina ordenada, medio k’aima, pero de buen toque. Descubrí azorado la sorpresa de Mac Allister, la sorpresa de Enzo Fernández en el medio campo repartiendo bola. Un arquero sólido y medio locricio, ideal para la hazaña: el Dibu. Los centrales nunca me gustaron, pero poco a poco se fueron asentando, sobre todo Romero. Pude ver azorado cómo Brasil, el candidato de mi cerebro, se derrumbaba como un gran edificio cósmico y perdía por penales y el que la jodía del todo era Marquiños, uno de mis héroes futbolísticos, no sé cómo la canarinha pudo permitirse ir a los penales, lugar de la suerte y de la mala suerte, lugar donde la técnica, el juego colectivo, la estrategia y todo lo demás se diluyen en un acertijo. O en un Dibu. Argentina le gana a Polonia y sigue avanzando, el equipo se va consolidando en pleno Mundial. Otra vez la sorpresa desafiando al s.c.f., triturando mi supuesta sabiduría futbolística, Marruecos elimina a Portugal. Alemania se elimina sola por un juego poco feliz. “Mejor no afirmes nada, ya me aburren tus predicciones”, me decía Carolina. Y yo con mi agenda anotando puntos, dibujando posibilidades. Argentina le gana a Holanda y otra vez el Dibu y su carácter corajudo atajando dos penales. Pude ver cómo Francia eliminaba a Inglaterra , la máquina francesa con cuatro delanteros se comía a su histórico rival. Pude ver un mundo nuevo al frente.

El 3 de diciembre llegaron los octavos. El 9 de diciembre los cuartos. Entonces fue que mi emoción, mi sentimiento más profundo, el que no quiere perder, el del corazón, el del hígado, el que no aguanta el fracaso, la emoción más profunda, se apoderó de mí y se puso la celeste y blanca y me acordé de mi madre y su bandera, y me acordé de mi abuelo y su escarapela, me acordé de Diego y su vida acelerada, y aprendí que en el fútbol no cuentan los sabios, los conocedores, los sabelotodos, los que adivinan, los de la sapiencia, los sumayresta, con el fútbol llega la magia, la sorpresa, el s.c.f. se derrumba dando paso a algo indefinible. Mi mal humor se tornó emoción pura. A los besos, con mi compadre, gritamos por Argentina. Llegó la final un histórico 18 de diciembre de 2022. Llegó un gran Lionel Messi, el papalionel, con el mejor regalo del año, la mayor alegría de este 2022 doloroso, feito, y volví a ser joven otra vez, a creer en lo increíble, y volví a aprender del fútbol y a respetar al defenestrado Scaloni que puso un equipo ordenado, obsesivo, sereno, veloz, técnico. Sí, amigas; sí, hermanos: Argentina es Campeón del Mundo, le ganó al megaequipo francés en una final loca, de ataque de nervios. Argentina ganó a la realidad con un 4-3-3 que se volvía 4-5-1, un planteamiento táctico de magos, con una rotación constante de sus jugadores, con humildad, con orden, con garra, con talento competente, con huevos, con amor, mucho amor y con una hinchada que ya es patrimonio mundial del amor, con familias enteras gauchitas comiendo su asadito con tres alambres y tres ladrillos en pleno Qatar, endeudándose una década para estar presentes en el momento en que Messi levanta la copa y pasa a la eternidad con sus goles, su gambeta, su seriedad, su genialidad. Gracias por esta Navidad diferente, querida selección argentina de fútbol. Gracias por hacerme joven por unos días. Gracias por demostrarme que el amor lo puede todo. Un gran año 2023 para todos ustedes, la mayoría seres de agenda, sorprendidos como yo. Con el fútbol no se puede así nomás. Hemos aprendido. Hemos vuelto a llorar de alegría y eso ya es demasiado.
por: El Papirri