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Mamani Mamani, un niño terrible

Facetas. El artista y su obra. Mamani Mamani con un premio de la ONU (derecha). En un viaje a Berlín (abajo).

/ 19 de marzo de 2023 / 08:41

Roberto Mamani Mamani es una marca, es orgullo y vanidad. Es un vendedor nato, es color y mito.

Soy un niño terrible que juega con los colores / como una ñusta tejedora que tiñe los mantos sagrados. / Soy un niño con manos pequeñas que juega con el barro / como un amauta con las estrellas / (…) Soy tan terrible que juego con las formas, sin reglas / sin trampas pero tan terrible, tan terrible, que tal / vez a alguna gente no le guste pero aquí estoy” (del poema Soy un niño terrible, soy un niño aymara, Roberto Mamani Mamani).

Roberto tiene diez años y baila en Jaihuayco, uno de los barrios más antiguos de Cochabamba. Estamos a finales de agosto, año del señor de 1972, festividad de San Joaquín, el patrón del barrio, el “santo de los abuelos”. Roberto baila en la entrada de los paceños (su madre y su padre lo son); baila kullawada, la danza de los tejedores aymaras. Su fraternidad se llama “Kullawada Velas de Oro”. La familia vende velas en el Valle Alto. Muchos años después dirá: “para pintar morenada, hay que bailar morenada”.

Su infancia es una mañana en el río Rocha; los sapos no botaban polvo como ahora. Roberto nada en el río y pesca, mientras su madre lava las frazadas. Llevan comida y pasan todo el día. No están lejos de la estancia de Cala Cala que cuidan para el patrón.

Su madre es Antonia Quispe Mamani, nacida en Tiwanaku. Su padre es Ángel Mamani Ventura, de Puerto Acosta. En los sesenta se cambiará el primer apellido: dejará de llamarse Mamani (halcón/águila en aymara) para llamarse Aguilar. El hijo recuperará el apellido en sus cuadros. El abuelo paterno, Carlos Mamani, es uno de los miles de soldados aymaras que lucha en la Guerra del Chaco.

La madre y el padre se escapan porque las familias no están de acuerdo con el ”sirwiñaku”. El primogénito (“soy el fruto de un amor prohibido”) nacerá en Cala Cala (un 6 de diciembre de 1962); tendrá una infancia feliz. Será un “k’acha mozo”. El “niño terrible” vende junto a su padre la papa frita y el maní que hace su madre. “Nunca me voy a morir de hambre”. Nota mental uno: doña Antonia tiene, hasta el día de hoy, un puestito de medias en la calle Uyustus de La Paz. Cuando dice a sus compañeras y a los clientes que su hijo es el famoso Mamani Mamani, nadie le cree.

El niño Roberto va junto al padre de concierto en concierto, “puertea” en las tocadas en Cochabamba del “Rey del bolero ranchero” ( Javier Solís), de Sandro, de Juanito (Calizaya) y Sus Ases del Compás… Muchos años después, escribirá morenadas que cantará el mismísimo David Portillo. Para entonces, es un niño que pinta; usa el carboncillo de la cocina. Y ayuda a la madre a vender medias en el mercado 25 de Mayo, el primer mercado seccional de la Llajta. Con el maní, la papa frita y las medias, logrará estudiar. Nace su única hermana, Angélica.

—¿Por qué no tuviste más hermanos y hermanas, Roberto?

—Alguien le dijo a mi mamá: “hazte ligadura de trompas”.

Una de sus pinturas de desnudos (abajo).

Nota mental dos: en 1969 el cineasta Jorge Sanjinés Aramayo estrenó Yawar Mallku, una firme denuncia contra las campañas de esterilización de mujeres quechuas y aymaras por parte de los Cuerpos de Paz de Estados Unidos creados en 1961 para “promover la paz y la amistad mundial”. Uno de sus programas era de “control de natalidad”. El gobierno progresista de “Jota Jotita” Torres los expulsó de Bolivia en mayo de 1971. En agosto llegó el golpe del coronel Banzer.

Su primer colegio es la Escuela Rosendo Peña, en la Cancha; sus primeros modelos/ retratos serán sus profesores, sus compañeritos. Hace periódicos murales e ilustra los cuadernos de Química. Firma como “Túpac Mamani Quispe”. Sus primeras esculturas son de arcilla, son muñecos, títeres de barro. Jaihuayco es tierra de ladrilleras, la patria chica del gigante Camacho. “Yo también tenía que ser alto, pero me pescó la helada”, dice riendo.

Con 12 años, don Ángel y su hijo parten a Oruro. Viven tres años en la capital del folklore boliviano. Roberto estudia en el famoso Colegio Nacional “Juan Misael Saracho”; será un “perro”, sus colores serán el negro y el rojo; y peleará harto —como manda la tradición— contra los “heladeros” del Colegio Bolívar. Será por siempre un “sarachista”. La ciudad sabe a charquecán; hasta los “rostros asados” llevan máscaras.

Roberto descubre que padece una enfermedad de la piel llamada vitiligo. En sus manos, brazos y espalda aparecen manchas blancas debido a la falta de pigmentación (de melanina). El padre cree que eso se cura con frío y se van a Potosí. “Me blanqueaba como el Michael Jackson pero gratis”. Se queda pensativo y añade: “La naturaleza también pinta sobre mí”. Potosí suena a “k’alampeadas”, a charango rasguñado, a huayños; es una piedra ardiente.

Estará otros tres años bajo el manto del Cerro Rico y la Pachamama. No ha cumplido todavía 18 años y Mamani Mamani es un errante caminando la patria. “En Potosí creen que soy potosino y los orureños se enojan pues creen que soy orureño”. Antes de vivir en La Paz, padre e hijo, en su particular vuelta a Bolivia, viven un tiempito en Sucre. Llegan en camión y se ponen a vender p’asankallas. Como había harto chocolate en la Capital, “inventan” las p’asankallas de chocolate. Todo un éxito. Mamani Mamani es un vendedor nato. Es nuestro artista más “pop”; es una marca, su marca.

El primer hogar en la hoyada está en Chualluma. Es la casa de la abuela materna, doña Juana Mamani, tejedora. Con ella, vuelve a la comunidad, a Tiwanaku. Ella, “awicha” sabia, le dice una frase que será fundamental en la evolución de su obra artística: “Nuestros ancestros usaban los colores fuertes para ahuyentar los temores, los malos espíritus y las tristezas; utilizaban colores vivos para sostener la alegría de la vida, para no quedarse en la oscuridad”.

Roberto aprende rápido esa lección en una ladera/barrio que se llenará de color muchos años después: “es mentira que nuestros tejidos y nuestras cerámicas hayan sido dominadas por grises y oscuros. Nuestra música es para sanar, para agradecer. Y los pigmentos son para dar felicidad, para iluminar”. En La Paz, al joven Mamani Mamani le dicen “come mote”; en Cochabamba, le decían “come chuño”.

(“El paisaje andino está dominado por el ocre en sus diversas tonalidades, pero apenas uno alza la vista al cielo o a los grandes nevados, el azul, color de inmensidades y lejanías, se despliega en tonalidades cálidas que visten el paisaje con todas las posibilidades del arco iris. Al margen de la grisitud de la política o el estallido social, cuyo único color cálido es el de la sangre, Mamani Mamani pinta un río de colores, río de meandros desconcertantes que arrebatan el paisaje andino y tiñen de rubor sus mejillas. A río revuelto, ganancia de colores”, Ramón Rocha Monroy, 2004).

Una obra dedicada al gallero Wálter Chávez (arriba).

Cuando está por decidir qué carrera universitaria va a estudiar, una tía (Mónica) le suelta una de esas frases que marcan: “tú tienes que ser el ejemplo para toda la familia”. Elige Agronomía, por esa relación especial con el campo, con la tierra. Dura un año. Se pasa a Derecho. Tampoco “funca”. A Roberto lo que le gusta es dibujar y leer. “Me destaqué en literatura y filosofía, me encantaba la magia de las narraciones, las tradiciones orales, era la época del Boom, del realismo mágico”. Mamani Mamani ni podía imaginarse entonces que mucho tiempo después se iba a encontrar y charlar con Gabriel García Márquez en La Habana.

Los años ochenta son de militancia política, forma parte del PST (Partido Socialista de los Trabajadores), una (otra) escisión trotskista. “Incluso participé en una huelga de hambre en la universidad, en nuestro partido éramos cuatro o cinco, así que me tocó ir”.

La primera vez que entra a la mítica galería EMUSA (de Norah Claros) es para vender su papa frita, su maní y sus medias. La segunda es para exponer sus dibujos. Su primera muestra (marzo de 1990) es de fotografía: en la Galería Rojo, al 508 de la Belisario Salinas, en Sopocachi. Ha intercambiado con un gringo turista uno de sus cuadros por una cámara Nikon. Hace fotografías en blanco y negro, son desnudos de modelos que ocultan su rostro con máscaras del Carnaval. También retrata la ciudad, sus mercados, sus caseras, sus lavanderas, sus anticucheras, sus lustras. Las Naciones Unidas premian una de sus fotos por el Día Mundial de la Población. Su apodo de entonces es “Loquillo”.

(“A pesar de los altibajos en su obra, hay un hilo conductor que revela su alegría de vivir y nos permite desterrar esa imagen del indio triste y vencido, es como un qillqa kamayuc encargado de relatar lo que pasa en su pueblo”, Édgar Arandia, 2009).

Su primera exposición tiene lugar en el legendario Café Arte y Cultura que funciona en el Colegio Don Bosco, en pleno Prado paceño. “Eran dibujos con poemas revolucionarios, me estás haciendo recuerdo de toda esa época”. Las primeras reacciones del mundillo artístico son de rechazo y ninguneo: Roberto ni venía de la Escuela de Bellas Artes y su visión occidental (siempre ha sido autodidacta) ni formaba parte de esa rosca. En pocas palabras, las suyas: “me odiaban, este no es artista, decían”. De la plaza Humboldt de la zona Sur también lo sacan rajando. Entonces se dice así mismo: “voy a demostrar con mi trabajo”.

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La Cinemateca Boliviana de la calle Pichincha e Indaburo se vuelve su hogar. Se hace socio desde que llega a la ciudad con 18 años. También se apunta a los talleres de crítica de cine del Colegio Don Bosco. Cuando pasea por las calles del casco histórico de la ciudad y sus señoriales construcciones, propiedad antaño de los españoles en la colonia, piensa: “algún día me compraré una de estas casas donde los indios eran esclavos”. Hoy, muchos años después, el Museo Mamani Mamani tiene su sede en la esquina de la Casa de la Cruz Verde, en la calle Jaén, la más linda de La Paz.

Cuando en 1991 gana el primer premio de dibujo en el Salón “Pedro Domingo Murillo”, la famosa rosca se quiere desmayar, “a muchos se les partió el alma”. El presidente de aquel jurado es nada más y nada menos que el ecuatoriano Oswaldo Guayasamín. “De un indio mayor a un indio menor”, me dijo cuando me galardonaron.

La obra ganadora se llama Muertos en combate. Es un homenaje a los tres activistas de la Comisión Néstor Paz Zamora (CNPZ), asesinados por la policía en la calle Abdón Saavedra de Sopocachi durante el desastroso operativo de rescate del empresario Jorge Lonsdale (también muerto). Roberto no lo sabía entonces pero al gerente de la Vascal, subsidiaria de la Coca-Cola y accionista de La Razón, los guerrilleros que lo mantuvieron secuestrado durante seis meses en 1990 le llamaban “Mamani”.

Estamos charlando en “la sala de la felicidad” de su museo de la calle Jaén. Estamos rodeados de sus desnudos sobre papel de periódico. Una señora con sus dos hijas entra y llena el espacio de halagos: “¡qué lindo te quedó el manto del Gran Poder y la Virgen de Sorata, qué preciosura”. Roberto devuelve palabras bellas e invita a las mujeres a comprar alguna postal de la tienda. “Compren y luego vuelven para que se las firme”. Al poco de un rato, regresa una de las hijas. Roberto no solo dedica sino que improvisa un retrato a mano alzada. “Dentro de unos años esta postal valdrá millones”. Se despide de la adolescente como saluda siempre: “Jallalla con toda la fuerza de los Andes”.

La madre y sus dos hijas no han podido prestar atención a la “sala de la felicidad”: los cuadros eróticos de Mamani Mamani son un pequeño “secreto”. Muchos de ellos están recogidos en el libro Entre sapos, whakabolas y algunas k’alanchas (2009). Los desnudos tienen una particularidad: las “k’alanchas” lucen cabezas diminutas con caras vacías, parecen esperar que el espectador las complete; los cuerpos son voluptuosos, parecen llamar a la lujuria. Para Roberto, esas formas, siluetas y curvas son montañas transfiguradas. Es un canto a la fertilidad, a la fecundidad. El erotismo también fue extirpado del mundo andino, como las idolatrías; todo lo que conllevara placer fue castigado y reprimido.

“Mi obra siempre estuvo caracterizada por la madre dadora, por la Pachamama, por las warmis, las tawacos, las imillas, las cholas; por los llokallas, los arcángeles, los pueblos ancestrales sin iglesias ni cruces cristianas, por los falos, los gallos y sus peleas; por el Illimani y los caballos de Tata Santiago; por los sapos como vaginas; por las sandías y los zapallos, por la fiesta, por el color”. Roberto es “naif ”; espiritualidad, abundancia y eros.

(“Acercarse a la obra de Mamami Mamani es atravesar un laberíntico camino que se inicia con la fuerza del color y poco a poco devela el espacio del mito aymara. Dioses y diosas, wawas y madres, vírgenes y arcángeles, pueblos y cerros son las llaves y claves que descubren esta propuesta estética que viniendo desde lo inmaterial se traduce en la maravillosa obra de Roberto, pintor aymara, como no podía ser de otra manera”, Virginia Ayllón, 2009).

Mamani Mamani se autoproclama como el “Príncipe de los aymaras”. Roberto es vanidad y orgullo. Color y mito. Amauta y guerrero. Ha superado los mal llamados atavismos telúricos. Siente una nostalgia sincera por la Arcadia aymara perdida. “No me he casado, ¿qué iban a decir mis ñustas?”. Tiene cuatro hijos (Maya, ingeniera de sistemas; Illampu, artista y cineasta; Illimani, artista; y Amaru, en primero de Psicología). A todos le ha puesto nombres en aymara (“¿por qué mi hijo tiene que ser Maycol? ¿por qué valoramos más lo foráneo que lo nuestro?”). Son los “símbolos vivos” de su legado a la vida. Roberto también pensó un día en cambiarse el nombre; a “Huyuto”, hombre que sabe, que piensa.

(“La fuerza de los colores en las obras de Mamani Mamani refleja el auténtico espíritu combativo de las naciones originarias indígenas del pueblo boliviano”, Evo Morales Ayma, diputado nacional, 2004).

En su tienda/factoría hay para todos los gustos y precios, desde cuadros de gran tamaño hasta bolsos, sombreros, botellas de vino, telas y “souvenirs”. Cuando llegan turistas extranjeros, Roberto les dice en broma: “si no se llevan nada de Mamani Mamani a sus países, en el aeropuerto cuando se quieren volver no les van a dejar salir”.

Se enorgullece especialmente de un hecho que ha podido comprobar: los coleccionistas de “culito blanco” tienen en sus casas obras suyas mientras la empleada baila morenada con una manta de Mamani Mamani. “Cecilio Guzmán de Rojas y Arturo Borda pintaban indios sin ser indios; yo soy un indio que pinta indios”.

Roberto ha expuesto su obra en Europa, Asia y Estados Unidos antes que en el Museo Nacional de Arte. Ha hecho más de 50 muestras en galerías de medio mundo. “Siempre nos han hecho creer que somos pobres, es mentira; somos los más ricos del mundo. Tenemos riqueza de la pura y podemos exportar también el respeto y el agradecimiento por la naturaleza. ¿Quién tiene una Pachamama, un ayni, una tarqueada? Cuando voy a Europa como un plátano a un euro y no sabe a plátano, acá con ese dinero te puedes comprar 25 plátanos que saben y son plátanos. ¿Quiénes son los pobres verdaderamente?”.

Mamani Mamani dice sentirse igualmente cómodo en un hotel de siete estrellas de Japón que comiendo un ají de fideos en los “agachaditos” de la calle Uyustus, cerca del puesto de medias de su madre. “Camino el mundo, lucho, vuelvo a mis raíces, bailo, vendo, sobrevuelo la comunidad como un cóndor al mediodía sobre mis montañas, entro por las tardes a los lugares sagrados como un chachapuma, me divierto por la noche en los prestes; soy un “katari”. Es el ciclo vital de Roberto, el niño terrible, el niño aymara; sin reglas, sin trampas.

TEXTO: Ricardo Bajo

FOTOS: Ricardo Bajo y Archivo Roberto Mamani Mamani

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Gladiador II desde la mirada de Pedro Susz

El reconocido crítico de cine Pedro Susz da su perspectiva sobre la más reciente entrega del afamado director Ridley Scott.

/ 23 de noviembre de 2024 / 21:26

Próximo a cumplir 87 años, Ridley Scott, el director de Gladiador II, nombre en cierto momento de la historia del cine -los años 70′ y 80′-, ineludible cuando de traer a colación a los mejores realizadores inscritos en el género de las películas de acción se trataba, resolvió ahora emprender un doble viaje retrospectivo: veintisiete centurias atrás a los tiempos, siglo VI a.C., del imperio romano, y a su primera exitosa visita a esa época, veinticuatro años hace, cuando elevó el peplum, término que nombra al subgénero de espada y sandalia, a niveles difícilmente equiparables.

Por cierto, al rever hoy aquel Gladiador I, fruto de las innumerables copias, por lo general mediocres, que anduvieron dando vueltas por las pantallas del mundo entero en estas dos décadas y media, la ponderación del original suma algunos puntos, amén de haber encendido muchas expectativas respecto a la secuela desde el momento cuando trascendieron los iniciales frondosos rumores acerca de su inminente producción.

Sin embargo, tal cual quedó patentizado viendo Napoleón, filmada en 2023, Scott ya no se encuentra en su mejor momento -aun cuando suenen a demasía las alusiones en algunos comentarios a una eventual «senilidad creativa»-, y si aquella coja aproximación a la personalidad del emperador galo daba lugar a preguntarse por la pertinencia de un recomendable pase a retiro del director, cuya insistencia en seguir dándole a la manija comportaba el riesgo de ensombrecer el conjunto de su filmografía, Gladiador II acentúa esa admonición.

Una de las endebleces inocultables de aquel vigésimo noveno largo de Scott resultaba detectable en la escasísima consistencia del guion de David Scarpa, el cual, empero, no obstante las casi unánimes observaciones de la crítica, también acabó siendo el responsable de elaborar el libreto, igual de fútil, deshilvanado, o un tanto más aún, del que ahora tenemos en la mira: trigésimo eslabón de la ya, demasiado artificialmente, extendida obra del realizador británico que había alzado vuelo en 1977 con Los duelistas, escalón inicial en aquella, ya distante en el tiempo, mejor etapa de su carrera.

El proyecto de este segundo episodio anduvo dando vueltas al por mayor, inicialmente debido al capricho de Russell Crowe, intérprete del personaje central del primero al finalizar del cual moría, lo cual, a su parecer, obligaba a incluir en la rehechura algún episodio sobrenatural que justificara su reaparición sano y salvo. Más tarde, el afán tropezó con la debacle financiera de la productora DreamWorks y su venta a Paramount, cuya propietaria dispuso encajonarlo bajo llave durante una década.

Por último, Scott resolvió satisfacer su antojo invirtiendo buena parte de los 300 millones de dólares que demandó la producción de Gladiador II. Y la taquilla pareció darle la razón con los 87 millones de dólares recaudados en el mundo al cabo de su primera semana en pantalla.

Gladiador bajaba el telón cuando Maximus, afanado en poner fin a los desmanes de los sucesivos despóticos césares que habían convertido al imperio romano en una asfixiante dictadura, donde el pueblo no tenía voz ni voto, asesinaba a Cómodo, entonces emperador de Roma que soñaba con mutar ese estado de cosas. Tentando poner a buen resguardo a Lucio, el primogénito de Cómodo, su esposa Lucilla conseguía exiliarlo en la costera ciudad africana de Numidia. Allí, encubierto en una falsa identidad y casado, lo reencuentra, unos veinte años después, la trama de Gladiador II.

Esta arranca en el momento en que Lucio, interpretado por el actor irlandés Paul Mescal, se enfrenta a la Guardia Pretoriana comandada por el general Acacius quien, obedeciendo las disposiciones expansionistas de un nuevo par de ocupantes del poder, los caricaturescos hermanos emperadores Geta y Caracalla, pintados sencillamente como un par de débiles mentales, se dispone a invadir Numidia.

Lucio, cuya esposa perece victimada por los legionarios del implacable Acacius, acaba empero derrotado, preso, vendido como esclavo por el ambicioso traficante Macrinus, y destinado a jugarse la vida en una de las peleas a muerte escenificadas regularmente en el Coliseo romano -divertimento para las masas conceptuado por algunos historiadores el lejano precedente de los actuales reality shows-, manipulando el morbo para distracción de los sumisos y aterrorizados ciudadanos. No sin antes dejar en claro su irrenunciable rebeldía contra el dúo de inhumanos captores, amos absolutistas del sistema.

El tal Macrinus aspira a escalar a esa cúspide del poder activando múltiples insidias y componendas que, con un poco de esfuerzo y buena voluntad, pueden verse, al igual que los payasescos gemelos emperadores, en el modo de una satírica alusión a los detestables personajillos de la catadura de Trump, Meloni, Orbán, Bolsonaro, Milei, Netanyahu, Putin, Kim Jong-un y muchos semejantes, que al día de hoy hacen noticia encarnando desquiciados relatos a fin de enmascarar sus aberrantes miradas sobre el presente y el futuro, así como su angurria de dominio absoluto.

No obstante, si ese grito de socorro de Scott era su motivación central a la hora de reiterar el éxito, terminó resignándose a una suerte de tartamudeo muy a menudo ininteligible debido a la volubilidad de la construcción dramática, en todo momento distraída por los afanes de espectacularidad que acaban ladeando el relato hacia el sinsentido, un híbrido de fábula de aventuras y de intrigas palaciegas maniobradas por Lucilla. El aderezo de escenas mucho más brutales, sanguinarias que en el inicial acercamiento de Scott a la Roma imperial no aporta en definitiva un ápice al redondeado dramático de Gladiador II. Como tampoco ayuda el endeble, anticlimático y precipitado final.

La postiza aparición de enormes simios en plenos combates entre gladiadores, de un rinoceronte asimismo más semejante a un mirón entrometido y la súbita transformación de la arena del coliseo en una extensa laguna habitada por tiburones, al igual que los varios innecesarios flashbacks en blanco y negro, no alcanzan a encubrir yerros técnicos, y algo parecido a una puesta en imagen televisiva, que otrora hubiesen sido impensables que el talentoso Scott cometiera. Tampoco disimulan las chambonadas del montaje, cuyos encargados no parecieran haberse percatado de algunas oscilaciones de la cámara, aparte de haberse contentado con imprimir a la narración un ritmo previsible, muy semejante a la rutina absoluta.

Los, hace momentos referidos, flashbacks en blanco y negro regresan insistentemente al desamparo de Lucius cuando en el exilio pasaba los días añorando a su padre y su esposa. Pero el recurso de esa vuelta al pasado más bien daría la impresión de haber sido pensado a modo de una reiterativa alusión a la precuela, sin que Scott y Scarpa cayesen en cuenta de que así solo terminarían aburriendo a la platea, aparte de acentuar el vacío de una película en largos tramos ayuna de real urdimbre dramática.

Fácticamente, en varias instancias uno se pregunta si Scott quiso hacer al mismo tiempo una secuela y un largo, machacón spot orientado a abrir el apetito de quienes no tuvieron la oportunidad de ver el film del 2000, incitándolos a buscarlo en las plataformas de streaming, y a quienes sí lo degustaron en ese entonces, a reverlo en estas últimas. Es como si por ese doble objetivo el enfoque de la historia acabase atravesado por una suerte de arrebato esquizoide de identidad disociativa, que termina dañando irremisiblemente la contextura de Gladiador II. Para no mencionar el progresivo deslustre de los dardos irónicos contra los actuales ejemplares tóxicos, enfermos de idénticos desvaríos mesiánicos a los de sus lejanos antecesores romanos.

Asimismo, conspiran contra la consistencia del producto final las escenas que, a título de retrotraer al espectador al original, se limitan a copiar, literalmente si se permite la licencia, secuencias enteras de aquel. Y la banda sonora aportada por Harry Gregson-Williams peca de idéntico malentendido, contentándose con replicar de la manera más automática concebible la compuesta en el 2000 por Hans Zimmer y Lisa Gerrard.

En cuanto a la interpretación, Mescal, teóricamente a cargo del personaje principal, o sea Lucio, confronta el dilema de saber de antemano, pues de seguro habrá leído el guion entero, que a fin de cuentas no lo será. Y es muy posible que tal presunción lo hubiese empujado a desempeñar su papel con una distanciada pasividad, es decir, sin esforzarse casi nada en imprimir a su labor la fuerza requerida para activar una mínima empatía en el espectador.

En cambio, Denzel Washington, superada su confesa adicción a las drogas, logra ser el verdadero eje del asunto en la piel de Macrinus. Su faena se encuentra muy por encima de las opacas entregas de otros protagonistas centrales como Connie Nielsen y Pedro Pascal en los papeles de Lucilla y Acacius respectivamente. Endeblez una vez más endosable a las insuficiencias del guion. En el extremo opuesto, el dúo de emperadores, basado en personalidades reales, a cargo de Joseph Quinn y Fred Hechinger, sobreactúa hasta el hartazgo intentando parecer cómicos, pero terminando por resultar enervantes, al extremo de parecer caricaturas animadas un tanto exageradas, así ello se antojase imposible, de sus actuales réplicas de carne y hueso listadas, parcialmente, párrafos arriba. Enésimo desbarre atribuible al deshilvanado libreto.

Si las antes referidas fisuras del guion de Napoleón, sumadas a las inexactitudes históricas en las cuales el guionista David Scarpa se atrevió a incurrir, resultaban hasta cierto punto disimuladas por el pulso de Scott para armar un producto visualmente magnético, sostenido en un ritmo trepidante y alimentado de escenas en gran medida filmadas renunciando a la coartada de utilizar efectos especiales, en vez de aprovechar las posibilidades de la fotografía para imprimir un tono realista al relato, en Gladiador II, asunto en gran medida fantasía pura, con esporádicas pinceladas basadas en las investigaciones relativas al imperio romano, el brío, hasta cierto punto aún vigente, de Scott para la puesta en imagen no alcanza en absoluto para salvar las inconsistencias del libreto.

Mientras transcurren los extensos 148 minutos visionando un espectáculo que pareciera actualizar la sabida receta romana de «pan y circo» apelando a la pura pirotecnia visual, así sea esta deslumbrante, en algún momento hasta el espectador menos demandante, dependiendo del tamaño de su paciencia, sentirá ganas de incorporarse en la butaca y salir corriendo en busca de oxígeno.

Ficha técnica

Título Original: Gladiator II — Dirección: Ridley Scott — Guion: David Scarpa — Historia: Peter Craig, David Scarpa — Personajes creados por: David Franzoni — Fotografía: John Mathieson — Montaje: Sam Restivo, Claire Simpson — Diseño: Arthur Max — Arte: Claudio Campana, Anthony Caron-Delion, David Ingram — Música: Harry Gregson-Williams — Maquillaje: Amanda Agius, Kamanza Amihyia, Thiago Herrera Aquilini — Efectos: Lawrence Attard, Javier Aliaga, George Anati, Zuzana Milfort, Stephen Aplin, Richard Bentley — Producción: Aidan Elliott, Ridley Scott, Lucy Fisher, David Franzoni, Michael Pruss, Douglas Wick — Intérpretes: Connie Nielsen, Paul Mescal, Pedro Pascal, Denzel Washington, Joseph Quinn, Derek Jacobi, Fred Hechinger, Rory McCann, Matt Lucas, Peter Mensah, Yuval Gonen, Tim McInnerny, Lior Raz, Alec Utgoff — USA/2024

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Semana del Arte en el Centro de la Cultura Plurinacionales

A partir del lunes 25 de noviembre se celebrará la Semana del Arte en el Centro de la Cultura Plurinacional en la capital cruceña.

/ 23 de noviembre de 2024 / 21:16

El Centro de la Cultura Plurinacional (CCP) y la carrera de Arte de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (UAGRM) se preparan para celebrar la segunda versión de la Semana del Arte, un evento que busca tender puentes entre la academia y la sociedad cruceña. Esta iniciativa, que nació en 2023, se ha convertido en un espacio vital para mostrar el trabajo artístico que se desarrolla en las aulas universitarias y permitir un encuentro directo entre los nuevos creadores y el público.

La programación de este año incluye la participación de reconocidos artistas cruceños como Lorgio Vaca, Tito Kuramoto, Olga Rivera y Eberth Román, quienes compartirán escenario con estudiantes y egresados de la carrera de Arte. El evento contempla conferencias, presentaciones musicales, cursos abiertos de dibujo, cerámica y pintura, además de la presentación de una investigación especial sobre las técnicas muralísticas del maestro Lorgio Vaca.

Esta alianza entre el CCP, bajo la dirección de Edson Hurtado, y la carrera de Arte de la UAGRM, liderada por el arquitecto Pedro Bazán, representa un esfuerzo conjunto por documentar y difundir la rica cultura cruceña, formando nuevas generaciones de artistas y creando espacios de encuentro entre la academia y la ciudadanía. Como señalan sus organizadores, el evento busca no solo mostrar el arte que se está generando en la sociedad cruceña, sino también obtener el respaldo moral de la comunidad para esta nueva generación de artistas.

Conversamos en exclusiva para Escape, de La Razón, con Edson Hurtado y Pedro Bazán, quienes dan detalles sobre la Semana de Arte y más.

¿Cómo nace la Semana del Arte en el Centro de la Cultura Plurinacional? ¿Desde cuándo se celebra y cuál es su periodicidad?

Pedro Bazán: Bueno, la Semana del Arte nace a iniciativa de ambas instituciones que nos reunimos el año pasado, a pedido de la carrera de Arte y viendo la necesidad de mostrar lo que hace la universidad al pueblo cruceño, es que buscamos un espacio público, un espacio que pueda permitir la visita de la ciudadanía a conocer todo lo que se está haciendo a nivel de academia en el tema de arte. Por eso fue que nosotros buscamos al Centro Cultural Plurinacional, quienes gentilmente accedieron y ya se dio la primera versión el año pasado, el 2023.

Edson Hurtado: Este será el 2do. año que llevamos adelante esta actividad, luego de una primera experiencia exitosa junto a la Carrera de Arte de la estatal U.A.G.R.M. La Semana del Arte es un evento que muestra los trabajos realizados por los alumnos de dicha carrera, sus resultados principales y sus propuestas estéticas y conceptuales. Sirve, sobre todo, para conocer la formación que están recibiendo los estudiantes, así como sus preocupaciones, expectativas y cosmovisiones. Con este evento, el acercamiento con el público y la sociedad en general se hace más efectivo.

¿Cuáles serán las principales actividades de la Semana del Arte? ¿Qué artistas estarán presentes?

Pedro Bazán: Bueno, nuestros artistas son nuestros estudiantes, o sea, son estudiantes que se han recibido y los que están en etapa de formación, además contaremos con la presencia de grandes artistas cruceños en este momento, como lo es el profesor Lorgio Vaca, Tito Kuramoto, Olga Rivera, Eberth Román y otros grandes artistas actuales. La presencia de estos artistas destacados es importante ya que cumplen el rol de gestor de todas las obras y trabajos que se van a mostrar. Si bien son trabajos de los estudiantes, estos son herederos de las técnicas y los conocimientos artísticos y los movimientos artísticos que estas personas nombradas han hecho en Santa Cruz desde mediados del siglo pasado. Vamos a tener, por ejemplo, conferencias, un poco de música, cursos abiertos y al vivo de dibujo, cerámica, pintura y mucho más. Una experiencia para el público en general que quisiera conocer la manera en como enseñamos y prácticamos el arte en nuestra carrera.

¿Cómo surgió la alianza entre el Centro de la Cultura Plurinacional y la carrera de Arte de la UAGRM para organizar esta Semana del Arte?

Pedro Bazán: Bueno, esta alianza surgió el año 2023 en realidad, cuando recibimos una visita del Ministerio de Cultura, quienes nos propusieron ser parte de un concurso nacional sobre pintura. Entonces nosotros aceptamos muy gentilmente y a partir de ahí, como el CCP, forma parte de las instituciones culturales del país pudimos conocer su agenda y el trabajo que vienen desarrollando por el arte en Santa Cruz y Bolivia. Todo nace desde el encuentro y acercamiento que tuvimos gracias al Ministerio de Cultura.

Edson Hurtado: La propuesta de realizar esta semana nació de la Carrera de Arte de la universidad estatal, y de inmediato nos pareció que era el camino que había que seguir. Desde el CCP decidimos que todo el equipo, así como la infraestructura se pondrían a disposición de este evento, para realzar una alianza que va dando frutos cada año. No solamente porque atrae otro público a nuestra institución, sino porque las y los artistas que se están formando, tienen la oportunidad de salir de sus aulas y exponer, mostrar y compartir sus capacidades artísticas.

¿Qué es lo que principalmente se busca visibilizar con la Semana del Arte ante la sociedad cruceña?

Pedro Bazán: Bien, esto es muy importante, esta pregunta es muy importante porque no puede haber una civilización sin arte, si nosotros conocemos la historia de la humanidad es justamente por el arte que se hizo a través del tiempo, entonces nosotros creemos que la cultura cruceña es muy rica y variada y que se la tiene que plasmar, se la tiene que dejar documentada para las futuras generaciones, entonces por esa razón es que es importante que el pueblo cruceño vea el arte que se está generando en su sociedad y lo aprecie y, lógicamente, lo apoye, que conozca a sus artistas a los nuevos o a los que van a salir. Esa es la dimensión de lo que se pretende con esta actividad, que la sociedad cruceña pueda asistir para poder dar un respaldo moral a toda esta nueva generación de artistas.

¿Qué aspectos destaca la nueva investigación del CCP sobre la técnica muralística de Lorgio Vaca?

Edson Hurtado: Lorgio Vaca nos encargó el año pasado la misión de ayudarlo a terminar un manual de sus murales. Quería compartir sus técnicas muralísticas, que durante tantos años de trabajo y dedicación ha adquirido y perfeccionado, y nosotros aceptamos con mucho gusto. El libro, que será presentado durante la Semana del Arte, es una guía que servirá a los siguientes muralistas que en el futuro quieran dedicarse a hacer murales al estilo de Lorgio Vaca. Es una condensación de su aprendizaje, el clave lúdica y pedagógica y que, mediante ejemplos específicos, muestra cómo hizo sus grandes murales, y las técnicas que utilizó. Me parece que será un gran material artístico y didáctico para las siguientes generaciones de artistas plásticos.

¿Cuáles son las otras actividades más importantes realizadas por el CCP en 2024?

Edson Hurtado: Este año hemos seguido trabajando con artistas, colectivos culturales e instituciones aliadas. Nuestro desfile de moda, que realizamos junto a la UPSA, presenta cada año a los diseñadores emergentes más destacados y a través de sus diseños siempre se destaca varias características importantes, como el cuidado del medio ambiente, el reciclaje de materiales y se realizan conversatorios sobre moda, apropiación cultural, tendencias, estilos, etc. Luego, nuestro Encuentro del Charango, brinda un escenario inédito para los exponentes de este instrumento, que es patrimonio cultural de las y los bolivianos. Junto a Luciel Izumi, gran charanguista cochabambina, llevamos 3 años reuniendo a jóvenes exponentes, y grandes valores del charango, como una manera de reivindicarlo y de mantenerlo vigente. Durante estos años hemos producido más de 80 podcast, siguiendo la corriente comunicacional del momento, y hemos entrevistado a gestores culturales, artistas y artivistas de Santa Cruz y de Bolivia. Realizamos más de 300 actividades y recibimos cerca de 100.000 visitantes al año, lo que nos convierte en uno de los centros culturales más dinámicos de la capital oriental.

¿Qué actividades se tienen previstas en lo que queda del año y que se puede esperar en 2025, el año del Bicentenario?

Edson Hurtado: En 2025 nuestra programación estará centrada, como la de la mayoría de las instituciones del país, en el Bicentenario de Bolivia. Vamos a enfocarnos en la reflexión, el debate y la crítica y autocrítica de estos 200 años de existencia de nuestra patria, desde la mirada de los artistas, gestores culturales, para tratar de entender el concepto de bolivianidad, y para reconocernos a través del arte y las culturas de nuestro país.

¿Cómo está la producción personal del director del CCP, Edson Hurtado?

Edson Hurtado: En el poco tiempo que me queda, o que me dejan las labores administrativas y burocráticas de la institución, tengo un libro listo para publicarse, sobre los años que viví en Nueva York y mi experiencia en esa ciudad; otro de cuentos a medio terminar, que espero poder concluir el año que viene, y por último, estoy terminando mi nueva película documental, cuyo tema principal son las diversidades LGBTIQ de Bolivia, y la Ley de Identidad de Género, promulgada en 2016, y que ha influido muchísimo, sobre todo en la comunidad de mujeres trans de Bolivia.

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La aventura de crear contenidos digitales en Bolivia

Doña Luisa y Leonel Fransezze demuestran que las redes sociales son una poderosa herramienta para representar la identidad boliviana en el mundo digital y triunfar.

/ 23 de noviembre de 2024 / 21:05

En el mundo actual, ser creador de contenidos en redes sociales no es solo una forma de expresión, sino una profesión emergente que está transformando las dinámicas sociales y culturales. En Bolivia, un país caracterizado por su rica diversidad cultural y su tradición oral, esta labor representa tanto un desafío como una oportunidad única para mostrar la identidad nacional a un público global.

Leonel Fransezze, abogado, periodista y personalidad en redes sociales, lo resume diciendo que: “mucha gente aún ve la creación de contenidos como algo poco serio. Sin embargo, es una profesión que requiere la misma dedicación y especialización que cualquier otra carrera. Es una herramienta para compartir historias, conectar personas y construir comunidades”.

En Bolivia, donde las redes sociales han comenzado a consolidarse como espacios de relevancia para el entretenimiento y la educación, los creadores enfrentan diversos retos. Desde la desigualdad en el acceso a internet hasta la falta de reconocimiento profesional, cada paso está lleno de aprendizajes. Pero también es un país donde las plataformas digitales ofrecen la posibilidad de conectar tradiciones locales con una audiencia internacional. Entre los nombres que destacan en esta escena está el de Doña Luisa, una figura que, junto a Leonel Fransezze, se ha convertido en un fenómeno cultural. 

Audiovisual

Entrevista con Leonel Fransezze

Entrevista con Leonel Fransezze

Un vínculo especial

La relación profesional entre Leonel y Doña Luisa comenzó en un contexto inesperado: el confinamiento por la pandemia de COVID-19. Durante esos meses, Leonel, quien ya contaba con experiencia en medios audiovisuales, invitó a Doña Luisa, quien trabajaba en su hogar desde hacía más de una década, a participar en un video para TikTok. Ese primer contenido, sencillo y espontáneo, marcó el inicio de una asociación que ha revolucionado la percepción de los creadores de contenido en Bolivia. 

“Nunca imaginé que algo tan casual pudiera tener tanto impacto. Desde ese momento, todo cambió”, comenta Leonel. Ese video fue el punto de partida de una trayectoria que incluye campañas publicitarias con marcas internacionales como Samsung y Coca-Cola, participaciones en los TikTok Awards y millones de seguidores en sus redes sociales. 

Doña Luisa, con su autenticidad y carisma, ha demostrado ser una figura capaz de conectar con públicos diversos. Leonel destaca que “ella representa a muchas mujeres bolivianas trabajadoras, mujeres reales que enfrentan desafíos con fuerza y humor. Su éxito ha roto paradigmas y ha demostrado que en Bolivia hay historias únicas y poderosas que contar”. 

Una revolución de contenidos 

El éxito de Doña Luisa no solo es un triunfo personal, sino también un fenómeno sociológico que refleja los cambios que atraviesa la sociedad boliviana. Su figura trasciende el entretenimiento: es un símbolo de inclusión y representatividad. 

“Doña Luisa ha venido a romper tabúes. Es hermoso ver cómo conecta con personas de todas las clases sociales. Desde una señora humilde hasta alguien de la élite cruceña, todos quieren una foto con ella. Es una revolución de la empatía y la identificación”, explica Fransezze. 

El contenido que producen juntos también tiene un fuerte componente cultural. En sus videos, no solo se refleja el humor cotidiano, sino que también se rescatan tradiciones, costumbres y dinámicas familiares típicas de Bolivia. “Caminar con Doña Luisa por las calles y ver cómo las personas se sienten representadas por ella demuestra que nuestro trabajo tiene un impacto más allá de lo digital”, añade Leonel. 

El músculo de la creatividad 

Para ambos, crear contenidos no es un juego. Cada video es el resultado de un proceso colaborativo que involucra a un equipo comprometido con la innovación. Leonel lo describe como un trabajo constante de aprendizaje y perfección. “La creatividad es como un músculo que se fortalece con el uso. Lo que antes nos tomaba días, ahora lo hacemos en horas. Es un trabajo arduo, pero increíblemente gratificante”, asevera Fransezze. 

Además, Doña Luisa ha evolucionado de ser una invitada en los videos a una creadora por derecho propio. Desde que abrió su cuenta personal en TikTok, donaluisa66, ha acumulado 1,8 millones de seguidores al presente, demostrando que tiene un talento único para conectar con su audiencia. 

Leonel destaca su crecimiento. “Ella siempre tuvo carisma, pero ha trabajado muchísimo para mejorar. Hoy propone ideas, actúa con más soltura y aporta una autenticidad que es su mayor fortaleza”, dice. 

El futuro 

El camino que han recorrido Leonel y Doña Luisa no muestra signos de desaceleración. Entre sus planes futuros destacan la producción de contenido más extenso, como novelas digitales, y la incursión en el mundo de la gastronomía. 

“Queremos explorar nuevos formatos y desafíos. Estamos pensando en novelas cortas para redes sociales, algo que combine nuestra experiencia en narrativas con las posibilidades de lo digital. También estamos planeando un emprendimiento gastronómico porque Luisa tiene un talento increíble para la cocina”, revela Fransezze. 

Sin embargo, ambos mantienen su compromiso con crear contenido familiar y de buen gusto, que pueda ser disfrutado por audiencias de todas las edades. «Nunca usamos vulgaridades ni sexualizamos el contenido. Queremos que nuestro trabajo sea algo que una, no que divida», enfatiza. 

Un legado de contenidos que inspiran 

La historia de Leonel y Doña Luisa es un recordatorio de que, en la era digital, las oportunidades están al alcance de quienes saben aprovecharlas con autenticidad y esfuerzo. Para Leonel, el éxito de Doña Luisa es un ejemplo de cómo las redes sociales pueden ser una herramienta para el cambio cultural. “Bolivia necesita más figuras como ella. Su éxito nos muestra que hay un mundo de posibilidades cuando somos fieles a nuestras raíces y estamos dispuestos a trabajar por nuestros sueños”, sostiene Fransezze. 

Doña Luisa y Leonel no son solo creadores de contenido; son narradores de la identidad boliviana, su riqueza, diversidad y pluralidad. Y, al hacerlo, han demostrado que incluso las historias más cotidianas pueden convertirse en fenómenos extraordinarios.

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Marcelo Suaznábar: obra, universos y geografías oníricas

El artista boliviano radicado en Canadá expuso recientemente en la Galería THEO, en Seúl, Corea.

/ 23 de noviembre de 2024 / 20:47

Marcelo Suaznábar es un artista surrealista boliviano cuya obra trasciende los límites convencionales de la representación visual, invitando a los espectadores a sumergirse en un mundo donde la realidad y la imaginación convergen de manera extraordinaria. Originario de Oruro, sus creaciones son un viaje profundo a través de paisajes oníricos que desafían nuestra percepción habitual del entorno y nos confrontan con las complejas relaciones entre la humanidad y la naturaleza.

Sus pinturas son un testimonio poderoso de la transformación y la fragilidad, utilizando elementos simbólicos como relojes, cubos y huevos con códigos de barras para representar metafóricamente los conflictos de la sociedad contemporánea. Suaznábar no solo crea arte, sino que construye narrativas críticas sobre la tecnificación del mundo moderno y la progresiva desconexión del ser humano con su entorno natural.

El arte en Marcelo Suaznábar

La obra de este artista plástico boliviano y universal es un territorio de exploración donde criaturas zoomorfas, animales con rostros humanos y escenarios oníricos se entrelazan para revelar verdades incómodas sobre nuestra existencia. Sus series como «Apocalipsis» y «Altiplano Mágico» funcionan como espejos críticos que reflejan tanto el pesimismo contemporáneo como la esperanza de una posible armonía con el medio ambiente.

Influenciado por sus primeras experiencias en iglesias y museos, y con el apoyo temprano de su tío fotógrafo, Suaznábar ha desarrollado un lenguaje artístico único que libera pensamientos y emociones más allá de lo visible. Su arte no busca simplemente representar sueños, sino crear formas surrealistas que emergen directamente de la imaginación, desafiando constantemente las percepciones establecidas y ofreciendo una ventana a mundos alternativos donde lo imposible se vuelve tangible.

El artista nos brinda detalles sobre su reciente exposición en Seúl, Corea, su presente, su obra y su porvenir en una entrevista exclusiva par Escape, de La Razón.

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¿Cómo se despertó en usted el deseo de ser un artista? ¿Qué elementos de su vida jugaron un rol determinante en esto y qué lo inspiró a seguir adelante?

Quizás fue la fuerte impresión que tuve al contemplar por primera vez las colecciones de arte sacro en el Museo de la Casa de la Moneda y del convento de Santa Teresa en Potosí. Ver la obra de los maestros Melchor Pérez de Holguín, José Miguel de Berrios, Bernardo Flores, provocó una inquietud de poder pintar y experimentar con óleos con unas tempranas interpretaciones de arte religioso. Los elementos o ingredientes para esta receta decisiva que me ayudaron a tomar un camino hacia las artes fueron: el dibujo como motor principal, la música como un medio de desconexión con el mundo para poder pintar o dibujar en soledad; a esto también se suma un apetito por observar los artistas que me parecían interesantes y enigmáticos, y la motivación de mi tío fotógrafo.

En su obra aparecen frecuentemente elementos como relojes, cubos y huevos con códigos de barras. ¿Qué representa esta combinación de elementos naturales con símbolos de la modernidad en su trabajo?

Son recurrentes estos elementos en mi trabajo porque los considero universales. El reloj tiene un significado que se podría leer en cualquier parte del mundo sin importar su origen. El reloj nos recuerda que el tiempo marca sus huellas para todos y no podemos remediar su avance. El huevo con códigos de barras significa la fragilidad de la naturaleza y la tecnificación de las sociedades en la que cada vez somos más dependientes de la tecnología; es algo inevitable. Tenemos códigos de barras para todo; su lectura es fácil y rápida, ideal para una era en la que la velocidad es la clave para un mundo cada vez más globalizado y complejo.

Usted ha mencionado que sus obras se inspiran en recuerdos de su infancia en iglesias y museos. ¿Cómo se manifiesta esta influencia religiosa en su serie «Apocalipsis»?

La serie Apocalipsis fue la transición de la serie netamente religiosa. Pienso que fue un paso importante para mirar los temores y las tentaciones y poner en una balanza el bien y el mal, según era mi percepción en ese momento por lo que pude absorber de la pintura colonial cuando visité Potosí a mis 16 años. Con esta serie pude explorar más los símbolos y desempolvar algunos temas que estaban por ahí ocultos; también eso me abrió la posibilidad de seguir explorando y descubriendo los laberintos de la mente para darle más libertad a mi creatividad.

A lo largo de su carrera ha creado varios murales significativos, incluyendo «El Juicio Final» y «La Ñusta y el Lagarto». ¿Cómo difiere su proceso creativo cuando trabaja en formato mural comparado con sus obras de caballete?

Es fascinante pero un poco complicado trabajar en gran formato por la composición del tema y de aplicación del material; la pintura de caballete es mucho más manejable y hasta cómoda para ejecutar una obra.

En su serie «Altiplano Mágico» representa un mundo ideal en armonía con la naturaleza. ¿Cómo ha influido el paisaje de su Oruro natal en esta visión utópica?

Altiplano Mágico me transporta ciertamente al paisaje inhóspito pero majestuoso al mismo tiempo, a los recuerdos de mi niñez cuando jugaba con mis hermanos en la finca de mi padre, manejando bicicletas y recorriendo esos senderos en las pampas. Pasábamos mucho tiempo allí observando los insectos y animales del lugar que poco a poco fueron desapareciendo: sapos, víboras, lagartijas, insectos, aves como los flamencos que llegaban a una gran laguna por temporadas. Esa armonía anhelada a estas alturas ya sufrió los cambios.

Sus obras están presentes en colecciones de más de 20 países. ¿Cómo ha evolucionado su perspectiva artística al exponer su trabajo en contextos culturales tan diversos?

Esa evolución a la que se refiere es parte del constante trabajo, que por las circunstancias en un nuevo territorio totalmente diferente al que tenía en nuestro país, con una cultura y lenguaje distintos, esto me daba la oportunidad de entrar a un ritmo constante y firme. Por cierto, al principio fue muy duro con todo lo que conlleva ser un inmigrante luchando por sobrevivir, pues había que trabajar mucho y tocar puertas doblando esfuerzos y aprovechando las oportunidades que se podrían presentar.

Su obra ha sido descrita como una metáfora de la crisis entre el medio ambiente y el mundo humano. ¿Qué papel juegan las criaturas de dos caras y cuernos que aparecen en sus pinturas en esta narrativa?

Estas criaturas son parte de la evolución de mi obra: animales con rostros humanos, criaturas zoomorfas con cuernos, ciclopes y aves, que suelen estar en escenas desérticas, habitaciones o con fondos abstractos. Son criaturas transformadas que demuestran que en esa escena todo es posible: pasar de la habitación o del espacio abierto a un escenario irreal y onírico.

Su obra «La invitación» reúne diversas criaturas surrealistas en un espacio con una atmósfera peculiar. ¿Qué buscaba comunicar con esta particular reunión de personajes?

Como el título lo dice, es una invitación de seres extraños a formar parte del acto de la reunión, entrar a un espacio y formar parte de esa experiencia de celebrar un momento de encuentro.

¿Cómo se dio esta reciente presencia suya en Seúl? ¿Qué se viene hacia adelante?

Esta muestra individual fue organizada y planificada hace un año por la galería THEO de Seúl, que me representa desde 2022. Inicialmente expuse en 2023 junto al escultor Kim Woojin en una muestra que se denominó «Dreaming of». THEO expuso mi obra en Hong Kong, Taipéi y Jakarta. Las muestras que tendré hasta fin de año son dos colectivas en París en la 27 Concept Galerie, Sahar Khan Boluki Gallery de Toronto y en la feria internacional de Scope Miami con Spence Gallery de Toronto.

Para el próximo año tendré una muestra individual en Yin Art Gallery de Taiwan y otra en 27 Concert Galerie de Paris  y nuevamente expondré en las ferias internacionales de arte en Busan, Taipei y Jakarta con la galería THEO de Seoul.

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Allen Ginsberg, el genio irreverente que definió una generación

Figura central de la Generación Beat, su obra maestra 'Howl' y su vida dedicada a la libertad creativa y espiritual lo convirtieron en un ícono de la contracultura, cuyo legado perdura como símbolo de autenticidad artística y compromiso social.

/ 16 de noviembre de 2024 / 20:44

Allen Ginsberg, figura central de la Generación Beat, encarnó como pocos el espíritu rebelde, visionario y profundamente humano que marcó la contracultura del siglo XX. Poeta, activista y místico, Ginsberg se convirtió en un símbolo viviente de la libertad creativa y la lucha contra las convenciones sociales. Su legado, encapsulado en obras como *Howl* (*Aullido*), sigue siendo un poderoso grito de protesta y un canto de amor a la humanidad.

El movimiento Beat

La Generación Beat fue un colectivo literario y cultural que surgió en Estados Unidos a mediados del siglo pasado, integrado por figuras como Jack Kerouac, William S. Burroughs y Ginsberg. Enfrentados a una sociedad que consideraban opresiva y alienante, estos artistas propusieron un enfoque radicalmente diferente: celebraban la espontaneidad, la introspección y las emociones humanas. Para Ginsberg, este movimiento representaba «un cumplimiento casi perfecto de la tradición populista y revolucionaria de Walt Whitman en la poesía estadounidense».

El poema *Howl* se convirtió en el manifiesto de este movimiento. Publicado en 1956, su estilo libre y su lenguaje crudo desafiaron las normas literarias de la época. “Dejé volar mi imaginación, abrí el secreto y garabateé líneas mágicas desde mi mente real… escritas para el oído de mi propia alma y de algunos otros oídos dorados”, confesó Ginsberg. A pesar de los intentos de censura, el poema fue declarado no obsceno tras un juicio histórico, consolidando a Ginsberg como un ícono cultural.

Ginsberg, el visionario extravagante

La vida de Ginsberg estuvo marcada por experiencias místicas y un enfoque irreverente hacia las normas sociales. En una ocasión, relató cómo, mientras se masturbaba, escuchó la voz de William Blake recitando: «¡Oh rosa, estás enferma! / El gusano invisible…». Esta alucinación auditiva no solo inspiró su arte, sino que también lo llevó a pasar ocho meses en una institución psiquiátrica. Sin embargo, lejos de considerarse víctima de la locura, Ginsberg defendía la «sabiduría salvaje» del budismo zen, un concepto que para él significaba “sabiduría loca en el sentido de salvaje, ilimitada, sin fronteras”.

Su abierta homosexualidad, en una época profundamente conservadora, fue otra de las manifestaciones de su valentía. Enfrentó con humor y dignidad las críticas de los sectores más ortodoxos, como se evidenció en una tensa entrevista con John Lofton, columnista del *Washington Times*. Cuando este cuestionó la “locura” de Ginsberg, el poeta replicó: “Todo el mundo está un poco loco… en el jazz, cuando alguien toca un riff hermoso, dicen: ‘Estás loco, tío’”. Su ingenio, mezclado con una profunda sensibilidad, desarmaba incluso a sus críticos más feroces.

La espiritualidad como fuerza creativa

Ginsberg también encontró en la espiritualidad un pilar fundamental para su arte y su vida. Inspirado por las religiones orientales, integró el yoga, la meditación y los mantras en su proceso creativo. “El ritmo, la respiración y los sonidos elementales eran para mí una especie de poesía”, señaló. Esta conexión con lo espiritual lo llevó a cofundar la Escuela Jack Kerouac de Poética Incorpórea, un espacio para la experimentación literaria y el estudio de filosofías alternativas.

Aunque inicialmente usó psicodélicos para explorar su conciencia, un viaje a la India en 1962 transformó su enfoque hacia prácticas más naturales. Aun así, defendió el uso de drogas como herramientas creativas, afirmando que algunos de sus mejores poemas, como partes de *Howl* y *Kaddish*, nacieron bajo su influencia.

El precio de ser un rebelde

La autenticidad de Ginsberg no estuvo exenta de controversias. Su asociación con NAMBLA (Asociación Norteamericana del Amor entre Hombres y Niños), aunque él la justificó como una defensa de la libertad de expresión, generó críticas que lo acompañaron hasta el final de su vida. A pesar de ello, su impacto cultural permaneció intacto. Para William Burroughs, Ginsberg fue “una gran persona con influencia mundial”.

En sus últimos días, Ginsberg continuó escribiendo con intensidad. Tras recibir un diagnóstico terminal de cáncer de hígado en 1997, creó doce poemas breves que encapsulan su genio y su espíritu inquebrantable. Murió poco después, dejando un legado que, como señaló The Economist, lo consagra como “un puente entre la vanguardia literaria y la cultura pop”.

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La vigencia de Ginsberg

Allen Ginsberg no solo fue un poeta, sino un símbolo de libertad, humanidad y creatividad. Desde sus apasionados versos hasta su activismo político y espiritual, desafió las normas con un compromiso inquebrantable hacia la verdad y la belleza. Hoy, su obra resuena como un recordatorio de que, como él mismo dijo: “la única cosa que puedes hacer es abrir tu corazón”.

Un supermercado en California

Allen Ginsberg

Qué pensamientos tengo de ti esta noche, Walt Whitman, pues caminé por las calles laterales bajo los árboles con jaqueca, autoconsciente mirando la luna llena.

En mi fatiga hambrienta, y comprando imágenes, entré al supermercado de frutas de neón, ¡soñando con tus enumeraciones!

¡Qué duraznos y qué penumbras! ¡Familias enteras comprando de noche! ¡Pasillos llenos de esposos! ¡Esposas en los aguacates, bebés en los tomates! —y tú, García Lorca, ¿qué hacías junto a las sandías?

Te vi, Walt Whitman, sin hijos, solitario viejo hurgador, escarbando entre las carnes del refrigerador y mirando a los muchachos del mercado.

Te oí haciendo preguntas a cada uno: ¿Quién mató las chuletas de cerdo? ¿A cuánto los plátanos? ¿Eres tú mi Ángel?

Vagué entrando y saliendo de las brillantes torres de latas siguiéndote, y fui seguido en mi imaginación por el detective de la tienda.

Avanzamos juntos por los corredores abiertos en nuestra solitaria fantasía probando alcachofas, poseyendo cada delicadeza congelada, y sin jamás pasar por la caja.

¿Adónde vamos, Walt Whitman? Las puertas cierran en una hora. ¿Hacia dónde apunta tu barba esta noche?

(Toco tu libro y sueño con nuestra odisea en el supermercado y me siento absurdo.)

¿Caminaremos toda la noche por calles solitarias? Los árboles suman sombra a la sombra, luces apagadas en las casas, ambos estaremos solos.

¿Pasearemos soñando con la América perdida del amor más allá de automóviles azules en las entradas, rumbo a nuestra silenciosa cabaña?

Ah, querido padre, barba gris, solitario viejo maestro del valor, ¿qué América tenías cuando Caronte dejó de empujar su barca y tú descendiste en una orilla humeante y te quedaste mirando el barco desaparecer en las negras aguas del Leteo?

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