Saturday 3 Jun 2023 | Actualizado a 13:35 PM

La sexualidad es para todos: Apuntes sobre ‘Pacífico’, mejor obra de 2022

/ 26 de marzo de 2023 / 07:19

Samadi Valcarcel ganó el Premio ‘Raúl Salmón de la Barra’. La creadora repondrá su obra en el Teatro Municipal

En 2022, Pacífico, una obra dirigida por Samadi Valcarcel, gana el premio “Raúl Salmón” a mejor obra. El reconocimiento, lo sabemos, es el más importante de La Paz: podemos decir, entonces, que es esta la mejor obra, sin lugar a dudas, producida en esta ciudad durante dicha gestión. Para mí, que vi la obra rodeado de niños pasándola bien, me pareció de inicio una obra infantil. ¿Puede la mejor obra de una ciudad ser una obra infantil?, ¿por qué un jurado de adultos premiaría algo que no está hecho para ellos? Justamente, porque Pacífico no se contenta con ser una obra infantil de las que normalmente se hacen en la ciudad: no tiene una moraleja. No solo entretiene, sino que piensa y te ayuda a pensarte: quizás en el caso de los “hombres” más radicalmente, pero yo diría que a todo ser humano. Porque si algo enseña esta obra infantil es a poder vivir nuestro cuerpo en su totalidad, en todos sus deseos, como espacio de goce (minado de placer). Es una obra, sin dudas, apta para niños, pero sobre un tema que nos atañe a todos y que a veces pensamos poco infantil: la sexualidad.

Un tema que pensamos poco infantil, pero que lo es: la sexualidad es para todos. Porque como demuestra con claridad Pacífico es algo que, desde muy pequeños, nos rodea en los discursos sociales que cotidianamente nos repiten y nos repetimos. Las historias que muestra la obra son claras: para el abuelo del personaje interpretado por Jorge Barrón bailar salsa es algo poco masculino, solo hay que saber bailar un poquito “para conquistar a las chicas”, bailar por otra razón sería un gesto de femineidad. Y aunque su cuerpo ame el baile, lo desee, su sexo (para el abuelo) le prohíbe ese goce: lo marca con la vergüenza. O porque, como dice el personaje interpretado por Darío Torres, si uno se acerca a un hombre muy amistosamente, incluso siendo niños ambos, aparece el adjetivo “maricón” para decirte: “eso está mal”. Y esto empeora a cierta edad, la retratada en esta obra y el espacio donde estos dos hombres se conocerán y enamorarán sin saberlo y sin aceptarlo: la que para la mayor parte de los adolescentes bolivianos está marcada por la “premilitar”, ese ritual de paso que te convierte en “hombre de guerra”.

Actores. Darío Torres y Jorge Barrón dan piel a los personajes de ‘Pacífico’.

Fotos: JHEREL CHUQUIMIA

FOTOS: JHEREL CHUQUIMIA

Pero no es solo por la urgencia de hablar de sexualidad en La Paz que esta es la mejor obra de 2022, sino porque es una obra consciente de estar dirigida a un doble público: el infantil y el adulto. Consciencia que le permite estar codificada en un doble nivel a partir de un alto contenido simbólico. Así, no es una sobrelectura que, cuando Darío hable de cómo cuando es joven, la primera vez que tiene que competir con otros hombres es midiendo sus vellos púbicos, el adulto pueda imaginarse que esa competencia pronto migrará a medirse los penes, medir los trabajos, medir las mujeres, y esa poco sana obsesión que parece rodear al hombre en Occidente. Más allá, el final de la obra muestra a Darío y Jorge que, tras un beso, finalmente, sincero y directo, se tiran espuma y se mojan con chisguetes. El gesto festivo se traslada a detrás del barco de papel que marca toda la obra desde el fondo del escenario: ahí vemos solo sus sombras tirándose estos líquidos y donde el niño solo entiende fiesta y goce, el adulto ve en el gesto el precedente de la eyaculación. Ambos públicos entienden, entonces, cosas ligeramente distintas, según el nivel de comprensión; sin embargo, todos lo pasan bien y todos salen con ganas de buscar sus propios deseos y, utópicamente, con menos ganas de meterse en el deseo ajeno.

Quisiera acabar con un apunte sobre una escena preciosa que está un poco más allá de la mitad de la obra. Darío y Jorge se ponen sobre las cabezas barcos de papel gigantes, la música (que en toda la obra brilla por su certeza), los va guiando; los vemos perdidos, sin saber a dónde los guía. Sus cuerpos, además, se muestran descoordinados y con movimientos mecánicos. Una lectura es que el barquito es el machismo que los ciega y no los deja llegar a buen puerto, es cierto. Pero también, y a contrapelo, podemos leer la escena como una metáfora de quien busca su propio deseo, en un mar de confusiones, donde es forzado a ir o venir, donde no tiene el 100% del control sobre lo que va sucediendo. El mar puede llevarte a lugares que te gustan o que, por el contrario, te generen displacer. El mejor marinero parece, entonces, quien ni se deja llevar del todo, pero quien sabe que no puede controlar cada detalle del itinerario. Es aquel que, finalmente, podrá decir con cariño “vos también me haces dar ganas de bailar salsa” y, tomada la decisión, adaptarse al ritmo de la música…

Pacífico

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Texto: Camilo Gil Ostria

Fotos: JHEREL CHUQUIMIA

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Relanzamiento de la Escuela de Espectadores (o ¿qué es ser un ‘buen espectador’?)

Regresa este espacio de apreciación del teatro con Fernanda Verdesoto, Omar Rocha y Camilo Gil Ostria

Por Camilo Gil Ostria

/ 2 de abril de 2023 / 07:48

Qué es, pues, ser espectador? ¿Es, como una de sus raíces etimologías dice, el que simplemente se sienta a mirar, a observar? ¿Es el “buen espectador” el que, al salir del teatro, ha entendido la historia de una obra (que por cierto de ser solo un contenido a ser reproducido no le serviría de nada en la vida)? ¿Es acaso el “buen espectador” el que llora a mares cuando su personaje favorito muere o ríe a carcajadas ante el chiste del actor? ¿Es decir, ser un “buen espectador” se trata de ser el títere del director que mueve sus hilos para que te dejes llevar? ¿Habrá una respuesta clara y concreta sobre qué cosa es esto del “buen espectador”, así como podríamos hablar del “buen cristiano”?

Sí y no, porque ser espectador, como cualquier ejercicio que valga la pena, requiere un doble esfuerzo, cuyas reglas no son claras ni dogmáticas y varían según la obra y el espectador. Cada obra requerirá algo diferente y no hay un método universal para acercarse a ellas. Pero algunos apuntes para ayudarnos puedo proponer a continuación. Por un lado, dejarte llevar, ser un espectador relajado (como soñaba Brecht, pensando también en el espectador del fútbol) y abierto a lo que el otro propone: entrar con la mente en blanco, para enamorarte o renegar con lo que el elenco pone sobre la escena. Pero, por otro lado, el buen espectador no es nunca inocente y sabe que el blanco total es solo un artificio, una ilusión: su mente y sus saberes previos siempre estarán ahí. También es consciente de que el teatro va más allá del simple gesto de contar una historia, pues en cualquier obra (¡incluso en las malas!) se condensan visiones de mundo políticas e ideológicas frente a las cuales hace falta aprender a vivir.

Fotos. FREEPIK Y FACEBOOK

Foto. FREEPIK Y FACEBOOK

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Parece contradictorio y lo es, la vida está llena de oxímoron. Pero para que el oxímoron se sostenga el espectador necesita desarrollar una práctica. Por eso será que en algo suenan similar las palabras “sentimiento” y “sentido”. Para el primer aspecto, el de la apertura ante el otro, lastimosamente la práctica es individual: nadie puede enseñarte a sentir, a sorprenderte con el teatro. Pero quizás sí, si tienes un buen guía, alguien podría compartir, elegir, llevarte de la mano a esas obras que más disfrutó en su vida. A esas donde, desde el simple hecho de estar sentado aprendió a que, como en un espejo, ante el otro, uno vive y siente, uno experimenta un simulacro de vida posible. El segundo aspecto, en cambio, es mucho más racional y los métodos de acercamiento crítico a una obra sí pueden discutirse y compartirse con mayor facilidad.

La Escuela de Espectadores renace en búsqueda de enfrentar este doble desafío. Pues aunque esta escuela tuvo una primera etapa, entre 2012 y 2021, hemos decido darle una vuelta de tuerca. Este jueves 6 de abril, a horas 19.00 en el Teatro Doña Albina, del Espacio Simón I. Patiño, la Escuela de Espectadores ahora dirigida por Omar Rocha, Fernanda Verdesoto y mi persona, Camilo Gil Ostria, iniciaremos ese viaje con una conferencia virtual de Jorge Dubatti, una función de la obra La saga de los vampiros, de Javier Soria y Luis Caballero, y un conversatorio posterior a la obra, con todavía el sentir y la risa que provoquen la obra caliente. La pieza en cuestión tuvo su primera función  en 2005, los tres directores de la Escuela la hemos visto y damos fe con nuestros sellos de que, al ser una historia de dos vampiros que viven desde la antigua Grecia hasta nuestros días, logra no solo ser un golpe de carcajadas tras carcajadas, sino una profunda reflexión sobre la historia de todo Occidente, es decir, de todos nosotros.

Foto: Freepik y facebook

El objetivo es ese, durante este 2023, buscaremos programar obras que ya hayamos visto y que sepamos que son una gran forma de iniciarse en el mundo del teatro, obras que nos hagan reír y llorar, que nos hagan sentir al máximo, pero que luego también podamos pensar al máximo, como decía Brecht, pedagogía y entretenimiento deben ser las dos pulsiones que guíen al teatro. Ya hay varios nombres barajándose y programándose entre nosotros y los hacedores: Pis, del Teatro Grito, Eterna, del Altoteatro… Obras que no entienden la “pedagogía” en un sentido escolar, sino en tanto reconocen que al ver al otro morir en escena, aprendemos todos nosotros a vivir… Esa es una de las magias más potentes del teatro. Con esta programación continua y sostenida buscamos fortalecer la primera habilidad del espectador: ser guías amables, que de la mano señalemos un camino y, como Dante con Virgilio, bajemos todos al infierno para conocer nuestros propios deseos.

Para complementar la segunda habilidad necesaria del espectador, la Escuela de Espectadores ha planificado tres talleres teórico-prácticos sobre la historia de nuestro teatro. Las fechas de los talleres serán anunciadas el día de la función. El primero, que estará en manos de quien aquí escribe, sobre La calle del pecado, obra de Raúl Salmón que nos permite re-pensar ese inicio del proceso de la dramaturgia nacional ya señalado por la importante investigadora Karmen Saavedra. El segundo, en manos de Omar Rocha, sobre la emergencia del teatro contemporáneo, con protagonistas como Eduardo Calla y su obra Di cosas cosas bien. Finalmente, Fernanda Verdesoto pondrá sobre la mesa de trabajo, de disección, un taller sobre estéticas performativas latinoamericanas. Mediante estas actividades, la Escuela de Espectadores busca ser un núcleo articulador y formador de un nuevo público en La Paz, uno que pueda dejar de tener tanto miedo a enfrentarse a nuestro teatro y su historia, cuya calidad irregular y ausencia de institucionalidad hace de él un mundo confuso del que es fácil querer salir huyendo… Mostrar, entonces, que en ese caos siguen habiendo razones para amar.

Foto: Freepik y facebook

Datos del evento

Relanzamiento de la Escuela de Espectadores. Incluye la conferencia de Jorge Dubatti, función de La saga de los vampiros y el posterior conversatorio de la obra.

Precio de la entrada: 70 bolivianos, 2×1 hasta el día antes de la función

-Venta de entradas: 75217797 / 73731524

-Fecha y hora: 6 de abril a las 19.00.

-Lugar: Teatro Doña Albina del Espacio Simón I. Patiño (av. Ecuador entre Rosendo Gutiérrez y Quito, Sopocachi).

Texto: Camilo Gil Ostria

Fotos: Freepik y facebook

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Un paraíso cultural: puerta que se cierra, ventana que se abre

Tercera parte del texto sobre el festival Theatertreffen de Berlín del crítico boliviano Camilo Gil Ostria

Por Camilo Gil Ostria

/ 27 de junio de 2022 / 10:34

Berlín es un paraíso cultural, pero también en el sentido dantesco. Es decir, un espacio habitado por la máxima libertad, incluso la libertad de poner en el lugar de Dios a quien uno mismo ha decidido: Beatriz. Sujeto de deseo que mueve un viaje alucinante y un descubrimiento sobre las idas y venidas, las oposiciones que cualquier espacio de potencia artística pone en juego. Pero poner a quien quieras sin anular la posibilidad ética de que el otro haga otra cosa, lo suyo. Es decir que si la excesiva y funcional institucionalidad berlinesa está poniendo en crisis la posibilidad de un arte arriesgado y experimental en esa ciudad, si lo más “remarcable” del teatro de este mundo estatal no le llega a los talones al teatro boliviano a pesar de tener presupuestos de producción multimillonarios, algo interesante sí se posibilita en esta ciudad de ensueño. El dinero, en fin, no es culpable de nada.

Se posibilita, por la institucionalidad de su movimiento, por el enfoque hacia el extranjero claramente marcado de la ciudad, por el presupuesto y la cultura de asistencia del público…, por todo eso y más que sea lo marginal lo que en Berlín brille. El último día de estadía en la ciudad, el domingo 15 de mayo, asisto a ver una obra de danza contemporánea: Encantado, de la coreógrafa brasileña Lia Rodrigues. A pesar de ser ella ya una coreógrafa que muestra sus obras hace mucho tiempo en Europa, de haber ganado muchos premios, de ser ya parte de un circuito elitista, su obra va en sentido contrario y sus raíces se vuelven base fundamental de su creación.

La obra empieza en el silencio y la lentitud del movimiento de los bailarines que van desenroscando una alfombra que rememora al espectador motivos africanos/brasileros. Un collage de alfombras sería mejor decir. Por un lado, es un gesto amoroso: el bailarín preparando el espacio que va a habitar frente a los ojos del público. Por otro lado, es meta-dancístico, nos avisa que la obra se compone de retazos, hilados y unidos sí, pero retazos a fin de cuentas. Y este segundo gesto nos habla también de la variedad cultural de Berlín: ahí donde cientos de tiempos, de nacionalidades, de culturas, de espacios se ponen en diálogo. El espacio que a fin de cuentas posibilita el encuentro.

Una vez la alfombra es puesta sobre el escenario, los bailarines salen y vuelven, uno por uno, todavía en la quietud, a la escena, desnudos. Poco a poco se meten en la alfombra, primero a realizar poses estáticas, esculturales, donde ya la variedad de cuerpos y expresiones se avisa. Pero nada hace decir: “hay variedad de cuerpos” si es que esa variedad no se vive. En la obra sí se vive y con creces. Siguiendo la metáfora anterior, Berlín no será entonces más que un medio, donde formas y expresiones de todo el mundo puede hallar cobijo, pero de todas formas el encuentro no sería posible sin él. La variedad está, ahora, ¿se vive? Difícil decirlo sin haber visto su movimiento cultural en complejidad, el Theatertreffen haría creer que no.

La alfombra, en la obra de Rodrigues, juega un papel similar aunque mil veces más problemático y es ahí en el problema donde, de nuevo, surge lo estético. Pues pronto el ritmo surge y los bailarines ya no solo habitan con timidez entre ellos y su espacio: forman un ritual de transformación y continuo devenir. Donde lo individual, sin perderse, es potenciado por su movilidad: la música es generada por ellos mismos y percusión grabada. La fiesta enloquece, ellos enloquecen, pero sin perder el juicio, el juego con la alfombra: ésta se hace vida y brilla en frenesí y razón. La alfombra deviene caballo, el caballo cabello, el cabello vestido… En primera instancia, ese devenir hace que los bailarines pierdan así su sexo de nacimiento, en el que nadie se fija, y la estética de lo andrógino se alza en erótico e hipnótico movimiento. Esa neutralidad de los bailarines, y ese devenir en segunda instancia, permiten al espectador fijarse en cualquier lugar de la escena: en una esquina estará pasando algo, en la otra, de forma simultánea también. El protagonismo no existe y no por ello se cae en la homogeneidad. Los bailarines, de técnica no solo pulcra, sino energía subversiva, hacen de puerta para el espectador a un sueño que habla de la ética del vivir juntos que las otras obras no permitían.

Quizás, así, Berlín también brilla en un movimiento más independiente y extranjero que, lastimosamente, yo no llegué a conocer: ahí donde lo marginal recuerda que el arte también es político y que la política de agenda es pobre y peligrosa. Quizás, ahí donde el inglés parece ser la verdadera lengua y la nacionalidad poco importa (o así también parece en una corta mirada). No por no haber visto esa escena dejaría de agradecer al Ministerio Federal de Asuntos Exteriores de Alemania y al Goethe Institut, que vía la Embajada de Alemania en Bolivia han hecho posible ver brevemente su movimiento. Además de saber oralmente del movimiento en otros 12 países, compartir sobre Bolivia y volver al país con ganas de, por lo menos, escribir lo vivido y algún cambio tratar de movilizar en nuestras selvas burocráticas y nuestra gran ausencia de institucionalidad. Porque, digámoslo para terminar, a Bolivia solo le falta la institucionalidad para que la fiesta de una alfombra que deviene se abra, porque el teatro ya lo tiene…

FOTOS: CAMILO GIL OSTRIA

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Paraíso cultural: de la teoría a los hechos, del dinero a la producción

El crítico de teatro boliviano Camilo Gil Ostria, invitado a Berlín al festival Theatertreffen continúa su análisis sobre la escena alemana

Puesta. Presentación en Berlín de la obra de teatro ‘Die Jungfrau von Orleans’, en torno a Juana de Arco

Por Camilo Gil Ostria

/ 20 de junio de 2022 / 11:27

Berlín es un paraíso cultural, decíamos, por su institucionalidad teatral. Pero aquí maticemos la posición inicialmente idealista: lo es, en parte, en el sentido no dantesco del paraíso, sino conservador y tradicional. Ahí donde Dios lo rige todo y no hay contaminación, ni afuera y todo se estanca en la mismidad. Aquí ese Dios es lo políticamente correcto: el feminismo, la discapacidad, el medio ambiente, son los temas que aquí proliferan y el arte que sobre ellos se hace no sobrepasa el lugar común, al menos en la generalidad de los casos o los casos más apoyados. El dinero, entonces, mueve solo eso que le conviene, eso que lo libera de su pesada carga moral y lo hace sentirse “humano”.

Hemos visto, en total, solo cuatro obras producidas en el mundo germano-hablante: tres del festival en cuestión y una externa. Además hemos visto teatro solamente producido y apoyado por el Estado, nada de la escena independiente. Un juicio sesgado de alguna manera, sí. Pero recuérdese que el Theatertreffen, el festival al que asistimos, tiene como tarea elegir las 10 “más remarcables obras” del territorio germano-hablante. Siete críticos, que van a ver teatro por todo un año y por toda la región, se encargan de hacer posible este baile.

Las primeras dos obras, como para muestra valen un botón, ejemplifican bien el caso. La primera obra vista Die Jungfrau von Orleans, dirigida por Ewelina Marciniak, es una re-escritura del clásico escrito en 1801 por Friedrich Schiller que llamaríamos, en un título mucho más conocido por nosotros los hispanohablantes, Juana de Arco. La intención es feminista, ¿en qué sentido?: deconstrucción de la obra, se dice. Las primeras imágenes son perturbadoras y potentes: Juana, con su padre, están conversando sobre ella, sobre la vida que ella va a seguir. El padre le dice que tiene que casarse; ella, por supuesto, se niega. Él insiste en que solo así se salvará; ¿de qué?, pregunta ella con astucia, él no sabe responder… Pero el espectador intuye el sentido: del vicio de la lujuria, de su propio cuerpo, del pecado: de ella misma, en fin. Lo hace porque detrás de ellos, mientras van conversando, se proyecta un video donde Juana está sentada casi desnuda, con las piernas abiertas hacia el público, agarra la mano de su padre y la lleva hacia su sexo. Las actuaciones, de sutil y aguda potencia, parecen ser comunes en los teatros alemanes.

Esa auto-objetivación de las actrices que pronto se repetirá con todas las personajes de la obra es, para uno de los tres dramaturgos de la obra (en el sentido alemán de dramaturgo), Sascha Hargesheimer, una forma de romper el mito de Juana de Arco. En el sentido, dice él, que la sexualidad sería negada a este personaje: no podría ser una salvadora de Francia, una santa, sin renunciar a su cuerpo. Mito que él también vería en la película La pasión de Juana de Arco (1928) de Carl Dreyer, película de la que la obra retoma varios planos y los proyecta sobre la escena. Para él ambas cosas no son contradictorias y por eso se ha buscado unirlas y anular la dicotomía en la que se habría metido a este personaje. Sin embargo, la propuesta no lo logra: más bien anula la pureza de Juana de Arco y lleva al personaje al otro extremo. Ahí donde la emancipación fracasa y el sujeto no puede gozar del todo, porque, necesitado de ser objeto del otro nunca logra su cometido. Un poco así es también la obra a nivel formal, donde tanto se muestra la suntuosidad perfecta de actuaciones y escenario (de colores pasteles y elegantes, con piscina incluida quién sabe por qué) que la obra no surte efecto sobre el espectador.


La obra ‘Eine Zusammenfassung von Allem, Was War’. Foto: Camilo Gil Ostria

Caso contrario en su tratamiento de lo políticamente correcto es el de Eine Zusammenfassung von Allem, Was War, obra que aunque dirigió Sebastian Nübling, alemán director del teatro Gorki, es protagonizada por cuatro jóvenes noveles sirios y palestinos. La dirección en esta obra comete cientos de errores, en resumen, no explota al máximo nada de lo que los actores proponen. Pero es tanto el cuerpo y el pensamiento que se ve que estos actores han puesto sobre su trabajo, es tanto el compromiso, que se abre en esta obra una fiesta de los sentidos. Su intención es desmitificar al sirio y su guerra y aquí ese propósito se logra, porque el individuo se pone en juego.

Foto: Camilo Gil Ostria

Desde el principio de la obra, donde los actores, sentados en el lugar del público, invitan al espectador a soñar con ellos: un espacio sin nombre, una playa de sol dulce. Desde ahí, digo, pasando por el momento en que ellos toman poco a poco la escena, en tanto innombrados: “My name is not-important”, dicen. Desde ahí y pasando por cómo van bailando sin lugar fijo, casi en un frenesí, lo conceptual cobra fuerza. Lo marginal, lo sin raíces, eso que escapa de la guerra, del origen, del lugar de pertenencia, como una potencia lúdica que contra todo puede todo. Algo de eso les tocará aprender a los alemanes, al teatro berlinés: tan correcto que jamás se atrevería a ver en la herida algo necesario… Fue la mejor obra producida en el mundo alemán que vi: no era una de las obras elegidas del Theatertreffen, ¿será que la crisis de la crítica es una crisis de no saber aproximarse a estéticas que escapen a lo políticamente correcto?

Foto: Camilo Gil Ostria

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Un paraíso cultural: el sistema teatral de Berlín

Primera de tres partes de la crónica del crítico Camilo Gil sobre el teatro en Alemania

Por Camilo Gil Ostria

/ 12 de junio de 2022 / 01:18

Berlín es un paraíso cultural. El mismo diseño de la ciudad, de tanto hacerse y rehacerse, lo dice a gritos. La ciudad está pensada como una especie de gran parque o de gran museo, donde cada rincón tiene su valor histórico, político y social. Donde cada gesto histórico es visto y conservado por la institucionalidad que marca el espíritu alemán y donde el centro de la ciudad es marcado por sus grandes edificaciones que hoy juegan el rol de museos y espacios políticos: donde lo vivo del presente y del pasado se tocan y conversan. Pero este paraíso, que al Edén no envidia nada por su gran presencia de vegetación, no acaba aquí, sino que solo empieza: me concentro entonces en el funcionamiento de su aparato teatral que deja estupefacto a cualquier ciudadano de Tercer Mundo como yo que, entre maravillado y asqueado, escucha los siguientes datos.

Solo para el teatro en Berlín se invierten 2,5 billones de euros aproximadamente, nos comenta Yvonne Büdenhölzer, directora del “Theatertreffen” de los últimos tres años. Este festival recibe 1,9 millones de euros (como base, a veces el presupuesto se amplía) y es por demás particular. La tarea de Yvonne también: ella no elige qué obras serán presentadas, es una productora, una posibilitadora. Lo que hace es abrir puertas y permitir que todo lo imaginable se pueda hacer: elige un equipo de siete críticos teatrales, ellos seleccionan las obras en consenso, tras viajar por toda la región por un año, con carta libre. Hella Prokoph, diseñadora de escenarios y una de mis guías por la ciudad, cuenta que este es un festival de críticos, especializado, donde las discusiones después de cada obra son acaloradas e interesantes. Es uno de los proyectos culturales más representativos de Alemania, financiado directamente a nivel estatal. Este no es entonces el caso usual: aparte existirían eventos, festivales, teatros y elencos municipales y luego independientes. Todos, sin embargo, recibirían dinero estatal, estamos ante un Estado que todo puede y todo hace: la única diferencia es cómo y cuánto cada quien come de la torta (los independientes menos y solo para proyectos fijos; los otros reciben dinero de manera constante y en mayor cantidad).

Un festival, decía, diseñado por críticos, también para gente crítica entonces, ¡qué sueño! Parecería entonces que en Berlín el crítico es todavía una entidad respetada y valorada. Yvonne insiste en que se está empezando a sentir una crisis de la crítica y de los espectadores en el país. Pero uno va a las salas y están todas llenas: espacios con capacidad de hasta 1.000 personas rebosan. Las obras de los críticos, lo que los guías dicen que no es usual, son aplaudidas de pie. Y no es solo el festival: vemos una obra que sucede por fuera del evento, al mismo tiempo, y está llena; queremos comprar entradas para otra, también por fuera del evento, ya han sido agotadas…

En la ciudad la gente camina por las calles con calma todos los días de la semana, como si aquí no hubiera nadie que trabajase o estudiase. No lo digo como algo malo, paraíso donde cada quien hace lo que se le dé la gana. Los museos reciben cientos de visitas, miles de turistas y nacionales entran a cada momento, ¡qué envidia, mientras nuestros museos padecen de olvido crónico! Sus políticas de apoyo a la cultura terminan beneficiando tanto a la economía del país que termina siendo una ciudad movida por ella, ese es el turismo de este lugar: no hay playas y mejores shoppings habrá en otro lado. Pero no verán teatros así de movidos fuera de Berlín: 12 expertos de todo el mundo, que acompañaron mi viaje, así lo confirman.

Entendido el primer punto: Berlín tiene la institucionalidad y el presupuesto para sostener una empresa teatral que produce miles de obras al año y que permite a miles de personas tener un trabajo fijo en el área. Cosa que por cierto en Bolivia no sucede y nadie o casi nadie vive de solamente hacer teatro, tampoco ningún político piensa en el asunto, incluso los mismos teatreros a veces lo vemos como lo normal y bien cómodos nos sentamos en nuestra silla donde el que puede, puede y el que no… ¿Pero hay realmente tal cosa como la perfección? ¿Qué duda nos aguijonea ante cada palabra de lo que aquí se dice? Ya un poco nos los advierte uno de los expositores que nos advirtió que no hablaría en nombre del gobierno y por tanto evito aquí poner su nombre: “Solo se les está mostrando la parte rica de la cultura, la que más fondos recibe”.

Más allá de preguntarse qué tan ético será llevar a 13 personas del Tercer Mundo a ver la riqueza del Primer Mundo, por una semana —dilema que no es mío y yo aquí no pensaré— es otra cosa la que me preocupa. Tampoco se trata de que el teatro rico y subvencionado no pueda ser bueno y se caiga entonces en el lugar romántico y cliché de que el buen arte solo viene de la marginalidad económica. Se trata de leer esa pantalla y plantearnos la pregunta por sobre esa compleja relación entre la economía y el arte.

*Continúa en el siguiente número.

Fotos: wirestock-Freepik

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Apuntes sobre ‘Solo n – Réquiem de un cuerpo’

Patricia García propone este videoarte en que toma la imagen del Quijote de Solón Romero para perfilar el viaje del artista

Por Camilo Gil Ostria

/ 14 de marzo de 2022 / 11:51

1Me permito una digresión para presentar esta obra… Antes que directora, Pati es actriz y, sin lugar a dudas, de las mejores actrices del teatro boliviano contemporáneo. Sin embargo, ¿cómo es su actuación? Siempre hace un mismo papel: un poco de niña, un poco de madre; un poco de fuerte, un poco de tierna; finalmente, como la Dulcinea al final del video, de bella efigie: dice más con su silencio que cuando habla y ese silencio hace que sus intervenciones (pocas o muchas) brillen y uno se quede hipnotizado ante su presencia. ¿Por qué tal rodeo? Porque me parece que esa forma de acercarse a actuar define una poética que aquí se traslada, como un fantasma que se posa sobre todos los elementos de esta obra, a la dirección del videoarte. Solo n – Réquiem de un cuerpo, obra sin historia lineal, que muestra a un Quijote en algunas poses, en algunas travesías, fue presentada el viernes 4 de marzo en el Centro Cultural de España en La Paz). Y es una obra marcada por ciertos ritmos musicales, ciertos tiempos, ciertos silencios, ciertos tonos de color, ciertas formas de grabar, que en resumidas cuentas producen angustia y, al mismo tiempo, deseo… Son el ritmo lento de un caminar hacia la muerte, haciendo digna la vida.

2 ¿Cómo definir, entonces, esa poética, más de la imagen plástica que de la palabra? En primer lugar diría que se trata de un arte que da al espectador el trabajo de llenar un vacío, pero al mismo tiempo, le avisa de la imposibilidad de llenarlo del todo. Poética bien trabajada desde lo visual; Daniela Gandarillas, donde la historia casi no cuenta nada, trabaja una cámara preciosa que busca mostrar todo a partir de reflejos, de desvíos, de forma indirecta. Avisando pues de la dificultad de su obra y su ausencia de causalidad: todo pensamiento tendrá que ser indirecto.

3 Tratando entonces de aceptar el reto de llenar un vacío, señalo que cualquier mirada a esta obra deberá notar en su carácter de homenaje en puesta en abismo. Homenaje al artista boliviano Walter Solón Romero que es a la vez un homenaje a Cervantes, pero al mismo tiempo a cualquier artista y su travesía, su muerte, su cuerpo, que se atreve a subir cualquier montaña, y se atreve con ¡qué dolor de hombro, con qué soledad (remarcada en el título), con qué vejez de vida! El duelo así emerge, duelo personal de Pati, pero duelo de todos nosotros.

4 Una imagen transformada —una sintaxis de la imagen, diría el poeta y teórico Fernando Van de Wyngard— trabajada a lo largo del video se vuelve significativa: en primer lugar, el actor (Alexandro Galvez) pone masquin sobre el suelo, es la búsqueda, obsesiva, sistemática, algo añora: ¿la obra quizás? En segundo lugar, en el exilio, deshace el masquin y lo lleva sobre su cuerpo, los hace uno. Finalmente, en la revelación, nos enteramos de que el patrón con el que se estaba jugado había sido hecho originalmente por Solón: obra y vida, vida y tradición, aquí como en el caso de Pati, uno solo. Peso sobre el cuerpo, pero cuerpo dispuesto a levantarlo. Las frases que marcan el inicio y final de cada parte del video se hacen significativos: “Cuando un hombre pierde la fe tiene que volver al valle de las piedras”, se nos advierte.

5 Para matizar lo anterior se introducen de forma más o menos sistemática imágenes de archivo: el Carnaval donde se caen las graderías y la gente muere, mientras el artista, egoísta, sigue bailando. Imágenes de las dictaduras militares, donde el artista, como cualquiera que quiera hacer, es crucificado. No se trata pues de una romantización de la figura del artista, si vamos a leer la obra como una metáfora, será una metáfora compleja y ambigua: levantar, como Sísifo, la obra, la vida, la muerte; al mismo tiempo, hacerlo sin pensar que el mundo real ha dejado de existir. Mundo que se incendia en el video de García, como también el mismo artista se pone en el mundo y su fuego arde, pero arde para señalar ese fuego más peligroso que el suyo propio.

6 En cada elemento de esta mezcla: la obra de Cervantes, de Solón, de García, hay no solo un respeto esencial por el precedente, sino también una transformación y un trabajo de la propia individualidad: ¿Qué ve Solón en Cervantes para atreverse a traer su obra a nuestra ciudad, a nuestra dictadura, qué lo enamora de la obra del otro? ¿Qué ve García en Solón para atreverse a poner su Quijote en nuestros tiempos? ¿Qué se transforma en el paso del uno al otro? Solo para detenerme un poco en la última pregunta señalo el carácter provocador de la brillante actuación de Luis Bredow: actor que se deja poseer por García, niño/viejo, en pañales (dice Van de Wyngard) pero a la vez poeta, que señala con claridad la potencia del Quijote de Cervantes: vive un mundo de ilusión, pero al mismo tiempo tiene una lucidez de época pocas veces vista y discursea, no solo sobre los sueros mágicos para sanar su hombro, sino que (sin decir palabra) transmite la libertad y el amor. “No es locura contemplar tanta cordura”, se insiste en el video, Bredow el artista, el que se atreve, con los ojos de García, a ver.

7 El color rojo con el que se abre y se termina el video y que atraviesa toda la obra no solo marca, como ya decíamos antes, la presencia fantasmal de la directora: son sus zapatillas, vacías, las que abren el video, al final ella los llena. Sino que marca una pulsión de vida, un deseo, pero al mismo tiempo la soledad de quien se atreve a vivirla: Aitor García, el tercer y último protagonista de la obra, hace bien al representar esa positiva soledad al final del video. La madre lo carga, luciendo sus zapatillas, mientras él está encapuchado de rojo. Pero luego ella desaparece y queda solo, el rojo, lo único que pertenece, será toda esa tradición, esa vida, que con él siempre quedará…

8 Finalizo con un único consejo cuyo carácter valorativo es negativo. Si bien lo que señalaba sobre la mezcla vida-obra parece confirmarse en la sexta parte del video, La revelación, donde hay una ruptura abrupta y radical en el código estético y en la historia tratada, me queda la duda de la razón de esa parte: una especie de making off que hace de antecesor del final, ¿qué se revela aquí más allá de los seres de carne y hueso tras el trabajo?, ¿por qué es parte de esta obra y cómo ha sido pensada esta ruptura? Parece que nada y solo se mancha un diamante que bien prolijo podría ser…

FICHA

Título: Solo n –

Réquiem de un cuerpo

Con: Luis Bredow y Alexandro Galvez,

Aitor García, Iván Canedo y Julieta Alonso.

Investigación: Escenalmagen

Idea original y dirección: Patricia García

Música original:

David Arze

Registro, diseño y edición: Daniela Gandarillas

Registro y edición:

Marcelo Huarachi

Dibujos Quijote:

Walter Solón Romero

Foto fija: Andrea Martínez, Ricardo Carvallo

Iluminación en teatros: Antonio Caba y Diego Ayala

FOTOS: ESCENALMARGEN

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