Juana Azurduy (final)
Ch’enko total
Siguiendo el libro Juana Azurduy del historiador argentino Pacho O’Donnell se podría afirmar que de 1814 a 1816 Juana se consolida como líder guerrillera contra el imperialismo español. Su valor como guerrera y estratega toma formas épicas: se la ve erguida en su potro de comandante con una niña en brazos, su quinta hija: Luisa Padilla Azurduy. Por su valentía, consecuencia e inteligencia es designada teniente coronel de los ejércitos libertarios. Esta es una verdad irrefutable cuando leemos la carta firmada por el general Manuel Belgrano a Martin Pueyrredón donde se exponen las causas de la designación, carta fechada el 26 de julio de 1816, que al inicio relata: “Paso a manos de V.E. el diseño de la bandera que la amazona doña Juana Azurduy tomó en el cerro de la Plata como once leguas al Este de Chuquisaca, en la acción a que se refiere el comandante Don Manuel Ascencio Padilla, quien no da esta gloria a la predicha su esposa por moderación, pero por otros conductos fidedignos consta que ella misma arrancó de manos del abanderado este signo de tiranía, a esfuerzo de su valor y de sus conocimientos en milicias poco comunes a las personas de su sexo” (O’Donnell, 167). Esta acción heroica de Juana la guerrillera se lleva a cabo en los campos de El Villar. La designación de teniente coronel remite el general Belgrano en carta desde Tucumán el 23 de octubre de 1816.
El mencionado libro relata además las difíciles internas entre los ejércitos “abajeños” al mando de los sureños Pueyrredón, Rivadavia y Rondeau que con ínfulas y manipulaciones trataban de minimizar y quitar autoridad a los líderes altoperuanos “arribeños”, quienes se jugaban de verdad la vida y propiedades por la independencia y la patria, mientras los porteños buscaban intereses y poder y algunas de sus tropas saqueaban sin virtud alguna. La carta de Padilla a José Rondeau, fechada el 21 de diciembre de 1815, es un testimonio de estas internas y vale la pena leerla en la página 157 del libro. Es muy emocionante leer las palabras dignas y escuchar la voz del líder Padilla: “…nosotros los altoperuanos tenemos una disposición natural para olvidar sus ofensas: quedan olvidadas y presentes. Recibiremos a V.E. con el mismo amor que antes, pero que esta confesión fraternal, ingenua y reservada sirva, en lo sucesivo, para mudar de costumbres, adoptar una política juiciosa, traer oficiales que no conozcan el robo, el orgullo y la cobardía. Sobre estos cimientos sólidos levantaría la Patria un edificio eterno.”
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El ejército colonial designa a un eficiente y cruel coronel cruceño, Francisco Aguilera, para acabar con la vida de los Padilla Azurduy. El cruel Aguilera es quien se ocupa personalmente de matar a Manuel Padilla en una batalla cerca de Yotala: el guerrillero muere en combate el 14 de septiembre de 1816, hecho consumado por la traición de Manuel Ovando, exguerrillero vendido a las tropas coloniales, quien delata la estrategia de Padilla. Aguilera decapita a Padilla y pone la cabeza en largo palo en el centro de la plaza de La Laguna. Juana recibe la noticia guerreando en retaguardia, en un primer reflejo galopa a ayudar al esposo, sin embargo, se convence desde la altura de un cerro que la muerte y la derrota están consumadas. El amor de su vida había muerto en batalla. Con reflejo materno va en busca de su hijita Luisa, en los siguientes días planifica en llanto recuperar la cabeza de su amado y darle cristiana sepultura. Así, en tal vez su última batalla, capitanea una tropa reducida de indígenas y amazonas, logrando recuperar la cabeza de su amado y darle un entierro digno. Manuel Ascencio Padilla no puede conocer la designación de Coronel de los ejércitos libertarios firmada en la misiva de octubre por el general Manuel Belgrano.
Juana Azurduy
A partir de allí, Juana deja el mando de la guerrilla y sus combates, decide irse al sur con la hija infanta. Es recibida con honores por los guerrilleros chapacos a la cabeza del Moto Méndez, luego es protegida por el líder Martin Güemes, de quien fue consejera de guerra en Salta hasta el asesinato de este héroe guerrillero, planificado por la antipatria en 1821. Juana Azurduy, a los 45 años, retorna con su hijita Luisa casi adolescente a Bolivia en condiciones paupérrimas.
Es interesante la cifra que señala Bartolomé Mitre respecto a los líderes de las guerrillas libertarias, según el escritor son 102 líderes guerrilleros que pelearon contra la colonia en los territorios del Alto Perú, quedando solo ocho vivos tras la independencia de Bolivia en 1825. Los que reciben el poder de la nueva nación no son los que lucharon y guerrearon por ella, son doctorcitos e intelectuales pro colonialistas, palaciegos que detentan el poder de la nueva nación. El Libertador Simón Bolívar, al enterarse de la situación de pobreza de Juana, instruye que se le dé una pensión; tras el asesinato de Sucre, los doctorcitos se encargan de suspender la pensión. Juana Azurduy deambula como mendiga 30 largos años de vejez, llevando una cajita en la mano con su designación de teniente coronel. Algunos vecinos se burlaban de ella. Muere a los 82 años nada menos que el 25 de mayo de 1862. Sus últimos días los pasa en una humilde casita bajo el cuidado de un niño discapacitado de nombre Indalecio Sandy, hijo natural de un pariente. Cuando muere, el niño sale corriendo a pedir ayuda, nadie lo escucha, los doctorcitos estaban en sus actos oficiales. Juana es enterrada en una fosa común de indigentes “en el panteón general de esa ciudad en fábrica de un peso”, como reza la partida de defunción.
El libro Juana Azurduy del historiador argentino Pacho O’Donnell, debería ser releído, mejorado y aumentado por los escasos —o tal vez poco difundidos— historiadores del revisionismo histórico boliviano. Creo que debería ser reimpreso por el Estado Plurinacional y entregado como lectura obligatoria a los estudiantes de secundaria y también a las autoridades, en busca de acrecentar la narrativa de la bolivianidad. En 2010 el gobierno argentino de Cristina asciende a Juana Azurduy a Generala mientras el gobierno boliviano de Evo la asciende a Mariscal de sus ejércitos. Esito sería. Hey dicho.
(*) El papirri: personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta